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Europa :: 24/12/2012

Guerra civil en el Vaticano

Alvaro Ramis
“Es conocido cómo nos ha servido la fábula de Cristo.” (Papa Leo X) :: Para muchos, el Vaticano ha sido desde siempre un lugar de intriga e inmoralidad.

Basta revisar la abundante literatura y filmografía que acompaña a figuras como Alejandro VI, el Papa Borgia, o las teorías sobre el asesinato del Papa Juan Pablo I, en 1978. La diferencia es que en esta ocasión las nuevas tecnologías y las divisiones al interior de la propia curia vaticana han hecho saltar por los aires todos los sistemas de compartimentación de la información que, tradicionalmente, habían protegido de mil maravillas a la institución eclesial.

Todo comenzó en enero de 2012, cuando el periodista italiano Gianluigi Nuzzi publicó cartas del arzobispo Carlo Maria Viganò, ex secretario de la gobernación del Vaticano entre 2009 y 2011. En las cartas, Viganò pidió al Papa no ser trasladado por haber denunciado presuntos actos de corrupción: “No existe transparencia alguna en la gestión de las contratas de construcción y de ingeniería de las empresas que tienen negocios en el Vaticano” afirmaba, apuntando directamente al secretario de Estado, Tarcisio Bertone. Aunque la denuncia significaba que el Estado Vaticano había perdido millones en contratos sobrepreciados, Viganò fue apartado de su cargo y enviado como nuncio apostólico a Estados Unidos.

En los meses siguientes se filtraron nuevos documentos a la prensa italiana. En ellos se comienza a hacer público que las luchas de poder dentro del Vaticano estaban in crescendo de forma alarmante. Sobre la base de estas nuevas cartas, Nuzzi publicó en mayo de 2012 un libro titulado Su Santidad: Los papeles secretos de Benedicto XVI. En esta obra se hacen públicas las cartas y notas confidenciales del Papa Benedicto XVI, que muestran al Vaticano como un nido de intrigas, celos y luchas entre facciones de la curia, los grupos ultraconservadores, clanes mafiosos y otros actores financieros y económicos globales. Se revelan detalles sobre las finanzas personales del Papa, incluyendo pruebas del pago de sobornos de personalidades que han buscado una audiencia privada.

El escándalo escaló. En un intento de aplacar sus efectos, Benedicto XVI nombró, en marzo de 2012, una comisión de cardenales para investigar las filtraciones. La presidió el cardenal español Julián Herranz (Opus Dei), quien dirige la oficina legal del Vaticano. Sugerentemente, la investigación criminal responde directamente al Papa, sin pasar por la Secretaría de Estado dirigida por Bertone. El 26 de mayo, el Vaticano anuncia el arresto de Paolo Gabriele, más conocido como Paoletto, el fiel mayordomo personal del Papa desde el año 2006, a quien se acusa de filtrar la información robada desde el escritorio papal. Detenido por el Vaticano, la guardia pontificia afirma haber encontrado documentos clasificados en su departamento. Es sometido a un proceso judicial secreto, en el que la “empresa” para la cual trabaja actúa a la vez como juez, defensa y acusadora en un juicio secreto. Según 'Il Corriere della Sera', el mayordomo Paoletto, miembro del Opus Dei, sería un agente doble al servicio del Vaticano para desenmascarar a los auténticos “topos” que robaron la documentación del “Vatileaks”. Según esas fuentes, habría sido descubierto hace seis meses, y en ese instante decidió colaborar con las autoridades vaticanas a cambio de evitar la cárcel. Desde esa fecha habría seguido sacando documentos de la recámara papal y entregándoselos a otros implicados en la trama del “Vatileaks” para que la guardia vaticana pudiera identificarlos. Se estima que tras la resolución del escándalo será indultado.

LOS TRES PODERES EN DISPUTA

¿Pero qué hay detrás de tantas acusaciones y disputas? En primer lugar, una lucha fraticida por la sucesión de Benedicto XVI. Este es el móvil principal, ya que las piezas de todos los actores involucrados se mueven tras el trono de San Pedro como presa central.

Joseph Ratzinger, de 85 años, es un Papa enfermo y solitario que no ha logrado gobernar su pequeño Estado. Algunos vaticanistas de renombre, como Sandro Magister, ya se atreven a revelar sus candidatos a Papa. En su caso, es el cardenal canadiense Marc Ouellet, un tradicionalista que sería fuertemente resistido por los cardenales italianos, que esperan que uno de los suyos vuelva al pontificado luego de más de treinta años de Papas “extranjeros”.

Enfrentado a permanentes escándalos y disputas intraeclesiales, Ratzinger se ha retirado a la reflexión doctrinal y teológica, delegando de forma creciente un gran poder de gobierno a su secretario de Estado, Tarcicio Bertone. Este es el segundo poder en disputa. Bertone, a lo largo de los años, ha ejercido su cargo de forma cada vez más visible y ostentosa. De esa forma ha emprendido giras internacionales como la que realizó a Chile en marzo de 2010, extralimitándose respecto a su rol eminentemente político y no pastoral. Además, se acusa a Bertone de no haber logrado impedir que el gobierno de Mario Monti impusiera una nueva ley que obliga a la Iglesia italiana a pagar el impuesto de bienes inmuebles sobre todos los edificios que no se dedican al culto religioso, es decir, unas treinta mil propiedades.

Bertone habría iniciado una serie de turbios negocios con el fin de comprar una red de clínicas privadas en territorio italiano, partiendo por la famosa clínica Gemelli, de Roma. Estos negocios, que en buena parte fracasaron, han servido de excusa para que el antiguo secretario de Estado, Angelo Sodano, y sus partidarios (los cardenales Jorge Medina y Darío Castrillón entre otros) hayan comenzado una campaña de desprestigio y acusaciones violentas en su contra, partiendo por atribuirle relaciones homosexuales, incompetencia, corrupción desenfrenada y nepotismo. Entre las cartas publicadas por Nuzzi se mostraría a Benedicto XVI en abierta confrontación con Bertone. Sin embargo, también cabe sospechar de estas filtraciones ya que estas cartas, reveladas por Paoletto actuando como agente doble, benefician a los antagonistas de Bertone, que desearían su pronta caída para hacerse con el segundo cargo de poder en la Iglesia.

El tercer foco de conflicto radica en el Banco Vaticano. En 2009 Estados Unidos colocó a la Santa Sede en la lista de Estados acusados de colaborar en el blanqueo de capitales. Alarmado, ya que esta acusación podría significar un estrangulamiento del crédito internacional, el Papa nombró al economista Ettore Gotti Tedeschi, director de la filial italiana del Banco Santander, al frente del Instituto para las Obras de Religión (IOR), más conocido como Banco Vaticano. Su misión era ordenar las cuentas y lograr que el Vaticano pudiera aparecer en la white list de los Estados con altos estándares de oposición al blanqueo de capitales. Tedeschi, miembro del Opus Dei, comprendió al poco tiempo que la tarea que se le encomendó no sólo era imposible, sino que lo más probable era que si intentaba transparentar esos fondos, su vida empezaría a correr peligro.

En este contexto, a fines de mayo de 2012 Tarcisio Bertone, como contralor del banco, ordenó la expulsión de Tedeschi de su cargo, en medio de graves acusaciones que insinúan que Tedeschi sería el “cuervo” que habría entregado la información a Nuzzi, además de llevar una vida libertina, etc. El 9 de junio un periódico del norte de Italia filtró un supuesto “informe sicológico”, confeccionado ex profeso con el interés de mostrar a Tedeschi como víctima de desordenes patológicos. Sin duda el banquero vaticano ha sido víctima de los ataques de Bertone y su clan, pero eso no lo exculpa del todo. De hecho, la policía italiana allanó la casa de Gotti Tedeschi en Piacenza y sus oficinas de Milán, ya que lo acusan de recibir comisiones ilegales por la venta de helicópteros a India por parte del grupo Finmeccanica, en un turbio manejo del partido de extrema derecha Liga Norte. Tedeschi no es de trigos limpios. Pero su salida del Banco Vaticano supera todo lo esperado.

El gran temor que ahora corroe al Instituto para las Obras de Religión es que en el allanamiento policial a Tedeschi la policía habría requisado un legajo con cerca de 200 páginas que incluirían emails, apuntes manuscritos y una agenda en que aparecen encuentros, reuniones y citas con personajes públicos, e información sobre cuentas bajo código cifrado que la mafia tendría en el Banco Vaticano. Se habla de depósitos con gruesas sumas en comisiones ilegales pagadas a algunos funcionarios y políticos, tanto de Italia como del Vaticano mismo. Ante tamaña filtración, el portavoz eclesial ha manifestado su “máxima confianza en que las prerrogativas soberanas reconocidas a la Santa Sede por la legislación internacional sean adecuadamente respetadas” y agrega, a modo de amenaza: “La Santa Sede (…) está examinando con el mayor cuidado la eventual lesividad de las circunstancias”. En otras palabras, que las autoridades judiciales italianas no se atrevan a publicar e investigar el caso, so pena de entrar en un litigio político y diplomático de marca mayor.

Lo único claro es que para julio de este año se anticipa un veredicto negativo en contra del Banco Vaticano por parte de las autoridades internacionales que evalúan la normativa contra el blanqueo de capitales. Si además la banca de Italia es “rescatada”, como ha ocurrido con la banca española el pasado 9 de junio, el Instituto para las Obras de Religión (IOR) podría perder su autonomía y debería empezar a ser fiscalizado por la Unión Europea. En ese momento, la economía vaticana, altamente dependiente de la economía italiana, podría paralizarse y tendrían que salir a flote todas las cuentas oscuras que ha acumulado esta institución por décadas. En síntesis, en caso de un rescate a Italia, se puede augurar un cataclismo de marca mayor para el Vaticano.

LA MANO DE LA MAFIA Y DE LAS REDES DE PEDOFILIA

Tras estas disputas centrales sobrevuelan otras menores, pero no menos importantes. La más ruidosa es la que se vincula a la muerte de Emanuela Orlandi, hija de un funcionario del Vaticano, en 1983. El domingo 27 de mayo cientos de amigos y familiares de Emanuela concurrieron a la plaza de San Pedro cuando el Papa dirigía el rezo del Regina Coeli desde el balcón de su estudio. Con su manifestación esperaban que el Papa dijera algo sobre el caso. Pero no fue así. Benedicto XVI no aludió a ella a pesar del gran cartel con su nombre que se desplegó. Al finalizar la oración, estallaron las protestas al grito de ¡Vergüenza!, ¡Vergüenza! y ¡Verdad, verdad! Emanuela Orlandi , de nacionalidad vaticana, desapareció misteriosamente hace 29 años, cuando tenía 15 años. Su cuerpo nunca fue encontrado. Al poco tiempo, desapareció en Roma otra joven, Mirella Gregori, en circunstancias muy similares.

Las teorías sobre el paradero de Emanuela son muchas. Algunos acusaron al cardenal Paul Marcinkus, presidente del Banco Vaticano entre 1971 y 1989, quien estuvo involucrado en la quiebra fraudulenta del Banco Ambrosiano, en 1982, y según el autor inglés David Yallop, en el asesinato de Juan Pablo I. Para el padre Gabriele Amorth, exorcista oficial del Vaticano, Emanuela Orlandi fue capturada por una red de pederastas de la curia vaticana que la convirtió en esclava sexual. Cuando se cansaron de ella, la habrían asesinado y desaparecido. Otras versiones afirman que el cuerpo de Emanuela estaría junto a la tumba de “Renatino” De Pedis, jefe de la peor mafia de Roma, enterrado en la basílica de San Apolinar en 1990 luego de ser asesinado a tiros por una banda rival. La viuda de “Renatino” habría pagado una fuerte suma de dinero al Opus Dei, regente de San Apolinar, para conseguir que este capo mafioso pudiese ser sepultado junto a grandes cardenales. Y el cuerpo de Emanuela habría ido a parar a ese lugar ya que De Pedis habría tenido relación con el caso.

Todas estas son conjeturas. Pero lo cierto es que la Fiscalía romana acaba de imputar a monseñor Pietro Vergari , del Opus Dei y ex rector de San Apolinar, como colaborador en el secuestro y desaparición de Emanuela Orlandi . El punto es que Vergari se conecta en la investigación con otro personaje relevante: el cardenal Bernard Francis Law, arzobispo de Boston, quién tuvo que dimitir en 2002 luego de destaparse su protección a una gran red de pedofilia de sacerdotes de su diócesis. En el proceso por Orlandi aparece una extraña carta dirigida a “Box 331, Kenmore Station, Boston”, dirección postal usada en los 80 por la organización de pedófilos Nambla (North American Man Boy Lover Association), la red de pedófilos protegida por el cardenal Law. ¿Hay un vínculo que una estos casos? De hecho el cardenal Law, luego de renunciar a la diócesis de Boston, terminó sus días como arcipreste de la basílica de Santa María la Mayor, en Roma.

“Vatileaks” ha abierto muchas de las cajas de Pandora que guardaba el Vaticano. Pero es necesario leer sus datos con cuidado. La revelación de esta información se da en el contexto de una guerra de información de carácter hobbsiano, donde el “hombre es un lobo para el hombre” y en la que es muy probable que los agentes dobles, las pistas falsas, los mensajes codificados y los señuelos creados para despistar sean muy numerosos. Pero lo cierto es que un poco de transparencia ha empezado a llegar hasta Roma. Ya era hora.

Revista Punto Final

 

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