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Medio Oriente :: 20/09/2018

La cucharadita de aceite de pescado y el vaso de leche de la UNRWA

Amira Hass
El marco protector que millones de palestinos recuerdan

El régimehn de Trump ha anunciado un brutal recorte de su aportación a la UNRWA, la organización de Naciones Unidas que ha prestado una asistencia imprescindible a los refugiados palestinos dentro y fuera de los Territorios Ocupados por Israel. Se trata de un castigo colectivo por la negativa de la Autoridad Palestina a someterse al "plan de paz" elaborado por EEUU e Israel y que debe sustituir al acuerdo marco de Oslo [y es aun peor que este]. En esta escalada de presiones, Trump ha anunciado tambien el recorte de 246 millones de dólares para los hospitales palestinos y el cierre de la representación de Palestina en Washington DC. El apoyo continuo a la labor humanitaria de UNWRA debe de ir acompaña de la denuncia del incumplimiento de Israel de sus responsabilidades, de acuerdo con el derecho internacional, como potencia ocupante de los territorios palestinos.

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Gazatíes en sus 50 años de edad todavía recuerdan, con una sonrisa y un poco de asco, el vaso de leche y la cucharada de aceite de pescado que tenían que beber cada mañana en las escuelas de la UNRWA. Como adultos, son capaces de comprender el marco de apoyo que proporcionó la UNRWA, y lo que aquella dosis diaria reflejaba.

Un residente del campo de refugiados Al-Shati, situado en la franja de Gaza, que estudió matemáticas en la universidad de Birzeit en Cisjordania en los años 80, confesó que la mitad de los estudiantes de su clase eran de Gaza, y muchos eran refugiados. “Esto es gracias al omega-3 del aceite que la UNRWA nos daba”, bromea.

Los hijos de los antiguos residentes de Gaza, que no son refugiados, envidian a los niños refugiados porque las escuelas de la UNRWA eran consideradas mejores que las del gobierno, e incluso proporcionaban cuadernos e instrumentos de escritura, como lápices de colores. Pero, aparentemente, la diferencia también proviene del mantra aspiracional de los refugiados. Después del trauma inmediato de perder su tierra y su propiedad, estos educaron a sus hijos en el mantra del espíritu: Estudia, porque ahora la educación es tu tierra.

Una buena educación temprana (en comparación con sus alrededores, tal y como un graduado del sistema de la UNRWA subrayó) era el servicio básico que la UNRWA proporcionaba y que todavía proporciona a los refugiados palestinos, junto con la asistencia sanitaria. La mayoría de los trabajadores de la UNRWA, unas 30.000 personas en varios países distintos, trabajan en estos dos departamentos. Cuando los residentes de los campos de refugiados tienen más oportunidades de empleo, tienen una menor necesidad de servicios como los paquetes de comida. Y cuando la UNRWA tiene que invertir en servicios de emergencia, se debilitan sus servicios fundamentales de educación y asistencia sanitaria.

Cada día, 526.000 estudiantes palestinos abandonan sus casas en los casi sesenta campos de refugiados de estas diversas tierras, y acuden a escuelas de características uniformes – puertas y alféizares pintados de turquesa, la bandera de la ONU, un par de árboles con los troncos encalados en el patio de recreo, fotografías de las tiendas de campaña de 1949 en las paredes –.

Estos rasgos uniformes se han mantenido durante cerca de siete décadas. Millones de niños palestinos se familiarizaron con la bandera azul de Naciones Unidas antes que con la de su país de acogida o incluso que con la de Palestina, y antes de que se encontraran con la Estrella de David, que aprendieron a odiar tan profundamente como símbolo de la violencia militar diaria.

El proceso arquitectónico espontaneo que estos campos experimentaron también es similar – de filas de tiendas de campaña con grifos y baños en las cercanías; filas menos organizadas de habitaciones alrededor de un patio interior, que robaban unos pocos centímetros de pasillo volviéndolos incluso más estrechos; los edificios de varios pisos que se erigieron en los años 90 para alojar a los hijos adultos. Esto fue posible gracias a los ahorros de los miembros de la familia que encontraron trabajos (en Gaza, Cisjordania y la Siria de antes de la guerra, mucho más que en Líbano).

Más allá del clan

Inicialmente, los campos de refugiados mantuvieron divisiones geográficas entre los pueblos originarios de donde los residentes habían sido expulsados, e incluso mantenían subdivisiones entre las familias extensas. Pero, con el tiempo y los matrimonios entre personas de distintos pueblos, estas divisiones se fueron borrando.

En una sociedad en la que, a día de hoy, se mantienen lazos de lealtad y lazos materiales con la familia extensa, los campos de refugiados crearon comunidades más modernas, porque ampliaron los límites de las lealtades sociales fundacionales más allá de los lazos de sangre – es decir, la familia y el clan – , hacia grupos más grandes de personas que experimentaban las mismas dificultades y tenían que arreglárselas con espacios bastante mas pequeños que los que ellos, o sus padres, habían tenido. La conciencia social y nacional de un destino compartido que va más allá del destino compartido de los miembros de la familia y los miembros del pueblo se reforzó allí, sin ninguna duda.

Esto sucedió incluso antes de que las organizaciones políticas palestinas se establecieran. Hasta que la Autoridad Palestina fue creada, estas organizaciones no solo eran un medio de resistencia a Israel y la ocupación, sino también un tipo de super-clanes que crearon sus lealtades internas propias y desarrollaron redes de ayuda mutua y de protección.

El dialecto palestino también se mantuvo en los campos, y los individuos de distintos pueblos y regiones incluso conservaron sus acentos únicos. Con el paso del tiempo, el acento palestino, en cada país de acogida, ha absorbido parte de la variedad única de árabe de cada país. No obstante, en estos países todavía es fácil reconocer a un palestino por su acento.

Algunos campos de refugiados experimentaron un proceso sociológico similar de absorción de personas pobres que no eran refugiadas. Esto sucedió en el campo Yarmouk de Damasco, antes de que la guerra civil lo destruyera, en varios campos de Líbano y en el campo Shoafat, en Jerusalén. Sin embargo, al mismo tiempo, todo aquel que podía abandonaba el campo.

Los residentes del campo Dehesheh, de Cisjordania, construyeron una ramificación de su campo al otro lado de la carretera, y hoy en día se trata de una comunidad separada, llamada Doha (su nombre deriva de la capital de Catar, que ayudó a financiar y comprar la tierra a los residentes de Beit Jala). Los campos Shabura y Jabaya de Gaza también tienen ramificaciones un poco más espaciosas. No obstante, los lazos y afectos hacia el campo – no menores que hacia el pueblo de origen – permanecen.

El marco uniforme proporcionado por la UNRWA a millones de palestinas en los campos de refugiados durante los últimos 70 años ha ayudado, indudablemente, a mantener estas afinidades. Pero, de no haber sido por la UNRWA, ¿se habrían asimilado los refugiados palestinos por completo en su ambiente (especialmente fuera de Palestina) y habrían olvidado que son palestinos, tal y como los propagandistas anti-UNRWA esperan o reivindican?

Hay cientos de miles de palestinos en América del Sur que no son refugiados (mayoritariamente emigrantes voluntarios) y que nunca vivieron en un campo de refugiados. Sin embargo, no han perdido su identidad palestina. Esta incluso se ha fortalecido entre la segunda y la tercera generación, junto con su conciencia política. Si no hablan árabe, están intentando aprenderlo ahora.

El colapso del sistema político tradicional

Sin la UNRWA, ¿no habrían mantenido los refugiados palestinos sus vínculos emocionales con sus pueblos y ciudades de origen? ¿No habrían hecho de esto la base de sus demandas políticas por el derecho al retorno?

Cualquiera que lo piense así está confundiendo el marco con el contexto. Incluso si los Estados Unidos e Israel consiguen destruir el marco, la UNRWA, este asalto político y material esta simplemente fortaleciendo los vínculos que unen a los palestinos unos con otros. Esto está sucediendo a pesar de, y en paralelo con, el colapso del sistema político tradicional de los últimos 60 años, que unificó a los palestinos dondequiera que vivieran, dentro y fuera de los campos de refugiados.

Los partidos que dan forma al OLP son, o inexistentes, o débiles, divididos y plagados de conflictos. El OLP en sí mismo ha perdido su virtud de ser una organización que nutría la identidad y la cultura palestina y que trató de crear un sistema de solidaridad social y económica. Se ha convertido en un fino armazón de burócratas envejecidos y anónimos y depende por completo de la Autoridad Palestina.

La AP, tal y como el presidente palestino Mahmoud Abbas ha admitido, cumple con su propósito de coordinarse junto a Israel en asuntos de seguridad. Es un proveedor de trabajos que finge ser un liderazgo político.

Hamas es incluso más débil a nivel financiero. Su imagen como un movimiento de resistencia solo la mantiene, principalmente, a los ojos de aquellos que no han experimentado los resultados de sus aventuras militares y sus engaños en su propia piel – es decir, gente que no vive en Gaza, pero sí en Cisjordania o en la diáspora.

En esta situación, el marco que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y el antiguo miembro del Knéset Laborista, Einat Wilf, quieren destruir, permanece tal y como ha sido durante 70 años – un estabilizador económico y, en cierta medida, social.

El presupuesto de la UNRWA es, en total, 1.200 millones de dólares. Su presupuesto general es de 567 millones, de los cuales, 450 millones van dirigidos a la educación y otros 400 millones forman parte del presupuesto de emergencia, del cual el 90 por ciento va dirigido a Gaza. Esta enorme suma refleja el estado de este minúsculo enclave costero, así como el impacto ruinoso de los asaltos israelíes, y peor, sus restricciones de movimiento e intercambio que han dejado a la mitad de la fuerza de trabajo en situación de desempleo. El resto del presupuesto de la UNRWA está asignado a varios proyectos (por ejemplo, en el campo Nahr al Bared de Líbano, o en lo que queda por reconstruir de Gaza).

Hace ocho meses, la primera vez que los Estados Unidos recortaron su aporte en 300 millones de dólares, el déficit presupuestario de la UNRWA fue de casi 500 millones. Con gran esfuerzo, y con la contribución, por primera vez, de 50 millones de dólares de países como Arabia Saudita, Catar y los Emiratos Árabes Unidos, el déficit ha disminuido a 270 millones.

La UNRWA ha tenido que recortar sus servicios de emergencia de forma inmediata, de los cuales, uno de los más importantes es el programa Cash for Work (dinero en efectivo por trabajo, literalmente), que proporciona puestos de trabajo temporal a gazatíes desempleados. Otros proyectos de emergencia también fueron suspendidos: el tratamiento psicológico para individuos traumatizados por los ataques israelíes; la ayuda para los beduínos en el Área C, una parte Cisjordania completamente bajo control israelí; ayuda para granjeros cuyas tierras y rentas están confinadas al otro lado de la barrera de separación; clínicas móviles. Lo que sí que continúa siendo financiado es la distribución de comida y productos sanitarios, como pañales, a un millón de gazatíes, una vez cada tres meses.

Debido a los recortes, la UNRWA no pudo renovar los contratos temporales de unos 160 trabajadores en Gaza. También redujo los salarios de varios cientos de personas empleadas en los proyectos de emergencia.

La gran pregunta es qué le sucederá al presupuesto de 2019, y si la UNRWA tendrá que recortar, o incluso cerrar, sus servicios de educación y sanidad.

Haaretz. Traducción: Félix Hernández Fernández para Sinpermiso

 

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