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Chile :: 30/08/2023

Fascismo e ilusiones "nunca más"

Alex Fuentes
A 50 años del 11S :: Cuando Allende instó a los trabajadores a confiar en las fuerzas armadas y no en su propia organización, cavó su propia tumba

Ha pasado medio siglo desde que el fatídico golpe militar del 11 de septiembre de 1973 pulverizó las esperanzas de millones de gente que anhelaban una sociedad socialista. Salvador Allende había sido proclamado presidente de Chile en 1970 y fue un hecho histórico. Nunca antes un "marxista" había sido elegido presidente mediante elecciones generales. En el reportaje televisivo "Året var 1973" (“Era el año 1973”), el periodista y escritor sueco Janne Sandkvist describe la toma de posesión del presidente como un "momento mágico".

La historia contuvo la respiración cuando los antagonismos de clase se manifestaron en confrontaciones callejeras y la política se polarizó más allá de cualquier posible solución tranzada. "Eran tales las contradicciones... y el odio creció, el odio se volvió finalmente incontrolable", según Sandkvist quien a su manera describe momentos de la lucha de clases cuando unos pocos hablaban de libertad, pero forjaban vínculos ocultos consiguiendo con ello una ventaja superior sobre la mayoría. Olof Palme, el primer ministro sueco de esa época, pronunció un discurso despues del golpe militar: "Salvador Allende está muerto, fue derrocado violentamente por las fuerzas de la derecha. Él fue un presidente elegido por la voluntad popular, llegó al poder a través de una elección democrática, justamente por eso él se convirtió en un peligro". Ésa fue la interpretación que hizo Olof Palme.

La década de 1960 se había caracterizado por la Guerra Fría. El Muro de Berlín se construyó en 1961, la invasión estadounidense a Cuba en el mismo año terminó en un fiasco y el mundo estuvo muy cerca de una guerra nuclear, las bombas de guerra de EE.UU sobre Vietnam fueron un genocidio, Israel salió victorioso de la “Guerra de los Seis Días” y Martin Luther King, JF Kennedy y el Che Guevara fueron asesinados durante esa década. Estados Unidos intentó sofocar el descontento popular en América Latina, pero su fracaso allanó el camino para el arribo, cuando entre otras cosas el Frente Popular asume el gobierno de Chile en 1970.

Después de la Segunda guerra mundial las grandes potencias se dividieron el mundo entre ellas. Los Estados Unidos de Richard Nixon veía a Chile como parte de su "patio trasero" en América Latina y exigió que a la economía chilena había que hacerla "chillar". La mera existencia del Frente Popular podría crear una dinámica política a la que la clase dominante le tenía pavor. El mensaje fue claro: Chile no debe convertirse en otra Cuba. Incluso antes de que Allende asumiera la presidencia el comandante en jefe del ejército, René Schneider, fue asesinado por un grupo de fascistas que recibieron apoyo material de la CIA. El atentado se debió a que Schneider había declarado que estaba dispuesto a que el ejército respetara la Constitución entonces vigente, lo que significaba que a Allende se le permitiría ser instalado como presidente elegido por el pueblo si así lo confirmaba el Congreso Nacional.

El gobierno del Frente Popular llevó a cabo reformas muy importantes, entre ellas una "chilenización" de la industria del cobre, que era propiedad de empresas norteamericanas. Desde el primer día el gobierno de Allende fue sometido a un bloqueo económico por parte de organismos internacionales al mismo tiempo que la clase propietaria nacional comenzaba a obstaculizar todo lo que se interponía en su camino. El mayor periódico de la derecha conservadora del país, El Mercurio, y los partidos burgueses recibieron importantes cantidades de dólares por parte de la CIA para difundir el anticomunismo. Los jueces de la Corte Suprema hicieron causa común con los patrones y los grandes terratenientes al mismo tiempo que la derecha gozaba en ese momento de una mayoría parlamentaria en el Congreso. El año 1971 puede verse como el año en el que las antagónicas clases sociales se tomaron el pulso entre sí, pero posteriormente el desarrollo de los acontecimientos entre los ricos y los desfavorecidos continuó su marcha esencialmente en dos direcciones opuestas. Había estallado un enfrentamiento de clases y todos los sectores de la sociedad se vieron involucrados.

Chile se encontraba en medio de un torbellino de profundos cambios, un período de polarización sin precedentes se extendía a lo largo de todo el país. La economía capitalista estaba en crisis y la clase propietaria pasó a la ofensiva, los dueños de establecimientos comerciales comenzaron con un acaparamiento desenfrenado y se comenzó a especular en el mercado negro. La burguesía estaba furiosa y se movilizó mediante tentáculos económicos y políticos.

En el año 1972 se aceleraron las contradicciones, los jóvenes socialistas se aceraron en combates y enfrentamientos con los fascistas en las calles. Una creciente conciencia de clase surgió entre amplios sectores de trabajadores, esa conciencia se formaba en forma paralela a las conspiraciones que la derecha había puesto en marcha. La mano tendida por Allende a la oposición fue completamente ignorada por un cohesionado frente de derechas cada vez más agresivo. La derecha buscaba la total capitulación del gobierno y el gobierno de Allende comenzó a retroceder paso a paso. La clase trabajadora presintió que batirse en retirada no traía nada bueno consigo por lo que trabajadores comenzaron a ocupar las fábricas y las pusieron bajo control obrero. Eran cada vez más los que comenzaron a darse cuenta de que una confrontación decisiva era inevitable, especialmente al interior de la izquierda radical. El Partido Comunista quería por su parte "impedir una guerra civil", pero la latente guerra civil en curso sólo podía detenerse desarmando a los grupos paramilitares fascistas y a los golpistas dentro del ejército, pero Allende no tenía en consideración ese tipo planes y hacía constantemente referencia al respeto a la Constitución. La derecha se aprovechó de ello.

Había llegado el momento de la contrarrevolución. Principalmente en la primera mitad de 1973 y hasta el golpe militar, todos experimentaban que la democracia liberal burguesa era como un cascarón vacío. La "situación prerrevolucionaria" se transformó el 11 de septiembre de 1973 en una sangrienta contrarrevolución.

"Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen… ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos". El dramático discurso final de Allende desde el palacio presidencial salió al aire y fue transmitido por la única estación de radio que la fuerza aérea aún no había alcanzado a bombardear. El palacio presidencial estaba parcialmente demolido y en llamas. Fue un bombardeo nunca antes visto en el país. Frente a esa situación Allende cumplió su promesa, se negó a renunciar y resistió combatiendo con un fusil que había recibido de Fidel Castro. Heroico, pero los trabajadores tuvieron que pagar un altísimo precio cuando se hicieron añicos las ilusiones sobre la imparcialidad del Estado y el supuesto patriotismo de los militares que se habían propagado durante tanto tiempo.

Allende fue asesinado durante el ataque militar al palacio presidencial y Chile cayó en manos de una dictadura manchada de sangre. Los Estados Unidos de Nixon y la burguesía nacional habían determinado la orientación; el dictador Pinochet y sus psicópatas harían el resto. La violencia del Estado se manifestó con un decidido apoyo al horror. Los nacionalsocialistas alemanes que habían formado parte de la Wehrmacht o las Waffen-SS se unieron al escuadrón de la muerte de la DINA del propio Pinochet. La junta militar inició una caza masiva de los partidarios del gobierno derrocado, hasta 1976 destinó todas sus fuerzas en exterminar a los militantes de la izquierda radical. Luego continuaron las matanzas y los crímenes de la dictadura se llevaron a cabo en forma ilimitada.

¿Es efectivo que la derecha vio a Allende como “peligroso” porque fue elegido democráticamente, de tal manera que los generales se vieron obligados a derrocarlo, como dijo Olof Palme en su discurso después del golpe militar? Los mil días de gobierno del Frente Popular conllevaron una polarización y radicalización que abrió la posibilidad de dos salidas. O el inicio de la construcción de una sociedad socialista o la "vía chilena" - es decir las concesiones a los militares y a los estratos sociales de la burguesía - que podría terminar en tragedia.

La política es intrínseca al poder y la cuestión del poder siempre sigue su propia lógica. Los arquitectos del Frente Popular confundieron los taburetes del gobierno con el poder real y lo que está asociado al estado propiamente tal. Como consecuencia de la intensificación de la lucha de clases la burguesía dominante abandonó todas las reglas del juego democrático y apostó por el golpe militar para detener el proceso de transformaciones y preservar su poder. Al mismo tiempo habían surgido desde abajo varios tipos de órganos de poder popular, disputaban el poder institucionalizado en manos de las clases dominantes. El poder popular en forma de cordones industriales, así como la participación y el sustento directo por parte de los trabajadores, fueron algunas de las cuestiones que llenaron de terror a la burguesía. Esta dinámica revolucionaria, desde la perspectiva desde abajo hacia arriba de los trabajadores con conciencia de clase y movilizados junto al pueblo oprimido, fue el motivo fundamental del golpe militar. Este creciente poder popular era el apoyo más importante con el que Allende podía contar, pero en lugar de desarmar a los enemigos de la democracia y confiar en la autodefensa del poder popular, Allende confió en la Constitución a la que la burguesía decidió ignorar por completo.

Cuando Allende instó a los trabajadores a confiar en las fuerzas armadas y no en su propia organización, cavó su propia tumba. La clase dominante vio con sus propios ojos que el gobierno estaba colgando en el aire, de un hilo frágil, por lo que apuntaron sobre el poder popular de los trabajadores y el golpe militar de 1973 terminó así en los libros de historia. "Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición", dijo Allende mientras los aviones atacaban y bombardeaban el palacio presidencial. Pero los generales no fueron cobardes ni tampoco violaron la lealtad hacia su propia clase. Pinochet fue el que menos traicionó a la clase social que se encargó de convertirlo en el perro guardián anticomunista del Estado.

El triunfo a largo plazo de la dictadura consistió en borrar la histórica conciencia de clase de los trabajadores, su alma. "Nunca más", se ha dicho en innumerables ocasiones después de guerras y catástrofes, y también después de esta tragedia política. Lo de "nunca más" puede repetirse muchas veces, pero si no sólo nos limitamos a los sentimientos, si se toman verdaderamente en serio esas palabras, la izquierda "nunca más" debe albergar ilusiones o dejarse cegar por la ilusión de que la violencia militar del Estado es algo neutral que está por encima de las clases sociales. De lo contrario será nuevamente fatídico cuando los privilegios de quienes tienen el poder vuelvan a ser amenazados.

En la convicción de que otra sociedad es posible, sólo podemos confiar en el poder unificado de los trabajadores y sus aliados. Con esta convicción intransigente es posible ganar el apoyo de las mayorías.

Si queremos extraer la lección política más importante del proceso revolucionario chileno de 1970-1973, con la consecuencia del desastroso epílogo del golpe militar, debemos decir de una vez y para siempre adiós al mundo de las ilusiones.

Publicado en el periódico sueco Internationalen nr 35, 2023.
Traducción del sueco al castellano para La Haine

 

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