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Medio Oriente :: 05/01/2019

Amos Oz, el mito imperecedero del sionismo liberal

Ben White
La izquierda sionista de la que Oz formó parte ha empleado mucha energía para justificar la limpieza étnica de Palestina

Marginada durante mucho tiempo en Israel por una derecha nacionalista ascendente, la llamada “izquierda sionista” ha mantenido una importante influencia moral e intelectual fuera de Israel. El escritor Amos Oz, fallecido a los 79 años el pasado 28 de diciembre, fue quizá la encarnación más conocida de esta corriente política y fue ampliamente venerado internacionalmente como “el padrino de los pacifistas israelíes”, como afirmó The New Yorker en 2004.

Sin embargo, esta imagen del artista o profeta liberal (alimentada en gran parte por unos cambios políticos en Israel que significan que hasta los críticos más moderados son ahora calificados de “traidores”) contrasta fuertemente con las opiniones de Oz acerca de acontecimientos pasados y presentes, y en particular acerca de lo que el sionismo ha significado para los palestinos.

Justificar la Nakba

La izquierda sionista de la que Oz formó parte ha empleado mucha energía para justificar la limpieza étnica de Palestina. Una contribución fundamental de Oz a ello es la siguiente metáfora: “La justificación [del sionismo] en términos de los árabes que habitan en esta tierra es la justicia de un hombre que se ahoga y se aferra a la única tabla a la que puede aferrarse”, escribió en su libro In the Land of Israel. “Y según todas las normas de la justicia natural, objetiva y universal, al hombre que se ahoga aferrado a esta tabla se le permite hacerse un hueco en la tabla aunque al hacerlo tenga que apartar un poco a otras personas. Aunque las demás personas, que están sentadas en esa tabla, no le dejen alternativa a la fuerza”.

Excepto que a los palestinos no se les pidió “compartir la tabla”: fueron expulsados en masa, sus pueblos fueron arrasados y sus centros urbanos despoblados, y siguen excluidos de su propia patria simplemente porque no son judíos. Además, ¿quién sino un monstruo negaría a un hombre que se ahoga un sitio en la tabla de salvamiento? De modo que la metáfora de Oz cumple una doble función: hace desaparecer la Nakba y acusa a las víctimas de esta de ser unos brutos insensibles a los que hay que “obligar” a “compartir una tabla”.

Falsa simetría

Oz utilizó las metáforas para promover una falsa simetría y eludir la responsabilidad política. Palestinos e israelíes son “vecinos” que necesitan unas “buenas vallas”, un matrimonio que necesita “un divorcio justo”, un paciente que necesita una operación “dolorosa”. En 2005, declaró [al diario francés] Libération: “Israel y Palestina […] son como el carcelero y su preso, esposados el uno al otro. Al cabo de tantos años apenas hay diferencias entre ellos: el carcelero no es más libre que su preso”. Esta eliminación de las estructuras de poder y la equiparación de la realidad del ocupado con la subjetividad del ocupante eran típicas.

“La confrontación entre los judíos que retornan a Sion y los habitantes árabes del país no es como una película de vaqueros o una epopeya, sino que es más una tragedia griega”, escribió (la cursiva es mía). Repitió una y otra vez variaciones de esta formulación: “El choque entre un judío israelí y un árabe palestino […] es un choque entre el derecho y el derecho [...] un conflicto entre víctimas”.

Hablar de “tragedia” es desdibujar deliberadamente las líneas de causalidad, sustituir la responsabilidad por una desgracia lamentable y, es de suponer, considerar que el movimiento sionista (o incluso al propio Oz) es como el héroe trágico al que ennoblece su propia conciencia de sí mismo, aunque de hecho sus actos tengan consecuencias nocivas para otras personas.

En efecto, como observó Saree Makdisi, “no es del todo cierto que para Oz haya dos partes más o menos igual de culpables en este conflicto. En última instancia, los verdaderos villanos en la versión de la historia de Oz son los palestinos, que deberían haber reconocido el sionismo como un movimiento de liberación nacional [y] recibirlo con los brazos abiertos”.

En un artículo escrito hace unos años, Oz afirmaba que “la existencia o destrucción de Israel nunca fue una cuestión de vida o muerte” para países como Siria, Libia, Egipto o Irán. Pero entonces añadió como de pasada una frase elocuente: “Quizá lo ha sido para los palestinos pero, afortunadamente para nosotros, son demasiado pequeños para vencernos”. El colonialismo siempre ha sido una “cuestión de vida o muerte” para el colonizado y Oz lo sabía.

Proteger a Israel de las críticas en el extranjero

A pesar de su reputación de ser crítico con las acciones del gobierno israelí, en el ámbito internacional Oz desempeñó un papel importante justificando sus crímenes de guerra. Como señalaba un obituario, durante la invasión de Líbano y el aplastamiento de las dos Intifadas palestinas por parte de Israel, “Israel necesitaba voces que hablaran al mundo exterior ofreciendo un rostro más humanitario que el de Ariel Sharon”. A las tres semanas del inicio de la segunda Intifada, cuando ya habían muerto unos 90 palestinos, Oz utilizó un artículo de opinión en The Guardian para atacar “al pueblo palestino” del que afirmaba que estaba “asfixiado y envenenado por un odio ciego”.

Durante el devastador ataque israelí a la Franja de Gaza en 2014, Oz compartió entusiasmado con los medios de comunicación internacionales los argumentos de su gobierno: “¿Qué haría usted si su vecino del otro lado de la calle se instala en la terraza, sentara a su hijo pequeño en el regazo y empezara a disparar con una ametralladora contra la habitación de sus niños?”.

Oz rechazó además hasta unos modestos intentos de hacer que Israel asumiera sus responsabilidades: en 2010 escribió una carta oponiéndose a un intento por parte de estudiantes judíos y palestinos de que la Universidad de Barkeley desinvirtiera de dos empresas de armas que suministran al ejército israelí. Oz incluso difamó esta resolución de desinversión calificándola de antisemita.

Argumentos familiares

En última instancia, Oz creyó y repitió muchos de los mismos argumentos antipalestinos esgrimidos por los sucesivos gobiernos israelíes y nacionalistas de derecha. En un epílogo de 1993 a The Land of Israel, Oz denunció “al movimiento nacional palestino […] como uno de los movimientos nacionales más extremistas e intransigentes del mundo”, que ha provocado miseria “a su propio pueblo”.

En ese mismo prólogo Oz rechazó la afirmación palestina de que el sionismo era un “fenómeno colonial” al escribir con una involuntaria ironía: “Los primeros sionistas que llegaron a la tierra de Israel a principios de este siglo [XX] no tenían nada que colonizar ahí”. En 2013 Oz declaró: “Los kibbutzniks [habitantes de los kibbutz] no querían quitarle a nadie sus tierras. Se asentaron deliberadamente en espacios vacíos del país, en las marismas y en los desiertos en los que no había población en absoluto”.

En un artículo de opinión de 2015 Oz expresó su horror ante la idea de una mayoría palestina en un único Estado democrático: “Empecemos con una cuestión de vida o muerte. Si no hay dos Estados, habrá uno. Si hay uno, será árabe. Si es árabe, es imposible saber cuál será la suerte de nuestros hijos y los suyos”.

Se ha hablado mucho acerca del “viaje” político de Oz a partir su educación en una familia de sionista revisionistas, pero el rechazo de Oz de la solución de un Estado recuerda a las palabras del líder revisionista Vladimir Jabotinsky cuando afirmaba que “el nombre de la enfermedad es minoría” y “el nombre de la cura es mayoría”.

Colonialismo de asentamiento

El perfil político de Oz en Occidente no se limita a la vida y obra de una persona. También tiene que ver con el persistente romanticismo del kibbutz y las ilusiones respecto a la realidad de los Acuerdos de Oslo y el acuerdo de paz patrocinado por Estados Unidos. Por encima de todo quizá tiene que ver con el profundo apoyo al colonialismo de asentamiento en Palestina y la constante fuerza de la mitología sionista.

Un artículo de The New York Times acerca de la vida de Oz afirmaba que Israel había “nacido de un sueño, de un anhelo” y describía a Oz como “en muchos sentidos el nuevo judío por excelencia que esperaba crear el sionismo. Cuando era adolescente dejó Jerusalén por propia voluntad y […] se trasladó a un kibbutz, una de las comunidades agrícolas socialistas donde los israelíes vivieron sus fantasías más auténticas de cultivarse a sí mismos y la tierra para ser robustos y fuertes” (la cursiva es mía).

El colonialismo de asentamiento siempre ha significado la elevación de la subjetividad del colono y la eliminación violenta del colonizado. La historia del movimiento sionista en Palestina no fue diferente. Palestina no era un lugar real en el tiempo, con su historia, costumbres, pueblo e historias propios sino más bien un telón de fondo para que se cumpliera la visión de los colonos de una “restitución”. Los palestinos no eran personas reales, vivas y que respiraban sino salvajes nobles, bárbaros y fanáticos religiosos. Como afirmó el director de cine israelír Udi Aloni, “la izquierda judía israelí […] no ve a los palestinos como sujetos en una lucha, solo se ven a sí mismos”.

En una reseña mordaz del libro de Oz publicado en 2017, Dear Zealots, el expresidente del Knesset [parlamento israelí] Avraham Burg describió a Oz “como un fanático defensor” de la partición que “pisotea todo en el camino a su expirada solución [de los dos Estados]”. Para Oz “es inconcebible un solo Estado árabe”; sus “opiniones acerca de los árabes asoman aquí y allá, y no son exactamente halagadoras”. Como escribió Burg: “Hay muchas preguntas y este pequeño libro de Amos Oz en absoluto ofrece soluciones”.

Middle East Eye. Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos. Extractado por La Haine.

 

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