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Argentina :: 06/12/2006

Kirchner: ¿Un cambio de rumbo en la política exterior?

Sergio Zeta
Un aspecto clave de la política kirchnerista que ha hecho pié en las expectativas populares y le permitió acumular consenso, ha sido el de su política exterior, vista como opuesta a las "relaciones carnales" con EE.UU. que fueron la tónica durante los "90.

El rechazo al ALCA o la profundización de relaciones con la Venezuela bolivariana eran impensables durante el gobierno del caudillo riojano. Sin embargo, en el marco de un gobierno cuyo horizonte es la "reconstrucción de un capitalismo serio" y que aspira -como señaló Kichner en su reciente visita a Wall Street- "regresar al lugar que nunca debimos abandonar", las políticas soberanas encuentran muy pronto sus límites y las no tan antiguas relaciones carnales-que siguen perdurando aunque un tanto adaptadas a los nuevos tiempos- comienzan a mostrar ya sin afeites, su viejo rostro.

La orden de captura internacional librada por el juez federal Canicoba Corral contra altos funcionarios iraníes por el atentado a la AMIA -como lo venían reclamando Bush y el gobierno israelí- es la expresión cabal de un gobierno que no concibe otro mundo posible, más que el configurado por el dominio yanqui.

El gobierno tras la política de Bush y Olmert

La evidencia de que el dictamen tiene más que ver con la aceptación de los dictados de los Estados Unidos que con un hecho de justicia, es que entre los imputados hay ocho funcionarios iraníes y un dirigente libanés, pero ningún implicado en la conexión local. Se libran así del necesario castigo ex gobernantes, políticos, policías y miembros de los aparatos judicial y de seguridad que estuvieron relacionados con el atentado y su encubrimiento.

El fallo que incrimina a Irán y a Hezbollah -más allá de las no comprobadas conexiones que pudieran existir- sólo responde a las necesidades políticas del gobierno de los Estados Unidos y del lobby sionista de dicho país, que necesitan nuevos aires para su campaña contra Irán y su desarrollo nuclear. Ya Laura Guinsberg, presidenta de APEMIA, una de las organizaciones surgidas para luchar por el esclarecimiento de la masacre impune de la AMIA, venía afirmando en julio de este año que "en estos días se refuerzan las maniobras nacionales e internacionales que ponen al Estado argentino tras las políticas de Bush, Blair y Olmert".

Para la acusación, el fiscal no agregó nuevas pruebas a las ya rechazadas en su momento, incluso por la INTERPOL. Lo nuevo fue la visita del matrimonio Kirchner a los Estados Unidos en el mes de septiembre. Mientras el presidente hacía sonar la campanilla en la bolsa de Wall Street, la primera dama se entrevistaba con las principales organizaciones sionistas de ese país. "Sorprendentemente" a su regreso, el fiscal Nissman resolvió dar crédito a las viejas acusaciones basadas en documentación secreta de la CIA y el MOSSAD y retomó la vieja acusación formulada por el juez Galeano -quien fuera desplazado de la causa por corrupto- dando curso a la acusación contra los funcionarios iraníes.

Consecuentemente, APEMIA denunció que "el dictamen no avanza un milímetro en esclarecer nada". Pero nada de esto importa al gobierno ni a la justicia argentina que -repudiada en el 2001 por el pueblo movilizado y tras el lavado de cara kirchnerista- continúa demostrando su servilismo hacia los gobiernos de turno y a los intereses económicos y políticos de los poderosos.

Una soga para Bush y el militarismo imperialista

Parte importante del pueblo yanqui acompañó la ofensiva militar de su gobierno en Afganistán y el Golfo Pérsico, sin cuestionarse si el genocidio de más de 600 mil irakíes que ocasionó la ocupación era congruente con la alta misión de imponer la "democracia" en el mundo. El pavor causado por el atentado a las torres gemelas y la subsiguiente "campaña antiterrorista global", enmascaraban el verdadero objetivo de reorganizar políticamente el Medio Oriente y asegurarse una enorme reserva de petróleo. Miles de víctimas pasaron a ser "daños colaterales", entre una abrumadora campaña mediática.

Pero el apoyo derivó -tras el alto e inocultable costo en vidas y dólares que ocasionó la tenaz resistencia- en la derrota de Bush a manos del Partido Demócrata. El "progresismo" latinoamericano y mundial se ilusiona ahora con el fin del militarismo yanqui. Pero el imperialismo es mucho más serio y menos voluble que el "progresismo". Y sea con demócratas o republicanos, persistirá la influencia del complejo industrial militar en las decisiones de Washington, como seguirán asumiendo el derecho a decretar las reglas del llamado "orden"; todo con el objetivo de mantener una ofensiva que les garantice su supremacía mundial, tanto económica como militar.

La ofensiva militarista continuará, a no ser que sea derrotada por la resistencia en Medio Oriente y una tenaz y sistemática movilización mundial. Ello representa algunos de los temores del gobierno de Bush, que sabe que la pérdida de consenso que sufrió puede derivar en luchas y movilizaciones en su propio país, si continúan llegando bolsas con cadáveres.

Pero justo cuando la estrategia militarista va encontrando sus límites en el pantano irakí, con la creciente resistencia en Afganistán, por el revés israelí que no logró derrotar al Hezbollah, o en las fisuras abiertas de la coalición imperialista (el propio jefe del ejército británico reclamó el "urgente retiro de las tropas de Irak"), es que el "progresista" gobierno argentino le tira una soga y una nueva excusa para relanzar su ofensiva.

Seguramente satisfecha, una fuente del Departamento de Estado declaró que "para nosotros el fallo del juez es una prueba más de que Irán patrocina terroristas en el mundo. Por eso queremos impedir que ese país siga adelante con su programa nuclear". Y en igual sintonía, el primer ministro israelí Ehud Olmert, tras entrevistarse con George Bush, afirmó que no descartaba "la posibilidad de un ataque contra territorio iraní si Teherán no ponía fin a sus actividades de desarrollo nuclear".

No se trata de algo ajeno y lejano, ya que la "guerra global al terrorismo" decretada por los Estados Unidos nos incluye. Con el dictamen recobrará nuevos bríos la intención yanqui de intervenir en nuestro propio territorio, en la Triple Frontera, caracterizada por ellos como "polo de reunión de terroristas"... y no casualmente lugar estratégico por su proximidad a importantes recursos naturales como el acuífero Guaraní y el cercano Amazonas.

En similar y peligroso sentido, en el reciente mes de octubre tuvo lugar en Managua la "VII Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas", donde se planteó la revitalización de la nefasta y trágicamente conocida "Escuela de las Américas", en la que se entrenaron los militares genocidas de todo el continente, que lleva ahora el desconocido nombre de "Instituto de Cooperación para la Seguridad del Hemisferio Occidental". El enemigo a enfrentar ya no sería el "comunismo internacional" sino la amenaza del narcoterrorismo, de las pandillas juveniles o maras, y del "populismo radical" de Latinoamérica. Entre sus resoluciones figura también la de "estrechar la cooperación entre las naciones americanas y entre sus organizaciones de seguridad nacional, militar, policial y del aparato judicial". El juez federal Rodolfo Canicoba Corral, relevante miembro de éste último aparato citado, demostró que la lentitud para obedecer órdenes no es uno de sus vicios.

¿Independencia o sumisión?

Un Menem que se enorgullecía públicamente de ser el mejor alumno del FMI y de los Estados Unidos, hoy sería completamente inútil para torcer el rumbo de una América Latina que repudia al neoliberalismo que anidó en nuestra tierra. Por el contrario, discutir algunos aspectos no esenciales de la dominación -cómo lo hace Kirchner- resulta mucho más eficaz. Un reciente documento del Departamento de Estado así lo reconoce y elogia el "papel constructivo" del gobierno argentino en Venezuela y espera que "siga conteniendo a Chávez". Y el recién llegado embajador yanqui Earl Wayne no se quedó atrás y felicitó al gobierno por haber contribuido a "la gobernabilidad de Bolivia".

Poco a poco el gobierno se va sincerando, como lo hizo el ministro De Vido quien reunido con Wayne manifestó que "tenemos excelentes relaciones con Venezuela, pero está claro que tenemos proyectos políticos distintos con Chávez". Las relaciones con dicho país no apuntarían entonces a un proyecto de integración latinoamericano, sino a un mezquino y limitado objetivo de asegurarse el abastecimiento petrolero ante un escenario de crisis energética en nuestro país, y a tener un prestamista de última instancia que suplante al FMI.

El gobierno argentino no pretende ser parte de un nuevo proyecto continental de integración e independencia respecto a EE.UU., como sin embargo propagandizan publicaciones como Página 12, Le Monde, u otros de similar carácter "progresista". El dictamen judicial en la causa AMIA ya no permite ocultar lo que sin tapujos señaló Shannon, responsable yanqui para América Latina, que "Argentina y Brasil son el factor estabilizante en el equilibrio político de la región".

Poco a poco y con una eficaz y cuidada política comunicacional, el gobierno K va cumpliendo todas las tareas que el imperialismo le asignó: salió del default y concretó pagos millonarios de la deuda, saldó el total de la deuda con el FMI como dicho organismo venía exigiendo, renegocia las tarifas de los servicios públicos en un proceso que culminará tras las elecciones, y acaba de encomendar a la ministra Miceli el dar prioridad a un acuerdo con el Club de París, para pagar una deuda de 6.450 millones de dólares.

Todo eso mientras los hospitales no pueden funcionar y millones de argentinos permanecen bajo la línea de pobreza, en una descarnada constatación de que Argentina no se ha movido un ápice de las reglas impuestas por el capitalismo imperialista mundial. En este marco, los cambios en las alianzas gubernamentales, como lo indica el reciente despido de d’Elia, no señalaría un giro en la política exterior del gobierno, sino apenas un más probable agotamiento del doble discurso.

Al contrario de lo que sostiene Kirchner, que "sería muy importante que EE.UU. pose sus ojos en la región, podría ayudar muchísimo al crecimiento de nuestros países", nosotros creemos que, por contrario, debemos luchar porque quiten sus manos de nuestra región. El reciente dictamen judicial contra Irán en la causa AMIA es producto de una injerencia que no podemos permitir.

Pero tampoco el Estado argentino está interesado en ir hasta el fondo en lo sucedido, ya que su conocimiento público echaría luz sobre sus propias responsabilidades. Por ello acompañamos a APEMIA en su exigencia por "la inmediata apertura de los archivos secretos que Kirchner y sus socios internacionales mantienen en secreto". Y también creemos que no habrá esclarecimiento posible, dada la red de complicidades existente, sin la lucha por "una comisión independiente del Estado, compuesta por personalidades nacionales e internacionales, que juzgue y castigue las responsabilidades políticas y criminales del Estado argentino y sus socios internacionales", como exige esa misma organización de familiares víctimas del atentado.

No es la independencia sino la sumisión lo que define, en los temas esenciales, la relación del gobierno con el imperialismo. La lucha por el esclarecimiento del caso AMIA debería ser parte, entonces, de una estrategia de construcción y acumulación antiimperialistas que, definitivamente, no cuenta al gobierno argentino entre sus filas. Porque la solución a los dramas que nos aquejan no provendrá de una política que busca la mirada benévola del amo del norte, sino de una integración regional latinoamericana que sólo podrá gestarse consecuentemente desde la lucha de nuestros pueblos, construyendo su verdadero poder y organizaciones independientes.

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