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Medio Oriente :: 07/09/2025

La flotilla a Gaza: Preguntas que los ciudadanos israelíes deben responder

Marcos Roitman Rosenmann
Me interrogo sobres las razones que pueden llevar a Israel, a una religión y a su gente a justificar el asesinato de miles de inocentes argumentando legítima defensa

Una flotilla con ayuda humanitaria se despide del puerto de Barcelona. Su destino, Gaza. Buscan romper el cerco impuesto por el régimen israelí a la entrada de ayuda humanitaria. Son el testimonio de un mundo incapaz de parar la sinrazón de quienes buscan exterminar al pueblo palestino. En esta ocasión, cuentan con el apoyo solidario de millones de gentes que observan su travesía. En la despedida, banderas palestinas y el reconocimiento a un acto de valentía, no exento de peligro. Conocen sus límites. No son héroes, son la conciencia viva de este planeta. Reclaman humanidad. Sólo humanidad. Tienen fe en el ser humano, no aceptan la derrota.

No es un barco. Son decenas. Otros se irán incorporando a medida que avance la travesía. En ellos viajan miembros de la sociedad civil. Su representación es amplia. Las y los tripulantes son actores, médicos, periodistas, luchadores medioambientales, defensores de los DDHH. Saben a lo que exponen. Y han sido instruidos.

Seguramente serán interceptados por la armada, la aviación y el ejército israelíes. Asimismo, son conocedores de las técnicas sofisticadas de torturas sicológicas practicadas por los servicios de inteligencia del Mossad. Sus medios de comunicación presentarán a la flota y a sus tripulantes como terroristas y una amenaza para la paz regional. Utilizarán adjetivos, les imputaran delitos y no pocos de ellos acabarán en sus cárceles.

Una vez detenidos, los gobiernos harán un paripé. Cónsules y embajadores pedirán clemencia a las autoridades israelíes. Y los ministros de Asuntos Exteriores abogarán por una pronta liberación. Igualmente, la derecha mundial, pro sionista, aprovechará para seguir alentando el genocidio. Mandará cartas de apoyo a Netanyahu y a su régimen y expresará su conformidad con el holocausto.

Si el final es tan previsible, ¿cuál es el sentido de realizar el viaje, sabiendo, además, que las medicinas, los alimentos transportados y el agua embotellada constituyen un muestrario de las necesidades y no la solución? Sin duda, el objetivo es desnudar las vergüenzas de un mundo comprometido con los crímenes de lesa humanidad. Es el momento para despertar conciencias. Sumar voluntades y forjar un movimiento mundial de solidaridad con Palestina.

La flotilla pone en jaque a todo un Estado. No se pueden saber el alcance ni las repercusiones de una protesta internacional. No es posible aventurarlo. Pero seguro, el miedo a concitar un rechazo cada vez mayor hará pensar a quienes se sienten seguros con el statu quo. El equilibrio puede romperse y suponer un vuelco.

Las mujeres y los hombres de bien mostrarán su repulsa y obligarán a los israelíes de a pié a pensar cuál es su rol en este holocausto. Ya no tienen excusas. Y es posible que les hagan reflexionar. Hacerse preguntas. Buscar en su interior una explicación al margen de los discursos oficiales.

¿Acaso los judíos, pero también los católicos que viven en Israel y todos los ciudadanos que habitan en sus fronteras y territorios ocupados han perdido la conciencia?, ¿Han extraviado la dignidad?, ¿Se han despojado de la condición humana? ¿Disfrutan con el sufrimiento ajeno de los y las niñas gazatíes que mueren por hambre? ¿ Están sordos a los gritos de hombres y mujeres pidiendo frenar el genocidio? ¿No escuchan a tantos en la comunidad internacional que reclama un alto el fuego?

¿Pueden ir al cine, pasear, ir de fiesta, acudir a eventos deportivos y seguir con sus vidas mientras el pueblo palestino es masacrado por sus fuerzas armadas? ¿Se puede no sentir vergüenza frente a tanta ignominia?, ¿Es posible mirar hacia otro lado mientras se mata a médicos, periodistas, fotógrafos y funcionarios de Naciones Unidas, se boicotea la acción de la Cruz Roja y se dispara a quienes buscan alimentos en las colas del hambre?

Me interrogo sobres las razones que pueden llevar a Israel, a una religión y a su gente a justificar la tortura y el asesinato de miles de inocentes argumentando legítima defensa. ¿Se trata acaso de mostrar al mundo la capacidad de infligir dolor, destruir una cultura y hacer enmudecer a los gazatíes? ¿Tiene sentido bombardear hospitales, escuelas, museos? ¿Estamos en presencia de un poder que se alimenta de muerte?

Pensar en Gaza como un resort turístico es la expresión máxima de la pérdida de principios éticos. El hecho de ser la solución planteada por Israel y EEUU, junto al traslado forzoso de los gazatíes a países fronterizos, debería ser suficiente para levantar la voz y llamar a la cordura. Reconocer los dos estados e imponer sanciones a Israel es un principio de justicia.

No hay nada que justifique en el siglo XXI una acción consciente destinada al asesinato de niños y niñas, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos asentada en el odio a un pueblo, el palestino, cuyo valor y resistencia, a pesar del llanto y la tristeza, expresa amor por la vida. Acosados, pero no humillados. Defender los DDHH en Palestina es responsabilidad de quienes forman parte de un mundo en el cual no debería haber lugar para genocidas, autócratas, tiranos, dictadores, oligarcas y plutócratas.

La Jornada

 

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