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Argentina :: 11/06/2014

Hegemonía y estrategia populista

Ezequiel Espinosa
La 'irrupción' kirchnerista fue generar un desplazamiento entre un discurso 'nacional y popular' no montonero hacia un de tipo 'nacional y popular' post-montonero

“La realidad inmediata del pensamiento es el lenguaje. Y como los filósofos han proclamado la independencia del pensamiento, debieron, proclamar el lenguaje como un reino propio y soberano. En esto reside el secreto del pensamiento filosófico, (…)”
K. Marx y F. Engels

Cuando de muerte de Ernesto Laclau, los medios de prensa oficialista se dieron a la tarea de reivindicar la labor intelectual del ideólogo “post-marxista”, concentrándose con una inusitada insistencia en sus elaboraciones sobre el populismo, y no mucho más. Su tratamiento de “la cuestión socialista” había sido borrado de su “práctica teórica”, o la operación de hegemonía y estrategia populista la había hecho desaparecer. A decir verdad, esta “sobredeterminación” discursiva, había comenzado tiempo antes, cuando la “anómala” “irrupción” del estadista salido de las pingüineras cautivo al progresismo vernáculo que, puesto en campaña, comenzó con la (a)locución conservadora de que “a la izquierda del kirchnerismo”, o no había “nada” o “sólo” estaba “la pared”.

Los ideólogos de Carta Abierta, se dieron a la tarea conceptiva de fabricar argumentos para persuadir de que el kirchnerismo era la única “izquierda real”-mente existente. Sus voceros en la prensa, intentaron vulgarizar la idea con el estereotipado método de verificación de la “suficiencia periodística”; la afirmación. En este caso, la afirmación de que algo así como la ciudadanía argentina no “soporta”, o “tolera” algo más a la izquierda que el kirchnerismo. Por fin, las siempre delicadas performances de la burocracia sindical, demostraron los “efectos de verdad” de aquellos postulados llevando a la izquierda no kirchnerista contra la pared. Por fin, el tratamiento “nacional y popular” de “la cuestión socialista” se sintetizo brutalmente en “el caso Mariano Ferreyra”.

“Mejor que decir es hacer” y “mejor que prometer es realizar”. Las balas con que se procuro reducir a la nada a esa “contingente” “articulación” de militantes trotskistas y trabajadores tercerizados, demostrarían, por fin, la “efectividad material” de los discursos. La muerte de Mariano Ferreyra resulto una trágica demostración de los “efectos de realidad” de “los actos de habla”, y la ciencia “nacional y popular” tuvo uno de sus primeros resultados “positivos”. Efectivamente se podían “hacer cosas con palabras”, y mediante un elaborado “giro lingüístico”, los organizadores de la cultura post-montonera habían hecho de “la razón populista” un “significante vacio” de cualquier reminiscencia a la “cuestión socialista”. La estrategia retórica que había llevado a los nostalgiosos del “socialismo nacional” a abrazar las banderas del “capitalismo serio” había demostrado su efectividad. Paso seguido, este nuevo “relato” del “pensamiento nacional”, pasa(rá) a ser oficialmente coordinado por los ideólogos de Carta abierta*.

La “razón populista”, había sido diseñada como la traducción post-marxista de la clásica discusión socialista respecto del carácter “regresivo” o “progresista” de los gobiernos bonapartistas, sobre todo, en países cuasi o semicoloniales. Para realizar su traducción, Laclau suplanto las “condiciones materiales de existencia” por las “condiciones de posibilidad” discursiva, y a partir de ello se limito a traducir lo de “progresista” o “regresivo” de los bonapartismos por lo “de izquierda” o “de derecha” de los populismos. Sin embargo, esta sola operación ya situaba a su “teoría” en una posición políticamente más ventajosa respecto de la censura o el abandono “trotskista” de un viejo debate del cual Trotsky había hecho parte.

El desplazamiento post-marxista de la cuestión del carácter de los bonapartismos hacia la cuestión del carácter de los populismos, se corresponde con el desplazamiento post-moderno de las luchas políticas centradas en la “lucha de clases”, hacia la disputa política des-centrada de los “nuevos movimientos sociales”. La denominada “razón populista”, en tal sentido, se despliega como la estrategia de cooptación estatal de aquellos movimientos en contraposición a sus pretéritas estrategias autonomistas, o, dicho de otra manera, la suplantación de lo “nacional popular” por lo “estatal-nacional”. Como es sabido, el remate de esta política de cooptación es su “institucionalización” “populista”.

Y no solamente la política de derechos humanos del gobierno pos-montonero emana y se corresponde con esta estrategia, sino que todo su “relato” respecto del retorno de la política se comprende mejor cuando se la interpreta en este sentido. Así, la oficialmente denominada “década ganada” ha significado el paso de la democracia asamblearia a la democracia participativa; de la movilización política, a la representación política; de la primavera camporista, a la primavera alfonsinista; de Luis D’elia a Aníbal Fernandez: del movimiento piquetero, a las misas post-ricoteras; etc.


[*]  Casi que al pasar, podríamos agregar que la supuesta “irrupción” de la “anomalía” “nacional y popular”, es poco más que una leyenda. Solo nos alcanza con recodar que durante las presidenciales de 2003 participo un “movimiento nacional y popular” que luego sería ganado por la “anomalía” kirchnerista y que llevaba como candidato a Adolfo Rodríguez Saá, con un discurso proselitista más ligado a FORJA que a la izquierda nacional (aunque irónicamente más a la izquierda que la “anomalía” kirchnerista en más de un ítem). En todo caso, la “irrupción” kirchnerista fue generar un desplazamiento entre un discurso “nacional y popular” no montonero hacia un de tipo “nacional y popular” post-montonero.

Por lo demás, fue Adolfo Rodríguez Saá quien recibió por primera vez a las Madres de plaza de mayo en la casa de gobierno, luego de años de “resistencia”; fue durante el interregno de Adolfo “el breve” que se produjo el gesto simbólico más izquierdista de un gobierno desde la época de oro del peronismo -la suspensión del pago de la deuda, que deja casi como una frivolidad la bajada del cuadro de Videla. Fue el “movimiento nacional y popular” previo a la “anomalía” kirchnerista el que propuso como primera medida par la “refundación de la Argentina” la “reparación histórica” a las “culturas originarias”. Medida “refundacional” que la “irrupción” kirchnerista dejo en el “baúl de los recuerdos” de su “razón populista”.

En suma, “el Adolfo” había sido puesto en el sillón de Rivadavia para normalizar el país, pero su demagogia “nacional y popular” resulto intolerable para “el establishment”. Fue necesaria la normalización duahlidista para generar –Kosteki y Santillán mediante- las “condiciones de posibilidad” para la “irrupción” de “la anomalía Kirchnerista”. Por fin, en el 2003, una salida “por izquierda” a la crisis de hegemonía post-neoliberal estaba al orden del día, y el hecho de que Menem bajara su candidatura así lo demostró.

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