Los generales colombianos van a terminar combatiendo contra una ilusión: la derrota militar del pueblo en armas

De vez en cuando aparece por los medios algún subalterno del gringo Banz Craddock con partes mustios sobre el "Plan Patriota" que alborotan interrogantes.

Esta vez el turno le correspondió al general Carlos Alberto Fracica, comandante de la poderosa Fuerza de Tarea Omega en el sur. Dijo el general que habían copado un economato, es decir una caleta con víveres.

¡Veinte mil hombres, decenas de helicópteros y aviones, asesores gringos y satélites, para un triste partecillo!

Al Cesar lo que es del Cesar: el "Plan Patriota" ha sido muy eficaz para desmantelar economatos en las profundidades de la selva, pero ¿Y la guerrilla?

El objetivo supremo es quebrantar la voluntad de lucha de la guerrilla dando de baja a algún miembro del Secretariado. Por eso quieren matar a Manuel. Siempre lo han querido matar. Es más: el país perdió la cuenta de cuántas veces lo han matado: que fue a morir a los pies de una gran ceiba, montaña adentro que murió picado por las congas, picado por las balas La verdad es que Manuel ya no muere, así lo maten.

Por eso el avance en masa de divisiones militares en la selva rebuscándolo (último grito en guerra contrainsurgente de los estrategas del Pentágono), por eso su mortífero poder de fuego, las bombas de no se cuántas libras que hacen temblar la tierra, los aparatos que ronroneando surcan los cielos, los satélites que lo escudriñan todo y nada. Ningún resultado.

Si las FARC contaran con la mitad de la máquina de guerra confiada al general Fracica ya se habrían tomado el poder y estaríamos todos levantando la paz sobre la sólida roca de la justicia social, la democracia verdadera, la soberanía del pueblo y la independencia.

¿Incapaz el general? No. Es que no tiene razón. Su guerra no es justa porque es una guerra contra el pueblo, basada en la mentira, y para completar, con el repugnante ingrediente antipatriótico de la intervención militar del gobierno de los Estados Unidos para asegurar su predominio colonial.

Al general Reynaldo Castellanos, después de Cundinamarca, lo mandaron al Caquetá y nada. Luego lo designaron comandante del ejército y nada. Y ahora se fue a la Uribe a dirigir personalmente la Operación Emperador y nada. Nada.

Es el desgaste. Como ocurrió con otros tantos generales, estos van a terminar sorprendidos por el ocaso combatiendo contra una ilusión: la derrota militar del pueblo en armas.

Muchos oficiales deben estar experimentando nauseas por la degradación y utilización que se está hacienda de ellos como cipayos de un imperio perverso.

La más reciente proclama de las FARC a los militares es necesaria para rematar esta nota:

"Hermanos del ejército: Uribe es la desgracia de la guerra para Colombia. Corresponde a los combatientes enfrentados en el campo de batalla, y no a los halcones de club social, buscarle una salida a la confrontación que nadie quiere a perpetuidad. La paz no brotará jamás del estallido de las bombas estadounidenses ni de sus satélites espías. La paz germinará con la siembra de justicia social, democracia y dignidad, con cambios de las injustas estructuras que agobian a los colombianos. Queremos explorar con ustedes todas las posibilidades de paz, que es el clamor de la nación. Ustedes, el ejército institucional, y nosotros, el ejército del pueblo, tenemos en el pensamiento de Bolívar, en su programa de revolución y libertad, un puente para abrazarnos en hermandad y planear el futuro de paz y de progreso de Colombia y Nuestra América".

ante del Secretariado de las FARC
Fuente: ANNCOL