"Sobre el camarada Stalin"


Sobre el camarada Stalin, un texto que se puede descargar gratuitamente de varios sitios, es una iniciativa política y cultural inteligente en un tiempo como el nuestro, en el que la cultura de la cancelación prevalece ideológicamente sobre la historia, la complejidad y la verdad.
La reducción de la historia del comunismo al totalitarismo hasta el punto de ser equiparada al nacionalsocialismo por el Parlamento Europeo con el apoyo de la "izquierda de los asteriscos y sólo de los derechos civiles", tiene una función decisiva en la asociación del comunismo a una "historia criminal". De este modo, la superestructura determina la hegemonía de clase y enseña a los subalternos a pensar según la única gramática posible: el capitalismo, que no es sólo una "forma mercancía" sino sobre todo una "forma mentis".
Los sujetos del sistema, sin esperanza ni perspectiva política, precarios y manipulados, todos lo somos, nos desrealizamos, retirándonos así de la historia del presente y del futuro para ser empujados a la eterna suspensión de la desrealización. El capitalismo no sólo saquea recursos, empujando a todo un planeta hacia la catástrofe, sino que hombres y mujeres son aprovechados por su carne y su futuro. En el actual sistema estricto de "pensamiento único", el joven promedio no tiene esperanza, por lo tanto, se vuelve resiliente y no resistente. No hay alternativas a la explotación y la cosificación de la competencia, por lo que todo lo que queda es adaptarse pasivamente a su propio tiempo.
Resiliencia, palabra que expresa "la desesperación de una época", enseña que no hay alternativa a la condición de ser explotado, la única manera de no ser explotado es convertirse en un "explotador". Si no quieres ser presa, tienes que adaptarte a la jungla del capital convirtiéndote en un depredador desesperado y cínico por necesidad. Esta cultura de desrealización desesperada se consolida mediante una formación cultural cada vez más estandarizada y simplista. La razón crítica es así sustituida por el cálculo económico y arribista que rechaza el "concepto y la complejidad" para favorecer la acción desconceptualizada y despolitizada. La escuela se ha convertido en un semillero de "simplismo ideológico" incluso en los libros de texto más completos.
En realidad, no se puede dejar de notar un notable reduccionismo interpretativo de la historia del comunismo, inclinado hacia una serie de "masacres y crímenes". Los datos históricos abstraídos del contexto holístico son irracionales, ya que representan la historia como una sucesión de acontecimientos, en la que un "mal comunista mítico" es la causa de todo mal. Todo libro de texto de historia escolar, por avanzado que sea, es la expresión de un sistema y probablemente no se utilizaría si no se ajustara de alguna manera a la narrativa liberal de la historia.
En este clima de simplificación y cancelación de cualquier plan, el texto Sobre el camarada Stalin pretende ser parte de una contrahistoria crítica y pública (como lo es el libro de Domenico Losurdo "Stalin. Historia y crítica de una leyenda negra"), con la que superar los prejuicios y dogmas que se han acumulado en torno al comunismo, hasta el punto de ocultar y quitarle perspectiva, en un momento histórico en que hay máxima necesidad del mismo.
Los trabajadores y las clases medias no tienen representantes políticos ni alternativas políticas, están "simplemente solos". La dimensión del futuro se presenta ante ellos y ante nosotros como la repetición ineludible de un presente angustioso sobre el que se cierne el fin de la historia/de la vida y sobre la base de este terror los capitalistas y las multinacionales que han sido y son la causa del desastre antropológico y ambiental siguen presentándose como los "amos" que salvarán a los "sirvientes" de la catástrofe y al mismo tiempo continuarán sus negocios y agrandarán enormemente sus activos, tanto que es la economía la que maneja la política.
El totalitarismo liberal es el fin de la política y el triunfo de un economicismo que sólo conoce cálculos, bienes y negocios. Para romper prejuicios y abrir la dimensión del futuro, ahora es necesario hacer circular de manera dialéctica informaciones y textos que puedan contribuir a asediar la hegemonía cultural actual para abrir un debate polifónico.
Las razones para leer y difundir Sobre el camarada Stalin son innumerables, por tanto, y sería deseable sacarlo de los circuitos nicho en los que la izquierda comunista sobrevive en una condición de irrelevancia política y a menudo dividida entre el narcisismo y el sectarismo. La historia es un campo abierto, por lo tanto se debe realizar un trabajo crítico y espiritual como el del topo hegeliano, para que se pueda propiciar un encuentro fecundo entre las condiciones históricas, y ya existen, y la conciencia planificada, política y cultural, hoy casi ausente.
Un caso ideológico
Uno de los puntos más sólidos del prejuicio comunista es el "caso Stalin" utilizado de manera estratégica y táctica para inocular una aversión preconcebida al comunismo. Con el "caso Stalin" los autores que participaron en la redacción del ensayo demuestran el carácter simplista de las interpretaciones que circulan. Sin idolatrías, devuelven a Stalin al marco histórico internacional y rebajan la actual visión mefistofélica remitiendo a eruditos e historiadores que, en el silencio de la industria cultural, reescriben una historia que muchos creen ya adquirida.
En realidad todo está por reconstruir, y en el centro de esta operación cultural y política hay que poner, como afirmaba el difunto Costanzo Preve, «la comprensión antes que la pertenencia». La criminalización de un "individuo" capaz de provocar masacres, purgas y holocaustos con su nefasta presencia y sus órdenes es un típico prejuicio proyectivo. El sistema liberal exalta e idolatra al empresario capaz de moldear la historia como nuevo Demiurgo, y Stalin es lo opuesto a lo positivo, él era responsable de todo individualmente, se cree esta visión simplista y demente. Este es mi añadido, porque vivimos en el mito del hombre emprendedor que ha borrado la historia como camino de los pueblos para sustituirla por personalidades únicas en las que depositar el "bien y el mal". Los pueblos son sólo extras sin relevancia:
Más allá de la simplificación de que Stalin ya parece un dictador absoluto capaz de decidir cualquier cosa por sí mismo, es necesario reiterar la debilidad real de las raíces territoriales del Partido Bolchevique en el campo, la frecuente falta de relaciones fiables y colaboradores válidos en los territorios periféricos, y la consiguiente dificultad de gobernar un enorme país basándose únicamente en informes escritos, que a menudo y voluntariamente han demostrado ser erróneos desde muchos puntos de vista por diversas razones. Para comprender estos procesos, sería necesario plantear la premisa falsa de que la URSS constituyó un totalitarismo en el que la dirección política tenía control absoluto sobre la sociedad (1)
El caso del Holodomor, la hambruna que se produjo en Ucrania (y no solo allí) en 1932-1933, es reconocido como "genocidio" por el Parlamento Europeo en 2022 y se reconstruye en su complejidad. La hambruna y la campaña contra los kulaks en Ucrania se utilizan como medio para desmantelar la historia del comunismo y reducirla a una lista negra de crímenes de la que se pueden extraer los elementos necesarios para criminalizarla y hacerla "indeseable e impensable" como alternativa al sistema actual. La hambruna ucraniana se reconstruye en su dinámica y en su entrelazamiento de causas y efectos con el apoyo de datos y documentos:
Incluso en el tema específico de la hambruna de 1932-33, varios historiadores minimizan o cuestionan la participación directa de Stalin y el liderazgo soviético en la crisis, atribuyéndola principalmente a condiciones climáticas adversas, factores estructurales y errores administrativos. Entre ellos se encuentra Mark B. Tauger, uno de los historiadores más conocidos por su interpretación de la hambruna como un evento en gran medida natural e involuntario. En sus estudios, como en "Desastre natural y acciones humanas en la hambruna soviética de 1931-1933", argumenta que la crisis se vio agravada por las malas condiciones climáticas y la propagación de enfermedades en los cultivos, y no por un deseo deliberado del gobierno de matar de hambre a ciertas poblaciones.
Stephen G. Wheatcroft, si bien reconoce una gran responsabilidad en la administración soviética, rechaza la idea de que la hambruna fuera un genocidio deliberado. En sus obras argumenta que el liderazgo soviético subestimó la crisis y tomó malas decisiones, pero no buscó el exterminio por inanición. R. W. Davies, quien junto con Wheatcroft, en su libro "Los años del hambre: la agricultura soviética, 1931-1933", vuelve a destacar el papel de la incompetencia burocrática y las dificultades económicas, en lugar de la planificación intencionada de la hambruna.
Ludo Martens ha resumido las cuatro causas de la hambruna de la siguiente manera: 1) la guerra civil librada por los kulaks y elementos contrarrevolucionarios contra la colectivización de la agricultura, que se libró mediante la matanza de gran parte del ganado del país: de los 34 millones de caballos que tenía el país en 1928, solo 15 millones sobrevivían en 1932; de los 70,5 millones de cabezas de ganado, 40,7 millones sobrevivían en 1932; de los 31 millones de vacas, 18 millones sobrevivían; de los 26 millones de cerdos, 11,6 millones sobrevivían; una masacre a una escala nunca vista; 2) la sequía que azotó gran parte de Ucrania en 1930, 1931 y 1932, un hecho confirmado por Mijaíl Khrushchevskij (uno de los principales historiadores nacionalistas ucranianos), Nicholas Rjasanovsky (profesor de Harvard) y el opositor antibolchevique (y profesor) Michael Florinskij; 3) una epidemia de tifus que afectó a Ucrania y el Cáucaso Norte" (2).
Es necesario, pues, reescribir y repensar la historia del comunismo. El texto se inscribe en una iniciativa de contrainformación cuyo objetivo es restablecer el comunismo del futuro sin nostalgia ni "pasadismo". Todos tenemos la tarea de contribuir a la reconstrucción de una "gran historia", cuyo futuro sólo será posible liberándola de las incrustaciones ideológicas y superestructurales que neutralizan la potencialidad de planificación y condenan a los hombres a un presente de "desesperación resiliente".
No podemos dejar de agradecer a Giulio Chinappi, Vanna Melia, Alessandro Pascale y Pietro Terzan por la "iniciativa pública". El caso Stalin ciertamente no está cerrado; de hecho es hora de reabrir los cerrojos de la historia superando mitos y demonizaciones que no ayudan al crecimiento civil y político de cada ciudadano. Sólo el debate libera, mientras que los cierres preconcebidos favorecen la barbarie social, que hoy ya es una realidad.
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Notas
1 Varios autores, Camarada Stalin, pág. 61.
2 Ibídem pág. 62
sinistrainrete.info. Traducción: Carlos X. Blanco