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Argentina :: 12/04/2022

Las carpas y los palacios

Daniel Campione
Para dirigentes ajenos a “Unidad piquetera” pero enfrentados al acuerdo con el FMI, como Grabois, se vuelve más difícil darle la espalda al reclamo

Mientras aumenta el padecimiento popular y crece la movilización, la dirigencia política dominante se atrinchera en un mundo propio, atento a perpetuarse en el poder y no a resolver los problemas. La construcción de una alternativa política es la asignatura pendiente.

El largo sendero de carpas sobre la Avenida 9 de Julio de Buenos Aires, encimadas una con la otra, durante la semana pasada, tal vez sea una imagen destinada a pervivir en la memoria colectiva. La magnitud de la movilización, la prestancia para permanecer durante días en el mismo lugar, hablan de necesidades urgentes y de voluntad de organización y de lucha.

Hasta los medios de comunicación predominantes tuvieron que distraer algunos minutos de su eterna queja por el “caos de tránsito” ocasionado por las movilizaciones, para destacar la magnitud y persistencia del “acampe”.

En ámbitos ajenos a la concentración pero que se precian de afinidad con la sensibilidad popular, hubo quien recordó aquello de “el subsuelo de la patria sublevado”, expresión de Raúl Scalabrini Ortiz para definir el 17 de octubre de 1945.

Entre las muchas diferencias entre los acontecimientos de 1945 y los actuales, una salta a la vista: No se invoca hoy ningún liderazgo por fuera del movimiento. Predomina el rechazo, el hartazgo ante una situación insostenible. Y la esperanza y la impaciencia porque advenga una realidad distinta.

Entre las demandas de esta movilización está la de mejorar la calidad de los alimentos que se les dan a los comedores. Algo tan elemental como el acceso a comida con mayor valor nutricional es llevado a dirimirse en la escena callejera. Un signo elocuente de la profundidad de la crisis.

Llamó la atención la visita del dirigente del Movimiento de Trabajadores Excluidos, Juan Grabois, para solidarizarse con el “acampe”. Gesto acompañado por una profesión de fe en cuanto a la identificación del dirigente con el Frente de Todos (Fdt). La ductilidad para hacer las veces de gobierno y oposición al mismo tiempo, tradicional en la dirigencia peronista, parece estar tensada al límite.

Ocurre que para dirigentes ajenos a “Unidad piquetera” pero enfrentados al acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), como Grabois, se vuelve más difícil darle la espalda al reclamo. Que va contra una política de no incorporación de nuevos planes, anunciada hace ya semanas por el ministro Juan Zabaleta. Tal postura negativa del titular de Desarrollo Social parece hecha a la medida de las exigencias de austeridad del organismo internacional.

Desde el poder político, una vez terminada la movilización, bajaron manifestaciones en tono de advertencia. “Basta de extorsionar a los argentinos”, dijo en una entrevista el ministro de Desarrollo Social nacional. “Estamos decididos a no permitir que esa foto vuelva a suceder…” afirmó Marcelo D’Alesandro, ministro de Justicia y Seguridad porteño.

Cabría responder que el verdadero “apriete” proviene de las deterioradas condiciones de vida y de trabajo y la “foto” que no debiera repetirse es la de funcionarios con un enfoque represivo de la protesta social.

La visión del poder acerca de una realidad oscura.

El ministro de Producción Matías Kulfas celebró en estos días, es cierto que en tono sobrio, el descenso de la tasa de desempleo, así como el del nivel de pobreza anunciado poco después. En cuanto a la disminución de la desocupación su contracara es que la mayoría de los puestos de trabajo creado han sido precarios.

En lo que respecta a la baja de tres puntos de la pobreza, la acotación obligada es que se trata de cifras de diciembre de 2021, antes del cimbronazo inflacionario del primer trimestre del corriente año, cuyos efectos serán sin duda empobrecedores.

Unidas ambas cifras a un crecimiento económico que superó el 10% a lo largo de 2021, le sirvieron al economista a cargo del ministerio de Producción para suscribir una visión optimista, que no parece tener muchos adeptos, ni siquiera dentro del oficialismo.

En cuanto a los comentarios oficiales acerca de que, en algunos gremios, los salarios de convenio le “ganaron” a la inflación caben observaciones similares. Los sueldos perdieron un 20% de su poder adquisitivo en los años de gobierno de Mauricio Macri y de esa pérdida casi nada se ha recuperado.

Las proyecciones inflacionarias para el mes de marzo se incrementan día a día. Ya se habla de un índice de más del 6%. Tal vez haya quien especule con dejar correr previsiones muy elevadas para después manifestar “alivio” si el número final no resulta tan alto. Lo seguro es que el poder adquisitivo de los ingresos populares disminuye día a día.

Los grandes sindicatos se reunieron con los industriales de la Unión Industrial Argentina, bajo la mirada del presidente de la Nación. Lo más rancio de la burocracia sindical sigue imperturbable en el camino del sometimiento estructural a las patronales. Y del oficialismo perpetuo en el plano político. Como corresponde a esos roles, apoyan a priori los “sacrificios” que pueda acarrear el sostenimiento del pacto con el Fondo.

Se habló allí de “acuerdo de precios y salarios”, algo que a esta altura resuena como un eufemismo. Sólo apto para disimular la impotencia frente a la inflación de parte de gobierno y sindicalistas. Mientras, los empresarios hacen su agosto con los incrementos de precios.

Esta búsqueda de “consenso” puede ser percibida como manifestación de cierto tic ideológico: La idea de que la vida social no está atravesada por antagonismos y que por consiguiente la conciliación y el diálogo son la solución universal, una vez superados ciertos prejuicios y malentendidos. Quienes ganan unos pocos miles de pesos al mes y los que facturan millones de dólares en el mismo lapso, deberían llegar a un “diálogo franco” y encontrar fácil los puntos en común.

Por fuera de ese escenario se nota movedizos para hacer declaraciones críticas a quienes apuestan a preservarse tras posiciones menos pasivas, en los límites de un sindicalismo afín al FdT. Constituyen algunos ejemplos Pablo Moyano, Hugo Yasky y Sergio Palazzo. Por ahora son sólo gestos, no concretas medidas de lucha.

Y no hay que subvalorar el hecho de que uno de los “rancios” más gravitantes, Antonio Caló, haya perdido la conducción de la Unión Obrera Metalúrgica frente a Abel Furlan, otro histórico del gremio. Los vínculos estrechos de este último incluyen a lxs Kirchner.

Algo se mueve bajo los pies de una dirigencia sindical sumisa hacia todos los factores de poder. Aún lxs trabajadores que están bajo convenio y cuentan con protección social ven afectadas sus condiciones de vida y de trabajo.

El 2 de abril hubo dos actos diferentes, uno encabezado por el presidente (en el que estaba Sergio Massa) y otro convocado por la vicepresidenta (en el que también estaba Massa). La bifurcación del recordatorio de la guerra de Malvinas es sólo un indicador más de la profundidad del quiebre entre Alberto Fernández y Cristina Fernández.

Allí se habló de la reivindicación de soberanía, se ventilaron algunas rencillas en los pasillos del poder y se dio la espalda a los problemas de la mayoría de las argentinas y argentinos.

La respuesta desde abajo.

Las palabras y las fotos de los altos funcionarios no corresponden al mismo plano de la realidad que las imágenes del “acampe”. Se aproximan en el tiempo, pero se distancian de modo irreparable en su significado.

De un lado, se trata de padecimientos que vienen de arrastre y van en aumento. El empleo que se crea es precario, la inflación es creciente, no se agregan planes y el alimento de los comedores es deficiente.

Lo que transcurre en la esfera oficial habla en cambio un lenguaje intraducible a las necesidades y demandas populares: “Posicionarse”, “aumentar el nivel de conocimiento”, “perfilar mejor las candidaturas”, “ordenarse mediante las PASO” y un largo etcétera.

Nada que conecte con los sufrimientos populares. Ni con la sombría perspectiva de un país que parece hundirse mientras sólo una pequeña minoría no sólo queda a flote, sino que aumenta sus ganancias y patrimonio. Los políticos del sistema parecen hablar sólo para sí mismos. Nadie que no habite alguno de los “micromundos” de las elites políticas se siente involucrado en los problemas que a ellos los atormentan.

Un politólogo de frecuente presencia en los medios afirmó hace unos días: “Los políticos están trabajando para Milei”. Cabe reconocer que la “antipolítica” crece por derecha con el impulso que le da el hastío hacia la dirigencia. La misma que, de modo cada vez más evidente, se dedica a su propia “agenda”. Sin visualizar del todo lo angustiante de la situación de la población. O tal vez acostumbrada a su propia incapacidad para darle soluciones.

Hoy se impone la tarea de construir en común y desde abajo una respuesta contrapuesta al posibilismo chato de “es lo que hay”. Y, por supuesto, antagónica con el insulto superficial contra el sistema de los “libertarios”. Que en dirección oblicua apunta al dominio absoluto del capital, ya sin incómodas mediaciones “políticas”.

Se trata de seguir con el desarrollo del trabajo cotidiano en los barrios, en los lugares de trabajo, en los espacios de las múltiples militancias. Y asimismo es momento de pensar en alternativas, en un programa distinto para la sociedad argentina. Y en el modo de llevarlo a la realidad.

Es oportunidad también de asumir a pleno la necesidad de “hacer política”. Por supuesto “otra política”, desde la independencia popular y no a partir del sometimiento. En base a la autoorganización y la autogestión. En el fragor de la calle y no detrás de las ventanas entornadas de los despachos.

Se requiere convertir la diversidad en riqueza, no en dispersión. Y orientar el debate a una estrategia propia. Los tiempos oscuros pueden volverse luminosos: Se trata de encontrar el cómo y de aproximarse al cuándo.

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