lahaine.org
EE.UU. :: 08/04/2009

Un país cobarde

Paul Street
[Traducido del inglés para La Haine por Felisa Sastre] Reflexiones sobre la dejación académica y sobre una conferencia del economista liberal Paul Krugman en la ciudad de Iowa

Hace poco escuché a Paul Krugman, renombrado economista liberal de Princeton y columnista del New York Times, hablar ante una multitudinaria audiencia, llena de profesores liberal-demócratas, en el clásico auditorio de un antiguo college de la universidad de Iowa (UI.). Justo media hora antes de su conferencia, estaba sentado en un café de la ciudad cuando uno de los estudiantes de izquierdas de la UI al que conozco me habló del acontecimiento. Al reflexionar sobre las, como mínimo, veinte columnas del sapientísimo Krugman que debía haber citado en mis escritos políticos en los últimos años, me puse en marcha con esfuerzo para escuchar al gran intelectual.

“No nos estamos enfrentando muy bien con la crisis”

Encontré la charla de Krugman aterradora en dos aspectos. El primero, se refiere a la profundidad y escala del colapso económico mundial descrito por Krugman, y a la ausencia de una política de respuesta remotamente adecuada que puso de manifiesto. Tal como Krugman dejó bien claro, la economía nacional y mundial se encuentran en un albañal muy profundo y no parece que vayan a salir de él pronto. La actual crisis ha “superado todas las expectativas”, afirmó Krugman, y sólo puede empeorar. Según él, una gran parte del problema radica en la tibia respuesta de los gobiernos, que indica poca disposición para tomar medidas correctoras coordinadas en la política fiscal (neo keynesiana), precisas para contener los daños. El plan de estímulo de Obama es demasiado reducido para la magnitud de la crisis y el nuevo gobierno carece de cerebros y /o coraje para asumir las necesarias intervenciones financieras, incluida la nacionalización temporal de los bancos más importantes ( y en gran medida “insolventes”) del país. Krugman quiere que el nuevo gobierno presente una moderna “New Deal” [1] pero tiene dudas sobre la disposición del equipo de Obama para seguir esa vía. “No lo estamos afrontando muy bien”, afirmó, para añadir que él se sentía “conmocionado”.

El segundo horror fue el silencio ensordecedor de Krugman sobre temas esenciales que podrían sacarnos de la “conmoción” y empezar a “actuar” de forma decentemente progresista. Al sugerir (al inicio de su conferencia) que la cólera popular por el colapso económico no resultaba especialmente “beneficiosa”, Krugman no tuvo nada que decir sobre el papel que los ciudadanos podrían jugar en cimentar nuestra vida económica sobre bases sólidas, sostenibles y socialmente responsables. Al final de su conferencia, el mensaje dejaba un fuerte olor de azote: Krugman espera que los responsables políticos nacionales y mundiales adopten medidas más agresivas cuando la crisis se agudice y se amplíe “su base de conocimientos”. Terminó recomendando que todos leyéramos el libro de Liaquat Ahamed, “Lords of Finance: The Bankers Who Broke the World”, un estudio (según Krugman) sobre “cómo los simpáticos banqueros se cargaron la economía mundial en el periodo de entreguerras”.

Durante el turno de preguntas y respuestas, nadie entre la audiencia, en gran medida compuesta por académicos, pareció perturbado o no estar de acuerdo con aquellas conclusiones jeremíacas, que no contenían llamamiento alguno o consejos que provocaran una acción popular positiva.

Un estudiante levantó la mano para discutir sobre lo adecuado de pretender que fueran los políticos maestros del capitalismo quienes arreglaran desde arriba el desastre económico. Pero el moderador sólo dejó hablar a los especialistas, que hicieron comentarios impenetrables relativos a asuntos inescrutables que nada tenían que ver con la creciente miseria social y las necesidades populares (el Times, recientemente, informaba de que habían aparecido en más de una docena de ciudades del país “ciudades de tiendas de campaña” para los sin hogar.)

“Los progresistas sólo esperan que él tenga audacia”

Recordaba una columna de Krugman en el Times, publicada seis días después de la victoria de Obama. Titulada “Franklin Delano Obama”, hablaba de forma inteligente contra los argumentos reaccionarios basados en que Obama no debería emprender una política valiente y progresista. Pero Krugman se quedó demasiado corto al concluir así: “ Las posibilidades de Obama de dirigir un New Deal dependen en gran medida de si sus planes económicos a corto plazo son suficientemente valientes. Los progresistas sólo pueden esperar que tenga la audacia necesaria”.

¿Los progresistas sólo pueden esperar que Obama, y otros miembros de la clase política nacional e internacional, y los inversores, sean capaces de tener los conocimientos y el coraje necesarios para salvarnos? ¡Vaya! Con todo el debido respeto para Liaquat Ahamed (cuyo libro tengo intención de leer), Krugman podría echar una ojeada al libro tan vendido de Howard Zinn “A People’s History of the United States” y al clásico estudio de Francis Fox Piven y Richard Cloward “Poor Peolple’s Movements: Why They Succeed amd How They Fail” (New York: Vintage, 1979) para recordar algunas (francamente) lecciones elementales sobre cómo se han producido los cambios progresistas. Esos libros demuestran con abundantes datos históricos cómo la acción social directa, los disturbios sociales, y la amenaza de transformaciones radicales desde abajo (“la amenaza de la izquierda”) obligó a una reforma social y política que benefició a las clases trabajadoras más pobres y a los negros durante los años 1930 y 1960. [2] Zinn, Piven, Cloward, y otros muchos autores han demostrado el fundamental papel que los movimientos sociales de base y la resistencia popular han jugado para educar a presidentes y a las más amplias élites del poder en la necesidad de cambio.

Los mejores aspectos del New Deal no surgieron de los cerebros de las elites económicas y políticas- el denominado “trust de cerebros” de Franklin Roosevelt. Fueron ampliamente superados por las bases en las calles, en los barrios, y en los lugares de trabajo de la época de la depresión estadounidense. [3]

Hoy, como en los años treinta y sesenta, podemos estar seguros de que Obama y el partido demócrata no se van a apartar de los centros empresarariales y militares salvo, en palabras de Howard Zinn, “que la fuerza del pueblo se confirme en actuaciones que el ocupante de la Casa Blanca pueda considerar peligrosos ignorar”. (Zinn, “Election Madness”, The Progressive, marzo de 2008.)

“El ‘desfibrilador’ que los doctores económicos no deben utilizar en una “sociedad de clases”

Moverse del centro es preciso no sólo para determinar la actual crisis sino para mitigar sus terribles consecuencias en el presente. Es mucho lo que se podría y se debería hacer para ayudar a la gente de a pie en este momento. Entre las soluciones útiles y urgentes se encuentran: una moratoria de la ejecución de hipotecas, una reducción de los intereses de las tarjetas de crédito y de las cargas financieras, programas de reparto del trabajo (sin reducción de los ingresos de los trabajadores), reducción de impuestos en las nóminas y oferta de hipotecas baratas. Otras medidas deseables serían el volver a los tasas de impuestos de los ingresos del capital anteriores a 1981, restaurar los derechos de asociación y negociación de los sindicatos (con la Ley Employee Free Choice), recuperar los derechos de la familia a recibir ayuda pública, una auténtica reforma progresista de la asistencia médica sobre el modelo que prevalece en el resto de la “democracias capitalistas” del mundo, y un programa a gran escala de obras públicas para absorber el creciente número de parados.[4]

Existe una larga lista de necesidades económicas sociales y populares sin afrontar que podrían y deberían ser asumidas inmediatamente por el Gobierno, ya que muchos millones de estadounidenses se ven empujados a la pobreza y a quedarse sin hogar por las fuerzas impersonales del mercado (capitalista-corporativo-estatal), debido a la lógica despiadada de un sistema basado en los beneficios. Son actuaciones básicas que renombrados especialistas “progresistas” e intelectuales- economistas sobre todo- deberían defender en solidaridad con los sindicatos, grupos contra la pobreza, organizaciones comunitarias de base y otras de la misma clase. Pero ni remotamente los defienden incluso en estos momentos de “sobresalto” causados por el capitalismo. Por su parte, Krugman, el gran intelectual público“progresista” nada dice sobre estas medidas obvias y vitales. Ni lo hicieron los académicos liberales que hablaron tras su conferencia.

Sospecho que el problema es que las políticas y ajustes que merece el pueblo con urgencia tienden a ir en contra de la exigencia doctrinal de que Estados Unidos funciona como “una sociedad de arriba abajo” en la que la riqueza y el poder siempre fluyen inexorablemente hacia los ricos. Como William Greider denunció en el “Bill Moyer’s Journal” de la Public Broadscasting System, Estados Unidos “ha sido durante años, no exclusivamente pero sí básicamente, una sociedad de clases...Si se va a los lugares de trabajo, se oye siempre las mismas cosas que se oyen sobre la política. Bien, yo sé lo marcha mal aquí, pero ellos no me escuchan. No puedo opinar sobre el asunto. O a los inversores, pequeños inversores, que han puesto su dinero en fondos de inversión inmobiliaria. Bueno, ellos no me escuchan. Mire a quienes ha ido a parar este dinero (PBS, 27 de marzo de 2009. Lean la transcripción en www.pbs.org/moyers/journal/03272009/transcript4.html )

Mi sensación predominante es que el famoso economista y su abundante audiencia de profesores aceptan reflexivamente el axioma “arriba-abajo” de que nada se conseguirá seriamente que “pueda elevar el relativo poder de los trabajadores” (En palabras de Mike Albert) o desafiar a la existente concentración de riqueza y poder. Dado que ayudar a la gente “a que se las apañe” en la actual Gran Recesión exigiría alguna significativa redistribución de la riqueza y del poder, esas limitaciones(en general respetadas por los economistas académicos, incluidos muchos que se consideran de izquierda y “progresistas”) significarían destinar millones a paliar la miseria. Como el economista radical Mike Albert ha señalado recientemente, “Es como si a alguien se le para el corazón y el desfibrilador está justo colocado al lado de la cama del paciente pero existe una orden no explicitada de la gerencia del hospital: una medida tácita de política médica: los médicos no pueden utilizar el desfibrilador. Los doctores, en este caso los especialistas económicos, tienen que resucitar al paciente, pero no pueden hacerlo con el desfibrilador. ¿Cuál es el ‘desfibrilador’ que los economistas tienen que evitar? La redistribución de la riqueza y del poder” (M. Albert, “Demand, Don’t Succumb: A Short-Term Programa Addressing Getting Out of the Current Economic Crisis”, ZNet, 26 de marzo de 2009.)

“La Academia se ha auto pacificado”

No es algo inesperado en una universidad importante. Las ideas de la ultra derecha del Neo-McCartismo sobre los “izquierdistas” del profesorado se basan totalmente en fantasías. La dejación de Krugman es ampliamente compartida entre los recintos académico liberales del país de Obama. Ha sido la norma en los campus universitarios y las ciudades con campus desde mucho antes de que los pesos pesados de Wall Street patrocinaran que llegara el fenómeno Obama para sofocar los sentimientos de paz y justicia de la encolerizada mayoría progresista. Como el veterano científico político de izquierda liberal de Princeton señalaba el año pasado en su escalofriante libro “Democracy Incorporated: Managed Democracy and the Spectre of Inverted Totalitarianism" (Princeton, NJ; 2008):

“Por medio de una combinación de contratos gubernamentales, fondos de corporaciones y fundaciones, proyectos conjuntos entre investigadores universitarios y de empresas, donaciones individuales de gente rica, las universidades (en especial, las denominadas de investigación), los intelectuales, especialistas e investigadores se han ido integrando sin fisuras en el sistema. Nada de libros ardiendo, ni Einsteins refugiados... Durante los meses anteriores y posteriores a la invasión de Iraq, los campus universitarios, que fueron tan activos focos de oposición a la guerra de Vietnam que hasta los políticos y propagandistas llegaron a hablar seriamente de la necesidad de ‘pacificar los campus universitarios’, apenas se revolvieron. La Academia se ha auto pacificado” (pág.68).

“...las universidades públicas, como las de Berkeley, Ann Arbor y Madison desempeñaron un papel fundamental en la organización de actividades contra la guerra [durante el final de los años 1960 y principios de los 1970]. Que ninguna de esas instituciones se viera afectada por la agitación contra la guerra en el momento de la invasión de Iraq en 2003, prueba la efectiva integración de las universidades en el Estado de las corporaciones” (pp.165-166).

Aquí, en la ciudad de Iowa (zona cero de Obama y la principal ciudad universitaria dedicada a la investigación) la ausencia de una izquierda universitaria comprometida es bastante evidente. Al reflexionar sobre la notoria escasez de académicos radicales y activistas en este campus fundamental [5] me vi obligado a decir lo siguiente a un pequeño grupo reunido (para llamar la atención sobre el sexto aniversario de la actual y aparentemente semi-permanente ocupación de Iraq) y para protestar contra el imperialismo de nuevo cuño del presidente Obama en el centro de la ciudad de Iowa el día anterior a la visita de Krugman:

“Creo que tengo la responsabilidad de decir la verdad incluso cuando resulte molesta al poder y a quienes se pliegan a él. Y una de esas verdades incómodas, precisamente ahora, es que esta ciudad y esta universidad están llenas de gentes muy cultas (y profundamente adoctrinadas) que voluntariamente se subordinan al poder. Tengo dos preguntas para todos aquellos profesores y escritores supuestamente liberales de izquierda y “progresistas” que viven y trabajan aquí. Mis preguntas son parecidas a las que los padres de estudiantes universitarios y otros adultos jóvenes, plantean a sus hijos con frecuencia. La primera es ‘¿dónde estás? No podemos establecer contacto contigo. No respondes a nuestras llamadas’. La segunda:‘¿Qué demonios piensas hacer con tu vida?’”

Déjenme ampliar un poco mi segunda pregunta: ‘¿En qué estás ocupado precisamente ahora que sea tan importante y especial para no dedicar algo de tiempo a comprender y actuar contra las crisis profundas de nuestra época y las estructuras e ideologías de poder que se encuentran detrás de esas crisis?’”[6]

En relación con la actual crisis, la “auto pacificación”, la falta de respuesta de los especialistas (los economistas, en particular, en este caso) tan perturbadoras mientras cada vez más estadounidenses pierden sus hogares, sus puestos de trabajo y aumenta el número de los pobres.

Un país cobarde

Algunos de los estudiantes y activistas de mi ciudad natal consideran sorprendente la rendición y la invisibilidad pública del profesorado “liberal” y de “izquierdas”. Nacido en un hogar académico-liberal y habiendo pasado gran parte de mi vida adulta en un entorno “de enseñanza superior”, para mí no es sorprendente. Tal como lo veo, no hay nada extraño ni decepcionante en la capitulación moral y política del mundo universitario.

Según mi experiencia y reflexión, la cultura académica y el trabajo rutinario son profundamente conservadores. Ellos están agobiados, con una indiferencia narcisista frente al mundo real existente más allá de su torre de marfil, y hostiles a la gente obrera. Inculcan profundamente arraigados hábitos de cobardía, elitismo y asilamiento. Los profesores invierten un tiempo y una energía desproporcionados en discusiones arcanas, irrelevantes e incestuosas (innatas) unos con otros. Desarrollan costumbres autoritarias y actitudes de “sabelotodo” a base de dar lecciones a una audiencia de estudiantes cautivos sin poder alguno. Con frecuencia, padecen letargo mental, moral y físico relacionados con las horas interminables que pasan agachados sobre exámenes, artículos, tesis, archivos, documentos de los comités y otros materiales administrativos.

Naturalmente, temen perder sus valiosos apoyos financieros, los sabáticos, las becas universitarias, las promociones, el acceso a los medios de información, y demás privilegios, si se salen con audacia de sus oficialmente asignadas funciones de investigación, supuestamente “objetiva” e “invalorable”, y de instrucción. [7] Pero, al mismo tiempo, consiguen auténticas recompensas por no protestar de forma audible ante los dueños de las corporaciones (y de los militares y políticos.). Ser un perro azotado por la permanencia en la cátedra puede resultar muy atractivo para muchos de ellos.

Si pudiera expresarlo así, la vida de los profesores aquí, en la ciudad de Iowa, resulta bastante agradable. Los “placeres de la academia” [8] en Iowa son considerables: casas adorables y un gran campus no demasiado grande (el que Madison y Ann Arbor se extiendan no es un problema); buen fútbol los sábados, la seguridad del puesto de trabajo de por vida, grandes tiendas de café y acontecimientos culturales (por ejemplo, Paul Krugman la semana pasada, Jimmy Carter, Michael Chabon, Daniel Ellsberg, Second City y Bob Dylan en los dos últimos años, y Chomsky hace tres primaveras, buenas escuelas para sus hijos, un famoso local taller de escritores de ficción, veranos (e incluso vacaciones de primavera) en París, Londres y Roma, sabáticos, intensas relaciones (algunas adecuadas, otras no) con los estudiantes graduados (cuyas previsiones de trabajo ni remotamente amenazan las de sus mentores), y un rico abanico local de consejeros, clases de yoga, comida natural, restaurantes, tabernas, librerías etc. Se trata, para ser completamente honrado, de una utopía para muchos profesores.

Aquí y en otros ambientes universitarios favorables a Obama, conozco sólo a unos pocos profesores fijos progresistas (incluido un puñado de marxistas de salón) que están bastante satisfechos con una vida como esa y no muy “impresionados”con la capacidad de la gente trabajadora para hacer algo o nada sobre el control de las corporaciones, en cualquier caso.

La co-optación académica no es sólo una fantasías de los radicales “cínicos”. Existe realmente a lo largo de los estamentos medios y superiores de “la Enseñanza Superior”, “donde los sentimientos de compromiso radical y el activismo normalmente se consideran como ingenuos y no profesionales y donde la cobardía se paga espléndidamente. Y si se puede explicar el conservadurismo y la indiferencia de los profesores de una universidad pública en el país profundo, imaginen hasta dónde podría llegar con un laureado profesor de Princeton y premio Nobel , que también mantiene una columna admirada en el principal periódico nacional.


Notas

[1] Al citar un reciente “debate acalorado” entre los profesionales de la economía sobre el New Deal de los años 1930, Krugman subrayó que su principal problema no fue “que no funcionara (lo hizo)” sino principalmente “que no fue suficientemente grande”, en gran parte debido a que Franklin Delano Rooselvelt accedió a rebajarlo como respuesta a la presión de los conservadores y empresarios durante y partir de 1937.

[2] Otro economista liberal puntero que espera un nuevo “New Deal” (con Obama) pero muestra su falta de sensibilidad hacia el papel que la agencia de los trabajadores y la izquierda organizada desempeñaron en la creación del New Deal (y los cambios progresistas en general) es Robert Kuttner. En el revelador título de su libro (publicado justo antes de las elecciones) “Obama’s Challenge: America’s Economic Crisis and the Power of a Transformative Presidency” (White River Junction, VT: Chelsea Dreen, septiembre de 2008), Kuttner fantasea sobre “cómo los grandes presidentes superan las grandes crisis”. Con Estados Unidos afrontando “la mayor crisis económica desde la Gran Depresión”, Kuttner argumenta: “nuestro próximo presidente necesitará convertirse en un auténtico líder transformador- como [Franklin] Rooselvet y Lincoln...”. En opinión de Kuttner, Obama tiene la materia de que se compone la “grandeza”: el nuevo presidente reúne inequívocamente las condiciones excepcionales de carácter y liderazgo”. Obama podría “ser ese raro líder transformador”, afirma Kuttner porque “ su trayectoria personal, escritos y discursos indican su capacidad para llegar a la gente y cambiar las percepciones, así como para tender puentes... todo ello indica que es un idealista con principios y no un cínico”. Kuttner sueña que la recesión heredada por Obama le impulsará a aplicar su “auténtica transformadora” manera de ser de forma progresista e incluso “radical”.Coherente con esta aproximación histórica al Gran Hombre (su libro está dedicado a la historiadora presidencial Doris Kearns Goodwin), el libro de Kuttner tiene un capítulo dedicado a la hipótesis de que “grandes presidentes” (como Lincoln, Jack Kennedy, Lyndon Johnson y Obama) “animan” y “educan” al pueblo en nombre de la utilización expansiva de un gobierno progresista”. Al utilizar “el poder moral de la presidencia” para dirigir enseñando y la fuerza de sus propios caracteres”, argumenta Kuttner, aquellos jefes de Estado enviados por el cielo muestran desde arriba al pueblo el camino hacia los cambios progresistas. Dejando aparte este infantilismo, las dos últimas terceras partes del libro de Kuttner contienen útiles y agresivamente avanzadas recomendaciones políticas progresistas, que reflejan, en parte, el hecho de que Kuttner al menos no es un académico.

[3] Para algunos útiles relatos e investigaciones históricas, véase Robert S. McElvaine, The Great Depresión: America, 1929-1941 (New York: Times Book, 1993), pp. 196-305.

[4] Véase, Jack Rasmus, “Obama’s Economic Plans vs. A Alternative”, Z Magazine (Marzo, 2009); Mike Albert, “Demand Don’t Succum: A Short-Term Programa Addressing Getting Out of the Current Economic Crisis”, ZNet ( 26 de marzo de 2009; y John Cassidt, “Harder Times”, The New Yorker (16 marzo de 2009): 41-42.

[5] Cuya ausencia de la enseñanza superior ha sorprendido al anti izquierdista, consumado crítico (y ocasional columnista del New York Times, Stanley Fish como muy apropiado. Fish considera mi pública política de izquierdas (en la medida en que la comprenda) inconsistente con los “limitados” objetivos y demandas de la “educación Superior”. Véase, Stanley Fish, Save the Word o Your Own Time (New York: Oxford University Press, 2008), pp. 69-70 y 81 dedicadas al debate sobre la supuesta antigua e inadecuada aspiración de “Paul Street” de subordinar la integridad académica a programas políticos radicales. Resulta muy divertido que en una monografía publicada por una muy prestigiosa editorial académica que defiende “la transmisión y progreso del conocimiento” (su único auténtico proyecto), los editores de Fish no le impidieran aventurar desde la ignorancia una múltiple e irresponsable descripción mía. Fish se refiere a mí como “un investigador social de Chicago”... que abandonó la Academia y ahora invierte su tiempo dando lecciones a los que están en el poder y en otros trabajos comunitarios de orientación política. Lo que es falso absolutamente. Algo insignificante, pero la Oxford University Press (y Fish) deberían sentirse avergonzados. En mi experiencia profesional, los editores profesionales y los correctores de pruebas, por lo general, no permiten errores tan graves.

[6] Por “actuar” quiero decir algo más que votar cada cuatro años en los “grandes espectáculos electorales” (en palabras de Noam Chomsky), centrados en los pocos candidatos propuestos y apoyados estrechamente por las corporaciones, considerada como única “política” que importa en Estados Unidos. Tal como Chomsky señalaba en 2004 en víspera del casi último espectáculo presidencial: “Se monta una enorme campaña propagandística para que la gente se centre en esa farsa cada cuatro años y piense: ‘Eso es la política’. Pero no lo es. Es sólo una mínima parte de la política... la urgente tarea para quienes quieren cambiar en una dirección progresista- en general de acuerdo con la opinión mayoritaria- es expandirse y llegar a ser lo suficientemente fuertes para que los centros de poder no puedan arrinconarlos... En las elecciones se tienen que adoptar opciones delicadas. Pero son de segundo orden frente a una acción política seria. La tarea principal es crear una cultura democrática auténticamente responsable, y ese esfuerzo debe hacerse antes y después de la farsa electoral, cualquiera que sea su resultado”. Véase, Noam Chomsky, Interventions (San Francisco: City, Lights, 2007) pp. 99-100. La ciudad de Iowa y su claustro universitario parece que se implicaron bastante en los asuntos electorales durante las fundamentales primarias presidenciales y en las elecciones generales, pero permanecieron totalmente ausentes en el momento de la “principal tarea” y de la “acción política seria” a las que Chomsky se refiere.

[7] Me refiero aquí a los que ya están fijos. Los profesores jóvenes interinos son naturalmente disciplinados por miedo de echar por tierra la posibilidad de alcanzar un puesto de trabajo de por vida- ¡que no es una nadería!- si hacen algo que pueda caracterizarlos como demasiado políticos y demasiado radicales para la reputación y “valores” de su departamento y de su universidad.

[8] Véase el nauseabundo libro del historiador James Axtell, Pleasures of Academe: A Celebration and Defense of Higher Education (University of Nebraska, 1998).

ZNet, 2 de abril de 2009

 

Este sitio web utiliza 'cookies'. Si continúas navegando estás dando tu consentimiento para la aceptación de las mencionadas 'cookies' y la aceptación de nuestra política de 'cookies'.
o

La Haine - Proyecto de desobediencia informativa, acción directa y revolución social

::  [ Acerca de La Haine ]    [ Nota legal ]    Creative Commons License ::

Principal