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Cuba, Cuba, EE.UU. :: 11/05/2025

Los “esclavos” cubanos: médicos por el mundo

Jesús Arboleya
Según la visión norteamericana, los médicos cubanos que cumplen misiones en diversas partes del mundo son “esclavos del régimen”

¿No resulta extraño que el gobierno de EEUU se preocupe por el justo pago a los trabajadores de otro país, cuando no lo hace del propio?

Pues esta rareza es la que se manifiesta en la política norteamericana respecto a los médicos cubanos que cumplen misiones en diversas partes del mundo. Según el gobierno de Donald Trump son "esclavos del régimen", porque no se les paga lo que EEUU considera apropiado y toda una campaña internacional ha sido montada contra estas misiones, basada en el supuesto de que estamos en presencia de un delito de "trata de personas".

Estamos hablando de profesionales de la salud -médicos, enfermeros y técnicos- que, mediante acuerdos de colaboración gubernamentales, son contratados para cubrir los déficits de asistencia sanitaria en diversos países, en especial son destinados a zonas escasamente atendidas por la fuerza médica local. También incluye misiones de emergencia a más corto plazo, con el objetivo de asistir a víctimas de catástrofes naturales, pandemias u otras contingencias.

Se calcula que más de 400 000 trabajadores de la salud cubanos han cumplido misiones de este tipo en 134 países, en la mayor parte de los casos de manera gratuita, toda vez que originalmente fue entendida como una tarea de "solidaridad con otros pueblos", por lo que los participantes no recibían ningún salario adicional, aunque eran objeto de diversas formas de reconocimiento por parte de la sociedad y el Estado cubano. La colaboración incluye la formación de médicos extranjeros en Cuba, mediante becas que otorga el gobierno cubano a los países del Tercer Mundo.

Se entendía entonces como el cumplimiento de un "deber internacionalista", que se ajustaba a los valores preconizados por la Revolución cubana en la formación de sus propios ciudadanos. Por demás, aportaba un prestigio e influencia internacional que el Estado cubano podía capitalizar, frente al aislacionismo en que pretendía sumir al país la política norteamericana.

Con posterioridad -aunque se mantiene la gratuidad en los casos de países más necesitados, continúan otorgándose becas y las misiones de emergencia no se rigen por criterios comerciales-, la incapacidad de la economía nacional para asumir estos gastos a gran escala, obligó a cobrar por la mayor parte de estos servicios.

En dependencia del país y el acuerdo que se establezca, estos médicos reciben un estipendio para sus gastos, que se suma a otra parte que se les deposita en bancos cubanos en divisas, así como mantienen su salario en Cuba durante el tiempo de la misión. El resto del pago por los servicios lo ingresa el Estado cubano y en la actualidad constituye uno de los principales renglones exportables del país. Su peso en la economía cubana y los beneficios que aporta a la política exterior, es lo que explica la inusitada "vocación justiciera" de EEUU, en el caso de estas personas.

Con escasos resultados, el gobierno norteamericano ha hecho ingentes esfuerzos por evitar que se firmen estos contratos o promover la deserción de los médicos involucrados en los mismos. En 2006, puso en práctica el Programa de Parole para Profesionales Médicos Cubanos (CMPP, por sus siglas en inglés), que otorgaba visas a los médicos y sus familiares que abandonaran las misiones, aunque, paradójicamente, eso no implicaba poder ejercer la profesión en EEUU, de manera tal que los "explotados" médicos cubanos terminaban "conduciendo Uber" en las calles de Miami.

Este plan estuvo vigente hasta los últimos días del gobierno de Barack Obama, en enero de 2017, a pesar de que meses antes, durante su visita a Cuba, el presidente había declarado que "no se puede negar el servicio que miles de médicos cubanos han prestado a los pobres y a los que sufren". En el mismo sentido, en 2014, ya se había expresado el entonces secretario de Estado, John Kerry, con vista a justificar la inusual colaboración establecida entre Cuba y EEUU para el combate a la letal pandemia del Ébola en varios países de África, la cual amenazaba con extenderse al resto del planeta.

Ese mismo año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) otorgó al contingente de médicos cubanos Henry Reeve, la medalla al mérito Dr. Lee Jong-wook, "por la ayuda a los desfavorecidos en el mundo". Y tanto la propia OMS como la Organización Panamericana de la Salud (OPS) han establecido convenios con el gobierno cubano para la utilización de estos médicos en diversas partes del mundo.

Muy pocos países han cedido a las presiones norteamericanas para que se ponga fin a esta colaboración. Recientemente, el secretario de Estado, Marco Rubio, uno de los arquitectos del dislate de convertir a los médicos en esclavos, se ganó un soberano rechazo de varios gobernantes caribeños, cuando los amenazó con prohibirles la entrada a EEUU, si continuaban contratando estos servicios.

En conferencia de prensa conjunta en Kingston, el Primer Ministro jamaicano Andrew Holness refutó a Rubio diciendo: "Seamos claros, los médicos cubanos en Jamaica han sido tremendamente provechosos para nosotros... "Nosotros somos muy cuidadosos de no explotar a los médicos cubanos que están aquí. Nos aseguramos que son tratados acorde a nuestra legislación laboral y se benefician como cualquier otro trabajador".

Aunque la comercialización ha modificado en cierta medida su naturaleza original y ha agregado otros problemas a su ejecución, existen razones objetivas, una conciencia instalada y una infraestructura creada, que explican la disposición de estos médicos a integrarse a estas misiones, así como la realidad de que solo el Estado cubano esté en condiciones de ofrecer este servicio a tantos países en el mundo.

Enfrentada al compromiso de proveer una atención médica universal, en medio del éxodo de la mayoría de los médicos entonces existentes en el país, una de las primeras medidas de la Revolución fue formar grandes cantidades de médicos, dispuestos a trabajar donde se les necesitase, incluyendo otros países. Cualquier joven que lo desee y cumpla con sus exigencias, puede acceder al máximo nivel de esta profesión, sin que le cueste un centavo, una oportunidad cuya generalización solo existe en Cuba y entraña un compromiso moral adicional con la sociedad.

No obstante, las dimensiones de este servicio también plantean sus propias limitantes y contradicciones. Aunque comparativamente siempre ha sido uno de los sectores públicos mejor pagados del país, los médicos cubanos han estado lejos de percibir lo que merecen y requieren para la satisfacción integral de sus necesidad existenciales.

Más claro que en cualquier ámbito de la vida nacional, aquí se plantea una de las contradicciones más importantes del socialismo cubano: se produce un capital humano que el mercado laboral estatal, donde radican la mayor parte de los empleos, no puede absorber y compensar a plenitud.

El médico cubano no está diseñado para la práctica privada, como en otros países, ni es posible ejercerla en Cuba, lo que explica la emigración de algunos, no solo hacia otros países, sino hacia otras fuentes de empleo más lucrativas en el propio mercado laboral nacional. Factores como la vocación profesional y la conciencia social, con más o menos intensidad según sea el individuo, pero consustancial al ejercicio de la medicina en Cuba, es lo que caracteriza el trabajo de estas personas y explica la permanencia de la mayoría.

Esta discrepancia entre el aporte social y el salario que reciben se incrementa en la actualidad debido a la crisis económica por la que atraviesa el país. Los médicos y enfermeros sufren las mismas carencias que la mayor parte de la población y, aun así, en medio de las condiciones más difíciles, cumplen de manera cotidiana con un trabajo que requiere un alto grado de dedicación y sentido humanitario. En cierta medida son "esclavos del deber" y por eso el pueblo cubano los aprecia y distingue.

No sin grandes sacrificios personales, las misiones en el exterior permiten aliviar en parte esta situación. Puede argumentarse que merecen más y, con seguridad, muy pocos se opondrían, aunque se afectaran otros ingresos necesarios para el país. También es cierto que la gestión no ha estado exenta de deficiencias y medidas administrativas a veces arbitrarias y contraproducentes, que han motivado quejas e inconformidades entre los galenos. Se trata de una gestión perfectible, pero cualquier cubano sabe que nadie ha sido enviado en contra de su voluntad, incluso de su deseo, lo que, por demás, resultaría prácticamente imposible.

Solo una mente torcida puede desmeritar un esfuerzo que debiera ser exaltado e imitado por los países más desarrollados, en especial EEUU -que más bien anda reduciendo sus programas de ayuda al exterior-, y convertirse en parte natural de las relaciones humanas. Lo necesita un mundo donde sobran los enfermos y faltan los médicos y los enfermeros dispuestos a atenderlos.

cubadebate.cu

 

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