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Europa :: 05/08/2019

No es posible comprender el marxismo sin la obra de Engels

Raúl Antonio Capote

El 5 de agosto de 1895 en Londres, Inglaterra, la humanidad perdió a uno de sus más preclaros pensadores, Federico Engels (1820-1895). Este hombre genial y humilde, de alma inquieta, fue un revolucionario inclaudicable, conocedor profundo de la miseria que el capitalismo genera, un estudioso de la sociedad de la época.

En Inglaterra, donde permaneció por largos años, pudo ver de cerca las condiciones infrahumanas de los obreros y su sensibilidad especial le hizo sentir cada sufrimiento de esos hombres, mujeres y niños que trabajaban largas horas por un salario de hambre.

En ese periodo de su vida en Inglaterra tuvo gran contacto con los obreros fabriles, lo cual influyó en la formación de sus ideas políticas, sociales y filosóficas.

Engels escribió para el periódico alemán La Gaceta de Rhin y en la revista Anales franco-alemanes publicó a comienzos de 1843 el trabajo Esbozo de una crítica de la economía política, en el que criticó el modo capitalista de producción y la economía política burguesa.

En esta obra analizaba las contradicciones económicas y las crisis sociales europeas, utilizando su conocimiento de las teorías filosóficas alemanas, el concepto de alienación de Feuerbach, y su experiencia de la vida obrera de Manchester.

SIEMPRE SEGUIRÉ SUS HUELLAS

A Carlos Marx lo conoció en 1842 y entre ambos intelectuales alemanes comenzó una gran amistad y colaboración. Años más tarde, Lenin se refirió a la ayuda que, en todos los órdenes, le brindó Engels a Marx:

«Las estrecheces llegaron a abrumar de un modo verdaderamente asfixiante a Marx y su familia; a no ser por la constante y altruista ayuda económica de Engels, Marx no solo no habría podido llevar a término El Capital, sino que habría sucumbido fatalmente bajo el peso de la miseria».

Además de colaborar junto a Carlos Marx en La sagrada familia; La ideología alemana y el Manifiesto Comunista, Engels es autor, entre varias obras imperecederas del Anti-Duhring; de El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado; de Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, de El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre y de la Dialéctica de la Naturaleza.

La amistad con Marx duró 40 años de estrecha colaboración. Engels aparecía como un miembro más de la familia en casa de Marx, cuyas hijas le llamaban «El General» o «secretario general».

En una carta personal, Carlos Marx le dice a su viejo compañero de luchas e ideas que siempre seguirá sus huellas y Engels, en una frase incluida en una carta personal a Conrad Schmidt, escribe: «en vida de Marx siempre toqué como segundo violín», lo que es apenas una muestra de la amistad y la sencillez de estos extraordinarios hombres.

UNA GIGANTESCA OBRA

La labor de Engels es clave en la lucha por la reivindicación de la clase obrera y trabajadora. Con anterioridad a Engels muchos investigaron y denunciaron los padecimientos del proletariado, pero él fue el primero en afirmar que el proletariado no solo constituye una clase explotada, sino que precisamente la miserable situación económica en que se encuentra lo impulsa hacia adelante y lo obliga a luchar por su emancipación definitiva.

Engels realizó un ciclópeo trabajo en los tomos II y III de El Capital y la muerte no le permitió concluir el tomo IV. Su inmensa obra indaga en cada rincón oscuro de la sociedad humana de la época y sostiene un diálogo intenso con el futuro. Desnuda las miserias, discute, pone en orden y alumbra el sendero.

«No es posible comprender el marxismo ni es posible exponerlo coherentemente sin tener en cuenta todas las obras de Engels», dijo Vladimir Ilich Lenin.

No menos importante fue su lucha por explicar cada elemento de la obra aportada, aclarar cada confusión que comenzaba a crecer entre los círculos marxistas. En carta a José Bloch, doctor en Filosofía y periodista austriaco, el 21 de septiembre de 1890, Engels puntualiza: «Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda (…). De otro modo, aplicar la teoría a una época histórica cualquiera sería más fácil que resolver una simple ecuación de primer grado».

El destacado revolucionario enfatiza en la necesidad de tener en cuenta «las condiciones políticas, y hasta la tradición, que merodea como un duende en las cabezas de los hombres».

A las once y media de la noche del 5 de agosto de 1895, producto de un cáncer de esófago, murió. El funeral se realizó cinco días después, el 10 de agosto, en la sala de espera de la estación ferroviaria de Waterloo, Westminster Bridge.

El féretro, cubierto de coronas y flores, fue conducido en un tren especial hacia el crematorio de Woking. El 27 de agosto de 1895, cumpliendo su última voluntad, en las cercanías de Eastbourne, aproximadamente a cinco millas marinas de la costa, fueron lanzadas sus cenizas al mar por Eleanor Marx (hija de Karl Marx), Edward Aveling (biólogo destacado), Eduard Bernstein (político alemán de origen judío) y Friedrich Lessner (miembro de la Liga de los Comunistas que participó en la revolución de 1848 en Alemania).

 

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