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Asia :: 03/11/2007

Nepal: Se suspende elección de asamblea constituyente en medio de turbulencia

Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar
Con el aplazamiento indefinido de las elecciones de una asamblea constituyente, se ha agudizado la crisis política que empezó cuando el Partido Comunista de Nepal (Maoísta) [PCN (M)] se retiró del gobierno interino en septiembre.

La elección de una asamblea constituyente para determinar la forma de gobierno del país y el futuro de la monarquía era el eje del Acuerdo de Paz General [APG] de noviembre de 2006. Ese acuerdo estableció un cese al fuego en la guerra popular y a comienzos de 2007, incorporó al PCN (M) en un gobierno interino. Originalmente, se esperaba celebrar la elección poco después de eso. Por fin, se programó para junio de 2007 y luego se aplazó al 22 de noviembre. Esta fecha también quedó descartada en octubre cuando el PCN (M) planteó dos demandas: abolir de inmediato la monarquía antes de la elección de la Asamblea Constituyente, y que celebrar de acuerdo a una base proporcional la elección de esa asamblea a fin de asegurar la representación de las nacionalidades oprimidas y otros sectores. Aunque el partido expresó su deseo de que se celebrara a tiempo la asamblea, dijo que a menos que una “sesión especial del parlamento tome una decisión sobre la declaración de una república y un procedimiento para elecciones plenamente proporcionales”, sería imposible celebrar una elección el 22 de noviembre.
El partido tomó esta decisión en la V Reunión Ampliada del Comité Central en agosto. En septiembre, sus ministros dimitieron. Ante un mitin de masas en la capital, un líder del PCN (M) declaró: “Lucharemos por el objetivo de celebrar una verdadera elección, y no este drama hipócrita”. “No aceptaremos el código de conducta anunciado por la comisión electoral y trastornaremos todos los planes electorales en marcha”, dijo Baburam Bhattarai. “Lanzaremos protestas pacíficas, pero tenemos el derecho de oponerse a aquellos que traten de reprimir nuestro programa pacífico”.
Muchas figuras políticas de Nepal reconocieron que, ante esta oposición, no se pueden celebrar las elecciones, al menos unas elecciones nacionales cuya legitimidad aceptaran amplios sectores del pueblo. El 5 de octubre, juntos, el PCN (M) y los partidos del previo parlamento bajo la monarquía pidieron al primer ministro aplazar la elección hasta una fecha aún no determinada.
El parlamento convocó a una sesión especial para considerar las dos demandas del PCN (M). El Partido del Congreso Nepalés, el partido político dominante de la reciente historia del país, con sus dos alas rivales reunidas, dijo que aceptaría la abolición de la monarquía, pero únicamente después de la elección de la asamblea y que no aceptaría una representación proporcional. El UML [Partido Comunista de Nepal Unido (Marxista-Leninista)], el otro principal partido parlamentario, pidió un compromiso: declarar de inmediato una república (y por lo tanto, el fin de la monarquía), pero ejecutar la declaración después de la elección de la asamblea. Para llevar a cabo negociaciones, se suspendió la sesión varios días. Al parecer, quedaron empatadas, porque cuando se volvió a sesionar el parlamento, después sólo tres minutos de nuevo se suspendió hasta el 29 de octubre, o sea, después del fin de la temporada de los festivales religiosos del país.
En otras palabras, con el país “al borde de una gran posibilidad revolucionaria o de un terrible accidente”, como dijo el presidente Prachanda del PCN (M) en el informe de la reunión de agosto (en inglés: www.cpnm.org), un parlamento que ha hecho muy poco consideraba que más vale no hacer nada en absoluto, porque se determinarán en otra parte cualquier decisión y cambio importante en la situación política fundamental.
Algunos observadores concluyen que ahora una salida es un golpe de Estado militar, abiertamente a favor del rey o bajo la fachada “neutral” de restaurar la “estabilidad”. Por ejemplo, la BBC dijo: “La posición del rey, desde una posición de bajísima popularidad, ha vuelto a coger vuelo... Mucha gente [se supone que esto incluye a importantes integrantes de la clase dominante británica a los cuales los ejecutivos de la BBC representan] ha empezado a hablar de que Nepal entrara a tiempos de una dictadura de ultraderecha (militar o con respaldo militar) o de ultraizquierda (maoísta). No están descartando el derramamiento de sangre entre el ejército y los maoístas, quienes han concentrado muchos militantes en la capital. [Una] confrontación contundente entre el ejército y los maoístas en la capital es más probable que nunca”.
Esta amenaza de un golpe de Estado es una posibilidad muy concreta y grave. Es tan real que el 22 de octubre, el jefe del estado mayor del ejército Rookmangud Katawal tuvo que “negar con vehemencia” “los rumores, y la afirmación de los maoístas” de que el ejército prepara un golpe (nepalnews.com). Cabe mencionar, y es alarmante, que la BBC ni siquiera se molestó en condenar la idea de tal crimen.
Hasta ahora, ha habido factores que han impedido que el ejército buscara una “confrontación”, aunque es posible que cambie la situación en el futuro. Después de todo, no venció la guerra popular dirigida por los maoístas y no logró parar el levantamiento popular de abril de 2006 que obligó al rey a volver a instaurar el parlamento que había disuelto. El rey, y Estados Unidos, Inglaterra y otras potencias imperialistas que tienen las garras metidas en el país, así como las clases dominantes indias, temían, al menos en ese entonces, que la fuerza bruta sola no pudiera salvar al régimen y al sistema económico y social que representaba, que es un sistema que ha mantenido al pueblo esclavizado y al país bajo la bota extranjera. Por eso dejaron que se firmara el acuerdo de paz en primer lugar.
Un informe del Grupo Internacional de Crisis (GIC), con sede en Bélgica y encabezado por ex dirigentes de gobiernos occidentales y sus asesores, trata de tomar en cuenta estas complejidades y proponer una solución diferente.
La situación de Nepal es, en el mejor de los casos, “frágil”, advierte este grupo (“El frágil proceso de paz de Nepal”, 28 de septiembre de 2007, crisisgroup.org). El apoyo popular inicial al gobierno interino se va evaporando, en gran media porque ha hecho muy poco para cambiar la vida de la población.
Nada ha demostrado más esta fragilidad que los acontecimientos en las llanuras de Madesh (Terai) colindantes con la India, el punto candente del descontento violento de los últimos meses, encabezado por grupos que exigen cambios en la constitución interina y una república federal basada en la autonomía para la región. Esta situación la han alentado en gran parte los reaccionarios ligados a la monarquía y las fuerzas de la India que quieren desacreditar y posiblemente derrocar al gobierno interino y en particular atacar al PCN (M) por no haber ganado esta demanda que con había prometido. En el más infame incidente, una turba atacó a los maoístas en la aldea de Gaur en marzo y mató a 27 personas. El embajador yanqui y figuras políticas indias casi aplaudieron. Se dice que en el Terai vive cerca de la mitad de la población del país, que hay gente de varios grupos étnicos, y que por la agricultura la región es esencial para la economía del país.
Otras amargas críticas han provenido de grupos igualmente excluidos, como otras nacionalidades minoritarias, los dalits (los “intocables”) y las mujeres, quienes no han visto las transformaciones básicas de la opresión que han estado esperando.
Además, está el problema del sistema de justicia. El GIC dice: “A pesar de las promesas del APG y el apoyo de labios para fuera hacia la justicia, la conveniencia política constantemente ha tenido prioridad. Durante el período de transición, el que el gobierno no haya abordado la generalizada falta de confianza en el sistema de justicia ni combatido el legado de la impunidad ha perjudicado su legitimidad”.
Desde el acuerdo de paz, el informe admite, únicamente los maoístas han acatado en los hechos las estipulaciones del acuerdo de paz, sobre todo en cuanto a desarmar al Ejército Popular de Liberación [EPL], pero los otros partidos, el parlamento y otros órganos del gobierno y del ejército han hecho muy poco para acatar el acuerdo.
Por ejemplo, dice el informe, no se ha acatado el acuerdo de suministrar alimentos, albergue y fondos para los integrantes del EPL dirigido por el PCN (M) que se internaron en campamentos especiales y colocaron sus armas bajo la supervisión de la ONU según las condiciones del acuerdo de paz. (Hace poco, el parlamento aceptó por fin liberar fondos para la paga de tres meses a los efectivos del EPL en los campamentos.)
Otro ejemplo, que es uno de los más tristemente célebres, es no llevar a cabo la indagación oficial acerca de la suerte de los “desaparecidos” por las fuerzas armadas durante los diez años de la guerra popular. El gobierno tampoco ha cumplido con las demandas de una investigación de las matanzas de manifestantes pacíficos por parte de la monarquía y el ejército durante el levantamiento popular de abril de 2006. La investigación posterior, aun más que aquella sobre los “desaparecidos”, desenmascarara más y encabronara a los mandos del ejército, porque amplios sectores consideran al actual jefe del ejército como el responsable de las matanzas.
Según el GIC, para terminar la “fragilidad”, recuperar la “legitimidad” del gobierno y conservar el “proceso de paz”, un obstáculo sigue siendo el “comportamiento” del PCN (M), sobre todo porque “no ha abandonado la idea del cambio revolucionario (aunque dice que quiere una ‘revolución pacífica’)”. El informe también echa mucha culpa a los “partidos tradicionales” por no haberse “acatado los tratos que se han suscrito” en el Acuerdo de Paz General y por no haber “respondido a las reivindicaciones razonables de los maoístas”. “El balón está en la cancha del gobierno. El gobierno y sus partidos constituyentes deben llevar a cabo actividades para hacer que los maoístas se suban a bordo de nuevo”.
Al parecer, el interés del GIC en “volver a poner en marcha el proceso de paz” y asegurar la realización de elecciones lo han compartido, según los medios informativos, delegaciones del siete embajadores de la Unión Europea basados en Katmandú y el jefe de la Misión de la ONU a Nepal, quien se entrevistó con los dirigentes de todos los principales partidos a comienzos de octubre.
Pero eso es únicamente un aspecto de las recomendaciones del GIC y de la posición que han asumido los centros del poder extranjero metidos profundamente en el proceso. El informe reafirma sin titubear la continuación del papel central del ejército en cualquier desenlace que considerara aceptable. “Poderosos jugadores internacionales, principalmente la India y Estados Unidos, aún consideran al ejército como la última defensa contra una posible toma del poder maoísta o colapso del gobierno; su determinación de estar en guardia contra cualquier reforma inmediata ha envalentonado a los comandantes conservadores”.
El ejército siempre ha estado estrechamente ligado a la monarquía, y por eso destronar al rey ha sido un problema tan espinoso. El rey ha perdido sus funciones oficiales y se le ha quitado la palabra “Real” a la insignia del Ejército de Nepal, pero, como el informe señala: “Sigue gozando de una autonomía ajena a cualquier control democrático de importancia y sigue desconfiando profundamente de la política de la cual se siente marginado y sus valores amenazados”. El GIC agrega: “Por los bemoles políticos y la débil situación de seguridad, no traería beneficios desestabilizar a la mayor fuerza de seguridad”.
Pero es posible que el ejército solo, advierte el GIC, no propicie un gobierno proimperialista estable. “No se esfumará la necesidad de responder a las demandas populares de cambio”, concluye.
La tarea que los imperialistas han fijado para el “proceso de paz” es anular la guerra popular, sus logros y sus consecuencias materiales, políticas e ideológicas. Necesitan montar un sistema de gobierno, y convencer a una cantidad mínima suficiente de personas de que no haya ninguna otra alternativa realista, para que con unos cuantos cambios, no cambie nada en lo básico. El mismo ejército que les sirvió tan bien, como eje del poder estatal, seguiría existiendo, en última instancia, para proteger al sistema social contra el pueblo.
Pero este Estado, sistema social y orden mundial son exactamente lo que el PCN (M) se propuso derrocar cuando inició la guerra popular. Eso, de veras, es el quid del asunto. Además, estas “demandas populares de cambio” que “no se esfumarán” eran precisamente lo que impulsaron esa guerra.
El país se ha deslizado hacia aguas turbias y turbulentas. Pueden que las semanas y meses por venir bien sean cruciales.

 

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