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Medio Oriente :: 11/04/2010

¿Bombas nucleares contra Irán?

Philip Giraldi
Si EE.UU. se niega a cooperar en el bombardeo convencional de Irán, el régimen israelí podría llegar a utilizar unilateralmente sus armas nucleares tácticas

En agosto de 2005 hice pública la información de que Dick Cheney y el Pentágono estaban trabajando en un plan de contingencia para utilizar armas nucleares tácticas en un ataque contra instalaciones nucleares de Irán. Las bombas atómicas serían utilizadas porque eran la única manera efectiva de destruir los emplazamientos reforzados, muchos de los cuales están ubicados en profundos subterráneos. También informé que el plan de contingencia sería puesto en práctica si hubiese otro gran ataque terrorista contra EE.UU., estuviera o no implicado realmente Irán. Utilizaría la acción terrorista como justificación para emprender una acción preventiva y el empleo de bombas atómicas serviría como advertencia a Irán de que cualquier represalia posiblemente llevaría a más ataques nucleares. Si fuera implementado, constituiría el primer uso de armas nucleares desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Sería conveniente suponer que la escuela de relaciones internacionales de Dick Cheney ya no existe. En verdad, casi parece que el verano de 2005 fuera historia antigua, que formara parte de un mundo muy diferente, en el que Cheney, Wolfowitz, Feith, y Rumsfeld todavía se comportaban como enajenados apenas controlados por la más moderada pero igualmente fantasmal Condi Rice. Iraq recién comenzaba a implotar y Afganistán estaba en suspenso por el momento, pero la arrogancia que llevó al gobierno de Bush a buscar enemigos que destruir parece obsoleta actualmente debido al deterioro económico y político de EE.UU. Incluso muchos que hace cinco años veían a EE.UU. como la nación esencial reconocen ahora la decadencia cuando la ven y argumentan a favor de dar marcha atrás.

Pero algunas cosas no cambian y la teoría de que unas pocas bombas verdaderamente grandes podrían mejorar las cosas en Oriente Próximo vuelve a aparecer. Hace dos semanas el no partidario Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) publicó un estudio sugiriendo que armas nucleares tácticas de bajo rendimiento son exactamente lo apropiado para destruir las plantas nucleares de Irán. El informe señala que “hay quien cree que las armas nucleares son las únicas armas que pueden destruir objetivos a gran profundidad o en túneles.” “Opciones en el trato del programa nuclear de Irán” fue escrito por Abdullah Toukan y Anthony Cordesman, dos analistas y comentaristas altamente respetados. Los autores y el CSIS no apoyan exactamente el uso de armas nucleares y señalan que habría consecuencias políticas importantes, pero aceptan que existe una alta probabilidad de que Israel está planificando un ataque de algún tipo y también observan que las únicas otras opciones de Tel Aviv no serían muy efectivas.

Israel no tiene bombarderos pesados y sólo un suministro limitado de bombas revienta-búnkeres. Caza bombarderos F-16 enviados desde Israel tendrían poco tiempo sobre los objetivos y sólo cargas convencionales limitadas que no causarían mucho daño en las instalaciones iraníes dispersas y situadas a gran profundidad. Las defensas aéreas de Irán, que han sido mejoradas durante los últimos años, también podrían representar un obstáculo formidable. En el mejor de los casos, los israelíes sólo serían capaces de retardar un programa nuclear iraní en seis meses a un año y el ataque en sí garantizaría la decisión de Teherán de desarrollar su propia fuerza de disuasión nuclear lo más rápido posible.

Un ataque nuclear israelí podría, por otra parte, ser lanzado utilizando misiles balísticos que Tel Aviv ya posee o mediante misiles crucero desde submarinos, que también ya forman parte del arsenal de ese país, lo que quiere decir que los aviones de guerras israelíes no tendrían que cruzar territorio hostil y enfrentar el fuego antiaéreo. El ataque también sería más exacto mediante el uso de misiles que pueden apuntar con precisión en lugar de aviones inestables que podrían ser atacados y los resultados serían devastadores, en comparación con un ataque convencional.

Es probable que dos aspectos determinen si Israel llega a utilizar armas nucleares contra Irán. El primero se relaciona con el objetivo final del ataque israelí. Es difícil que un ataque con armas convencionales discapacite el supuesto programa nuclear iraní y tendría más bien el objetivo de enviar un mensaje y de llevar a EE.UU. a participar en el conflicto y a terminar la tarea. Pero si los israelíes llegaran a la conclusión que EE.UU. se niega a cooperar o a ser involucrado, podrían ser tentados a utilizar armas nucleares tácticas, que según las informaciones existentes forman parte de su arsenal, para destruir la infraestructura nuclear iraní.

El segundo aspecto es el aislamiento y la irracionalidad israelí, algo que es más difícil evaluar pero que se hace más evidente. Israel sigue siendo protegido por EE.UU. en la ONU mediante su poder de veto y también en otros foros internacionales, pero es indudable que el presidente Obama siente un desagrado visceral por el primer ministro israelí Bibi Netanyahu y todo lo que representa. El sentimiento es mutuo, y ante la vulnerabilidad de Israel si EE.UU. retirara su apoyo, hay que ver las actuaciones de Netanyahu para aguijonear y desafiar a Obama como las de un hombre cuya capacidad de conducirse racionalmente debe ser cuestionada.

La realidad es que Israel se convierte rápidamente en una nación paria, como Sudáfrica antes del colapso final del apartheid, porque ya nadie acepta la legitimidad de sus políticas de aumento de los asentamientos y de ocupación. Como Sudáfrica, la reacción israelí ante las críticas ha sido hacerse aún más reaccionario y ensimismado, crear un Estado policial interior y librar una guerra interminable contra sus vecinos para mantener la cohesión contra enemigos externos. El programa de desinvertir de Israel gana fuerza en Europa y en EE.UU., e incluso aliados tradicionales de Israel como Gran Bretaña han comenzado a reaccionar ante su conducta canallesca. La reciente expulsión de Londres del jefe del Mosad israelí por la copia de quince pasaportes británicos para utilizarlos en operaciones de asesinato fue significativa. Visitantes a Israel han sido advertidos de que la entrega de pasaportes al control de inmigración podría llevar a que sean clonados para apoyar actividades ilegales, una advertencia que literalmente no tiene precedentes. Varios países europeos que reivindican la jurisdicción universal en casos de crímenes de guerra, parecen estar dispuestos a arrestar a responsables israelíes en viaje por las muertes de civiles en Gaza.

Israel demostró tanto su creciente aislamiento como su lado irracional en su reacción a la expulsión británica de su jefe de inteligencia. Dos parlamentarios israelíes compararon a los británicos con perros, y uno de ellos agregó que “los británicos podrán ser perros, pero no son leales a nosotros, sino más bien a un sistema antisemita.” No quedó exactamente claro a qué sistema se refería y también es interesante que un legislador israelí espere lealtad del gobierno británico. Hubo una cierta especulación en los medios de que por lo menos parte del enojo podría estar dirigido contra el ministro de exteriores británicos David Miliband, quien es judío y tiene familia en Israel. En general se ha considerado que Miliband es un buen amigo de Israel, que ha bloqueado acciones legales para arrestar a políticos y generales israelíes de visita como criminales de guerra, pero hasta él ha tenido que tomar medidas cuando ha sido afectada la integridad de pasaportes británicos.

Sin duda, aislar demasiado a los israelíes representa un cierto peligro ya que podría alimentar fácilmente el omnipresente complejo de Masada que puede llevar a un gobierno peligrosamente inestable a emprender acciones que podrían incluir el uso de su arsenal nuclear en busca del Armagedón. Y no quepa la menor duda de que nadie puede confiar en el primer ministro Bibi Netanyahu y su ministro de exteriores Avigdor Lieberman. Los engaños y evasiones de Netanyahu incluso fueron demasiado para el presidente estadounidense Bill Clinton, notablemente pro israelí, quien mostró su molestia después de ser repetidamente sermoneado sobre su política, y preguntó si Netanyahu se imaginaba que él representaba a la superpotencia. El rey Hussein de Jordania también terminó por renunciar a llegar a alguna parte con un Netanyahu reacio a cooperar y mentiroso en los años noventa. La realidad es que Bibi Netanyahu nunca ha estado interesado en la paz y que en su lugar sus políticas de creciente anexión de Cisjordania y limpieza étnica tienen el objetivo de crear un Estado israelí unitario sin palestinos.

El ministro de exteriores Avigdor Lieberman es aún peor que Netanyahu y un símbolo de los impulsos cleptocráticos que caracterizan a la extrema derecha israelí. Es racista y ha propugnado abiertamente la ejecución de miembros árabes de la Knéset [parlamento israelí] y que se arrojara a prisioneros palestinos al Mar Muerto. En una época llamó a que se bombardeara la represa de Asuán para castigar a Egipto por apoyar a los palestinos y apoyó una ley en la Knéset que hubiera exigido que todos los ciudadanos israelíes de origen árabe juraran lealtad al Estado judío o arriesgaran la expulsión. Es en sí revelador que sea ministro de exteriores de un país que pretende tener valores políticos democráticos de estilo occidental.

Todo representa una mezcla tóxica. Si EE.UU. se niega a cooperar en el bombardeo convencional de Irán, Israel podría llegar a aceptar el punto de vista de que el programa nuclear iraní sólo puede ser destruido utilizando armas nucleares. Tel Aviv, que controla su propio arsenal nuclear y los medios de hacer llegar las bombas a sus objetivos, podría lanzar un ataque semejante unilateralmente. Un Israel cada vez más aislado, dirigido por políticos reaccionarios e irracionales, influenciados por su propio sentido de superioridad racial, podría decidir que el riesgo vale la pena. Sería una decisión muy mala para Israel, Irán y para EE.UU.


Philip Giraldi, ex agente de la CIA, es editor colaborador de The American Conservative y miembro de American Conservative Defense Alliance.

ICH. Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

 

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