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Estado español :: 12/12/2005

Medio cómplices y medio responsables de la rueda de la dominación. Trabajo, consumo y lucha anticapitalista.

Crespo - La Haine
Reflexiones a cerca de nuestras implicaciones directas en la contribución de un mundo más injusto y desigual. Posibles propuestas de actuación aquí y ahora.

El estado y el capitalismo, afianzan sus poderes haciéndonos partícipes a todos -incluso a los que más revolucionarios se proclaman- de la brutal cadena de la opresión y dominación a la que al mismo tiempo estamos sometidos.

El mundo del trabajo es empujado progresivamente a funciones meramente represivas y el ocio entendido como mercancía nos convierte a todos en responsables de la dominación global. El sistema clasista, manteniendo su esencia, se renueva, se especializa, crea nuevos mecanismos de control. Es importante analizar estos nuevos aspectos para combatirlos. No podemos quedarnos anclados en las consignas revolucionarias del 36 -aunque tengan sentido- sino ampliar nuestros análisis, objetivos y acciones. Cierto es que vivimos en una sociedad de clases antagónicas y cierto es que socializar los medios de producción -acabando así con el trabajo asalariado- son reivindicaciones esenciales dentro de la lucha revolucionaria.

Ahora bien, no podemos quedarnos viviendo de viejas consignas sin intentar ir más allá. Más aun cuando el sistema se ha sofisticado tanto, avanzando imparable hacia la devastación del planeta en post del beneficio económico, creando nuevas herramientas de dominación como, por ejemplo, los devastadores mass media y su omnipresente influencia, así como la división-especialización del trabajo y la progresiva conversión del tiempo libre en mercancía.

Las funciones represivas se extienden cada vez más entre la sociedad y los roles individuales. Los poderes fácticos expanden sus funciones a todos los niveles de la vida. El secreto está en extender las prácticas explotadoras a toda la sociedad. En definitiva, que todxs, de una u otra manera, contribuyamos directa o indirectamente a la maquinaria de la dominación. Muchas veces solemos formar parte de estas estructuras de poder, sin ser conscientes, bien intencionadamente, sin saber realmente el alcance de todo ello. Por eso es bueno intentar ser conscientes y aportar medidas -y actitudes- revolucionarias para combatir estas situaciones. Estamos inmersos en procesos tan complejos, particularizados y fusionados al mismo tiempo, que es cada vez más difícil ver el problema desde una óptica global. Son mecanismos tan externos a nosotrxs mismxs, de los que somos tan dependientes, que cada vez es más complicado zafarnos de ellos.

¿Quiénes son las clases antagónicas actualmente? ¿Sólo los cuerpos represivos? ¿Sólo la patronal? ¿Sólo la clase política? ¿Siguen estando plenamente vigentes todos los principios de la socialización y autogestión de los medios de producción? ¿Es por ejemplo revolucionario socializar una central nuclear?.... son algunas preguntas que podemos hacernos.

Conviene analizar hasta donde ha llegado la dominación, la opresión, la explotación... y como nos ha afectado todo ello. En los despachos políticos y empresariales se diseñan tecnificados programas de relaciones laborales, de consumo imparable, de sumisión soterrada al sistema.... que se ponen en marcha con el fin de someternos, con nuevas herramientas de sumisión.

Lo fácil es cargar la responsabilidad de la opresión en la clase dominante como si nosotrxs no tuviéramos ninguna implicación en todo el proceso de control y represión. Sin embargo, muchos son los factores que nos hacen participar de ese proceso. De ahí que sea tan importante -si de verdad queremos cambiar las cosas- analizar estas situaciones y buscar soluciones.

El mundo laboral hacia tendencias cada vez más represivas.

La tecnificación de la opresión es tan bestial que, apoyándose en la especialización-división del trabajo, todos acabamos formando parte de le rueda que alimenta al sistema.

Así las cosas, el sistema educativo se ha convertido en un brutal engranaje de personas cualificadas y especializadas con el fin de redactar informes cuasipoliciales de lxs alumnxs. Las tareas educativas se van dejando progresivamente de lado, para que una enorme burocracia "docente" observe conductas desviadas de lo que el sistema espera de lxs niñxs: seres sumisos y productivos. La pobreza no sólo se castiga en las cárceles, se empieza a castigar en las escuelas. Cuadros enteros de burócratas, al servicio del estado y las empresas privadas, realizan funciones dispares pero con un mismo fin.

Educadores, maestros, profesores, psicólogos, trabajadores sociales, inspectores de la administración... con sus tareas correctamente repartidas, redactan documentos oficiales, realizan psicotest de personalidad, exámenes de conducta, pruebas diversas... para las administraciones, es decir, para el estado. Los expedientes de castigo de las nuevas generaciones no empiezan en las comisarías, empiezan en las escuelas que se van convirtiendo progresivamente en centros al servicio de los intereses represivos.

Funciones cada vez más policíacas que educadoras, personas que deben ejecutar las leyes que el sistema capitalista dicta. La clase política nos dice que "es por el bien de los chavales", por "su seguridad’. La cultura del miedo, amparándose en el "terrorismo", empieza en los colegios. Una paranoia colectiva de niños peligrosos se extiende en la sociedad, los media mastican y escupen la explicación a la gente.

Los periodistas trabajan para unos medios de comunicación cuya función es cada vez más alarmantemente represiva: criminalizar un movimiento social, normalizar la represión estatal, adoctrinar a la población creando adhesión al mercado y sometiéndola hacia una brutal estandarización de hábitos de consumo. La función del periodista no depende de su buena o mala voluntad, sino que forma parte - quiera o no quiera- de ese engranaje en el que cumple una función especifica pero indispensable para que los media repriman a la población.

Los obreros de la construcción ya no hacen casas para que la gente habite en ellas. Hacen casas excedentes para que se especule con ese espacio y se revalorice su precio. Se levantan edificios sólo con fines especulativos. Trabajan, por ejemplo, haciendo sofisticadas macrocárceles con novísimos regímenes FIES.

Loa fármacos devastan la salud en post del la rentabilidad económica. Es imposible pensar que una industria hecha para ganar dinero generará productos que acaben definitivamente con las enfermedades, porque le supondría directamente dejar de ganar ese dinero. Se realizan los fármacos con el objetivo de aliviar síntomas y generar nuevas enfermedades que a su vez generen nuevos fármacos y que, nuevamente, generen nuevos beneficios económicos para la salvaje industria farmacéutica.

En nombre de los fármacos -y hasta del progreso y la sanidad- se investiga salvajemente con animales para crear enfermedades (no para curarlas) y se prueban sus efectos secundarios por primera vez en los niños africanos y orientales. Un nuevo cuerpo de burócratas: farmacéuticos, psicólogos, médicos, psiquiatras, enfermeros... fomentan estos hábitos y viven de ellos. Todo ese complejo engranaje nos somete y nos hace, además, consumir adictivamente dichos fármacos, destrozando no sólo nuestra salud sino contribuyendo decididamente a perpetuar esta injusta maquinaria.

Muchos más ejemplos de profesiones aparentemente no represivas se pueden citar, sólo he pretendido apuntar unas pocas y sugerir en algunas direcciones. Mediante el trabajo asalariado, los capitales financieros, compran a los pueblos para que realicen tareas que van directamente contra el propio pueblo. De ese modo, sometiendo a la sociedad y consiguiendo que desarrollemos sus devastadores planes, consiguen perpetuarse en el poder.

No entro a valorar si es ético o no trabajar en según qué cosas. Pero sí tenemos que ser conscientes del papel represivo que ejecutan esas instituciones. Además, no debemos perder de vista que dichas instituciones necesitan, desde el puesto más alto hasta el más bajo de su estructura, para llevar a cabo su tarea de control. Todo funciona como un gran reloj del que, al fin y al cabo, somos las piezas.

Analizar y ver como, desde dentro o desde fuera, podemos elaborar herramientas de lucha para acabar con todo ello es imprescindible. No vale excusarnos en el "de algo hay que vivir" que los verdugos tanto repiten. No podemos pretender acabar con el sistema sin (querer) darnos cuenta de nuestra implicación en la perpetuación del mismo. No podemos dar la espalda a estos asuntos, debemos cuanto menos tomar consciencia, y tras un profundo proceso de debate y reflexión, actuar en consecuencia hacia un objetivo revolucionario.

El tiempo ¿libre?

"Trabajamos durante todo el año para obtener el "placer" de las vacaciones. Cuando éstas llegan nos sentimos "obligados" a "divertirnos" por el hecho de estar de vacaciones. Una forma de tortura como otra cualquiera. Lo mismo pasa con los domingos. Un día espantoso. El enrarecimiento de la ilusión del tiempo libre nos muestra el vacío del espectáculo mercantil en el que vivimos.

Buscar placer en las entrañas de cualquiera de las variadas "versiones" del espectáculo capitalista sería una locura. Pero eso es exactamente lo que el capital busca. La experiencia del tiempo libre programado por los explotadores es letal. Te hace desear ir a trabajar. Uno acaba por preferir una muerte cierta a una vida aparente"1.

El moderno y sofisticado sistema capitalista que ahora nos toca padecer en formato de democracia ha sabido extenderse muy bien a todos los ámbitos de la vida. El tiempo "libre" ha dejado de ser libre - si es que algún día lo fue- para convertirse en tiempo de ocio. Ocio entendido como mercancía, como alineación constante, convertido en vertiginosos movimientos de capitales de los cuales obtener suculentos beneficios económicos. Este sistema capitalista - conviene matizar- no es un poder abstracto anónimo al que echamos la culpa de todos nuestros males. Es una estructura de poder cada vez mejor diseñada, que ha aprendido con el paso de los años- de las luchas populares entre otras muchas cosas- a tecnificar e intensificar la opresión de manera cada vez más especuladora e hipócrita. Esa estructura de poder, insisto, no es un ente abstracto o neutral sostenida en el anonimato. Son multitud de empresas, multinacionales, oligopolios económicos, poderes financieros... aliados con la clase política y los"agentes sociales" (los que se erigen ellos mismos como representantes de toda la población) y un largo etc... detrás de los cuales existen nombres y apellidos.

Detrás de ellxs existe un interés comprobado en generar-perpetuar un sistema de privilegios, carencias, poseedores, desposeídos, dominados y dominadores. Pero para dicha labor de explotación necesitan de la sociedad masificada y tecnificada. Nos necesitan porque con nosotrxs en contra no pueden llevar a cabo su labor. No sólo nos necesitan como mano de obra, sino como consumidores, de hecho en occidente nos necesitan más como esto último.

Para ello están realizando el entramado perfecto para que participemos de ese objetivo sin que apenas lo percibamos. De ahí subyacen miles de planes, especializados y tecnificados, de información, de educación, de psiquiatrización, de consumo, socialización... El nuevo "ocio y tiempo libre" está servido: monstruosas ruedas de dinero y consumo ocupan nuestro tiempo "libre".

El tiempo "libre" se gasta -nunca mejor dicho- mayoritariamente en pasar horas parasitando centros comerciales, almacenes de compra-venta, bares, discotecas.... En definitiva habitáculos hechos por y para el consumo (es decir, por y para el capitalismo). Espacios que pretenden monopolizar la vida, ocupar el tiempo de manera aparentemente libre, pero que no es más que una participación directa en los mecanismos del sistema asalariado que nos hace esclavos.

El consumo de drogas, por ejemplo, se expone como una estética rebelde entre la juventud. Sin embrago, políticos, empresarios, mafias inmobiliarias, jueces, policías, tratadores de blancas.... engordan sus bolsillos de los suculentos beneficios económicos que les aporta toda esa maquinaria de camellos y consumidores "rebeldes". Ganan dinero los patrones mientras la juventud se destroza la salud y pierde el tiempo real de los pocos espacios que en la vida quedan para trabajar con el objetivo de derrocar al sistema. Consumidores y consumidos "rebeldes" fortalecen los intereses del capitalismo tras consignas combativas.

"A la vez que trata de vendernos esta forma falsificada de libertad el Capital necesita, cada vez más, hacer de cada unx de nosotrxs un policía. La reestructuración de la producción y sus efectos colaterales sobre el funcionamiento de la sociedad hacen que las instituciones necesiten introducir en nuestra conducta, principalmente por medio de la propaganda y la psicología, un vigilante. Se trata de convertirnos en ciudadanos, con el apoyo imprescindible de la social-democracia, el poder trata de hacer de nosotras ciudadanas respetuosas y moderadamente críticas con el sistema. Hay quien ha descrito la creación de una nueva ideología de recambio para embozar al personal: el ciudadanismo".2

Somos partícipes directos -por tanto responsables-, en el trabajo y en el tiempo libre, de la opresión cotidiana. Proclamamos el cambio mientras perpetuamos el orden establecido. Hablamos de revolución mientras fomentamos los privilegios y las desigualdades. Es nuestra tarea, si de verdad queremos cambiar las cosas, poner este debate encima de la mesa. Ver como podemos, con las menos contradicciones posibles, acabar con la maquinaria que reparte miseria y hambre en todo mundo.

Acción directa, organización y coordinación en nuestras vidas contra el capitalismo, una propuesta colectiva.

No hay Producción de capital -trabajo asalariado- sin Circulación de capital - los mecanismos que van desde la producción hasta el consumismo- y viceversa. Es decir, no es posible una sin la otra. Así pues tenemos a la producción y a la circulación de capital como dos caras de la misma moneda.

Como he explicado anteriormente, dos frentes importantísimos de opresión, son por un lado la explotación en los centros de trabajo -producción de capital-, y por otro lado, la explotación en el tiempo libre, es decir, el consumo salvaje o circulación de capital.

Atacar a estos dos puntos vitales reside, en esencia, la solución al problema global. Paralizar la producción de capital, con huelgas combativas es esencial. Para lo que es imprescindible la reconstrucción de un potente sindicalismo anticapitalista, que de una vez por todas renuncie a participar en las estructuras que lo hacen inevitable y precisamente capitalista, como, por ejemplo, los comités de empresa.

En esa reconstrucción es necesario ir caminando hacia la toma de los medios de producción de capital. No sin antes tomar conciencia de todo lo que no necesitamos, o dicho de otro modo, saber dejar de utilizar -destruyendo su existencia- todas las necesidades que el capital nos ha creado con el único fin de obtener dinero y dominarnos.

Este es uno de los dos puntos débiles del sistema capitalista. Directa e indirectamente hay que atacar la producción del capital y hay que hacerlo con la mayor contundencia posible.

Por otro lado, es necesario paralizar los espacios de circulación de capital. Esto quizá es más difícil, pero hay que empezar a trabajar cuanto antes en esa línea, actualizar las acciones y extenderlas. Por poner un ejemplo, dejar de beber Coca-cola o no consumir drogas, es una actitud necesaria pero insuficiente. El consumismo no es sólo Coca-cola, el consumismo es mucho más complejo que eso y es muy difícil de controlar, por lo que necesitaría una respuesta de más calado.

Por otro lado, el problema del consumismo y en general de la circulación de capital, no puede tener una solución individual, tiene que ser colectiva. En este sentido se pueden hacer muchas campañas y se pueden poner sobre la mesa unas cuantas formas de lucha.

Por ejemplo sería un duro golpe para el capitalismo global una duradera huelga de consumo. Que un sector importante de la población occidental dejara de consumir totalmente durante semanas cualquier producto generado por las empresas. Para abastecerse se ejercería la expropiación (los especuladores lo denominan robo). Esto podría paralizar en gran medida la circulación de capital.

En Argentina los piqueteros y en Bolivia los Cocaleros, bloquean carreteras. Lo que normalmente se percibe es que eso "molesta", pero va mas allá: se está bloqueando la circulación de capital (los coches no pueden gastar gasolina, los camiones no pueden reponer los centros comerciales, y un largo etc). Cuando los piqueteros en Argentina cortan una calle, como obreros sin trabajo que son, aunque no están haciendo una huelga en el centro de trabajo, están igualmente paralizando la reproducción del capitalismo, en la medida en que obstruyen la circulación del capital. Por supuesto, las acciones pequeñas tienen un alcance pequeño, pero lo que aquí intento hacer es describir cual es el esquema global de opresión y de resistencia.

Sobre el consumismo también se pueden hacer manifestaciones directamente. Desde campañas y movilizaciones en la calle hasta acciones como bloquear la entrada a centros comerciales repartiendo panfletos, sabotajes de todo tipo, bloquear supermercados con colas interminable se carritos llenos que nadie paga...

En definitiva, tenemos que ser conscientes de los pasos que el sistema va dando e intentar ir por delante. Saber que es lo que quieren de nosotrxs cuando nos compran mediante el trabajo asalariado o en nuestro tiempo "libre." Y lo más importante: organizarnos y actuar, tanto individual como colectivamente, para combatir con firmeza y eficacia todo ello.
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1- El placer Armado. A. M. Bonano.
2- Más allá de nuestras narices. Un acercamiento a la estrategia.

crespez@hotmail.com

 

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