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Colombia :: 12/02/2016

¿Realmente hay en Colombia un proceso de "paz"?

Julio Andrés Capey
Ssin la oposición de la guerrilla, la capacidad criminal de la oligarquía colombiana y sus paramilitares se verá fortalecida

El plan de paz que negocian el Estado colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) ha abierto un debate en torno a cómo será el futuro del país sudamericano una vez sellado el acuerdo. Y, aunque queda mucho por andar todavía para su concreción, la mayoría de las valoraciones que se realizan en este momento desde la izquierda son optimistas.

Para el lingüista y analista político estadounidense Noam Chomsky, por ejemplo, las señales que llegan de las negociaciones de paz que tienen lugar en Cuba son positivas.

En una entrevista concedida al diario La Jornada Chomsky matizaba, no obstante, sus valoraciones al respecto: "Colombia sigue siendo uno de los peores países para los defensores de derechos humanos, para líderes sindicales y otros".

En cualquier caso, para el profesor norteamericano, "la reducción del conflicto con las FARC sería un gran paso hacia adelante", por lo que "exhorta a la organización guerrillera a hacer todo lo posible para contribuir al proceso de paz".

Sin embargo, cuesta bastante imaginarse esta paz de la que tanto se habla, cuando ninguna de las causas que dieron lugar al surgimiento de las guerrillas colombianas ha cambiado esencialmente.

Recordemos que el detonante para el surgimiento de la FARC fue el Bogotazo, una insurrección en protesta por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, pero que su causa de fondo era la grave situación de miseria del campesinado, debido a la alta concentración de la tierra. La necesidad de realizar una profunda reforma agraria continúa siendo un asunto si resolver en Colombia.

Tampoco es posible asumir la proclamación de esta supuesta "paz", en abstracto, mientras la violencia estructural del estado, en sus formas más crudas, se mantiene incólume.

El país cursa un proceso de diálogos entre el Gobierno y la insurgencia… Sin embargo, en vez de amainar el ambiente de amenazas y atentados contra la integridad personal de los dirigentes populares, nos encontramos ante una verdadera oleada de terror, en diversas regiones del país y, específicamente, en la área del centro, del magdalena medio"- denunciaba a este respecto un comunicado de la Unión Sindical Obrera (USO), tras la muerte del sindicalista Carlos Alberto Pedraza Salcedo el año pasado.

En este contexto, ¿cómo considerar como un acontecimiento positivo el abandono de las armas por parte de las FARC?

Un análisis frío de las consecuencias de este desarme obliga a concluir que, sin la oposición de la guerrilla, la capacidad criminal de la oligarquía colombiana y sus paramilitares se verá fortalecida. Del mismo modo, la injerencia militar de los Estados Unidos en el país se desarrollará a partir de ese momento sin ninguna resistencia.

La semana pasada, los presidentes Obama y Santos, junto al ex presidente Andrés Pastrana, celebraban en Washington la firma de una segunda fase del llamado Plan Colombia que entra en una segunda fase.

Washington impulsó ese plan en 1999, presentándolo como "una estrategia global por la paz, para combatir el narcotráfico y para fortalecer los pilares de la democracia". Sus verdaderos objetivos, sin embargo, eran la intervención militar y la injerencia en la política económica colombiana para favorecer al capital transnacional. Especialmente, a las empresas estadounidenses que operan en los sectores extractivo y energético.

Los 10 mil millones de dólares con los que se ha financiado en estos últimos 15 años han servido también para reforzar el control geoestratégico de su "patio trasero", con la instalación de 7 bases norteamericanas en territorio colombiano. El "nuevo Plan Colombia" supondrá una inversión extra de 400 millones de dólares para 2017, que se sumarán a los fondos que ya están aprobados para el 2016.

¿Habría podido Colombia sin el apoyo y coordinación de las operaciones de inteligencia con Estados Unidos combatir los frentes guerrilleros y dar golpes mortales contra varios líderes de la FARC?

No vale la pena continuar señalando factores contrapuestos a la visión triunfalista sobre los acuerdos de "paz". La realidad es que, sin el logro de uno solo de los objetivos que explican el nacimiento de la guerrilla hace más de 50 años, hoy solo cabe hablar de una derrota de las FARC -que no significa traición -, cuyas causas aún están por analizar.

Una derrota que, además, podría tener un desenlace dramático, como enseña la historia reciente de Colombia y de la Unión Patriótica (UP), el movimiento surgido del proceso de negociación de la década de los 80 entre el gobierno de Belisario Betancur y la guerrilla.

En aquella ocasión, el Estado también se comprometió oficialmente a "garantizar plenamente los derechos políticos a los integrantes de la nueva formación", y prometió "una serie de reformas democráticas para el pleno ejercicio de las libertades civiles".

El genocidio político cometido contra los miembros de la Unión Patriótica y el posterior recrudecimiento de la violencia gubernamental y paramilitar constituyeron una dolorosísima lección que conviene no olvidar.

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