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Mundo :: 09/05/2020

El último tupamaro rebelde

Lucía Sabini / Jorge Zabalza
Entrevista con Jorge Zabalza :: Con la derecha se van a agu­di­zar las ne­ce­si­da­des de los sec­to­res más des­pro­te­gi­dos. Pero el mo­de­lo es el mis­mo

Entrevista para el períodico digital "Puente Aéreo", que se autodefine como una publicación "para lectores con espíritu cosmopolita".

Divulgo la entrevista de Lucía, porque me parece contiene un buen abordaje de la historia reciente. En ella, el testimonio de un militante individual no sustituye para nada la presencia de las masas en movimiento, el actor fundamental de todo proceso histórico.  Para no consentir con errores de percepción muy extendidos: ingresé al MLN (T) [Movimiento de Liberación Nacion - Tupamaros] en setiembre de 1968, luego no soy miebro fundacional. No es nada sustancial, pero hace a la verdadera historia.

Abrazos fraternos
Tambero

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Jor­ge Za­bal­za apa­re­ce a lo le­jos ca­mi­nan­do con su ove­je­ro ale­mán. Ca­mi­na len­to, tie­ne un ba­lan­ceo ca­rac­te­rís­ti­co que no apu­ra aun­que vea gen­te en la puer­ta de su casa. Lle­va pues­to ojo­tas, short y una re­me­ra roja.

Su pelo lar­go y blan­co la cae por los hom­bros, y está fla­co, muy. Vive en una ca­si­ta fren­te al río, en el ba­rrio San­ta Ca­ta­li­na des­de hace más de 30 años, una es­pe­cie de ter­cer cor­dón del co­n­ur­bano mon­te­vi­deano. En la es­ca­la de esta ciu­dad eso sig­ni­fi­ca me­nos de 45 mi­nu­tos un do­min­go; hora y pico un día há­bil. Po­cas fre­cuen­cias de co­lec­ti­vos, ca­lles de tie­rra, ba­sura acu­mu­la­da, jó­ve­nes con­su­mien­do sus­tan­cias y la­bu­ran­tes de todo tipo que vie­nen y van para la ciudad.

Tie­ne 77 años y está ju­bi­la­do, aun­que par­ti­ci­pa de la vida so­cial y po­lí­ti­ca de su ba­rrio y los ba­rrios lin­de­ros: hay una re­cien­te toma de 500 fa­mi­lias a la que es­tu­vo asis­tien­do de cer­ca en su pro­ce­so. Enoja­do, en­tre otras co­sas, con el Fren­te Am­plio por­que sacó una ley en el año 2006 que ti­pi­fi­ca a las ocu­pa­cio­nes de te­rreno como “usur­pa­ción”, un de­li­to cas­ti­ga­do pe­nal­men­te. Su his­to­ria es bas­tan­te in­tere­san­te: fue miem­bro fun­da­cio­nal del MLN-T, y con el tiem­po uno de los prin­ci­pa­les di­ri­gen­tes de esa gue­rri­lla sur­gi­da con fuer­za en la dé­ca­da del 60.

Al ha­blar de la asun­ción del nue­vo go­bierno de cen­tro-de­re­cha, no se mues­tra tan preo­cu­pa­do. Su enfren­ta­mien­to abier­to con el Fren­te Am­plio y sus ex com­pa­ñe­ros de gue­rri­lla, lo han vuel­to es­cép­ti­co de cuán­to real­men­te pue­de lle­gar a cam­biar la cosa. “Yo no sé qué gran­des cam­bios va a ha­ber. Se van a agu­di­zar al­gu­nas co­sas y va a ha­ber una sen­si­bi­li­dad muy dis­tin­ta fren­te a las ne­ce­si­da­des de los tra­ba­ja­do­res y de los sec­to­res más des­pro­te­gi­dos. Pero el mo­de­lo es el mis­mo”, ase­gu­ra.

Cuan­do se re­fie­re al mo­de­lo, es­pe­ci­fi­ca: in­ver­sio­nes ex­tran­je­ras, deu­da ex­ter­na, subor­di­na­ción al ca­pi­tal fi­nan­cie­ro.

Con­si­de­ra que la es­tra­te­gia del Par­ti­do Na­cio­nal y su fu­tu­ro pre­si­den­te fue in­te­li­gen­te: po­ner a to­dos los es­pa­cios a dis­cu­tir ma­ti­ces del enor­me pa­que­te de me­di­das (la Ley de Ur­gen­te Con­si­de­ra­ción, LUC) que se tra­ta­rá los pri­me­ros días de mar­zo en el Par­la­men­to uru­gua­yo; en­tre las que se en­cuen­tra la po­si­ble pri­va­ti­za­ción de em­pre­sas na­cio­na­les del Es­ta­do. “Esto trae di­vi­sión aden­tro del Fren­te, por­que las reac­cio­nes no son las mis­mas. Den­tro del FA hay gen­te que tam­bién en­tien­de que pue­de ser via­ble la des­mo­no­po­li­za­ción de AN­CAP”.

Con el tema de DDHH, re­co­no­ce que el pa­no­ra­ma puede cam­biar: “Ahí sí va a ha­ber di­fe­ren­cias: mas allá de que real­men­te los go­bier­nos de Mu­ji­ca y de Ta­ba­ré poco hi­cie­ron en ma­te­ria de De­re­chos Hu­ma­nos, algo hi­cie­ron. Y ha­bía una sen­si­bi­li­dad, es­cu­cha­ban a los fa­mi­lia­res, ha­bía un lu­gar don­de ir a que­jar­se. Bueno, con este hom­bre yo creo que eso está todo per­di­do”.

Para Za­bal­za, el pro­ble­ma si­gue ahí: el la­bu­ran­te “no en­tien­de cuá­les son las cau­sas de que él ten­ga que vi­vir acá y de que ten­ga la obli­ga­ción de le­van­tar­se to­das las ma­ña­nas para ir a tra­ba­jar, no sabe por qué es. No sabe por­que lo que pro­du­ce no va a pa­rar a su bol­si­llo”. Hay una ex­clu­sión de la vida po­lí­ti­ca de las gran­des ma­sas, se­gún ex­pli­ca, se con­vir­tie­ron en “anal­fa­be­tos po­lí­ti­cos”.

Se lo nota algo ner­vio­so. El día des­pués de esta nota re­ci­bi­rá en su casa al hijo de Car­los Bur­gue­ño, un ci­vil que re­sul­tó muer­to por las fuer­zas gue­rri­lle­ras el 8 de oc­tu­bre de 1969, en la ma­lo­gra­da “Toma de Pan­do” que con­sis­tió en un asal­to ar­ma­do y sor­pre­si­vo a la co­mi­sa­ría, el cuar­tel de bomberos, la cen­tral te­le­fó­ni­ca y va­rios ban­cos de esa ciu­dad uru­gua­ya. En esa toma tam­bién mu­rió el her­mano de Za­bal­za, un jo­ven de ape­nas 21 años; y car­gar con las cul­pas no pa­re­ce ta­rea fá­cil.

Ade­más de ser miem­bro fun­da­cio­nal de Tu­pa­ma­ros, for­mó par­te del gru­po de los 9 rehe­nes que los mi­li­ta­res tu­vie­ron pre­sos más de 11 años, como el ex pre­si­den­te uru­gua­yo Pepe Mu­ji­ca, en condiciones de ais­la­mien­to. Sin em­bar­go, la his­to­ria re­ta­ceó al­gu­nas fi­gu­ras y enar­bo­ló otras: la famo­sa pe­lí­cu­la de co­pro­duc­ción his­pano-ar­gen­tino-uru­gua­ya “La no­che de 12 años” re­la­ta solo las pe­ri­pe­cias de tres de ellos, in­clu­yen­do al ex pre­si­den­te, pero nada dice de los otros 6.

La ex­pe­rien­cia nues­tra fue muy dis­tin­ta, no­so­tros no vi­vi­mos en mar­ti­ro­lo­gio”, afir­ma desencontrado con la ver­sión ofi­cial. Mien­tras que el gru­po de la pe­lí­cu­la está in­te­gra­do por “Pepe” Mu­ji­ca, Eleute­rio Fer­nán­dez Hui­do­bro y Mau­ri­cio Ro­sen­cof; a él le tocó com­par­tir el edi­fi­cio (aun­que no las cel­das por su­pues­to) con Ju­lio Ma­re­na­les y Raúl Sen­dic, éste úl­ti­mo fun­da­dor del MLN y re­fe­ren­te his­tó­ri­co de la iz­quier­da uru­gua­ya.

Para lo pri­me­ro que nos or­ga­ni­za­mos fue para una fuga, tu­vi­mos un año y me­dio con esa fuga. Que fra­ca­só por su­pues­to, pero du­ran­te ese año y me­dio no­so­tros clan­des­ti­na­men­te en las na­ri­ces de los mi­li­cos, lo­gra­mos se­rru­char los cla­vos que unían las cha­pas del te­cho, de ma­ne­ra que la cha­pa podía le­van­tar­se, y aflo­jar to­dos los bu­lo­nes de las re­jas -que no eran de hie­rro, sino de dur­mien­tes de fe­rro­ca­rril abu­lo­na­dos-, de for­ma tal que po­día­mos abrir y sa­lir de la cel­da”.

Re­cuer­da cada detalle de ese in­ten­to de fuga que fra­ca­só por­que arri­ba no sólo ha­bía cha­pa sino tam­bién pa­ne­les de un puen­te mi­li­tar de es­ti­lo Bay­ley: “Para eso hubo que ha­cer una po­lí­ti­ca de con­tac­to con los sol­da­dos, que ga­na­ran en con­fian­za… por­que ha­bía que me­ter­se allí en el sub­te­rrá­neo, los mi­li­cos le dis­pa­ra­ban a es­tar allí aba­jo. No­so­tros apro­ve­chá­ba­mos cuan­do ha­bía mo­men­tos de des­cui­do y hi­ci­mos el tra­ba­jo ése. Fi­já­te que para aflo­jar los bu­lo­nes te­nía­mos que usar las cu­cha­ras que nos da­ban duran­te 25, 30 mi­nu­tos para co­mer. Te­nías que co­mer –dice mien­tras hace un ges­to con la mano desnu­da sin cu­bier­tos– y es­tar tra­ba­jan­do con eso”.

Si Za­bal­za tu­vie­ra que re­su­mir esa es­ta­día en pri­sión, di­ría que fue una lu­cha. Des­pués del in­ten­to falli­do, los tres sa­bían que les es­pe­ra­ban mu­chos años allí den­tro. “Fue un es­fuer­zo que nos man­tu­vo vi­vos. Y a par­tir de ahí di­ji­mos, du­ran­te diez años va­mos a so­bre­vi­vir como sea, y a los diez años va­mos a lar­gar la lu­cha. Y así lo hi­ci­mos. Pero du­ran­te esos diez años so­bre­vi­vir, im­pli­ca­ba sobrevivir con dig­ni­dad”.

Como con­tra­par­ti­da, car­ga las tin­tas so­bre el otro gru­po, el de los fa­mo­sos. “A no­so­tros nos in­te­rro­ga­ron tam­bién. Raúl es­tu­vo cua­tro ho­ras, yo es­tu­ve cua­tro ho­ras, y Ma­re­na­les es­tu­vo cin­co. Y des­pués nos tra­je­ron y nos die­ron un pa­pel para que des­cri­bié­ra­mos a los com­pa­ñe­ros. Nos ne­ga­mos y nos man­tu­vi­mos por­que ade­más ha­cía cin­co años que es­tá­ba­mos de rehe­nes y eso era un tan­teo para sa­ber en que po­si­ción es­ta­bas vos. Y lo to­ma­mos como eso: si nos man­te­nía­mos fir­mes, o si des­pués de cin­co años de ais­la­mien­to ya es­tá­ba­mos en­tre­ga­dos. El he­cho es que hay una des­crip­ción de per­fi­les de com­pa­ñe­ros, es­cri­ta por Fer­nán­dez Hui­do­bro, que es de la mano de él, in­du­da­ble­men­te”.

Sos­pe­cha y se en­co­ge de hom­bros para que los de­más sa­quen sus pro­pias con­clu­sio­nes: “Algo hubo, evi­den­te­men­te… y bueno, al­gún día se sa­brá cuan­do se desar­chi­ven los do­cu­men­tos y apa­rez­can”.

Pos­te­rior a la cár­cel eter­na, el MLN se de­ba­tió en­tre qué tipo de de­mo­cra­cia cons­truir. A di­fe­ren­cia de Ar­gen­ti­na, la dic­ta­du­ra en Uru­guay no cayó por peso pro­pio, ni por una gue­rra: en 1980 el go­bierno mi­li­tar –con­ven­ci­do de su bue­na ima­gen– lla­mó a una con­sul­ta po­pu­lar don­de pro­po­nía mo­di­fi­car la Cons­ti­tu­ción de 1967, crean­do un ré­gi­men cons­ti­tu­cio­nal pero con los mi­li­ta­res al man­do. Para su sor­pre­sa, la pro­pues­ta fue re­cha­za­da por la po­bla­ción en casi un 57% (que igual­men­te de­mues­tra la gran can­ti­dad de gen­te que voto por el SÍ) y el go­bierno de fac­to de­bió ini­ciar el pro­ce­so de aper­tu­ra de­mo­crá­ti­ca y lla­mar a elec­cio­nes.

Allí so­bre­vino otro tris­te ca­pí­tu­lo de esta his­to­ria: en 1984 tras años de frus­tra­das ne­go­cia­cio­nes, se fir­ma el fa­mo­so “Pac­to del Club Na­val”, que con­sis­tió en un acuer­do en­tre la cú­pu­la mi­li­tar por un lado, y el Par­ti­do Co­lo­ra­do, el Fren­te Am­plio y otros es­pa­cios hoy inexis­ten­tes, por el otro. Sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te, el Par­ti­do Na­cio­nal (el par­ti­do del ac­tual pre­si­den­te) se negó a par­ti­ci­par en ese mo­men­to de los acuer­dos con la dic­ta­du­ra sa­lien­te.

Como re­sul­ta­do de las ne­go­cia­cio­nes, el go­bierno con­vo­có a elec­cio­nes el 25 de no­viem­bre de ese mis­mo año, en las cua­les fue ele­gi­do pre­si­den­te Ju­lio Ma­ría San­gui­net­ti, del Par­ti­do Co­lo­ra­do, que asu­mió en mar­zo de 1985.

Del otro lado, las con­ce­sio­nes exi­gi­das fue­ron la ga­ran­tía de im­pu­ni­dad que ne­ce­si­ta­ban los mi­li­ta­res para re­ti­rar­se en paz: la apro­ba­ción de la ley de “con­va­li­da­ción de los ac­tos del go­bierno de fac­to” en mar­zo de 1985, o la fa­mo­sa ley 15.848 de “Ca­du­ci­dad de la Pre­ten­sión Pu­ni­ti­va del Es­ta­do” im­pul­sa­da el si­guien­te año (y po­pu­lar­men­te co­no­ci­da como “Ley de Ca­du­ci­dad” o “Ley de Im­pu­ni­dad”) que como su nom­bre in­di­ca, im­pli­ca­ba no dar lu­gar a pro­ce­sos pe­na­les o pu­ni­ti­vos para fun­cio­na­rios mi­li­ta­res y po­li­cia­les res­pec­to a de­li­tos co­me­ti­dos du­ran­te toda la dic­ta­du­ra. Esta ley si­gue vi­gen­te, aun­que tuvo re­cor­tes y mo­di­fi­ca­cio­nes du­ran­te los go­bier­nos fren­team­plis­tas.

Za­bal­za es­tu­vo pre­so 15 años, de los cua­les 11 fue­ron en es­ta­do de ais­la­mien­to: des­de el 7 de setiembre del 73 –una para nada in­creí­ble coin­ci­den­cia con la pre­via del gol­pe en Chi­le– has­ta septiem­bre del 84, cuan­do lo reúnen con otros pre­sos, de a dos por cel­da rom­pien­do el ais­la­mien­to. Pero re­cién en 1985 sal­drán de­fi­ni­ti­va­men­te en li­ber­tad. “Ten­go dos fu­gas arri­ba del hom­bro y tres ve­ces caí pre­so. Gran vo­ca­ción de pre­so no?”, dice mien­tras se ríe de su pro­pia his­to­ria.

El ca­rác­ter de esos nue­ve pre­sos no fue alea­to­rio: eran los má­xi­mos di­ri­gen­tes de la gue­rri­lla más impor­tan­te del Uru­guay. Fue­ron apre­sa­dos uno por uno a me­di­da que ca­ye­ron, y pues­tos en con­di­ción de rehe­nes: los mi­li­ta­res ase­gu­ra­ron que ante cual­quier ata­que de Tu­pa­ma­ros, ellos ma­ta­rían a uno de los di­ri­gen­tes.

La gue­rri­lla que­da com­ple­ta­men­te des­ar­ti­cu­la­da, al tiem­po que mu­chos de sus in­te­gran­tes fue­ron sien­do iden­ti­fi­ca­dos y apre­sa­dos por la dic­ta­du­ra. “Fue sim­bó­li­co: tan­to ellos cre­ye­ron que se ha­bía ter­mi­na­do la re­vo­lu­ción en el Uru­guay; como no­so­tros creía­mos que es­tá­ba­mos haciendo la re­vo­lu­ción”.

Su mi­ra­da ac­tual res­pec­to a ese mo­men­to ha sido de una cons­tan­te re­vi­sión: “Te­nía­mos las intenciones de ha­cer la re­vo­lu­ción. Pero es­ta­ba muy le­jos; en pri­mer lu­gar por­que te­nía­mos una concep­ción –que se fue desa­rro­llan­do de una for­ma muy equi­vo­ca­da– ha­cia el mi­li­ta­ris­mo, ha­cia la predo­mi­nan­cia de un apa­ra­to po­lí­ti­co por so­bre el mo­vi­mien­to de ma­sas. En­ten­día­mos que la insurrec­ción la íba­mos a ha­cer con un apa­ra­to mi­li­tar, y no que la in­su­rrec­ción iba a ser un fenómeno po­pu­lar”.

Tie­ne en cla­ro que la ins­pi­ra­ción ve­nía del mo­de­lo cu­bano y la Re­vo­lu­ción del 59, pen­sando siem­pre a la gue­rri­lla como un fu­tu­ro ejér­ci­to: “Con esa pers­pec­ti­va yo creo que lo que ha­cía­mos era en­te­rrar la re­vo­lu­ción en lu­gar de ha­cer­la. No sólo por­que nos lle­va­ba a una de­rro­ta al que­dar en­fren­ta­dos mano a mano con otro ejér­ci­to mu­cho más po­de­ro­so, sino por­que plan­tear­se con­ver­tir un mo­vi­mien­to po­lí­ti­co en ejér­ci­to, es sui­ci­da. Des­de el pun­to de vis­ta re­vo­lu­cio­na­rio, es sui­ci­da. Y no­so­tros es­tá­ba­mos en eso”.

Playa de San­ta Ca­ta­li­na.

Za­bal­za lle­gó a in­cor­po­rar­se a la vida ins­ti­tu­cio­nal del país: asu­mió como edil (lo que di­ría­mos conce­jal) en el de­par­ta­men­to de Mon­te­vi­deo en 1994, y aun­que al poco tiem­po se dis­tan­ció de su es­pa­cio ori­gi­nal (el MLN), con­ti­nuó man­te­nien­do la ban­ca del Fren­te Am­plio por al­gu­nos años más. Las co­sas ya ve­nían des­en­con­tra­das hace rato: en la di­rec­ción de Tu­pa­ma­ros ha­bía dos mi­ra­das muy dis­tin­tas: una, la de Mu­ji­ca y Fer­nán­dez Hui­do­bro; otra la de Za­bal­za y Sen­dic (líder histórico de Tupamaros has­ta su tem­pra­na muerte en el 89).

En agos­to de 1994 su­ce­dió el úl­ti­mo acon­te­ci­mien­to vio­len­to al que se ex­pu­so el MLN: ma­ni­fes­tan­tes ro­dea­ron el Hos­pi­tal Fil­tro en el ba­rrio de Ja­cin­to Vera en la ca­pi­tal uru­gua­ya, don­de es­ta­ban internados en huel­ga de ham­bre 3 miem­bros de la ETA, del país Vas­co, para evi­tar la ex­tra­di­ción a Es­pa­ña don­de se­rían juz­ga­dos du­ra­men­te.

La po­li­cía re­pri­mió fe­roz­men­te la ma­ni­fes­ta­ción y mató a dos per­so­nas, de­jan­do ade­más cien­tos de he­ri­dos. La lla­ma­da “Ma­sa­cre del Fil­tro” ori­gi­nó tam­bién de­ba­tes in­ter­nos en torno al tipo de de­mo­cra­cia desea­da: lo que él mis­mo de­no­mi­na “de­mo­cra­cia tutelada o ple­na”.

Mien­tras que [una parte de los ex-tupamaros] pro­po­nía ra­di­ca­li­zar la lu­cha in­cor­po­rán­do­se con más fuer­za en la base so­cial de los sec­to­res tra­ba­ja­do­res y po­pu­la­res, la otra lí­nea pro­po­nía in­te­grar­se or­gá­ni­ca­men­te al Fren­te Am­plio y su­mar­se a la lu­cha elec­to­ral de lleno.

“Ahí nos sa­ca­mos to­dos la ropa, unas que­ría­mos se­guir adelante con la mo­vi­li­za­ción y con la lu­cha para en­fren­tar al apa­ra­to del Es­ta­do; y otras aparecieron con­ver­ti­dos en Mahat­ma Gand­hi mo­derno, plan­tean­do la lu­cha sin vio­len­cia; electoral.” Para Za­bal­za, ése fue el pun­to de no re­torno: “A par­tir de en­ton­ces, Mu­ji­ca y Fer­nán­dez Hui­do­bro se hi­cie­ron due­ños del MLN, del MPP [Movimiento de Participación Popular, integrante del Frente Amplio]. Y Mu­ji­ca em­pe­zó su as­cen­so a rock star”, dice mien­tras pro­nun­cia el in­glés con cier­ta iro­nía.

Yo real­men­te creo que el Pepe es una per­so­na aus­te­ra y que es ho­nes­to, que no es co­rrup­to”, contes­ta ante la pre­gun­ta so­bre la ima­gen in­ter­na­cio­nal que ha co­se­cha­do el Pepe tras su aus­te­ri­dad todo te­rreno. Pero pre­fie­re no de­cir con sus pa­la­bras lo que pien­sa y se lo deja al pro­pio Pepe:

“Yo re­co­men­da­ría ver el do­cu­men­tal que le hizo Kus­tu­ri­ca ['El Pepe, una vida suprema', en netflix]. Por­que él ahí dice dos o tres co­sas que son fun­da­men­ta­les: 'éra­mos muy re­vo­lu­cio­na­rios y al­gu­nos se pa­sa­ron al ca­pi­ta­lis­mo, y otros en­tre los que me en­cuen­tro, nos con­ver­ti­mos en ad­mi­nis­tra­do­res; que­re­mos ad­mi­nis­trar el ca­pi­ta­lis­mo' dice. Enton­ces bueno, ése es un cam­bio ¿no?”, pre­gun­ta mien­tras cru­za las ma­nos y me mira. “Yo a Pepe lo co­noz­co como la pal­mi­ta de mi mano. Por algo, des­pués de to­dos los dis­pa­ra­tes que he di­cho, él no me dice nada. No me ha di­cho una sola pa­la­bra, no tie­ne nada para de­cir de mi”.

Hace al­gu­nos años le diag­nos­ti­ca­ron cán­cer de esó­fa­go. Pepe Mu­ji­ca era pre­si­den­te y se en­te­ró. Mandó a ofre­cer­le lo que ne­ce­si­ta­ra, en tér­mi­nos de aten­ción hos­pi­ta­la­ria u otras ne­ce­si­da­des, por me­dio de ter­ce­ros, sin ir a vi­si­tar­lo ni nada.

– ¿Qué le di­jis­te?, pre­gun­té.

– “Que se lo me­tie­ra en el culo" dice, mien­tras son­ríe de cos­ta­do, or­gu­llo­so.

http://elmuertoquehabla.blogspot.com

 

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