Irán frente al plan de Trump en el sur del Cáucaso


La disputa por el Corredor de Zangezur —un trazado de 43 km que conecta Azerbaiyán con su enclave azerí, Najicheván, en el sur de Armenia y con el mundo túrquico— puso de relieve la importancia estratégica del sur del Cáucaso. Este proyecto amenaza con reconfigurar el mapa de la región y es uno de los frentes más sensibles de la pugna entre el decadente orden unipolar y el emergente eje multipolar.
El 8 de agosto, Trump acogió una cumbre trilateral en Washington con el primer ministro armenio Nikol Pashinyan y el presidente azerbaiyano Ilham Aliyeven y anunció un entendimiento Armenia–Azerbaiyán que reempaqueta el proyecto del Corredor como la Ruta Trump para la Paz y la Prosperidad Internacional (TRIPP): una vía multimodal —carretera/ferrocarril, energía y fibra— que supone la soberanía y jurisdicción armenias, y la participación de un bloque empresarial con liderazgo estadounidense, para consolidar su presencia económica en este punto de integración euroasiática.
El “acuerdo” contempla la apertura de comunicaciones terrestres que conecten Azerbaiyán con su enclave azerí, a través de territorio armenio. No solo se trata de un gesto de reconciliación bilateral, sino de la cristalización de la disputa entre proyectos de orden mundial. EEUU busca convertir el Corredor de Zangezur en un canal estratégico bajo su influencia, debilitando el papel de Rusia y limitando la proyección de Irán.
Para Trump, el TRIPP funciona como palanca de fragmentación del espacio post-soviético y de cortocircuito del Corredor Internacional Norte-Sur (INSTC), una iniciativa geoeconómica del orden multipolar que conecta India con Rusia a través de Irán, utilizando una combinación de rutas marítimas, ferroviarias y terrestres. Con la implementación del TRIPP, EEUU busca desviar el tráfico comercial del Cáucaso Sur hacia Azerbaiyán, excluyendo a Irán y a Rusia.
También ataca la iniciativa de la Franja y Ruta China (BRI) que integra flujos de mercancías, energía y transporte bajo coordinación trilateral —Rusia-Irán-China—. La apertura de esta ruta bajo tutela occidental desvía el tránsito comercial y energético de los corredores tradicionales, y erosiona la capacidad de Rusia e Irán para fijar precios, controlar la seguridad de las rutas y proyectar influencia geopolítica en Asia Central y el Cáucaso.
El declive de la influencia occidental y la emergencia de un orden multipolar deja en evidencia que los intentos unilaterales de imponer rutas estratégicas sin consenso local generan conflictos prolongados y erosionan la estabilidad regional. Caso de esto es Armenia, históricamente bajo la seguridad de Rusia y con Irán como pulmón económico y de acceso al sur, llega a este debate tras la pérdida de Artsaj (Nagorno Karabaj) y el desalojo de 100.000 armenios, intentando diversificar vínculos con EEUU y la UE sin romper sus interdependencias previas.
En la segunda quincena de agosto, el viceministro de Asuntos Exteriores de Armenia, Vahan Gostanian, se reunió en Teherán con el Ministro de Relaciones Exteriores iraní, Seyed Abás Araghchi, para revisar el borrador de paz con Azerbaiyán y los proyectos de “desbloqueo” de rutas en el sur del Cáucaso.
Araghchi recordó la posición de la República Islámica de Irán de apoyar el establecimiento de la paz entre la República de Armenia y la República de Azerbaiyán, y sostuvo que no hay ningún plan para eliminar el bloqueo de las rutas de transporte que respete la integridad territorial y la soberanía nacional, y también los intereses y consideraciones de todos los países de la región.
En este marco, Teherán rechazó de forma constante cualquier proyecto que implicara modificación de fronteras o el ingreso de fuerzas militares de la OTAN y EEUU en su frontera norte, entendiendo que ello forma parte de un tablero geopolítico unipolar. En esa línea, Teherán expresó su preferencia por que los conflictos se resuelvan directamente entre los países de la zona, dentro del formato 3+3, sin injerencias de actores extra regionales.
Para Irán el acuerdo reciente resultó provocador, dado que se anunció apenas un mes y medio después del bombardeo de EEUU a sus instalaciones nucleares. Las autoridades iraníes advirtieron que cualquier intento de abrir corredores sin respeto a la soberanía y la seguridad regional se enfrentará a “líneas rojas” estrictas. De ahí la advertencia del principal asesor del Líder de la Revolución Islámica Jamenei, Alí Akbar Velayatí: “No será la carretera de Trump, será el cementerio de sus mercenarios” si se intenta militarizar la ruta bajo control extranjero.
Naciones de Asia Occidental articulan una resistencia contra el unipolarismo liderado por el Occidente —EEUU, la OTAN, Israel— y se reafirman como pivotes del mundo multipolar emergente. Alessandro Fanneti, responsable de América Latina y el Caribe en el Centro Italiano de Estudios de Eurasia y el Mediterráneo (CeSEM), afirmó: “la región hoy representa un ‘faro estratégico’ de esa transición, compuesta por países que definen su futuro sin la paternalista tutela occidental”, en la conferencia sobre el Mediterráneo Oriental y el Mar Negro llevada a cabo en Turquía.
Para Azerbaiyán, que ya logró superioridad militar y la integración de Artsaj (Nagorno-Karabaj), el corredor sería una continuidad territorial hacia Najicheván y Turquía, abarataría logística (menos dependencia de Georgia e Irán) y elevaría su peso como hub energético y digital del Corredor Medio. Además, incluir a Turquía en el Cáucaso Sur ampliaría el margen de maniobra con la UE y EEUU tal como subrayan los reportes sobre el paquete económico-político promovido por Washington.
Para Turquía, el proyecto TRIPP afianza el sueño panturquista que une territorios túrquicos desde Anatolia hasta Asia Central; pero también, abre la puerta a la hegemonía occidental en su patio trasero. El líder del Partido Patriótico Turco, Doğu Perinçek, advirtió que el corredor no es solo un trazado de transporte, sino un proyecto israelí-estadounidense que amenaza la seguridad de Turquía y de Irán.
Esto se debe a que EEUU e Israel ya mantienen una estrecha cooperación con Grecia y Chipre en el Mediterráneo oriental, donde se desarrollan ejercicios navales como “Noble Dina”, y a la creciente presencia militar estadounidense en el Egeo, el norte de Siria e Irak. En este contexto, la posibilidad de que Washington extienda su influencia al Cáucaso refuerza en Ankara la percepción de un cerco geopolítico.
La pugna por el Corredor de Zangezur refleja la fractura de la región entre un modelo unipolar centrado en Washington y la respuesta multipolar liderada por Irán, Rusia y China. La diplomacia armenia se mueve entre estas fuerzas, mientras Teherán dejó claro que cualquier intento de imponer corredores estratégicos sin su consentimiento podría alterar la estabilidad de todo el sur del Cáucaso.
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