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Medio Oriente, Europa :: 15/06/2025

Doble vara de medir occidental

Nahia Sanzo
Irán no tiene derecho a defenderse ni a responder a la agresión no provocada israelí, como tampoco la resistencia palestina merece apoyo frente a la violencia genocida

Desde que comenzó en 2014 tras el golpe de Estado del Maidán, pero especialmente desde la invasión rusa de 2022, que provocó la respuesta conjunta de Occidente en defensa de Kiev, el conflicto ucraniano ha estado formado por tres aspectos fundamentales: un conflicto civil interno que se manifestó en la guerra de Donbass, el conflicto Ucrania-Rusia por Crimea y el énfasis ucraniano en su adhesión a la OTAN y una disputa más amplia entre Rusia y los países occidentales por la influencia en Ucrania.

Ese aspecto geopolítico ha implicado estos últimos tres años un intento de debilitar a Moscú militarmente para lograr los objetivos en Ucrania, pero también como parte de la lucha de EEUU y sus aliados europeos por mantener la hegemonía ante el ascenso de potencias como China o India, ambas miembros de los BRICS junto a Rusia, y perpetuar la sumisión del llamado Sur Global.

Convencer a esos países de que Rusia también es su enemigo ha sido uno de los objetivos de la diplomacia ucraniana, de las cancillerías europeas y del Departamento de Estado de EEUU durante la era Biden. Conseguir que esos países se sumaran a las sanciones contra Rusia, que al no haber sido aprobadas por el Consejo de Seguridad eran simplemente unilaterales y, desde el punto de vista de esos países, ilegales e ilegítimas, era la única forma de que se cumplieran las exageradas expectativas de Bruselas y Washington.

La ofensiva de llamadas, presiones y amenazas no fructificó y fueron solo los mejores amigos de la OTAN los que adoptaron las sanciones occidentales contra Rusia, mientras que otros países, entre los que destaca China, pero también India, un país mucho más cercano a las potencias occidentales, evitaron su imposición y han actuado en muchos casos como terceros países en la labor de esquivar las restricciones. El caso paradigmático no es el de la continuación de la venta de productos que Occidente considera de uso dual -civiles con posible uso militar, argumento por el cual periódicamente se culpa a China de colaborar con Rusia en una guerra en la que no ha suministrado armas-, sino la actuación de India (y Turquía, miembro de la OTAN) como país intermediario en la venta de crudo ruso.

Aunque la negativa a la adhesión a las sanciones se produjo desde el principio, la postura del Sur Global hacia la guerra en Ucrania se ha consolidado poco a poco a medida que se ha puesto de manifiesto la doble vara de medir occidental con respecto a su guerra, esa en la que las víctimas, al menos las de un lado, importan, y a otros conflictos del mundo, en los que no son aplicables los argumentos que suponen la base de la justificación occidental para la movilización masiva de recursos en favor de Ucrania.

La desigualdad de trato fue flagrante desde el 24 de febrero de 2022, cuando se activó un dispositivo de acogida a ucranianos y ucranianas, que no tuvieron que pasar por el proceso de petición de asilo y a los que se ha garantizado estos años -y también el próximo, con lo que la protección llegará a cuatro años desde la invasión rusa-, por ejemplo, el derecho a trabajar legalmente. Esa acogida de población blanca y cristiana víctima de un conflicto geopolíticamente útil para los países occidentales choca con las dificultades a las que se enfrentan quienes huyen de guerras menos mediáticas (de tez oscura y musulmanes mayoritariamente) o en las que los países europeos no luchan indirectamente contra un enemigo en un conflicto que han calificado falsamente de existencial.

Más allá del aspecto económico, el trato que han recibido aquellos dirigentes del Sur Global que han osado realizar propuestas o que han ofrecido su ayuda para conseguir el final de la guerra en Europa puede calificarse de racista. "Este no es su nivel", afirmó Mijailo Podolyak en referencia a la delegación africana dirigida por el presidente de Sudáfrica Cyril Ramaphosa, que acudió a Kiev y visitó Bucha, donde se reafirmó en la necesidad de detener la guerra para evitar un mayor derramamiento de sangre. También la mediación china fue rechazada, incluso aunque el primer punto de la hoja de ruta era el respeto a la "integridad territorial de todos los países". Solo EEUU podía ejercer de mediador y solo los países europeos podían estar en la mesa acompañando al hegemón y a su proxy de Kiev.

La hipocresía saltó por los aires para los países del Sur Global en el momento en el que, tras el 7 de octubre, Israel comenzó una campaña de bombardeos masivos de las zonas pobladas de Gaza, algunos de los puntos de mayor densidad de población del planeta, y los países occidentales reaccionaron posicionándose del lado de Tel Aviv y reafirmando "el derecho de Israel a defenderse". Solo un año y medio después, con más de 55.000 personas contabilizadas como asesinadas -y a las que hay que añadir quienes hayan quedado bajo los escombros y quienes hayan muerto de hambre o de falta de atención médica a causa del bloqueo israelí-, y tras el comentario de Trump admitiendo que la población muere de inanición, han comenzado a llegar algunas ligeras críticas a Israel.

Sin sanciones, sin ser vetado en las competiciones deportivas o incluso en espectáculos como Eurovisión, el régimen de Netanyahu sigue actuando con impunidad ante un Sur Global que se pregunta por qué en el caso ucraniano la lucha contra la ocupación rusa justifica el envío de armas y en el caso de Gaza la resolución implica desarmar a la resistencia palestina y defender el derecho del ocupante a bombardear el territorio e impedir incluso la llegada de ayuda humanitaria.

La doble vara de medir de Occidente volvió a ponerse de manifiesto el viernes, cuando, 33 años después de la primera advertencia israelí sobre la inminente construcción de la bomba nuclear en Irán, Israel bombardeó el país persa. Países como el Reino Unido, que en sus informes publicados en las redes sociales sigue calificando diariamente la guerra de Ucrania como una "agresión no provocada", ayer mostraban únicamente su "preocupación" por la situación en Oriente Medio y apelaban a no escalar más las tensiones.

Tan rápida en las condenas de los "crímenes" rusos -reales o imaginarios-, Kaja Kallas simplemente escribió que "La situación en Oriente Medio es peligrosa. Insto a todas las partes a que ejerzan moderación y eviten una mayor escalada. La diplomacia sigue siendo el mejor camino a seguir y estoy dispuesta a apoyar cualquier esfuerzo diplomático encaminado a reducir la escalada". La Unión Europea, al igual que los países firmantes, no es capaz, sin embargo, de exigir a la parte que rompió unilateralmente el acuerdo nuclear con Irán, EEUU, que impida que el país sea bombardeado por su proxy de Oriente Medio mientras se producen negociaciones para llegar a un nuevo tratado.

"Di a Irán una ocasión tras otra para llegar a un acuerdo", mintió ayer el hombre que dio la orden de anular el acuerdo nuclear alcanzado en tiempos de Obama y que Irán siguió cumpliendo durante un tiempo con la ingenua esperanza de que los países europeos lograrían revivir el acuerdo. En sus cuatro años de mandato, Biden tampoco recuperó el tratado revocado por Trump, que ahora exigía a Teherán unas condiciones inaceptables para cualquier país. Según el Tratado de No Proliferación, existen dos tipos de países: los que disponen de armas nucleares y los que no. El trumpismo quería crear un tercer tipo, Irán, un país que no tiene autorización para enriquecer uranio ni siquiera para uso civil.

"Hace unas semanas, Trump publicó en su red 'social' Truth Social una entrevista de NBC News con Ali Shamkhani. El ex ministro de Defensa de Irán, quien supervisaba el expediente nuclear, dijo lo siguiente: «Si los estadounidenses actúan como dicen, seguro que podremos tener mejores relaciones». "Israel acaba de asesinar a Shamkhani", escribía el viernes Estandyar Batmanghelidj, experto en las economías en desarrollo en Asia occidental y buen conocedor tanto de las sanciones como de su efecto en economías como la iraní.

El ataque del viernes contra infraestructuras nucleares, el programa de misiles balísticos y contra científicos y negociadores del programa nuclear -que, al contrario que el israelí, ha sido siempre civil y no militar- buscaba, en parte, perpetuar el estatus del régimen israelí, fiel aliado occidental, como única potencia nuclear de la región. Como muestra el mensaje publicado por Donald Trump, cuyo Gobierno afirmó inicialmente no haber participado en los bombardeos, el ataque israelí va a ser utilizado como una herramienta de presión más para conseguir la capitulación de Irán en forma de renuncia al programa nuclear y también al de misiles.

Pese a que Israel ha atacado recientemente o ataca habitualmente Gaza, Cisjordania, Líbano, Siria, Yemen y ahora también Irán, Teherán solo había respondido a los ataques israelíes -de forma controlada para evitar una escalada bélica y advirtiendo previamente a EEUU a través de terceros-, nuevamente no es el agresor sino el agredido el que está siendo condenado.

Mientras el Sur Global emitía condenas al masivo bombardeo israelí por diferentes zonas de Irán, entre ellas áreas civiles de Teherán, derribando edificios para asesinar a científicos nucleares, solo uno de los siete miembros del G7 condenó el ataque y no la respuesta de Irán, que hasta ahora, con sus oleadas de ataques misilísticos, está siendo terrible. Shigeru Ishiba, ministro de Asuntos Exteriores de Japón, no se limitó a apelar a evitar una mayor escalada, sino que calificó la actuación israelí de "inaceptable". Contrasta con esa afirmación la reacción de los países europeos miembros de ese selecto grupo de los países más industrializados del planeta (cuando en los años 70 se creó este grupo que sigue pensando que actúa como gobierno mundial), especialmente Francia y Alemania.

Los mismos países que en el caso ucraniano recuerdan el derecho de Ucrania a defenderse y han autorizado a Kiev a utilizar los misiles occidentales donados para su uso en la profundidad del territorio ruso alegando que se trata de una respuesta legítima, condenan ahora cualquier respuesta iraní a un ataque que, esta vez sí, es totalmente no provocado, ya que Irán, que carece de armas nucleares, se encontraba negociando con EEUU un nuevo acuerdo.

"Condenamos enérgicamente el ataque indiscriminado de Irán contra territorio israelí. El programa nuclear iraní viola el Tratado de No Proliferación Nuclear y representa una amenaza para toda la región, especialmente para Israel", escribió al mediodía del viernes el Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania aparentemente en relación a las docenas de drones Shahed disparados inicialmente por Irán (los misiles tardarían horas en llegar) y contra los que trabajaban sobre el espacio aéreo jordano aeronaves locales, además de estadounidenses y británicas. Israel atacó masivamente infraestructuras militares y civiles de un país con el que no está en guerra y utilizó misiles occidentales para ello, y los países europeos prefirieron condenar a Teherán en lugar de a Tel Aviv.

En la misma línea se mostró Francia, que tras la apelación de su ministro de Asuntos Exteriores al "derecho de Israel a defenderse", una defensa a ultranza de la idea del "ataque preventivo", la misma excusa utilizada por George W. Bush para invadir Irak sobre la base de una justificación -las armas de destrucción masiva- que era consciente de que era falsa, se mostró aún más dura con las palabras de su presidente. "La paz y la seguridad para todos en la región deben seguir siendo nuestro principio rector", concluyó Macron. Lo hizo después de afirmar que "Francia ha condenado repetidamente el actual programa nuclear de Irán y ha adoptado todas las medidas diplomáticas apropiadas en respuesta.

En este contexto, Francia reafirma el derecho de Israel a defenderse y garantizar su seguridad. Para no poner en peligro la estabilidad de toda la región, insto a todas las partes a que ejerzan la máxima moderación y reduzcan la escalada". El agresor fue justificado y el agredido, condenado, un detalle que no ha pasado desapercibido. Mientras condenan a Irán por responder a una agresión externa injustificada, los países europeos preparan su 18º paquete de sanciones contra Rusia.

Aunque con lentitud y con la prudencia de quien no quiere alienar completamente ni a EEUU ni a Israel, la Federación Rusa mostró su apoyo a Irán, uno de los dos países que le han ofrecido ayuda militar durante los últimos tres años. En el momento en el que Moscú comprendió que se había quedado atrás en aspectos tan importantes como la producción de drones, el Kremlin acudió a Teherán en busca de los primeros Shaheds, sobre los que posteriormente ha construido sus propios vehículos no tripulados.

"Expresamos nuestra profunda preocupación por la peligrosa escalada de tensiones en Oriente Medio. Condenamos enérgicamente las acciones militares emprendidas por el Estado de Israel en la noche del 13 de junio, que constituyen una clara violación de la Carta de las Naciones Unidas, así como de los principios establecidos del derecho internacional. Los ataques militares no provocados contra un Estado miembro soberano de las Naciones Unidas, contra sus ciudadanos, ciudades pacíficas e instalaciones críticas de infraestructura de energía nuclear, son totalmente inaceptables. La comunidad internacional no debe ignorar tales actos, que no sólo ponen en peligro la paz, sino que también socavan la seguridad tanto en la región como a escala mundial", escribió el Ministerio de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa en un mensaje no exento de dobles varas de medir, ya que también la invasión rusa de Ucrania viola la Carta de Naciones Unidas.

El aspecto geopolítico y la posición que ocupa Irán en las relaciones internacionales en general y bilaterales con Rusia en particular ha marcado también la respuesta ucraniana, centrada, como es habitual, en sí misma. "Ucrania sigue con preocupación los acontecimientos en Oriente Medio en relación con los ataques nocturnos de Israel contra instalaciones en territorio iraní. Conscientes de los riesgos de una mayor desestabilización de toda la región, declaramos que la continuación de las hostilidades puede tener consecuencias negativas para la seguridad internacional y la estabilidad financiera mundial, especialmente en los mercados petroleros, escribió el Ministerio de Asuntos Exteriores en un preámbulo tras el que entraba en materia.

"También recordamos que el régimen iraní apoya a Rusia en su guerra ilegal de agresión contra Ucrania y proporciona a Moscú armas para matar ucranianos. Irán es la fuente de numerosos problemas en Oriente Medio y más allá", continuaba condenando implícitamente y por motivos completamente egocéntricos al agredido, para añadir lo importante. "En este contexto, hacemos un llamamiento a la comunidad internacional para que adopte medidas conjuntas y decisivas para superar las actuales amenazas a la seguridad y disuadir de forma coordinada a un grupo de regímenes agresivos: Rusia, Irán y Corea del Norte".

El bombardeo masivo israelí es justificación para que Occidente eleve la presión contra el país atacado, Irán, y también contra dos que no tuvieron nada que ver en él, Rusia y la República Popular de Corea, un chivo expiatorio útil y que Ucrania acostumbra a añadir a la lista para crear artificialmente un eje inexistente de tres países al que Occidente tiene la obligación moral de enfrentarse. Quizá en Irán pero, desde luego, fundamentalmente en Ucrania. Irán no tiene derecho a defenderse ni a responder a la agresión no provocada israelí, como tampoco la resistencia palestina merece apoyo frente a la violencia genocida del último año y medio, pero Occidente tiene la obligación moral de luchar contra Moscú y Pyongyang en nombre de la defensa de Ucrania.

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