La manta corta


Desalojo del trabajo y de la vida
Fuerzas policiales desalojaron en estos días a 5.000 "manteros" del Parque Ejército de los Andes, en Villa Crespo, Buenos Aires. Los vendedores callejeros que exhiben sus mercaderías sobre una manta son desde siempre acusados de "competencia desleal" por los comerciantes de modalidades más formales. También se les reprocha traer suciedad al espacio público y dificultar el tránsito de los peatones por la zona respectiva.
Se les suele ofrecer "soluciones" laborales inviables, como que se reinstalen en zonas de escaso tránsito. Cuando la llave de su subsistencia es la venta "al paso" y por lo tanto necesitan que haya numerosos transeúntes.
Quienes habitan y/o trabajan en el espacio público son cada vez más. Y las modalidades para hacerlo se hacen más diversas con el paso del tiempo. Y se amplía el número de los "sobrevivientes" urbanos.
Además de los "manteros" hay "cartoneros", "trapitos" (cuidacoches), "limpiavidrios", vendedores ambulantes de lo que sea. También músicos callejeros, cantantes de rap, malabaristas. La supervivencia y el arte en sus diversas formas también suelen ser aliados en Argentina del siglo XXI.
Además cada vez son más numerosos quienes no acceden a ninguna de esas actividades, duermen en la calle, piden limosna, pasan las horas muertas acostados o sentados sobre las veredas. No tienen nada, los transeúntes los esquivan para no tropezarse con ellos. La marginalidad más completa los ha atrapado.
Son situaciones que devienen de la precarización del empleo; el deterioro de los ingresos, el empeoramiento constante de las condiciones de acceso a un techo, la falta de atención a las adicciones y a la salud mental
El poco recordado escritor Enrique González Tuñón (no confundir con Raúl, su hermano) retrató en Camas desde un peso el drama de quienes carecían de trabajo y vivienda hace casi un siglo. Allí cuando no podían siquiera pagar el "peso" de marras aparecía el guardíán o la policía para impedirles dormir en las plazas o en la calle.
Las condiciones de vida y trabajo en la sociedad capitalista y el modo en que ésta trata a quienes ella misma empobrece y excluye no han tenido un cambio sustantivo en un siglo. Se les quitan medios de sustento (las "mantas", por ejemplo), para luego penalizarlos por no tener trabajo o dónde vivir.
"Fisuras".
Ramiro Marra, hoy candidato a legislador porteño con el viejo sello de la Ucedé (derecha) ha hecho suya la guerra contra los marginados. Utiliza un término más bien propio de la jerga juvenil: "Fisuras". A quienes responden a ese término hay que "deportarlos" a la provincia de Buenos Aires si provienen de allí o someterlos a penas rigurosas. Para él son "peligrosos", desagradables, duermen en la calle, andan borrachos o drogados en el espacio público.
Se desmantela al hospital "Laura Bonaparte", que atiende a personas de bajos recursos con problemas de salud mental. Y al mismo tiempo aparecen dirigentes de la derecha como ahora Marra y antes el jefe de gobierno de la ciudad, Jorge Macri, que propician la expulsión o el castigo para quienes se supone pueden tener ese tipo de problemas.
El primo del expresidente denostó, ya en los comienzos de su gestión, a los indigentes que usaban los cajeros automáticos como "monoambiente" o "hacían sus necesidades" en las veredas.
El juego de tenazas es evidente. Al mismo tiempo que te desamparo te castigo porque quedaste desamparado. Al pobre, ni justicia. Se lo acusa de alcoholizarse o drogarse luego de haberlo conducido a una situación penosa. A la que es difícil encontrarle otro alivio mejor que el ficticio y pasajero que proporcionan las sustancias tóxicas.
Los de arriba y los de abajo
Nos encontramos frente a políticos conservadores o abiertamente reaccionarios que pregonan el odio de clase. El rechazo visceral hacia la pobreza, la "depuración" de la sociedad de "impurezas" desagradables y potencialmente peligrosas.
Ponen en palabra y acto políticas que los grandes empresarios aplauden, aunque no sean ellos quienes dan la cara más a menudo para defenderlas. No sólo se trata de millonarios. Son muchos los "vecinos decentes", desprovistos de riquezas que, preocupados por la preservación de sus espacios habituales, toman el efecto por causa. Y asimismo reclaman una "limpieza" de las calles.
Creen que la posesión de una vivienda y condiciones de vida y trabajo medianamente aceptables los pone en un lugar social amenazado por los pobres. No pueden y a veces no quieren percibir que la verdadera amenaza viene de arriba, de los ricos y poderosos que arrasan con todo.
De la política "anticasta" que esgrime el gobierno "libertario" de Javier Milei se pasa a una política de castas, con parias o "intocables" sin derecho a nada. Susceptibles de maltrato o segregación en cualquier momento. Es una sociedad productora de "otredades" supuestamente peligrosas. Todo se agrava si se es migrante, indígena o de piel oscura; si se vive en villas u otros barrios "sospechosos".
La situación empeora aún más para las personas o grupos que no pueden obtener su subsistencia por medio del "mercado". Tengamos en cuenta que el "mercado" es un espacio social cuyas reglas y límites son fijados desde arriba. A partir de las decisiones de quienes tienen ya el poder, tanto económico como político y cultural.
Mientras tanto el delito en vasta escala avanza en medio de complicidades "transversales". Desde las cúpulas judiciales y policiales hasta las dirigencias políticas que construyen poder en el borde de la legalidad o fuera de ella. Sin olvidar a los oscuros "financistas" cuyo dinero tiene orígenes turbios y destinos inclasificables. De allí viene la peor inseguridad; el asesinato como modo sistemático de redefinir las relaciones de poder, el enriquecimiento por vías que incluyen al crimen.
Habrá que despertar. Y apartarse del embrutecimiento que impone la búsqueda de enemigos hacia abajo. Y llama a estar a la defensiva permanente frente a los hundidos y humillados. Urge expandir la conciencia de que, en distintos grados y a través de diferentes modalidades, la gran mayoría de la sociedad somos víctimas del capitalismo. Allí está el enemigo principal. El que sólo puede ser derrotado por la acción colectiva y organizada. "Nadie se salva solo".