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Mundo :: 31/07/2005

El nacionalismo arabe: Gamal Abdel Nasser y la revolucion del 23 de julio de 1952

Nayef Hawatmeh
Nayef Hawatmeh es secretario general del Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FDLP). Reflexiona sobre la vida y obra de Nasser. La Revolución del 23 de Julio: logros y errores. La realidad árabe: crisis, retrocesos y no soluciones

Treinta y tres años han pasado (28-9-1970) y aún las mentes y corazones de las fuerzas de la liberación, el progreso y la modernidad se sienten atraídas y tienen presente la desaparición del gran líder nacionalista Gamal Abdel Nasser, el primer auténtico gobernante egipcio desde los tiempos de los faraones. Está presente en la mente popular la imagen de ese personaje venido de la región egipcia de 'Saeed’ manteniendo en su apogeo la identidad árabe egipcia y conservando su pureza de corazón y de hechos. Gracias a sus características intelectuales, carismáticas y de liderazgo pudo encabezar rápidamente a la Revolución del 23 de Julio, impulsándola hacia un sendero de renacimiento nacionalista árabe, unitario y moderno, como respuesta y alternativa al estado de subdesarrollo, degradación y división en que estaba sumido el mundo árabe en la segunda mitad del Siglo XX, tras el fracaso del proyecto egipcio dirigido por Mohammad Alí a principios del Siglo XIX y la llegada a un callejón sin salida del proyecto de los protagonistas árabes del renacimiento, a principios del Siglo XX.

La Revolución del 23 de Julio de 1952 y, dentro de ella la experiencia y dirección de Nasser, representó una serie de tormentosas transformaciones revolucionarias patrióticas y nacionales burguesas y progresistas que abarcaron todas las esferas de la vida económica, social, clasista, intelectual, moral, política y espiritual. Fue un proceso revolucionario de eslabones estrechamente vinculados debido al propio colonialismo, las alianzas y el expansionismo sionista. En el plano interno egipcio y nacional árabe prosiguió la lucha contra las fuerzas de la degradación, el subdesarrollo, el feudalismo, la monarquía totalitaria y el capitalismo parasitario.

La Revolución de Julio, bajo la dirección de Nasser, ha sido verdaderamente una de las grandes revoluciones en la historia moderna de Egipto, de la Nación Árabe y de todo el Tercer Mundo, por lo que representó por sus gigantescos logros y grandes errores.

La Revolución del 23 de Julio -en su contexto de desarrollo y todo lo que trajo de transformaciones a todos los niveles- devino resultado de una etapa histórica, la posterior a la Segunda Guerra Mundial que dio origen a una nueva correlación de fuerzas entre dos campos internacionales, hecho acompañado por el gran desastre nacional en Palestina y el global levantamiento de las revoluciones de liberación nacional en nuestros países árabes y a lo largo del Tercer Mundo, en Asia, África y América Latina.

La revolución de Nasser había logrado grandes éxitos a pesar de todas las agresiones salvajes que se lanzaban desde el campo enemigo mediante guerras globales destructivas cada aproximadamente cinco años, entre las que se destacan acciones como la agresión tripartita de 1956, la escisión reaccionaria en Siria de 1961, la Guerra de Yemen contraria a las dos revoluciones de la República yemenita y la Revolución del 23 de Julio, desde 1962 hasta 1967. Acto seguido se produjo la Guerra de Junio de 1967 y más tarde la guerra de desgaste que desencadenó el valeroso ejército egipcio inmediatamente después de la ocupación israelí del Sinaí, Cisjordania, Franja de Gaza y las Alturas del Golán que provocó un cambio en la correlación de fuerzas, claramente reflejado en los resultados de los primeros días de la Guerra de Octubre de 1973.

La Revolución de Julio sigue siendo la dueña de gigantescos logros: la liberación del campesinado de las garras del feudalismo, la gran revolución industrial, la seguridad social, la gratuidad de la enseñanza en todos los niveles por primera vez en la historia de Egipto, la nacionalización del Canal de Suez, la construcción de la gran represa de Asuán, el reconocimiento a la identidad nacional palestina en la Cumbre Árabe de Alejandría, en 1964; el papel desempeñado en la creación de la Organización para la Liberación de Palestina, la guerra de desgaste tras la derrota de 1967, la contribución a la liberación de varios países árabes, en primer lugar Argelia, la del millón de mártires, y el amplio apoyo a la causa palestina, la cual consagró efectivamente, y durante muchos años, como la primera causa de la Nación Árabe.

Luego de cincuenta años de la Revolución del 23 de Julio de 1952 y a treinta y tres años de la desaparición física de Nasser, algunos se contentan con hacer nuevas lecturas de los logros y de los resultados de la revolución de 18 años, de los que Nasser gobernó 16. Esos tratan de hacer lecturas a partir del enfoque de la campaña contraria que dirigen las fuerzas revisionistas y retrógradas en Egipto y en los demás países árabes, tras haber comprometido los destinos de sus naciones y pueblos a la voluntad del amo imperialista. Ellos auguran la muerte de las ideologías progresistas y modernistas para hacer renacer las ideologías del Medioevo con sus subsiguientes desastres a lo largo de mil años hasta nuestros días. Así pretenden que se mantenga el mundo árabe sumido en el subdesarrollo y el atraso, la pérdida de Palestina, el retorno del colonialismo y la ocupación extranjera de las naciones árabes, para que el mundo árabe se quede fuera de lugar en la historia moderna, incapaz de defender sus patrias ni eliminar la opresión a que se están sometidos sus pueblos, sin condiciones de ir paralelo junto a la pujanza de los pueblos hacia el progreso, la democracia y la igualdad de derechos civiles en la nueva era moderna. Se pretende también impedir el avance hacia la nueva era con la revolución industrial, informática y reforma religiosa así como alcanzar la justa distribución de las riquezas nacionales. Para justificarse alegan poner el interés nacional en primer lugar. Quizás algunos van mucho más allá al vincular el surgimiento de regimenes patrióticos y sus experiencias revolucionaria nacionalistas al modo totalitario de gobierno y divulgan el criterio de que todo el pensamiento nacionalista árabe -en todas sus formas progresistas, conservadora y oscurantista, sin distinción del principio en que se basa- requiere de una revisión -por ser basado en la represión- para poder reformar su cariz humanitaria y su dimensión cultural civilizada.

En una crítica constructiva de la Revolución del 23 de Julio y la experiencia nasserista no podemos pasar por alto los errores cometidos. Sin embargo, la objetividad hace ver esa experiencia tomando en cuenta los múltiples problemas y la falta de caudal cultural de la diversidad democrática por más de mil años, o sea desde la derrota de la razón y el consecuente predominio extranjero en la mitad del primer siglo de la gobernación de la familia Abassi, en la época del califa Al Maamun.

A eso se le añade en primer lugar la reciente formación de las modernas clases y corrientes intelectuales y políticas en la sociedad egipcia. En segundo lugar el muy amplio frente de enemigos externos e internos regionales e internacionales.

Todo eso impidió y obstaculizó la ejecución de muchos aspectos de la agenda de la Revolución y la llevó a posiciones y actitudes defensivas que provocaron soluciones equivocadas y grandes errores que dieron lugar a la falta de democracia, de igualdad ciudadana y de derechos humanos. También permitió el auge del papel de la institución militar y de seguridad para desvanecer la democracia verdadera como principio y como institución. Eso llevó más tarde a que tomaran el centro del poder y de decisión las fuerzas de la reacción infiltradas en las filas de la Revolución del 23 de Julio en todos sus estamentos, estado, ejército, administración y Unión Socialista, lo que significó la muerte de la revolución. Las luchas internas en las filas del poder, es decir en el estado, ejercito y Unión Socialista, saltaron a la vista desde los primeros días tras la muerte de Nasser y el arribo de Anwar El Sadat al poder, reflejándose claramente en el Gran Golpe de Estado del 15 de mayo de 1971 contra los principios y logros de la revolución, así como contra el pensamiento progresista modernista en Egipto y en el seno de todo el movimiento de liberación y progreso árabe. No obstante, reconocer toda esa realidad no minimiza la legitimidad de la Revolución de Julio y la experiencia nasserista, ni menoscaba sus logros.

La Revolución de Julio ostenta el gran mérito de arrebatar la plena independencia, realizar las grandes transformaciones sociales, anular la dependencia del colonialismo y emprender los senderos del desarrollo independiente. Pese a que muchos de sus programas políticos, sociales, económicos y unionistas fueron abortados debido a la acérrima alianza de las fuertes fuerzas reaccionarias internas y regionales y el amplio frente de los enemigos colonialistas y sionistas, la Revolución del 23 de Julio, bajo la dirección de Nasser, sigue obteniendo legitimidad y vigencia a partir de la demoledora crisis en la vida egipcia, árabe y el desastre de Palestina.

Siguen vigentes las ideas que Nasser propuso y trató de cumplir en la práctica, que van desde la construcción de un Egipto fuerte hasta la edificación de la unidad árabe en una Entidad Árabe Unida (Federativa) nueva y moderna, efectiva e integrada. Esa idea sigue ocupando la conciencia de todos los pueblos árabes de mar a mar, pese a las políticas extremadamente nacionalistas aislacionistas, que se llevan a cabo a costa del desarrollo democrático, la integración nacional árabe y la magnitud del diversionismo ideológico practicado por las fuerzas del atraso y del pensamiento aislacionista tribal. Lo antedicho representa un medio para evadir el enfrentamiento al expansionismo sionista y estar sometidos a la voluntad de las fuerzas colonialistas. La reacción tomó a su cargo la tarea de cercar todo lo que es progresista y unionista modernista y en primer lugar renunciar a los logros de la Revolución Nasserista de Julio en vez de tomarla como punto de partida y seguir hacia adelante.

En ese contexto, queda al descubierto toda tentativa de borrar y ocultar las incidencias de las grandes y tormentosas transformaciones. Tales son los intentos de colgar las prácticas represivas y la falta de democracia en el perchero del nacionalismo árabe y de ignorar la política de las clases gobernantes.

Los responsables de las causas del subdesarrollo y del gran retroceso en todos los escenarios (político, social, económico y cultural) son las dictaduras gobernantes de corte nacional aislacionista que saquearon las riquezas y reprimieron las libertades bajo la consigna de 'todo al servicio de la batalla', lo que es, según la óptica y las medidas del sistema de gobierno 'todo al servicio de la clase gobernante'. Las patrias y los intereses nacionales fueron reducidos de forma caricaturizada a los personeros de la corriente influyente entre los sectores gobernantes, convirtiéndolas en granjas privadas y poniendo sus propias políticas contra la pared.

No obstante, se reanimó nuevamente un movimiento político que conducirá inevitablemente a la institucionalización de la democracia permitiendo que los pueblos recuperen parte de sus derechos como un paso hacia la recuperación plena de todos.

Si se le deja a los pueblos la libertad de opción, escogerán sin duda la vía del renacimiento nacional, la integración árabe, la unidad y el modernismo en vía de la era de la democracia, la igualdad ciudadana y la revolución cultural e informática en un mundo caracterizado por el progreso de la humanidad, la reforma religiosa, la enseñanza y la cultura en lugar del aislacionismo tras los muros del destructivo nacionalismo de las clases gobernantes. Esa última actitud sólo divide a los países árabes en etnias y comunidades confesionales en pugna constante y allana el camino ante el retorno del colonialismo y el dominio foráneo e impulsa ciegamente el expansionismo sionista en la ocupada tierra de Palestina y en los territorios árabes colindantes.

Yo no soy de los que creen en la teoría de la conspiración para explicar lo que sucede a nuestro alrededor, pero específicamente en el caso de la experiencia nasserista puedo confirmar con seguridad que las fuerzas derechistas oscurantistas se confabularon desde las posiciones de sus intereses clasistas egoístas y pudieron aprovechar los errores de Nasser, sobre todo la falta de la democracia, el multipartidismo y las libertades sindicales e intelectuales.

Hoy en día estamos pagando el precio por todos esos errores y reveses, donde lo más grave es el resquebrajamiento de la solidaridad árabe, el recrudecimiento del expansionismo sionista, las tres Guerras del Golfo y la ocupación de Irak y la detención del movimiento progresista.

Tras la guerra de junio los pilares de los nuevos programas fueron paralizados: la proclamación de las libertades; la igualdad ciudadana sin distinción de raza, sexo o confesión, la preservación de los derechos humanos, el multipartidismo, la resignación al principio del traspaso pacífico de los poderes y la aceptación del principio de la representación porcentual en las elecciones de las instituciones legislativas y ejecutivas elegidas, así como en los sindicatos y alianzas clasistas. En otras palabras, establecer el estado de la ley y de las instituciones democráticas, el estado cívico sobre los escombros del estado de los centros de poder y los aburguesados aparatos burocráticos de inteligencia. Así podemos comprender el estruendoso fracaso de las experiencias que trataron de imitar la trayectoria nasserista pero comenzaron a partir del revisionismo y la renuncia a la Revolución sin sacar las lecciones correspondientes. Por eso nos vemos hoy azotados por los reveses y desastres generados principalmente por la falta de democracia y la ausencia del papel de los pueblos debido a la represión organizada y sistemática. A fin de cuentas, observamos los resultados hoy en la incapacidad árabe hacia lo que ocurre en Palestina, Irak, y demás países árabes que en su mayoría se convirtieron en entidades de menguada soberanía.

Ante las nuevas, complejas y graves coyunturas se hace imprescindible sacar las lecciones de la Revolución de Julio y de la experiencia nasserista, ya que los desafíos y peligros superaron las otras tareas como las de trazar la vía independiente del desarrollo, enfrentar la pobreza material y la mezquindad moral, así como vencer el atraso, la dependencia colonial, el retorno del colonialismo y el expansionismo sionista. Es que estamos amenazados por el regreso de las formas de ocupación directa, la destrucción de las infraestructuras y el retorno a las fórmulas del divisionismo confesional y el deterioro de la seguridad.

A la luz de la situación oficial predominante, las fuerzas partidistas y políticas nacionales que representan todos los espectros intelectuales, políticos, integristas y cívicos, deben intensificar sus luchas y plantear nuevos y democráticos programas para ocupar un lugar de vanguardia entre las masas. Son tareas imponderables que no admiten posposición, o de otro modo estaremos sujetos a mayor dependencia, atraso, derrotas y desastres. De ese modo podemos enfrentar la política oficial de doble rasero caracterizada por la abismal diferencia entre los dichos y los hechos y encarar la esquizofrenia política de la dirección árabe y, por consiguiente, lograr que los pueblos se sacudan de la retrógrada herencia oscurantista con su carga pesada sobre las mentes y los corazones a lo largo y ancho del suelo árabe. Esa situación ató a nuestros pueblos de pies y manos y los convirtió en pasivos e impotentes espectadores.

El enfrentamiento a los proyectos enemigos cae sobre los hombros de los pueblos y de las fuerzas políticas y sociales que enarbolan los certeros y palpables programas y los elevan de la teoría a la práctica.

Definitivamente es legítimo preguntar a los enemigos de la Revolución del 23 de Julio: ¿Qué hicieron los experimentos árabes a lo largo de treinta y tres años tras la desaparición física de Nasser? ¿Qué lograron en comparación con la corta duración de la Revolución de Julio de 1952 a 1970?. ¿Acaso la Revolución de Julio que quedó a mitad de camino y sufrió el golpe reaccionario es la única merecedora de críticas por el fracaso del movimiento del progreso, la democratización y el modernismo?.

Vale recordar que los que arrecian sus críticas son los mismos protagonistas de las miserables políticas que llevaron al mundo árabe al actual estado de miseria en todos los terrenos.

Las políticas grupusculares, tribales y regionales frenaron el curso de las transformaciones en las sociedades árabes hacia el modernismo, la revolución industrial, la indetenible e ilimitada revolución del saber, la reforma religiosa, la democratización y la igualdad ciudadana.

Pese a la oscuridad de la noche árabe se avecina un nuevo e inevitable amanecer. El camino de nuestra salvación es retomar el proyecto nacionalista y patriótico de renacimiento y modernismo, cognoscitivo, democrático y progresista; aprender de los logros y errores de la Revolución del 23 de Julio para romper el ciclo vicioso árabe y salir airosos hacia la era moderna, detrás de la cual sólo lloramos en réquiem por la gloria desvanecida.

Fuente: Argenpress

 

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