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Asturies :: 18/04/2006

Por un nuevo nacionalismo asturiano

Pelayo Rojo
Al identificar la nación asturiana con una especie de "España primordial", embrionaria, con un depósito de esencias hispanas, se impide toda reivindicación nacionalista que ponga el acento en las diferencias lingüísticas, étnicas, o en general, nacionales, de los asturianos con los hispanos.

En la publicación electrónica Rebelión (15-01-2006), Carlos X. Blanco, filósofo marxista, saca a la luz un artículo que lleva por título "Asturias no es España". En el contexto de la serie de trabajos que lleva publicando el autor se observa que su nacionalismo de izquierdas está seriamente preocupado por distanciarse del llamado covadonguismo. Se conoce por tal ideología aquella que se resume en la frase "Asturias es España, y lo demás tierra conquistada". El artículo comienza así:

"Asturias no es España (ni lo demás tierra conquistada). La nación asturiana vive entre dos aguas, la atlántica (o cantábrica) a la que pertenece de forma natural, y la mediterránea, a la que pertenece de forma coercitiva por la inmersión de nuestro país en la monarquía castellana, en la [edad] media, y en el estado español, en la moderna. Nos administran desde Madrid, y con ello nos imponen unas estructuras de dominación que no son las nuestras. La economía cuasi-esclavista del Sur y del Mediterráneo no es la nuestra, y los intereses productivos y comerciales del país asturiano son incluso contradictorios con los que priman en España. El desarrollo económico asturiano podrá no ser boyante, como el de Madrid, y otras regiones levantinas y sureñas, pero al menos no se basa (salvo en pequeñas cuotas, lamentables) en la explotación de emigrantes extranjeros. El esclavismo no fue nunca con el carácter nuestra gente. El medio y el talante astures siempre fueron en contra de esa tendencia del explotador de estilo mediterráneo."

El covadonguismo es una ideología especialmente desafortunada que hiere, a un tiempo, demasiadas sensibilidades. Primero, sirve para tapar la boca al nacionalismo asturiano. Al identificar la nación asturiana con una especie de "España primordial", embrionaria, con un depósito de esencias hispanas, se impide toda reivindicación nacionalista que ponga el acento en las diferencias lingüísticas, étnicas, o en general, nacionales, de los asturianos con los hispanos. Además creo que insulta a los ciudadanos del estado, al negarles una historia propia que no sea la de una re-conquista.

Por otro lado, es una ideología muy estrechamente ligada con el tradicionalismo más rancio, y que este lleva consigo, la monarquía (don Pelayo, primer rey de Asturias, elegido por los astures rebeldes al Islam, sería el primer rey de España) y el imperialismo de signo católico de origen visigótico (el reino asturiano fue el germen de una reconquista imperial de la España perdida a manos de los musulmanes). El covadonguismo, por tanto, entraña la nefasta asociación de las ideas del monarquismo y de tradición católica, beligerante con el infiel. Aunque algunos show-man de la filosofía asturiana, como el profesor de origen riojano D. Gustavo Bueno, han tratado de revivir el covadonguismo. el hecho es que el nacionalismo asturiano y las fuerzas de izquierda y centro (no así el extremismo de derechas) detestan en gran medida esta simbología de Covadonga, y más bien abominan de ella. Hay importantes precedentes de federalismo y nacionalismo asturiano, por lo menos, desde la I República.

Y a la hora de reivindicar ejemplos de resistencia (en este caso revolución armada contra el Estado español) resulta mucho más importante para el día de hoy el precedente contemporáneo del Octubre asturiano de 1934 que la insumisión pelagiana contra los islamitas. De igual manera que se dijo que había que dejar bien cerrado bajo siete llaves el sepulcro del Cid, refiriéndose a los problemas de la España contemporánea, lo mismo podría decirse en muchos aspectos de la figura del caudillo rebelde asturiano. El único precedente que no se puede obviar es que a resultas de aquella rebelión medieval, en Asturias se formó el único estado de corte occidental frente al predominio musulmán en la península. Recíprocamente, Asturias es hoy la única comunidad realmente histórica, pues es la única de las actualmente reconocidas por la Constitución de 1978 que se dio a sí misma un estado independiente en la península.

Los escritos de Blanco siempre oscilan entre un análisis sincrónico de la formación social asturiana, sus problemas económicos, su padecimiento como "colonia interna del Estado Español" (sic), por un lado, y las raíces históricas de la dependencia de Asturias (análisis diacrónico), por otro. Aunque es muy fácil rechazar las posturas nacionalistas tildándolas de "etnicistas", es pereza intelectual de la peor especie no querer emprender comparaciones entre esta sociedad y otras (mediterráneas, Madrid) que llevan la voz cantante en la economía estatal. El método comparativo es muy útil y revela ciertas causas profundas del abandono de Asturias, que sufre despoblación, envía emigrantes fuera, y no acaban de recuperar el puesto que se merece dado su potencial humano y natural. Mientras el show-man del españolismo, arriba citado, y sus corifeos, tratan de criminalizar el nacionalismo en general, y en particular el nacionalismo de izquierdas, la verdad es que en el país hay dos formaciones de este tipo que están en alza, Andecha Astur e Izquierda Asturiana, y suponen voces discordantes efectivas contra el monopolio mafioso del PSOE. Además, recientes encuestas, confeccionadas en general con independencia de criterio, confirman que entre la juventud aumenta el sentimiento de "no españolidad’ de los asturianos, o al menos se va haciendo mayoritario el sentimiento de primacía de ser asturiano frente al de ser o sentirse español. Esto, unido a la clara simpatía que la juventud muestra en las encuestas hacia la lengua asturiana (o bable), pese a todos complots socialistas en su contra, dará alas a una nueva sociedad y a un mayor pluralismo político en el país, siempre y cuando estas fuerzas nacionalistas no se pierdan en un caos de luchas "ortográficas" ni en guerras de "siglas".

Bienvenidos, pues, los escritos de un autor que sabe recoger el espíritu colectivo de su tiempo.

Fuente: La Haine

 

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