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Venezuela :: 01/01/2023

Si Venezuela se arregló, ¿el gobierno tiene las de ganar o no es tan simple?

Clodovaldo Hernández
El hecho de que 2022 haya sido un año perdido para la oposición (especialmente para su ala pirómana) no significa que haya sido victorioso para el gobierno

Al menos no en términos de perspectiva electoral.

Esto -advertido- es algo difícil de admitir para mucha gente importante en el campo revolucionario. Incluso, abundan quienes estiman que sostener esta opinión es señal de escualidismo tardío e inminente salto de talanquera. Bueno, cada loco con su tema.

En fin, así como la semana pasada expuse aquí la visión de mis politólogas predilectas (Prodigio Pérez y Eva Ritz Marcano) sobre cómo la oposición dilapidó el año 22 y ahora da la impresión de que empieza a faltarle el tiempo, de estar contra reloj, en esta entrega de hoy les contaré nuestras reflexiones acerca de cómo fue el año que finaliza para el chavismo y qué podría pasar en los tiempos que vienen.

La recuperación desigual

El debate (a veces serio, a veces necio) sobre si Venezuela está o no mejorando puede encontrar un cierto punto de acuerdo al agregarle a la idea de recuperación el adjetivo desigual, dice Prodigio.

Ella sostiene -y tanto Eva como yo coincidimos- que la recuperación es innegable en el campo de las grandes cifras económicas, pero ha tenido un marcado acento de inequidad, típico del capitalismo salvaje y, por tanto, radicalmente contrario al de una sociedad en vías al socialismo.

«No es cierto que la mejora se vea solo en Las Mercedes. No exageremos. En estos días hay gente gastando dinero como si no hubiera mañana también en Catia, Antímano o La Hoyada, pero esa democratización del consumismo más desaforado es solo aparente y deja por fuera a los segmentos más vulnerables, es decir, que acentúa la desigualdad en términos reales y también en la esfera de lo simbólico», expuso Prodigio, en tono muy académico.

Para Eva, lo más comprometedor de esto, visto desde el ángulo del gobierno y su partido, es que el discurso de «mayor consumo-igual-mayor crecimiento económico-igual-mayor felicidad social» es estructuralmente hablando, el discurso del enemigo. Y en política, el que duerme con el discurso del enemigo, casi siempre amanece preñado de él (no importa si la criatura viene con buenas intenciones, como las que se gestaban en las panzas de los generales aquellos).

Esto tiene su lado bueno y su lado malo para el chavismo. El lado bueno es que se reduce la conflictividad en el día a día. Ya no hay ese ambiente de confrontación y agitación permanente que nos caracterizó durante años, que amargó varias navidades y que en sus momentos más calientes casi nos lleva a la guerra civil.

El lado malo es que no hay distinción clara entre la oferta básica del chavismo y la del antichavismo. Y sucede que la indiferenciación tiende a ser favorable, según las politólogas, para quien representa «el cambio», aun cuando lo haga en forma abstracta o falsa. Si el gobierno y la oposición proponen la misma receta, la gente puede inclinarse por la oposición, sobre todo cuando se trata de gobiernos con largo tiempo en ejercicio.

“La forma de preservar un enclave electoral fuerte ha sido, hasta ahora, una oferta diferenciada frente a la derecha, al margen de que se haya cumplido o no con esa promesa. Si eso se borra por completo, incluso del discurso, otra parte del voto chavista migrará hacia opciones diferentes o se abstendrá”, vaticina Eva.

Merma en el sector más leal

Un segundo aspecto de la realidad del chavismo que fue resaltado por estas estudiosas de la lucha por el poder es que, según ellas, ha continuado la merma del apoyo a la Revolución y esto ocurre con mayor acento en el sector más leal hasta ahora: pobres del ámbito urbano, campesinos y jubilados.

Cada una de estas disminuciones en el respaldo tiene su razón ideológica y su razón fáctica. Los más pobres (entre ellos los de la tercera edad) han llevado la peor parte en estos años de guerra económica, escasez, hiperinflación, medidas coercitivas y bloqueo, pero, adicionalmente, no han tenido la posibilidad de recuperarse en esta etapa en la que otros sectores hacen ostentación de su prosperidad.

“Al menos cuando los de los segmentos medios también estábamos muy afectados, el sufrimiento era compartido. En la actualidad, los desmesurados incrementos de precios pueden ser asimilados por una parte de la población (la que recibe ingresos en divisas o forma parte del quehacer comercial y la especulación cambiaria), pero no por los que solo perciben remuneraciones en bolívares”, alega Prodigio.

El desencanto es particularmente grave entre los jubilados y pensionados, quienes hacen constantes comparaciones con la época del comandante Chávez, en la que (en un contexto económico muy diferente, hay que decirlo) muchos llegaron incluso a vivir bien con sus remuneraciones.

En cuanto al mundo campesino, hay desilusión porque no son pocas las señales de restauración de la cultura del latifundio y de la instalación a sus anchas de las corporaciones del agronegocio en lugares que habían sido asignados a grupos de trabajadores rurales, luego de largas y dolorosas luchas. Ese retorno al predominio de los terratenientes ha estado acompañado en muchos casos de criminalización de los líderes campesinos, al más clásico estilo de los años previos a la Revolución.

En este segmento ocurre algo parecido al de los trabajadores de las industrias básicas, empresas nacionalizadas, de propiedad social y también de grandes empresas privadas: la actividad sindical y la protesta han sido condenadas o limitadas mediante acciones judiciales o de cuerpos de seguridad.

Todas esas actitudes de las autoridades (contrarias a los cambios políticos proclamados) hacen que el discurso ideológico propio del chavismo pierda parte de su contenido y si eso no genera un trasvase neto de apoyo a la derecha, al menos produce un estado de apatía política opuesto al ánimo que ha impulsado a la Revolución.

El factor corrupción

La recuperación económica que tanto se festeja tiene un componente que se devuelve en contra del gobierno y del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV): la corrupción.

Entre las más estridente señales de que “Venezuela se arregló” se han ubicado los gestos de desenfrenada ostentación de riqueza que se observan en las calles. Pero hay que acotar que una parte de esas demostraciones corren por cuenta de funcionarios públicos que en riguroso apego a sus ingresos legales no tendrían razón para ubicarse en ese nivel de vida de ricos y famosos.

En este punto opera una combinación macabra: los individuos que no logran (o no quieren) ocultar su enriquecimiento veloz sirven a la maquinaria mediática y de redes de la derecha que, lógicamente, aprovecha esas oportunidades. Enfrente de ese escenario vergonzoso está el público, tanto chavista como independiente y opositor, viendo cómo unos pocos disfrutan de privilegios groseros mientras la mayoría sigue “pasando roncha”.

Por supuesto que este mal causa mayores estragos cuando sus protagonistas son funcionarios encargados de materias y actividades que afectan más a los sectores vulnerables antes citados, los que dependen más de la salud pública y de las misiones y otros programas sociales.

Igualmente puede ubicarse entre las manifestaciones de corrupción el enriquecimiento bochornoso de una clase “empresarial” basada en la especulación y la trampa, a la que las autoridades han dejado de combatir, salvo esporádicas puestas en escena efectistas y mediáticas.

Lo simbólico también hace mella

La regeneración económica de los últimos tiempos, que se ha hecho más evidente el año que concluye, ha implicado la renuncia de ciertos valores que tenían un alto peso en el ser chavista.

En el empeño de poner al país en funcionamiento se ha permitido, por ejemplo, el retorno de los casinos y otras actividades de envite, contra los que se pronunció Chávez en su tiempo. Algunos funcionarios han presentado la inauguración o reapertura de estos establecimientos como una evidencia de desarrollo económico, lo cual es, a todas luces, un despropósito ético.

Asimismo se han favorecido las importaciones de bienes suntuarios de alto costo, solo al alcance de las personas de mayores recursos y que son utilizados por la oposición para sostener posturas negacionistas del bloqueo y las medidas coercitivas unilaterales.

Al perderse esos elementos simbólicos se agudiza el desdibujamiento ideológico del movimiento chavista en el gobierno, lo que abona notablemente a la indiferenciación acotada antes por las politólogas.

Partido poderoso y ramificado

Pese a este panorama, aparentemente negativo, hay razones para el optimismo entre la alta dirigencia del PSUV, principalmente porque durante 2022, esta organización política reestructuró su organización e, incluso, se ramificó para abarcar un espectro de movimientos y programas sociales que hasta entonces habían funcionado al margen del partido.

Las demostraciones de fuerza que dio el PSUV mediante jornadas de consulta interna y, luego, en las juramentaciones de las nuevas autoridades, tienen que ser consideradas notables y lo perfilan como un partido con presencia orgánica en todo el país, prácticamente el único en un yermo panorama donde conviven las ruinas de viejas organizaciones políticas y micropartidos con una existencia más mediática y digital que real.

La debilidad del adversario

A fin de cuentas, el balance del chavismo en 2022 y su perspectiva para los cruciales tiempos que vienen termina por confluir en el meollo del anterior análisis, el de la semana pasada, referido a la oposición. Y es que la debilidad manifiesta de este sector sigue siendo el principal factor a favor con el que cuentan el gobierno y su partido.

En México quedó demostrado que el sector opositor pirómano solo tiene la carta del bloqueo y las medidas coercitivas unilaterales para tratar de sacar algún provecho en las negociaciones. Quienes no lo creyeron así, han tenido luego la ocasión de ver de la aprobación de la arbitrariamente llamada Ley Bolívar, destinada a reforzar el chantaje contra Venezuela, un gesto aparentemente contradictorio que procura, una vez más, doblarle el brazo al gobierno en la mesa de diálogo.

Luego de la tertulia analítica con Prodigio y Eva se produjo el esperpéntico episodio en el que los exmiembros de una Asamblea Nacional cuyo período venció hace dos años se reunieron bajo la pretensión de seguir estando en funciones y derrocaron al supuesto presidente de dicho parlamento caduco, que también se arroga el cargo de presidente encargado de la República. Luego riñeron en torno a cuál de los dos bandos del antiguo G4 (el G3 o el 1) tiene el apoyo de “Papa Estados Unidos”, que más tarde se pronunció a favor de los “golpistas”… Nadie podrá negar que una oposición así llena de esperanzas al cualquier gobierno.

En este territorio de los adversarios merece un apartado la gama de los exchavistas (que no se autodenominan así, desde luego) entre los cuales hay de todo: desde corruptos de siete suelas hasta gente que, precisamente con el argumento de la honestidad, se ha revelado contra el movimiento al que pertenecieron. Por el momento, según coincidimos las politólogas y este servidor, ninguno de estos factores amenaza realmente a quienes ejercen el poder interno de la Revolución.

Ante esa realidad, el chavismo gobernante sigue teniendo la ventaja, a pesar de todos los pesares analizados en este artículo (y los que faltaron). Claro, es bastante cuestionable que las expectativas de triunfo para la permanencia en el poder dependan más de los defectos de los rivales que de los méritos propios. Pero así es la política y también muchas otras actividades humanas.

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