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Asia :: 29/05/2025

Camboya sigue atormentada por el legado del Jemer Rojo

CALPU
Dado que el partido y la revolución gozaron del apoyo popular durante muchos años, a los gobernantes de Camboya les resulta políticamente complicado vilipendiar a todo el movimiento

Hace cincuenta años, el Jemer Rojo tomó el poder en la capital camboyana, Phnom Penh. En lugar de reconstruir el país tras la destructiva campaña de bombardeos estadounidense, el movimiento de Pol Pot lo sumió en una de las catástrofes más horribles del siglo pasado.

Abril de 1975 fue un momento crucial en la historia revolucionaria mundial. En el espacio de dos semanas, las fuerzas comunistas cambiaron el mapa del sudeste asiático y conmocionaron al mundo entero.

Tras la dramática toma de la capital camboyana, Phnom Penh, por los revolucionarios del Jemer Rojo y la toma de Saigón por las fuerzas norvietnamitas, la Segunda Guerra de Indochina (1955-1975) terminó con la victoria de los partidos comunistas. A finales de año, los comunistas laosianos habían ocupado pacíficamente Vientiane y regímenes marxistas controlaban todas las antiguas colonias francesas de Indochina.

Los acontecimientos de ese mes constituyeron el mayor revés para los esfuerzos imperialistas de Washington en la Guerra Fría. La incapacidad del imperio estadounidense para proteger a sus Estados clientes anticomunistas, y sobre todo su derrota militar, fue profundamente vergonzosa. A nivel interno, esta vergüenza alimentaría la reacción conservadora de la era Ronald Reagan. A nivel internacional, EEUU ideó un nuevo conjunto de tácticas, entre las que se incluían los llamados «conflictos de baja intensidad» y un sólido programa de acciones encubiertas.

Para la izquierda internacional, abril de 1975 fue un momento de alivio y optimismo cauteloso, con la esperanza generalizada de que estos nuevos regímenes revolucionarios establecieran la paz y sociedades socialmente justas.

La derecha internacional utilizaría la catástrofe de Camboya como arma anticomunista, a pesar de que, en un giro sorprendente de la realpolitik de la Guerra Fría, Reagan acabó apoyando el movimiento de Pol Pot contra Vietnam.

Orígenes del Khmer Rouge

Cuando el Jemer Rojo, liderado en secreto por Pol Pot, tomó Phnom Penh, puso fin de facto a la primera guerra "civil" camboyana (1967-1975). Irónicamente, fue el dominio colonial francés el que, contra su voluntad, propició el marxismo en Camboya. Durante la década de 1950, un puñado de estudiantes camboyanos de élite recibieron becas para estudiar en Francia. Estos jóvenes estudiantes jemeres (la principal etnia de Camboya) se encontraron con el París de la posguerra, en pleno apogeo de la popularidad del Partido Comunista Francés (PCF).

Khieu Samphan obtuvo su doctorado en Economía en la Sorbona con una tesis que teorizaba sobre una Camboya independiente y autosuficiente. También en la Sorbona, la tesis de Hou Yuon, titulada Los campesinos camboyanos y sus perspectivas de modernización, defendía que la urbanización y la industrialización no eran necesarias para el desarrollo de Camboya. Dos estudiantes, Ieng Sary y Khieu Thirith, se enamoraron y se casaron en París. La novia, una estudiosa de Shakespeare, fue la primera jemer en obtener una licenciatura en literatura inglesa.

Saloth Sar, el hombre que más tarde sería conocido en todo el mundo como Pol Pot, estuvo en París de 1949 a 1953 estudiando ingeniería de radiofrecuencia. Era un estudiante pobre que a menudo extrañaba su hogar, que se unió a otros estudiantes jemeres en un grupo clandestino de lectura marxista y luego ingresó en el PCF. Maurice Thorez dirigió el partido con mano firme durante un periodo en el que obtuvo más de una cuarta parte de los votos nacionales, más que cualquier otra fuerza política francesa en los años inmediatamente posteriores a la guerra.

A Saloth Sar le inspiró el sorprendente éxito de Mao Zedong en la guerra civil china y las posibilidades de adaptar el marxismo a las condiciones materiales de la Asia rural. A su regreso a Phnom Penh, se unió al Partido Comunista de Kampuchea.

El gobernante camboyano, príncipe Norodom Sihanouk, comenzó a referirse a los comunistas de su país como los Jemeres Rojos (Khmer Rouge, en francés) y el nombre quedó. A principios de la década de 1960, Sar adoptó el nombre de guerra «Pol Pot» y se convirtió en secretario General del partido por amplia mayoría.

El pequeño partido tenía dificultades para penetrar en la sociedad jemer y se enfrentaba a la violenta represión del terrorífico régimen del príncipe Sihanouk. En 1963 Pol Pot lideró a un amplio grupo de militantes hacia las selvas tropicales montañosas del noreste de Camboya, lejos de la capital. Siguiendo el ejemplo de Mao, se dedicaron a convencer a los campesinos rurales para la causa revolucionaria. Su retórica se volvió cada vez más antiurbana, argumentando que los habitantes más ricos de las ciudades no solo eran enemigos de clase sino que tampoco eran auténticos jemeres.

Cuando en 1967 estalló una revuelta local contra el régimen, el hambre y la falta de oportunidades la convirtieron en un movimiento revolucionario más amplio. El primer ministro de Sihanouk y antiguo ministro de Defensa, el general Lon Nol, reprimieron brutalmente la revuelta con ejecuciones sumarias, la quema de aldeas y una recompensa por las cabezas cortadas (hubo informes de camiones cargados de espeluznantes trofeos de guerra con destino a Phnom Penh).

En el ciclo de violencia caótica que siguió, muchos aldeanos huyeron a la selva y se unieron a los rebeldes. Las tácticas de mano dura del régimen sirvieron aumentar el número de revolucionarios. En 1970, Lon Nol dio un golpe de Estado contra el príncipe Sihanouk, a quien la derecha camboyana consideraba demasiado tolerante con los comunistas (?). El régimen de Lon Nol aumentó inmediatamente la violencia contra los Jemeres Rojos, pero también masacró a la etnia vietnamita y a los pobres en general en pogromos genocidas.

Para empeorar las cosas, la guerra de EEUU en Vietnam comenzó a extenderse más allá de la frontera. En 1969, Nixon bombardeó de forma secreta e ilegal partes importantes de Camboya y lanzó una breve invasión terrestre del país en 1970, en una campaña quijotesca y fracasada para romper la Ruta Ho Chi Minh.

El camino al poder

A medida que se intensificaba la guerra civil entre Lon Nol y los Jemeres Rojos, Washington amplió los bombardeos para apoyar al hombre fuerte anticomunista. Los bombardeos lograron impedir el cerco de la capital, pero causaron enormes daños colaterales, con más de 300.000 muertos. Con sus aldeas destruidas, cientos de miles de campesinos traumatizados huyeron a la seguridad de la capital. Pronto, Phnom Penh se vio desbordada por los refugiados, ya que casi un tercio de la población del país se vio desplazada en este episodio de la Segunda Guerra de Indochina.

Los bombardeos estadounidenses sirvieron de excelente propaganda para los antiimperialistas Jemeres Rojos. En pocos años, el grupo liderado a partes iguales por intelectuales educados en Francia y líderes campesinos se convirtió en un movimiento revolucionario popular que controlaba el 85 % de Camboya a principios de 1973.

Con una estricta atención a la disciplina, la pureza ideológica y el secretismo, el partido, que se autodenominaba simplemente Angkar (la organización), llevó a cabo la revolución en las zonas que controlaba. El Jemer Rojo reorganizó las aldeas en granjas colectivas -lo que acabó con el hambre milenario-, abolió la propiedad privada y estableció sistemas de educación y salud.

Análisis occidentales

Los observadores occidentales solían caracterizar la revolución del Khmer Rouge como una interpretación extrema de la ideología marxista-leninista que buscaba crear una utopía agraria, libre de las influencias del capitalismo y el imperialismo occidental. Sin embargo, los análisis excesivamente simplistas de la Guerra Fría no lograron explicar por qué el partido fue capaz de ganarse el apoyo masivo del campesinado.

Si bien la alianza temporal de conveniencia entre el partido y el depuesto príncipe Sihanouk contribuyó sin duda a atraer a una población rural piadosa que veneraba al monarca budista, no debe subestimarse el atractivo de la ideología y la praxis del Jemer Rojo. Siguiendo una estrategia maoísta, los Jemeres Rojos vivían entre las comunidades rurales marginadas, compartían su pobreza y reconocían sus condiciones cada vez más precarias.

La década de 1960 fue testigo del aumento de los impuestos, la corrupción gubernamental y las disparidades radicales en la distribución de la riqueza. Los Jemeres Rojos eran la única institución que hablaba con y en nombre de los pobres del campo, lo que les granjeó su apoyo. Cuando comenzó la violencia en 1967, el partido volvió a demostrar que estaba del lado del campesinado, y no de la élite urbana. En contraste con las tácticas indiscriminadas de contrainsurgencia del régimen con sede en Phnom Penh, el partido buscaba librar una guerra popular maoísta.

La organización convenció a muchos de sus seguidores campesinos de que los habitantes burgueses de las ciudades eran sus enemigos. A diferencia de la «base popular» rural, la «nueva gente», corrupta y decadente, no era suficientemente jemer. Como argumentó el historiador de Yale Ben Kiernan, la revolución del Jemer Rojo fue nacionalista y estigmatizó a las clases medias y altas de las ciudades como extranjeros contaminados por la influencia de los vietnamitas, los franceses y los estadounidenses. Los horrores de los bombardeos estadounidenses proporcionaron pruebas reales que respaldaban las críticas teóricas al imperialismo occidental.

Después de la caída

La caída de Phnom Penh el 17 de abril de 1975 se produjo tras meses de intensos combates y maniobras estratégicas. Los Jemeres Rojos cortaron sistemáticamente las rutas de suministro, aislando la ciudad y haciéndola cada vez más dependiente del reabastecimiento aéreo. A medida que la situación se agravaba, EEUU evacuó a sus ciudadanos y a un puñado de camboyanos aliados, abandonando la ciudad a su suerte.

El Gobierno de la República Jemer intentó reubicarse y continuar la resistencia, pero sus esfuerzos fueron inútiles. A finales de abril, el Jemer Rojo había superado las últimas defensas y ocupado la capital.

Cuando los insurgentes entraron en Phnom Penh, muchos de sus habitantes sintieron una sensación de alivio. Esperaban que la terrible guerra civil hubiera terminado por fin y sentían curiosidad por ver cómo eran los misteriosos Jemeres Rojos. Sin embargo, el caos no tardó en extenderse. Temerosos de las represalias, las tropas de Lon Nol, que tanto habían reprimido, se despojaron de sus uniformes e intentaron mezclarse con la población civil.

Las calles de la ciudad se llenaron rápidamente de guerrilleros. Jóvenes campesinos vestidos de negro con pañuelos rojos alrededor del cuello, la cabeza llena de ideas nuevas y consignas revolucionarias en los labios, agitaban sus AK-47, pistolas y lanzagranadas para celebrar su victoria.

Los ocupantes anunciaron que, dado que los estadounidenses estaban a punto de bombardear la ciudad, que se había engrosado hasta alcanzar quizás los dos millones de habitantes, todo el mundo debía evacuar inmediatamente Phnom Penh. En cuestión de días, la que fuera una capital bulliciosa quedó despoblada y luego, tras los ataques imperialistas, repoblada ligeramente por funcionarios del Khmer Rouge. Durante los tres años y medio siguientes, la población de la ciudad solo ascendió a unas decenas de miles de personas.

La evacuación de Phnom Penh permitió al Jemer Rojo identificar y perseguir a sus enemigos burgueses. Se detuvo a funcionarios del Gobierno, oficiales militares, comerciantes y cualquier persona sospechosa de pertenecer a la élite rica. Las ejecuciones comenzaron de inmediato.

Las víctimas eran llevadas detrás de arbustos o matorrales de bambú y asesinadas, lo que marcó el comienzo de lo que se conocería en Hollywood como los «campos de exterminio». El caos se extendió mientras los antiguos propietarios huían de la capital, sin saber adónde ir.

Campos de exterminio

La naturaleza de la vida bajo el gobierno revolucionario del Jemer Rojo variaba, aunque las condiciones eran duras en todas partes tras la destrucción causada por los bombardeos. Algunas zonas eran más tranquilas y menos violentas, pero la supervivencia dependía a menudo tanto de la suerte como de la estrategia. Aunque no existía un movimiento contrarrevolucionario organizado, hubo pequeños grupos de personas que se escondían en colinas remotas y asaltaban silenciosamente las aldeas comunales por la noche magtando a campesinos y destruyendo cultivos.

Algunos antiguos burgueses de Phnom Penh vagaban de pueblo en pueblo en busca de comida y refugio. Otros fueron obligados a marchar a campos de trabajo rural. En todo el campo, los Jemeres Rojos establecieron miles de aldeas comunales como parte de su proyecto comunista agrario.

Se abolió la propiedad privada. Los ciudadanos por fin podían comer todos los días, en comedores comunitarios. Confusos y desorientados, los burgueses fueron sometidos a un adoctrinamiento político obligatorio.

Los cuadros del Gobierno promovían realizar trabajos agrícolas o proyectos de construcción a gran escala. Los Jemeres Rojos merecen su reputación de violencia revolucionaria, y a pesar de la propaganda occidental, la gran mayoría de las 1.7 millones de muertes estimadas fueron producto de los ataques de EEUU con agente naranja que, además de matar campesinos, destruían los cultivos.

A medida que se debilitaba el control del Gobierno, se intensificaron las detenciones masivas de burgueses. El partido  descubrió elaborados complots que implicaban colaboraciones entre la CIA y contrarrevolucionarios jemeres.

Caída

En respuesta a los continuos ataques fronterizos y a las muertes de campesinos de etnia vietnamita, Vietnam lanzó insólitamente una invasión masiva de Camboya el 25 de diciembre de 1978, dando inicio a la Tercera Guerra de Indochina (1978-1991), un conflicto entre Estados comunistas en el que la Unión Soviética de Brézhnev apoyó a Vietnam contra los Jemeres Rojos, respaldados por la China de Mao. Hun Sen lideró un pequeño contingente de fuerzas de etnia camboyana junto a 150.000 soldados vietnamitas. En cuestión de días, el este de Camboya cayó y los líderes del Khmer Rouge ordenaron otra evacuación de Phnom Penh.

El 7 de enero de 1979, las fuerzas vietnamitas entraron en la capital e instauraron la República Popular de Kampuchea como régimen sustituto, liderado por desertores de los Jemeres Rojos.

Sin embargo, el Khmer Rouge se retiró al oeste de Camboya, donde se reagrupó y se rebautizó como movimiento de resistencia nacional contra el ocupante extranjero. Forjó alianzas con otros grupos antivietnamitas y libró una guerra civil durante más de una década. En un cínico giro del destino, la República Popular China invadió el norte de Vietnam para castigar el ataque de Hanoi contra regiones fronterizas chinas. Irónicamente, EEUU apoyó al Jemer Rojo como parte de una estrategia de guerra proxy contra Vietnam y la URSS.

La Tercera Guerra de Indochina terminó oficialmente tras el colapso de la Unión Soviética, dejando cientos de miles de camboyanos muertos, campos destruidos por el napalm y minas terrestres abandonadas que mutilaron y mataron a otros miles durante décadas. Sin embargo, los restos del Jemer Rojo sobrevivieron hasta bien entrados los años noventa. En 1998, la política «ganar-ganar» de Hun Sen le ofreció amnistía a miles de soldados y cuadros. A medida que empezaron a desertar, los líderes, cada vez más aislados, se escondieron en la selva. Pol Pot murió mientras dormía el 15 de abril, solo dos días antes del vigésimo tercer aniversario de la toma de la capital.

Dado que el partido y la revolución gozaron del apoyo popular durante muchos años, a los gobernantes actuales de Camboya les resulta políticamente complicado vilipendiar todo el movimiento, como exige Occidente.

Mientras que el 30 de abril es un día de celebración nacionalista en Vietnam, con grandes desfiles militares, este año el 17 de abril no se celebró ningún acto oficial o informal significativo en Phnom Penh. Esto no es sorprendente, ya que la Camboya actual tuvo dificultades para aceptar la historia de adhesión masiva del Jemer Rojo. En aras de la reconstrucción de la nación, el silencio y la ambigüedad fueron más convenientes que mentir a un pueblo que aún recuerda la historia.

 

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