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Pensamiento :: 09/07/2006

Radiografía de Corriente Roja. Un diagnóstico

Mila de Frutos
El exiguo espacio político revolucionario va siendo ocupado por planteamientos progresistas, socialdemócratas, altermundistas, escépticos, hedonistas, conciliadores y en ese plan, algunos de ellos muy combativos, pero cada vez más alejados y ajenos a la aspiración revolucionaria y al ideal socialista

Tras el surgimiento de Corriente Roja como organización independiente y la recuperación del hilo rojo de la lucha revolucionaria, es preciso abordar el desarrollo ideológico y político, que no puede quedar reducido a una colección de lemas

Tras el fracaso histórico cosechado por la clase trabajadora en el largo pulso sostenido frente a una burguesía que ha demostrado gran capacidad de transformación y adaptación a las nuevas necesidades, el movimiento obrero comienza a desmantelarse en España, y las organizaciones políticas y sindicales van adaptándose al proceso de reforma del estado acometida por el heredero del franquismo y las clases sociales que lo sustentan. El horizonte socialista es abandonado paulatinamente en un tira y afloja de renuncias inconfesables, de entregas sucesivas del poder popular acumulado y de pactos a la baja en la gestión de la derrota.

El exiguo espacio político revolucionario va siendo ocupado por planteamientos progresistas, socialdemócratas, altermundistas, escépticos, hedonistas, conciliadores y en ese plan, algunos de ellos muy combativos, pero cada vez más alejados y ajenos a la aspiración revolucionaria y al ideal socialista.

Irrumpe Corriente Roja en ese páramo borbónico hábilmente construido, si exceptuamos a la nación euskaldún y su inteligente izquierda abertzale, dispuesta a sostener una durísima lucha en solitario frente al estado reformado, frente a la derecha nacionalista y frente a la izquierda españolista y centralista. En Madrid, y en muy poco tiempo, Corriente Roja se alza como importante referente de la izquierda extraparlamentaria, propiciando la apertura de procesos de clarificación y ruptura en algunos movimientos sociales donde la confusión, la mezcla, el buen rollito, la "unidad de la izquierda" y el todo vale impedían la construcción de un polo socialista, antiimperialista y antiespañolista.

El impulso del movimiento por la república, la crítica de la transición y de la monarquía heredera del fascismo, la necesidad de la ruptura, la denuncia del imperialismo y la Otan en el marco del movimiento contra la guerra, la reconstrucción de la conciencia de clase trabajadora, el derecho a la autodeterminación de los pueblos y la incorporación de la contradicción de género y de la barbarie ecológica, conforman un ideario que, vertebrado por la idea de transformación socialista y de sociedad sin clases, sitúa a Corriente Roja en una posición privilegiada para recoger el testigo abandonado tras la derrota.

Una pequeña pero dinámica organización revolucionaria se levanta sobre la base de un enorme trabajo militante en el seno del imprevisto y gigantesco movimiento popular contra la invasión de Irak. La ilusión y el frenesí conforman el ambiente, y la actitud colectiva parece traslucir que una toma del poder esté a un paso y sólo falte apretar el acelerador antes de la entrada en el paraíso socialista. Lógicamente es la metáfora de un espejismo. Sólo estábamos iniciando nuevamente la larga marcha abandonada por nuestros predecesores. Claro que esta certeza no es algo baladí, porque un proceso revolucionario comienza en el momento en que un sector organizado de un pueblo concibe su posibilidad y toma la determinación de llevarlo a cabo. Esa determinación es la que insuflaba el frenesí y el dinamismo.

¡Hermoso y acertado primer tramo del viaje! La prioridad del momento era ponerse a caminar bajo banderas muy sencillitas abandonadas en la cuneta años atrás, semienterradas y descoloridas. A punto de perecer las levantamos y lustramos un poquito, y así partíamos felices de ver a nuestro lado rostros sonrientes por encontrar un lugar donde por fin depositar el esfuerzo militante. Comenzaba la esperada reconstrucción de la lucha revolucionaria y sólo había que trabajar y trabajar. Hicimos un importante esfuerzo de recuperación de los conceptos básicos del socialismo y de asunción de la estrategia revolucionaria como único instrumento capaz de iniciar la larga marcha al socialismo.

Sabemos que el estado español es un estado burgués, obviamente. ¿Y ya está? ¿Es ésta la única certeza que precisa la reconstrucción de la lucha y a partir de ella agudizar las contradicciones de clase con el instrumental heredado del marxismo? Sería un esquematismo irresponsable. Fuertes dosis de espíritu leninista requiere la puesta a punto del materialismo, aplicado al caso particular. Pero no para reproducir el esquema por muy triunfante que resultara en su momento y lugar. Ese esquema fue elaborado contra las fórmulas cerradas, frente a las previsiones heredadas de una inteligencia ajena a la nueva realidad, y pese a una sólida ortodoxia que, de no haber sido derrotada en el debate y en la acción por la vigorosa fracción bolchevique, habría hecho discurrir el curso de la Historia por cauces difícilmente imaginables ahora. La responsabilidad ideológica y estratégica es una cuestión de la máxima seriedad.

Consensuar comunicados fijando posiciones de mínimos, asumibles por una organización heterogénea y sacar las pancartas a la calle, puede erigirse en el sucedáneo de la escurridiza pero imprescindible elaboración de una estrategia política. Negociar las posiciones entre sectores dispares en una tarea de cortar y pegar puede bloquear la labor de análisis político de la realidad, de desarrollo ideológico y de construcción de la conciencia revolucionaria. Las soluciones de consenso como valor supremo pueden impedir que se concrete el giro estratégico cuando éste debe producirse.

Elevar a la categoría de estrategia la concepción táctica de levantar una campaña tras otra, en un calendario marcado por la urgencia de responder a la última agresión sufrida por la clase obrera, en un bucle sin fin de comunicado, pegada y manifestación eternamente superpuestos, puede empujarnos rumbo a las tierras pantanosas de la incomprensión del desarrollo histórico, donde el esfuerzo y la ilusión militante, carentes de estrategia política, se hunden en la ciénaga de la frustración y el abandono tantas veces experimentados.

Qué difícil tarea la de reconocer y discernir lo importante de lo accesorio, lo sustancial de lo coyuntural, el objetivo estratégico de las soluciones tácticas, la tarea de dirección de la labor ejecutiva Y al carecer de toda concepción estratégica (más allá de la lucha por el socialismo), o resultar extemporánea la que se aplica, se tiende a cubrir ese vacío con el postulado de la militancia dura y la intensificación del esfuerzo, olvidando que teoría y praxis constituyen elementos complementarios de la acción política, ambos insustituibles, no intercambiables entre sí, y semejante confusión aboca a quien la padece a diluirse por el despeñadero de los fracasos históricos.

Después del otoño siempre llega el invierno. Y en estas latitudes cumple una función extraordinaria de recogimiento, balance y preparación de la próxima estación: la nueva primavera de vitalidad y crecimiento. Un buen invierno es el que sabe arar los campos, seleccionar las mejores semillas y esparcirlas por igual entre los surcos bien derechos.

En el discurrir de la historia, muchas organizaciones análogas han aplicado mecánicamente las fórmulas tradicionales a las nuevas realidades, como si de una Biblia del marxismo se tratara, que bien memorizada sirve para encontrar la sentencia aplicable a cualquier circunstancia. Pero la verdad es que no existen fórmulas mágicas ni laboratorio experimental donde poner a prueba la teoría y observar el resultado. Nuestro laboratorio es la historia y la vida, el país y la ciudad en que luchamos, con su tradición cultural, sus concreciones políticas y sus procesos históricos singulares. El presente es el producto de las fuerzas en pugna que nos precedieron (eso dice la Dialéctica) y nuestra fuerza organizada determinará el futuro. Pero ¿cómo construimos esa fuerza y la desarrollamos? Esto es una ciencia y un arte, no una mecánica.

El cansancio otoñal debe abrir paso a la segunda etapa de la larga marcha de Corriente Roja. El hiperactivismo militante puede operar como cemento pero también encubrir las naturales contradicciones internas, que no se resuelven porque no las dejamos aflorar, pero que operan de forma soterrada. Es el momento de acometer con fuerza las tareas del desarrollo ideológico mediante el debate político de fondo. Es el momento de perfeccionar el proyecto emancipatorio y concretar la propuesta política más allá del contraste de opiniones sobre la idoneidad de una consigna o la oportunidad del próximo acto público, más allá de la crítica al contenido de los comunicados de Corriente Roja, e incluso más allá de la instrucción y el conocimiento de la historia en los cursos de formación.

Cada militante debe ser capaz de analizar los procesos políticos actuales en los distintos ámbitos internacionales, estatales o locales. Cada militante debe tomar la iniciativa, pensar de forma autónoma y asumir responsabilidades. Cada militante debe actuar como dirigente de Corriente Roja en el barrio, en la empresa, en las aulas o en el movimiento social en que participa. Pero esa militancia no brota espontáneamente en estructuras organizativas anacrónicas con posiciones ideológicas difusas, sino que se curte en la confrontación, en el debate, en el análisis y en el desarrollo de la conciencia, elementos que determinan y orientan la acción y la lucha en la calle.

Si Corriente Roja ha alcanzado la madurez necesaria para asumir las responsabilidades que proclama, necesita una estructura orgánica tendente a extender el potencial militante mediante la formación de grupos reducidos de lucha y debate pegados al terreno de lo concreto pero con perspectiva revolucionaria. Fórmula superior, además, para conjurar la aparición de toda suerte de burocracias y aparatos o aparatillos aferrados a la vigilancia y control de la línea correcta.

Finalmente, y aprovechando el frío intenso del oscuro y largo invierno, debiéramos examinar las condiciones objetivas y subjetivas que presiden nuestro singular e irrepetible momento histórico-político articulando lo permanente y lo nuevo, separando leyes generales y elementos particulares. Porque el estado español, además de ser un estado burgués, es un estado borbónico, heredero del único fascismo triunfante en Europa, católico, que hunde sus raíces en la ultraderecha más reaccionaria del continente, que carece de una revolución burguesa al uso, cuyos intereses han sido defendidos por un original bloque militar fascista, que sostiene una lucha centenaria contra las naciones del estado con aspiraciones soberanistas, y que cuenta con un proceso mítico de ascenso revolucionario condensado en la Segunda República.

La lucha de clases en el estado español, y por tanto la estrategia política, debe cabalgar sobre estas espinosas y estructurales contradicciones, desbordando los estrechos márgenes de la mera confrontación económica y laboral.

Corriente Roja se halla en una situación inmejorable para afrontar las tareas que la encrucijada de la Historia ha depositado en sus manos, pero debe cerrar la maleta y subirse al tren rauda y veloz porque la parada en cada estación es muy breve en estos tiempos.

Mila de Frutos (Corriente Roja)
Fuente: FAHRENHEIT 451

 

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