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Europa :: 31/12/2019

Postal desde París

James Graham
De golpe, las conversaciones entre el gobierno y los sindicatos del transporte se rompieron, el primer ministro logró poner a todos en su contra

Esa fue la semana que fue.

“¡Llevamos más de dos años oyendo hablar de la reforma de las pensiones! Dos años de ‘consultas’ que, se lo juro, debían estar llenas hasta el borde de transparencia, inteligibilidad e instrucción. Dos años envueltos en la neblina, por no decir niebla densa, de una estrategia que tratando de ganar tiempo con contradicciones, estimaciones alteradas y posiciones imposibles de conciliar, termina con una huelga que parece no agotarse. Se suponía que en dos años nos tranquilizaríamos, pero, por el contrario, solo han causado angustia y han enviado a la calle a diversos grupos de edad y profesiones que no figuraban entre los más preocupados por la reforma”, escribía Erik Emptaz en Le Canard Enchaîné el 11 de diciembre.

Pero esa semana fue un mero preludio. La pasada semana fue cuando las cosas explotaron.

De golpe, las conversaciones entre el gobierno y los sindicatos del transporte se rompieron, el primer ministro logró poner a todos en su contra, los mensajes del gobierno se descontrolaron en un torrente de anuncios contradictorios sobre el “progreso”, la intensidad de las manifestaciones por todo el país del martes hizo que el gobierno retrocediera y el presidente huyera a África. Por último, pero no menos importante, durante esta tumultuosa semana, el Alto Comisionado de Jubilación, el hombre en la mesa todas las mañanas, Jean-Paul Delevoye, se vio obligado a jubilarse anticipadamente debido a pequeñas omisiones desagradables en sus declaraciones financieras. También conocido como la Alta Autoridad para la Transparencia de la Vida Pública, Delevoye duró solo tres meses antes de su ritualizado haraquiri público y tendrá que pagar 140.000 €, lo que lo convierte en una de las primeras víctimas de la reforma de las pensiones.

El desaparecido presidente, al que muchos franceses consideran un rey a la espera, tal vez no esté muy encantado de las críticas que está recibiendo por su error estratégico. Incluso los suyos le están atacando: Julien Dray, un íntimo de los días de Hollande, escribe que Macron “se encuentra desnudo frente a una protesta social que él, en mi opinión, imaginaba que podría sofocar sin comprender su alcance o profundidad”. Con amigos como estos…

La discusión sobre la última versión del gobierno de su sistema basado en puntos es suficiente como para echar a rodar los ojos de cualquiera. Mejor será que nos mantengamos en terreno seguro, como hacen la prensa estadounidense e inglesa con sus artículos de copiar y pegar sobre la legislación laboral francesa y los famosos 42. “El gobierno argumenta que unificar el sistema de pensiones francés -y deshacerse de los 42 regímenes ‘especiales’ para sectores que abarcan desde los trabajadores ferroviarios y energéticos hasta los abogados y el personal de la Ópera de París- es crucial para mantener el sistema financieramente viable a medida que la población francesa envejece”.

Estoy seguro de haber leído ese párrafo al menos tres veces en los últimos diez días en The Guardian. Ni un solo pensamiento a que una sociedad compleja y tecnológica exige una consideración detallada de las diferentes profesiones en sus acuerdos de pensiones. Mejor un sistema basado en puntos en el que todos compitamos y todos nos quedemos a oscuras.

¡Pobre Edouard Philippe, abandonado por su jefe –escapado hacia campos más verdes de África-! El primer ministro ha tenido que quedarse deambulando por los pasillos del Palacio Elíseo y Matignon, hundiéndose un poco más cada día. Su elegante barba se está volviendo rápidamente blanca de forma extraña mientras su cabello se bate en retirada con mayor rapidez que un negociador del gobierno. El último chiste en torno a los tecnócratas es el Simulador, la máquina online que calculará la pensión de cualquier persona francesa, una pregunta delicada dado que la predicción del total está sujeta a fluctuaciones que dependen de parámetros tales como la profesión de la persona, las previsiones económicas, la salud o las dificultades. Al parecer, Philippe exigió realmente tener la máquina en funcionamiento para el día 18.

Las cosas se han desquiciado tanto que Laurent Joffrin, en Libération, llamó cabeza hueca al alto y elegante primer ministro. “¡Qué hazaña! Edouard Philippe pronuncia un gran discurso en un intento de apaciguar el movimiento contra la reforma de las pensiones y consigue todos se pongan en contra suya.

Quiere reducir la tensión en la SNCF [Sociedad Nacional de los Ferrocarriles Franceses] pero consigue incrementarla.
Quiere dividir a los conductores de metro y están más unidos que nunca.
Quiere tranquilizar a los maestros, pero estos se preocupan aún más.
Quiere negociar con el personal de los hospitales por separado, pero ellos se unen al movimiento. Necesita que las profesiones liberales estén de su lado pero hace que se unan a las manifestaciones del martes.
Excluye a la policía de la reforma y ellos quieren “endurecer el movimiento”.

Y así, suma y sigue. Joffrin concluye que el primer ministro ha cambiado su bandera blanca por una capa roja de torero. (Editorial de Libération, 12 de diciembre).

Por el momento, cualquier posibilidad de avanzar en las conversaciones está fuera de alcance. ¡Tout bloqué! Un verdadero pulso a la mexicana, el tipo de crisis “existencial” que los franceses llevan tan bien y ante el que los estadounidenses, acostumbrados a que los ejecutivos vengativos se salgan con la suya, se sienten un poco demasiado confusos. Te tiene que gustar un poco de caos y apreciar los viejos antagonismos para disfrutarlo. El plan para fusionar los 42 planes de pensiones actuales en un sistema de puntos universal es abrumadoramente rechazado por los sindicatos, y la “edad de referencia”, -el número mágico de todos los beneficios- sigue siendo una fantasía, inaceptable para sindicatos como la CGT y Force Ouvrière.

Las conversaciones no van a ninguna parte, el tráfico es una pesadilla, los turistas han huido y el Sena está aumentando su caudal precipitadamente. Todo el mundo está poniendo a punto la bicicleta y la asistencia a las manifestaciones está batiendo todos los records de taquilla. Es una ocasión social: incluso las bailarinas de la Ópera están participando en el acto. Todas las mañanas, de camino al trabajo, paso junto a los trabajadores de la CGT que hacen sonar sus bocinas frente a los esquiroles y me detengo a tomar un café. Si tengo suerte, queda un poco de vino cuando vuelvo en bicicleta por la tarde. De todas las pancartas de las diversas manifestaciones, mi favorita es la más sencilla: “Manu Chao. No te hagas ilusiones todavía”.

CounterPunch.org Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández. Extractado por La Haine.

 

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