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Europa :: 01/03/2014

Ucrania y la gran ofensiva de EEUU contra Rusia

Nazanín Armanian
Países como Rumania o Bulgaria, que sí están en la Unión Europea, no han visto ni prosperidad económica ni derechos políticos y viven peor que hace 25 años

En una conferencia patrocinada por la petrolera Chevron, la subsecretaria de Estado de Estados Unidos, Victoria Nuland, revelaba que desde 1991 su país había invertido más de 5.000.000.000 de dólares en Ucrania, uno de los países más estratégicos del planeta, y no precisamente para erradicar la pobreza. La publicación (¿por Rusia?) de una conversación telefónica entre Nuland, una férrea antirusa procedente de la OTAN, y el embajador estadounidense en Kiev días antes, en la que ella se queja de la Unión Europea por ser incapaz de derrocar el Gobierno y afirma utilizar a un representante de la ONU –organismo internacional tratado como marioneta- para formar el nuevo ejecutivo, conforma la sospecha: ¿Está Washington detrás del golpe de Estados contra el Gobierno legítimo (con los mismos criterios del occidente) de Viktor Yanukóvich, elegido en 2010?

Claro que aquí nadie lo llamará “golpe de estado”, para poder reconocerlo como legal, lo mismo que se hizo con el golpe de Egipto por Al Sisi. Por otro lado, era sorprendente que Barak Obama pidiera tranquilidad a los manifestantes y diálogo al Gobierno, mientras los ultras como John Bolton y el senador McCain (¡éste hasta se presentó en la Plaza de Independencia de Kiev!) le exigían contundencia. ¿Hay un Gobierno neocon dentro o paralelo al Gobierno de Obama o se trata de un doble juego del presidente?

La realidad es más compleja de que “los ucranianos querían pertenecer a la UE y su Gobierno tirano se propuso impedirlo a balazos”. Al tiempo que los medios de comunicación convertían un asunto interno de Ucrania en una cuestión internacional, exagerando su impacto con el fin de allanar el camino de la injerencia de las potencias occidentales (¡preocupadas por la democracia en Ucrania que no en Arabia Saudí) nadie se enteró de la huída de la primera ministra tailandés Yingluck Shinawatra a no se sabe dónde por masivas protestas ciudadanas, o de la terrible matanza de los musulmanes en Myanmar.

El monopolio de la injerencia en los asuntos de otros Estados tiene un nombre: 'American exceptionalism'

Corresponde a los ucrainólogos hablarnos del caldo de cultivo interno que propició una crisis de tal magnitud y de cómo 20.000 pudieron determinar el destino de 45 millones de personas. ¡Y no vale la justificación a la española de la “mayoría silenciosa”! Es inaudito que unos “revolucionarios” se jueguen la vida para entrar en una alianza económica y que ésta además sea una UE en bancarrota y con millones de parados, desahuciados y clases medias medias empujados a la miseria.

El modus operandi de la UE y Estados Unidos ha sido aplicar el modelo de las “primaveras” libia y siria: Protestas pacíficas convertidas, de repente, en levantamientos armados de bandas tenebrosas con disciplina militar que provocan caos y terror para dar la impresión del peligro de masacre y guerra civil. Que los dictadores respondan con una dura represión señala que ninguno representa los intereses de los ciudadanos.

La destitución de Yanukóvich con dicho métodos es un mal precedente para los Gobiernos europeos que casi a diario se enfrentan a decenas de miles de manifestantes contra la corrupción y el saqueo de sus ahorros.

Bruselas oculta la verdad. No dice a los ucranianos que:

1. La UE no había ofrecido a su Gobierno la integración en el club, sino un acuerdo de libre comercio (ver: La guerra del gas: de Ucrania a Siria y de EEUU a Irán) que destruiría la economía de un país que posee una cuarta parte de las “tierras negras” (chernozem, suelo agrícola que no necesita fertilizante) del mundo, además de carbón, uranio y hierro. Sus gentes empobrecidas creen que en este lado de Europa verían como los suecos, ignorando que en Bélgica, por ejemplo, uno de cada cuatro niños vive por debajo de la línea de la pobreza.

2. Que hoy estando en bancarrota, la UE no tiene interés en que en el ingreso de Ucrania. Si lo hiciera, Georgia, Azerbaiyán o Moldavia también se pondrían en la cola.

3. Que países como Rumania o Bulgaria, que sí están en la UE, no han visto ni prosperidad económica ni derechos políticos y viven peor que hace 25 años. La Bulgaria socialista de entonces exportaba electricidad y productos agrícolas a Turquía y hoy su economía sufre tal parálisis que miles de sus ciudadanos cualificados han emigrado y el resto son simples consumidores de los productos de las potencias, adeudos hasta la medula.

4. Que en Bielorrusia, país que va a formar parte de La Unión aduanera, junto con Kazajistán y Rusia, las tasas de la pobreza y la del desempleo son del 2% y la Educación y Sanidad siguen siendo gratuitas y universales.

5. Que Bruselas y Washington en Ucrania están apoyando a la derecha más reaccionaria, a los grupos fascistas (como lo han hecho con Talibán y Al Qaeda) e incluso antisemitas que acusaban al Gobierno ser “marioneta de la mafia judía rusa”. Los partidos comunistas de las exrepúblicas soviéticas ya en diciembre advirtieron sobre la peligro de las fuerzas neonazis de Ucrania, que también avanzan en Europa Occidental.

De Buda a Lenin, de Bamian a Kiev

El derribo de la estatua de Lenin en Kiev, que era el símbolo del triunfo sobre los nazis (que no el de la URSS o de Rusia, ya que en los últimos tres años se han instalado otras 5 estatuas de Lenin y de Marx en distintas ciudades del país), ha sido tan significativo como la destrucción de la estatua de Buda en Afganistán por los talibanes, criatura nacida en los sótanos de la CIA, cuya misión era operar en otro país de la zona de influencia rusa.

Dominar Ucrania ha sido uno de los principales objetivos de Estados Unidos. Ya en 1989, Zbigniew Brzezinski, asesor de Seguridad Nacional de Jimmy Carter, elaboró unos estatutos para una Ucrania independiente de la URSS. Los objetivos de la actual intromisión de Washington en Ucrania (que significa “Patria” en su idioma), son:

Impedir que Rusia pusiera en marcha la Comunidad Económica Eurasiática, prevista para el 2015, y cuyo núcleo era Ucrania.

Contener la exitosa recuperación del espacio soviético por Moscú, en Eurasia y Asia central.

Irritarle a Putin, vengándose del caso de Snowden, que tanto daño ha hecho a Obama, y también condenar al fracaso las Olimpiadas de Sochi en las que Moscú ha invertido 50 mil millones de dólares y que finalmente fue un escaparate de su poderío organizativo y deportivo.

Restarle fuerzas para desafiar a Estados Unidos en otras zonas en disputa.

Abrir el mercado de ucrania a los productos occidentales, a sabiendas que las mercancías ucranianas no podrán competir con ellos.

Ponerle a kremlin nervioso y a la defensiva, preocupándole con “¿Qué será el próximo golpe?”

Señalarle como modelo antidemocrático y antiderechos humanos y al occidental como el paradigma del paraíso, cuando en realidad ambos sirven a una élite mezquina putrefacta.

Fortalecer su posición en la Nueva Europa y de paso quiere, ahora que los europeos occidentales dejan de ser sumisos ejecutores de sus órdenes, prevenir la formación de un eje París-Berlín-Moscú. No se le olvida que Alemania se negó a participar en la invasión de Irak en 2003.

Para arrastrar a Ucrania hacia su órbita, EEUU cuenta con varios planes:

* Plan A: Instalar un gobierno anti-ruso, que actúa de contrapeso a Moscú, y permita la integración del país en la OTAN como Polonia, Hungría, Eslovaquia y Rumania. El avance de la Alianza hacia las fronteras rusas se paralizó tras la intervención militar de Rusia en “la guerra de 5 días” contra la invasión de Georgia, respaldada por el Pentágono, en Osetia del Sur. El golpe de Estado contra Yanukóvich facilita una tarea primordial: cambiar la dirección de los servicios de inteligencia y el mando del ejército ucraniano y vincularlos con el Pentágono.

* Plan B: Si el futuro régimen no es amigo, al menos que convierta a Ucrania en un Estado tapón entre Rusia y Occidente. Lo prefiere débil e inestable, que una Ucrania fuerte y socia de Rusia.

* Plan C: La “Yugoslavizacion” de Ucrania, con imaginarias líneas divisorias étnico-lingüísticas (ruso/ucraniana) y religiosa (ortodoxa-católica), como apuntó en 1996 Samuel Huntington, basándose en el supuesto “choque de civilización entre los ucranianos orientales y los occidentales”. Estados Unidos aquí también seguirá la nueva política de la Casa Blanca: no a las intervenciones y riesgos innecesarios, sí a sacar provecho de las fracturas sociales existentes en los territorios de interés (Ver: Obama y su realismo aristotélico).

Ucrania, sentada en dos sillas

Desde su independencia en 1991, Kiev ha tenido que maniobrar entre Occidente y Rusia, salvando su difícil posición geográfica: la oposición de Yanukóvich en 2011 a la oferta rusa de fusionar la ucraniana Naftogaz con Gazprom, a pesar de que éste ofrecía precios más bajos para los consumidores ucranianos de gas, o negociar un acuerdo de asociación con la OTAN, mientras firmaba con Moscú los derechos de la Flota rusa del Mar Negro, son algunos ejemplos.

Será decisión suya si quiere ser otro Chipre o Grecia en la UE o un socio de importancia para Rusia: cola de león o cabeza de ratón. Geopolitical choices may be tweaked by the individuals in power, but the pressure of long-term national interests remains strong. El futuro lo determinará el peso de los intereses nacionales a largo plazo, lo cual impedirá la fidelidad absoluta de Kiev a Moscú o a Brúselas-Washington.

Vuelve el imperialismo alemán

Con 287 bases militares americanas en su suelo (Noruega tiene tres y España cinco), la gran Alemania no es más que un rehén de Estados Unidos, cuya canciller ha tenido que ir a la audiencia de su jefe en Washington una veintena de veces. Nuland, en su famosa llamada telefónica, se permite menospreciar a Alemania sin entender el riesgo energético que le supone una guerra abierta con Rusia. Aun así, la actual intervención de Berlín en los asuntos de Ucrania -apoyando a Vitali Klitschko, un millonario líder de la oposición, residente en Hamburgo-, marca un nuevo hito en la política exterior de los germanos, con la intención de:

Poder ampliar su influencia hasta el Mar Negro y acceder a Oriente Medio por tierra a través de los Balcanes. Ya en 1917, Alemania exigió la entrega de Ucrania a los bolcheviques a cambio de la paz que pedían; también fue un sueño de Hitler que Ucrania, Bielorrusia y los países bálticos estuvieran bajo el dominio de Alemania.

Llenar el vacío que está dejando Estados Unidos en distintas zonas del mundo, a pesar de que hoy gobierna a una Europa debilitada y fragmentada.

Los beneficios económicos de Ucrania – la mejor tierra agrícola de Europa, mano de obra cualificada y barata, de piel blanca y de fe cristiana-, deben ser superiores a posibles perjuicios que puede recibir desde Moscú; además cuenta con que Europa es el mayor cliente de Rusia.

La venganza rusa

Rusia no admitirá un régimen pro-occidental en el país más importante para su seguridad. ¿Dónde, cómo y cuándo responderá a estas provocaciones? Quizás lo haga en Irán, saboteando el acuerdo histórico firmado con Estados Unidos sobre su programa nuclear, o en Polonia o Rumania, ambos dependientes al gas ruso.

Rusia, desde Ucrania, amplía su línea costera hasta el Mar Negro, fortalece lazos con los más de 4 millones de ortodoxos, mantiene su base militar (también la aeroespacial), y accede a los amplios y abundantes productos agrícolas.

El Kremlin no puede perder esta batalla, tampoco quería un enfrentamiento durante los juegos de Sochi, por lo que está usando su poder blando. Es consciente de que cualquier gobierno en Ucrania tendrá que hacer el mismo juego de equilibrio. La dependencia económica de Ucrania a Rusia es muy profunda, tanto que muchas de las grandes empresas del país tienen dueños rusos.

Lo sucedido cambia el equilibrio de fuerzas. La próxima parada del “caos controlado” puede ser Bielorrusia y después las regiones de la propia Federación Rusa.

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