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Venezuela :: 29/06/2005

Venezuela: ¿Camino a la revolución?

Campo Antiimperialista
Analisis de la Delegación del Campo Antiimperialista a Venezuela: "Para vencer la debilidad del proceso y transformar la dirección única de Chávez en una vanguardia colectiva, la presencia de la izquierda bolivariana en la arena política será decisiva".

Si tratamos de destilar algunos elementos generales de situaciones de cambio radical de las revoluciones del siglo 20, frecuentemente encontraremos una profunda crisis del Estrado y de la hegemonía de las clases dominantes viejas, una vanguardia política organizada del nuevo sujeto de cambio en asenso así como un proyecto político encarnado por esta vanguardia que ha sido retomado por el pueblo como esperanza de liberación de una situación sentida como ya insoportable.

En el contexto venezolano actual se ponen la siguientes cuestiones: 1.) el fin del sistema de Punto Fijo [1] ha llevado a una crisis del entero Estado burgués, 2.) el presidente Hugo Chávez puede sustituir la inexistencia de una vanguardia colectiva para profundizar el proceso de cambio iniciado con su gobierno en 1999 hacia una revolución popular y 3.) la politización y organización del pueblo ha alcanzado un punto donde las clases pobres pueden fundamentar una nueva estructura de poder estatal?

La presentación que sigue trata de sintetizar analíticamente las impresiones, experiencias y charlas de una delegación del Campo Antiimperialista de febrero 2005 a las mas importantes organizaciones de la izquierda bolivariana y a lugares centrales de la "revolución bolivariana" venezolana.

Una "revolución antiimperialista"?

El marxista peruano José Carlos Mariategui en 1929 presentó la tesis - en polémica con la línea de la Internacional Comunista y su acercamiento al nacionalismo del APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana) de Víctor Haya de la Torre, - que no haya un antiimperialismo que al mismo tiempo no sea anticapitalista. [2] Esta idea general de las corrientes revolucionarias a la izquierda de los partidos comunistas pro-soviéticos hoy está a la prueba con el gobierno de Hugo Chávez.

El enfrentamiento del gobierno venezolano es mas que mera retórica como demuestra el intento de golpe de Estado del 11 de Abril 2002 apoyado abiertamente por los EE.UU., y se está agudizando cada vez mas. A pesar de que Venezuela sigue siendo una reserva petrolera estratégica para los EE.UU. y sigue pagando su deuda externa, este desafió de la hegemonía yanqui en Latinoamérica equivale una declaración de guerra en el actual mundo unipolar. Hugo Chávez se ha vuelto un catalizador para hacer revivir una opinión pública antiimperialista en Latinoamérica. Con su oposición a los EE.UU. Venezuela se ha vuelto un punto de ruptura de primer orden geoestratégico. Junto a Colombia con su movimiento insurgente político-militar, Washington teme que la zona norte de los Andes puede volverse una escenario central del conflicto en el continente americano en los próximos años.

Todo esto a pesar de que las transformaciones económicas internas de Venezuela no han pasado mas allá de unas reformas sociales que no requerían mayores cambios estructurales de la base económica del país gracias a las riquezas petroleras.

El punto explosivo de Venezuela pues claramente es su posición antiimperialista frente al imperio yanqui y no la radicalización de la lucha de clases interna que haría la destrucción completa del aparato de Estado y la construcción del poder popular una perspectiva inmediata. La unidad de antiimperialismo y poder popular postulada por Mariateguir sin embargo sigue siendo un punto de partida analítico fundamental para entender la dinámica venezolana. Pero hoy, con la globalización y la política imperial yanqui, la lucha antiimperialista se ha vuelto el motor para politizar y profundizar la lucha de clases y no al revez como suponía el marxista peruano en otras circunstancias históricas. A continuación queremos fundamentar, a partir de un análisis de elementos de la historia y la situación actual interna y externa venezolana, la tesis que las posibilidades de vencer un Estado burgués reformado por parte de las corrientes revolucionarias bolivarianas depende fundamentalmente del desarrollo de la confrontación con el imperialismo yanqui, y al mismo tiempo que la profundidad de esta confrontación antiimperialista por parte de Venezuela está influenciada por el desarrollo de la lucha de clases interna entre una tendencia de "profundizar la revolución" y otra que busca mantener una Estatus Quo reformado de la IV. República. [3]

Diplomacia y confrontación

La tesis de la contradicción fundamental entre insistencia antiimperialista venezolana por la soberanía nacional y la política imperial yanqui requiere una claridad sobre la dimensión de la confrontación entre el gobierno de Hugo Chávez y la administración Bush en el momento actual.

La línea guía de la política internacional de Chávez es el mundo multipolar. Este orientación se concretiza sobre tres niveles. El primer nivel es la diversificación de las relaciones económicas del país, fortaleciendo lazos con naciones y regiones que potencialmente pueden ser un contrapeso a la hegemonía yanqui. Entre otro China, Rusia, India y el mundo árabe. La compra de 100.000 fusiles AK-103 y AK-104 y 40 helicópteros de fabricación rusa en el cuadro de la nueva doctrina de defensa venezolana (fortalecimiento de las milicias) provocó una fuerte reacción yanqui a comienzos de febrero 2005, acusando a Chávez de crear un arsenal de armas para el "terrorismo colombiano" que utilice armas de dicha fabricación.

El segundo nivel, que ya es mas político que económico, es la construcción de alianzas estratégicas entre las naciones latinoamericanas. Con Brasil se firmaba una alianza de este tipo el 14 de Febrero, con Cuba hay estrechas relaciones económicas y políticas y el MERCOSUR es promovido como posibilidad de relaciones mas profundas sur-sur. El objetivo a mediano plazo es la constitución de una Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA) contrapuesto al proyecto de libre comercio yanqui, el ALCA.

La importancia económica de dicho proyecto seguramente queda reducida sin poder sustituir a los EE.UU. y Europa como principales socios comerciales de las naciones latinoamericanas. Mas que el 50 % del crudo venezolana (1.4 de 2.6 millones de barriles) hoy todavía van a EE.UU. Pero es el efecto político-simbólico de los proyectos de integración contrapuestos a la dominación yanqui - p.e. la creación de una televisora latinoamericana, TV-Sur, como la Al-Jazeera árabe - en el cual Venezuela y Cuba insisten. Esta interpretación obviamente no encuentra el consenso de los socios liberales de izquierda como Brasil y Argentina que mas bien quieren fortalecer sólo su posición económica dentro del cuadro de las relaciones imperiales siempre en consenso con los EE.UU.

El tercer elemento de la política internacional chavista es promover alianzas entre movimientos políticos y sociales mas allá de las relaciones intra-gubernamentales en el cuadro del Congreso Bolivariano de los Pueblos. Este esfuerzo frecuentemente choca con los limites impuestos por la diplomacia a respetar por un Estado como demuestra el caso del militante de las FARC Rodrigo Granda: los organizadores de Congreso Bolivariano de los Pueblos de inmediato negaron haber invitado a cualquier representante de las FARC a su evento. Así la mayoría de los protagonistas de esta iniciativa extra-parlamentaria quedan en el ámbito de fuerzas poco radicales o reformistas con vocación a ser gobierno como el FSLN nicaragüense, las FMLN de el Salvador, el MAS boliviano o el PT de Brasil, una coalición conocida ya del Foro de Sao Paolo.

El caso Granda sin embargo tenía otra dimensión que va mas allá del problema complejo de impulsar una alianza antiimperialista desde un Estado. Colombia es la clave para la militarización yanqui en Latinoamérica y la palanca de la política anti-venezolana de Washington. La frontera artificial colonial entre Venezuela y Colombia (Apure, Táchira, Zulia - Arauca, Boyacá, Norte de Santander, Cauca) ha conocido históricamente una fuerte presencia colombiana en territorio venezolano, entre ella también la presencia de las organizaciones armadas.

Al mismo tiempo la región fronteriza al lado colombino es el territorio central de presencia directa yanqui que cuento con unos 500 tropas de combate (oficialmente para proteger el oleoducto Caño Limón de la Occidental Oil Company), asesores militares y mercenarios de empresas privadas de seguridad. El centro de la doctrina yanqui es el control estratégico y la estabilización de la región norte de los Andes bajo la consigna de la lucha contra el "narcoterrorismo" en Colombia.

Los tres elementos del Plan Colombia y su continuación en el Plan Patriota son 1.) la profesionalización y mejora del equipamiento de las fuerzas armadas colombianas, 2.) la construcción de un cinturón de bases militares (que actualmente se encuentran en Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Panamá, Costa Rica, El Salvador, Honduras, Aruba y Curazao) y 3.) acuerdos con los estados fronterizos con Colombia (incluyendo a la Brasil de Lula) para militarizar la frontera con ayuda de asesores yanquis. Bajo comando del general James Hill, comandante del Comando Sur estadounidense hasta 2004, tales acuerdos fueron firmados con todos los estados limítrofes con excepción de Venezuela [4]. En Marzo del 2004 Hill habló sobre el "peligro silencioso del populismo radical" para los intereses de seguridad yanquis en la región para subrayar el "deber" del gobierno venezolano a contribuir en la lucha contra el narcoterrorismo.

Ante la crisis diplomática con Colombia después del secuestro de Rodrigo Granda, violando la soberanía venezolana, la ministra de exteriores yanqui, Condolizza Rice, denominaba a Venezuela una "fuerza negativa en la región" en un discurso ante el congreso estadounidense el 19 de enero del 2005. Para el nuevo comandante del Comando Sur, General Bantz Craddock, un halcón con experiencia de Irak, los escenarios centrales de seguridad para los EE.UU. en el 2005 son Colombia, Venezuela, Haití y México.

La política estadounidense frente a Venezuela vacila entre aceptar pragmáticamente al gobierno de Chávez hasta que haya acceso al petróleo (este pragmatismo contradice a la provocación de una guerra civil con todo sus riesgos incalculables) y los deseos hegemónicos imperiales que no pueden aceptar un desafió antiimperialista, incluso cuando se trata de un desafió político-simbólico. El pentágono está consciente del problema de una intervención abierta de los EE.UU. que provocaría un conflicto aún mas arriesgado que aquel en Irak y llevaría a una desestabilización incontrolable de las relaciones con toda Latinoamérica.

La política yanqui de la provocación y de los ataques diplomáticos contra Venezuela sigue el esquema del "apoyo a la guerrilla colombiana por negarse a la cooperación - desestabilización de la región - denuncia sobre la base de la Carta Democrática de la OEA". Dicha "Carta" provee una intervención multilateral en caso del peligro por la democracia y debe de ser aplicado según una propuesta yanqui para la próxima Asamblea General de la OEA también a casos de "regímenes neo-totalitarios" [5].

El paso de la lucha anti-guerrilla en Colombia hacia la frontera con Venezuela hasta finales del 2005 puede agravar las relaciones entre los dos países y también las acciones de paramilitares venezolanos con apoyo de mercenarios colombianos tratan de provocar situaciones de aparente inestabilidad e inseguridad para legitimar la intervención internacional. (En mayo 2004 fueron detenidos 130 colombianos con uniformes venezolanos en Caracas que planificaban una aparente rebelión militar contra Chávez, en noviembre del 2004 el fiscal popular Danilo Anderson fue asesinado por un coche-bomba).

La profundización de la revolución bolivariana y el fortalecimiento de la insurgencia colombiana, o sea el desarrollo del movimiento popular revolucionario en la región, determinarán si los EE.UU. se verán obligados a correr el riesgo de una confrontación abierta, si el enfrentamiento simbólico se vuelve uno militar. Chávez parece consciente de este peligro e insistía nuevamente, en un discurso el 4 de Febrero en conmemoración del intento de insurrección militar del 1992, en la defensa territorial y la creación de milicias como elemento central de la defensa de la soberanía del país. Y también las corrientes revolucionarias del movimiento bolivariano insisten en el lazo entre la profundización de la revolución y la intervención imperialista, a pesar de sus dudas en la capacidad de un ejercito tradicional a llevar a cabo una guerra popular de defensa de la nación.

Un revolución sin izquierdas

El motor central de la dinámica antiimperialista del proceso bolivariano son las correlaciones de fuerza internas entre la "profundización de la revolución" y la "normalización de Estatus Quo alcanzado". De ahí queremos analizar a continuación los desarrollos en la política interna de Venezuela que requieren una corta nota histórica. La revolución bolivariana de Chávez es un proceso fuera de la izquierda histórica, mas aún, por parte es un proceso en contra de los partidos tradicionales de la izquierda del país. Esto explica por un lado la importancia de la figura del presidente Chávez y por el otro lado las correlaciones de fuerza al interno del movimiento bolivariano que han dejado a las corrientes burguesas y anti-revolucionarias una importante ventaja comparativa.

Históricamente el único momento donde las fuerzas revolucionarias jugaban un papel determinante para el curso de la historia del país era la coyuntura inmediatamente después de la caída del dictador Pérez Jiménez en 1958. El Partido Comunista de Venezuela (PCV) era la organización mas importante de la resistencia anti-dictadura y podía ampliar su influencia hasta las bases de Acción Democrática (AD) cuyos dirigente se encontraban fuera del país.

Sin embargo, por falta de un proyecto político de toma del poder, no podía canalizar el corto vacío de poder después de la caída de la dictadura el 23 de enero 1958. Obviamente la influencia de la doctrina soviética de auto-limitarse a la "revolución democrática" en alianza con los partidos de la burguesía "democrática" - en este caso la AD de Rómulo Betancourt - contrariamente a la revolución popular protagonizada por los comunistas mismos, llevó al partido a no tomar la iniciativa y dejar a los partidos burgueses una tregua para aliarse en el Pacto de Punto Fijo en contra de todo peligro revolucionario, abriendo un período prolongado de estabilización que limitaba significativamente las posibilidades revolucionarias.

Ante la nueva democracia totalitaria y influidos por la victoria de la revolución cubana, la izquierda se lanzó a la resistencia armada. El PCV sin embargo, después de una corta opción guerrillera, entraba en una fase trágica a partir del 1965 integrándose nuevamente con las elecciones del 1969 al sistema burgués en abierto desafío a los movimientos guerrilleros activos en el país. (Vea la polémica cubana contra el PCV en 1967 desde la Tricontinental sobre este episodio.) Pero el movimiento guerrillero mismo tampoco no se podía consolidar y fue cada vez mas debilitado y marginado por la represión y la "amnistía"/integración de Caldera en 1969.

La nueva coyuntura de luchas y protestas de los años 70 protagonizada por el movimiento estudiantil quedó sin orientación política unificadora y no lograba poner en peligro un sistema que había alcanzado una estabilidad clientelista fuerte con la nacionalización del petróleo en 1974. Producto de la oposición política de los 70 eran los dos partidos de izquierda surgidos de rupturas del PCV, el Movimiento al Socialismo (MAS) y la Causa R. En 1989 el levantamiento popular del Caracazo abrió un nuevo período político que significaba la muerte definitiva del sistema de Punto Fijo. Los partidos tradicionales de la izquierda sin embargo no eran en grado de canalizar el descontento durante este período (1989-1998) y darle orientación política. Todo lo contrario sus esperanzas se ligaban a un sistema en plena decadencia donde esperaban poder conquistar algunos éxitos electorales en ofertas oportunistas de coalición con las estructuras del viejo poder. [6]

La vanguardia real en los momentos históricos revolucionarios de Venezuela, ante la falta de una izquierda fuerte, eran mas bien los movimientos cívico-militares surgidos de las Fuerzas Armadas y apoyadas por personalidades y pequeños grupos de la izquierda revolucionaria. La separación entre los partidos dominantes de la izquierda y los militares patrióticos del MBR-200 (Movimiento Bolivariano Revolucionario-200) que intentaron una insurrección militar dirigida por Hugo Chávez el 4 de Febrero de 1992, no era tanto consecuencia de un paternalismo militar, sino mas bien de la desconfianza de la izquierda en las posibilidades de ponerse radicalmente contra el sistema.

Hugo Chávez mismo tenía que experimentar el fracaso de la izquierda el 4 de Febrero cuando esperaba un levantamiento de masas prometido por ciertos grupos de izquierda mientras que los camiones con armas quedaban inutilizados en muchos barrios. Así el espacio de una vanguardia colectiva quedaba abierto después de la victoria electoral bolivariana en el 1998. Los partidos de izquierda MAS y Causa R se rompieron frente a la opción de Chávez (dando nacimiento a Podemos y el Partido Patria para Todos que forman parte de la coalición chavista) y otros como Bandera Roja (surgido de la guerrilla del MIR) incluso pasaron a la contrarrevolución radical. Sólo el PCV, un partido pequeño sin grandes influencias orgánicas en las masas, se unificaba en su totalidad a la coalición chavista - siguiendo su tradición de unirse a cualquier coalición progresista sin proyecto propio fuerte que abren posibilidades a la influencia institucional.

Las cadenas de la burguesía de Estado

Mientras que la izquierda no era en grado de dar una dirección al proceso bolivariano, partes de las elites venezolanas estaban listas a infiltrarse en el nuevo gobierno. Para entender este otro lado del paralelogramo de fuerzas, es necesario analizar el carácter de la clase dominante venezolana. La oligarquía venezolana históricamente ha sido íntimamente ligada al aparato de Estado. Es una elite político-burocrático-económica cuyos privilegios surgen de su control directo de la maquina de Estado que ha sido el instrumento para controlar las riquezas petroleras nacionalizadas en 1974. Una parte de dichos representantes del viejo sistema entre ellos elementos del partido Acción Democrática se oponía por sus intereses propios al cambio neoliberal que tendía a minar sus tradicionales instrumentos de control del Estado.

Esta burguesía nacional suis generis y su ejercito de políticos profesionales tienen una experiencia prolongada de manejar el Estado y su sobrevivencia está ligado a los puestos políticos en la burocracia estatal.

La victoria electoral de Chávez no sólo ha dividido a la izquierda venezolana, sino también a su elite burguesa. Mientras que aquellas partes la izquierda que se unían a la coalición chavista lo hicieron sin contar con un proyecto de poder claro y mientras que el pueblo que haya apoyado con entusiasmo el nuevo gobierno, no tenía la organización y conciencia necesaria para fundar una nueva institucionalidad, los elementos de la vieja elite dispuestos a aceptar el nuevo cuadro bolivariano han estado preparados toda su vida para controlar y administrar el Estado. Motivados por un profundo instinto de sobrevivencia de casta política profesional penetraron el nuevo gobierno para conservar el tradicional aparato burocrático. Los nuevos partidos políticos, en particular el Movimiento Quinta República (MVR) y el Partido Patria para Todos (PPT) se volvieron un amalgama de cuadros políticos administrativos de la IV. República con el objetivo de institucionalizar el proyecto radical y de izquierda diseñado por Chávez durante su estadía en la cárcel y su campaña electoral y de convertir la nueva República Bolivariana en una continuidad en nuevos colores de la vieja IV. República.

Luis Miquelena, jefe inicial del MVR, era el representante de esta continuidad de la IV. República en las nuevas condiciones. Era aquel que encarnaba la oposición contra el plan chavista de trasformar el modelo de la democracia representativa en una democracia participativa, cuyo ideólogo, William Izarra, fue destituido del Comando Táctico Nacional (CTN), la dirección del MVR. El MVR fue transformado en una maquina electoral y administrativa tradicional que Chávez se vio obligado a aceptar en la primera fase de su gobierno para garantizar la estabilidad y el control necesario.

Con el choque contra la oposición oligárquica (golpe de Estado 2002, Huelga-Sabotaje Petrolero 2002/03) la normalización total sin embargo siempre fue minada. El creciente activismo popular y la radicalización de Chávez en estas confrontaciones ha imposibilitado hasta el momento que el sector conservador logre arrancar las riendas del proceso bolivariano.

Después de aceptar un compromiso con la oposición reaccionaria por parte de los partidos de la coalición chavista (agrupados en el Comando Ayacucho) que posibilitó el referendo revocatorio de agosto 2004, Chávez inició la contra-ofensiva contra los "partidos políticos". William Izarra vuelve a la dirección del MVR a la cabeza del Comando Maisanta, la nueva organización de base creada para el "referendo aprobatorio" que confirma con amplia mayoría a Chávez en su mandato. A pesar de que los elementos "bolivarianizados" de la elite político-económica no podían imponerse políticamente, controlan todas las instancias esenciales, sean partidos, ministerios, gobernadores y alcaldías y bloquean la profundización de la revolución bolivariana. A pesar de que sólo una minoría de derecha abiertamente articula su deseo de un "Chavismo sin Chávez", conciente que las correlaciones de fuerza actuales no permitieran una ruptura con Chávez, el poder fáctico del control institucional de una Estado que sigue funcionando en la lógica de las viejas estructuras burocráticas, está marcada por la burguesía burocrática venezolana omnipresente en el proceso.

Los tres niveles de poder en Venezuela

Trataremos en el siguiente parágrafo a unir los dos elementos analizados arriba en un cuadro de la situación y dinámica política actual a partir de las elecciones de octubre 2004. Después de la perdida del referendo, la derecha tradicional ha perdido sus últimos feudos en las elecciones para gobernadores el 31 de octubre del 2004 quedando 20 provincias de 22 en manos del gobierno. A partir de este momento la anatomía del Estado venezolano queda sólo un producto de las correlaciones de fuerza dentro de la corriente bolivariana.

Por la falta de una izquierda organizada e influyente, Hugo Chávez es el factor decisivo para el futuro del proceso de cambio. Sólo Chávez puede influir la opinión pública y movilizar al pueblo en su totalidad. Este hecho requiere una hipótesis sobre la difícil pregunta del carácter de la persona de Chávez mismo.

Si Chávez hubiera estado interesado en una normalización de la lucha interna y de las relaciones con el imperialismo, siendo un supuesto "instrumento de la burguesía de Estado", lo había podido hacerlo sin mayores resistencias desde abajo después de las elecciones de octubre. La izquierda revolucionaria hubiera tenido casi ninguna posibilidad de evitarlo. Pero justamente en este momento Chávez proclama el "Salto adelante", el carácter antiimperialista y social de la revolución, el objetivo del poder popular en oposición abierta al "burocratismo y la ineficacia", en contra de la continuidad de la IV. República dentro de las filas bolivarianas. [7]

Contrariamente al pragmatismo político de los personajes neoliberales que no hacen mas que administrar las obligaciones "inalterables" del mercado, Chávez sigue una línea política-ideológica que quiere realizar como proyecto para Venezuela. No cabe duda que su actuación también está marcada por las circunstancias - la política yanqui, el choque con la oposición reaccionaria y las correlaciones de fuerza dentro del bloque bolivariano. Pero no es una adaptación pasiva a estas circunstancias, sino un intento de cambiar las circunstancias según un plan de transformación del Estado. Este plan fue elaborado junto con un grupo de profesores universitarios de la UCV (Universidad Central de Venezuela) bajo la dirección de Jorge Giordani durante su estadía en la cárcel como línea guía de su campaña electoral y programa de gobierno, aprobados en el 1996 por el MBR-200.

Este programa titulado Agenda Alternativa Bolivariana (AAB) provee en una primera fase tomar el gobierno por la vía electoral, para establecer en una segunda fase, denominada Proyecto de Transformación Bolivariano (PTB), un nuevo modelo de democracia y, a largo plazo, lograr una América Latina unida realizando el sueño de Bolívar (Proyecto Nacional Simón Bolívar). El "Salto Adelante", según el comentarista político Alberto Garrido, es el paso de la primera fase a la segunda, al nuevo modelo democrático. [8]

El actual vice-ministro de exteriores William Izarra, uno de los ideólogos centrales de esta nueva fase, escribe: "El Estado reformista, aunque existe la constitución bolivariana de 1999, está vigente todavía. En pleno surgimiento del modelo bolivariano, el Estado reformista es el órgano que regula al colectivo nacional. Contradicción que produce la etapa actual de transición hacia la revolución. La revolución, para que pueda alcanzar su propio camino tiene que operar a nivel de la estructura de la democracia representativa. Tiene que cambiar y erradicar el estado vigente. Tiene que sustituir todas estas unidades políticas burocráticas (como por ejemplo, las alcaldías) que dominan al pueblo." [9]

Esto nos lleva a la cuestión central de cuales son los mecanismos para imponer esta transformación del viejo Estado cuyos poderes fácticos se oponen férreamente a todo proyecto de cambio profundo. Ahí está el desafío central para un proyecto revolucionario nacido sin revolución. Hasta el momento este nivel de poder de la elite política burocrática que se encuentra entre Chávez y el pueblo no se ha podido erradicar ni por parte de la pequeña izquierda revolucionaria ni por el creciente activismo popular. En este sentido la victoria electoral de la coalición bolivariana en octubre 2004 llevó a la situación paradójica de haber fortalecido el bloque chavista pero al mismo tiempo también a los burócratas bolivarianos que podían apoderarse de los nuevos puestos y marginar al activismo popular y a la izquierda. Es de notar que Chávez mismo nuevamente apuntaba sobre este problema llamando a la politización del proceso, atacando la continuidad burocrática y el clientelismo y llamando a una "revolución dentro de la revolución."

Expresión de la lucha entre el viejo aparato estatal y el proyecto chavista de cambio es el frecuente cambio de ministros y los intentos de establecer estructuras paralelas al aparato de estado tradicional. Las misiones - cuyo origen justamente ha sido la ineficacia de una campaña de alfabetización lanzada desde el ministerio de educación - han levantado a un impresionante activismo popular que constituye hoy, junto a la izquierda revolucionaria organizada, el tercer nivel de poder. El Comando Maisanta y las UBE (Unidades de Batalla Electoral) debieran, según el plan de Chávez en el "Salto Adelante", constituir los fundamentos de una nueva estructura de poder. Esta estructura tiene sus expresiones en los Consejos Locales de Planificación, los presupuestos participativos, la Controlaría Social, los proyectos de desarrollo endógenos y un Ministerio de Participación Popular. Estas nuevas estructuras debieran ser coordinadas directamente desde la oficina presidencial.

El problema es que ante la debilidad de la izquierda organizada y ante un activismo popular aún joven y con poca experiencia política, los aparatos burocráticos tradicionales tienen una ventaja estratégica a penetrar también estos nuevos instrumentos.

El segundo paradoja es la situación económica estable que al mismo tiempo fortalece al proceso bolivariano y el poder del aparato burocrático y su política de normalización, sobre todo en las zonas urbanas que tienen mayor provecho de las misiones sociales. Durante el sabotaje petrolero del 2002/03 la situación excepcional dejó el papel dirigente al activismo popular frente a una maquina burocrática paralizada. La consolidación nuevamente llevó a la institucionalización y burocratización de las iniciativas sociales (como por ejemplo de los mercados populares MERCAL).

En las zonas rurales en cambio, que todavía son marcadas por el latifundismo y están históricamente marginadas de la presencia estatal, la confrontación es mucho mas aguda. Esto lleva a un mayor protagonismo de organizaciones populares independientes y revolucionarias del bolivarianismo como el Frente Nacional Campesino Ezequiel Zamora (FNCEZ) mientras que las iniciativas de la elite política tienen escasa presencia real y queda meras propuestas sin base real, como el caso del la Coordinadora Agraria Ezequiel Zamora (CANEZ) o la Federación Nacional Campesina (FNC).

Las organizaciones crecidas en largas luchas históricas y con base orgánica en el campesinado como el FNCEZ, sobre todo en los Llanos, así se vuelven los puntos de cristalización de las luchas sociales campesinas. El enfrentamiento contra la burocracia del ministerio de agricultura y del INTI (Instituto Nacional de Tierra) por lo tanto es muy fuerte y la exigencia de un contacto directo con el presidente Chávez, mas allá de los canales burocráticos, es una de las consignas principales. Los campesinos claramente dicen que sólo los agricultores organizados mismos pueden llevar adelante la "guerra contra el latifundio" proclamado por Chávez, y sólo el pueblo organizado mismo puede realizar el poder popular y la democracia participativa. Chávez mismo castiga en su discurso en el "Salto Adelante" la falta, la manipulación o el retraso de informaciones por la amplia red de instituciones burocráticas.

Esta constelación explica porque muchas de las iniciativas e ideas de Chávez para promover el activismo popular y la autoorganización de estructuras de base quedan meras proclamaciones paralizadas por los órganos ejecutivos en su fase de implementación. Esto es tanto el resultado de un freno conciente por parte de los burócratas que temen una nueva institucionalidad popular como también de la ineficacia estructural de los mecanismos formales del Estado burgués. Sin embargo quedan casos de viejos y nuevos vicios que no pueden quedar desconocidos de la atención de Chávez y sin embargo no haya ninguna intervención del presidente.

Un ejemplo sería la actuación represiva del General Bracho, comandante del Teatro de Operaciones N° 1 en la frontera con Colombia que ha atacado sistemáticamente a la izquierda revolucionaria y al movimiento popular históricamente fuerte en esta zona. Ahí se revela un cierto escepticismo de Chávez frente a iniciativas revolucionarias independientes que pasan mas allá de su control directo y que no se explican sólo por su experiencia negativa con la izquierda. La lealtad política de la izquierda revolucionaria bolivariana a Chávez está fuera de cualquier duda en todas las organizaciones.

Sin embargo, las fuerzas independientes tienen su propia dinámica, proyecto y métodos de lucha, contrariamente a las nuevas estructuras de activismo popular creadas por Chávez. La falta de contacto con el presidente por parte de los movimientos revolucionarios bolivarianos por lo tanto se explica también por un cierto paternalismo o egocentrismo en la concepción de los militares patrióticos de izquierda que tienen dificultades a aceptar focos de poder independientes con una vida política propia.

Sin embargo, estas fuerzas hasta el momento son también demasiado débiles, a pesar de su impresionante crecimiento, para hacer arriesgar a Chávez, que en este sentido es pragmático, un experimento de una nueva institucionalidad basada sobre ellos y en confrontación abierta con el aparato tradicional. El enfrentamiento entre la izquierda y el activismo popular por un lado y la burguesía de Estado bolivariana por el otro lado se centrará en el próximo período - hasta las elecciones del 2006 - en la lucha por los puestos en las instituciones tradicionales, por la simple razón que una estructura completamente nueva de poder popular no es realista. La lucha para debilitar a la elite tradicional en las instituciones, desde lo local hasta el parlamento - a todos estos niveles habrá elecciones en el curso del 2005 - mostrará la capacidad de la izquierda revolucionaria a actuar como punto de referencia nacional y canalizar el activismo popular desencadenado por Chávez.

Pero la izquierda tienen un contrayente potente y conciente de este desafío revolucionario, el MVR que tiene la ventaja de ser "el partido del presidente". La vieja elite tiene el MVR no sólo para ocupar puestos administrativos sino también para canalizar el activismo popular. Con su reciente campaña de reclutamiento el MVR ya se prepara para las elecciones. Es posible que dentro del MVR mismo, que aglutina todo, desde los viejos políticos oportunistas desertados de AD hasta revolucionarios honestos, y entre el MVR y los demás partidos de la coalición chavista surjan contradicciones sobre la distribución de puestos. En febrero del 2005 ya había un fuerte debate entre los paridos chavistas sobre la distribución de los mandatos y dentro del MVR sobre una reforma del Estatuto que conceda mas influencia a la base para nombrar a los candidatos.

Lo decisivo será en todo caso si la izquierda bolivariana será capaz de presentarse como factor nacional visible tanto para la opinión pública como para el presidente y así arrebatar terreno a la vieja elite que se ha metido entre el pueblo y el presidente.

La ruptura revolucionaria total hacia el poder popular como resultado exclusivo de una profundización lineal del proceso y un crecimiento paso a paso de la organización y politización del pueblo sin embargo no parece probable, ya que la izquierda nunca podrá vencer las ventajas de la elite burocrática hasta que el Estado burgués no entre en crisis profunda. Es por esto que actualmente las viejas estructuras también son un campo de batalla decisivo para la acumulación de fuerzas.

La izquierda bolivariana - del movimiento popular a la opción política nacional

La izquierda revolucionaria bolivariana ha surgido desde escenarios y zonas históricas de lucha popular. En las zonas urbanas son principalmente organizaciones nacidas en los barrios pobres. La mas famosa e influyente es la Coordinadora Simón Bolívar cuyos cuadros tienen presencia desde décadas en el histórico barrio 23 de Enero de Caracas. Otra organización con una base social de barrio, pero características políticas diferentes es el "Proyecto Nuestra América - Movimiento 13 de Abril" (PNA-M13A) del barrio caraceño La Vega. Surgido del movimiento estudiantil, la organización Utopía podía volverse un punto de referencia político que ha logrado ampliar su área de influencia mas allá de Caracas.

La OIR (Opción de Izquierda Revolucionaria) trotskista, si bien no se considera bolivariana pero sí apoya al presidente Chávez, cuenta con cierta influencia en el nuevo movimiento sindical de la UNT (Unión Nacional de Trabajadores) con su punto fuerte en el Estado de Aragua así como una fuerte influencia en la asociación de comunicación alternativa www.aporrea.org. Una organización mas reciente que ha logrado aglutinar diferentes organizaciones populares en varios Estados del país y que se ha vuelto una de las organizaciones principales de la izquierda bolivariana en zonas rurales es el Movimiento de Bases Populares (MBP) que une como plataforma política al FNCEZ, al movimiento estudiantil UFI de las universidades de los Llanos (UNELLEZ) y a la organización juvenil Patria Joven. Sus áreas principales de influencia son las provincias fronterizas de Apure, Táchira y Zulia, así como Portuguesa y Barinas. La presencia del MBP en Caracas aún es poca lo que explica que no tiene tanta incidencia en iniciativas de la izquierda urbana. Otra organización de la izquierda bolivariana, pero de otro tipo, es el movimiento político-militar de las Fuerzas Bolivarianas de Liberación-Ejercito Libertador (FBL-EL; vea entrevista en esta revista.)

Estos movimientos revolucionarias tienen, contrariamente al activismo popular joven y sus centenares de iniciativas y asociaciones recién creadas, una historia mas largar y una consiguiente consolidación orgánica e identidad política propia. La debilidad central hasta el momento es que todavía son muy locales o regionales o presentes en un solo sector social lo que limita sus posibilidades de volverse una punto de referencia nacional. Había iniciativas de coordinación importantes, pero no han logrado hasta el momento hacer la izquierda bolivariana una punto de aglutinación nacional para el activismo popular en su totalidad. En algunos casos también hay que notar la subestimación de la importancia de un proyecto y organización política propia que logre conquistar sus espacios en todas las esferas de poder incluyendo la institucional a cambio de una orientación casi exclusiva al "movimiento social".

La izquierda podía fortalecerse decisivamente durante los años del gobierno de Chávez, sin embargo todavía no tiene la fuerza de incidir o orientar el discurso en la opinión pública mas allá de su inmediata área de influencia. No quedan dudas que la radicalización del presidente Chávez mismo y su asunción de conceptos centrales de la izquierda (profundización de la revolución, poder popular, antiimperialismo, socialismo) ha dificultado una posición "diferente" ya que así sigue siendo Chávez en el cual el pueblo ve el mejor o único instrumento para alcanzar estos objetivos.

Para vencer esta debilidad del proceso y transformar la dirección única de Chávez en una vanguardia colectiva, la presencia de la izquierda bolivariana en la arena política será decisiva. No se trata sólo de profundizar la organización popular y politizarla mas allá del Estado. La justa crítica contra los "partidos políticos" no puede implicar una posición "anti-política" que hoy en el mundo está de moda con la "sociedad civil" o los puros "movimientos sociales". Esto porque el viejo Estado y sus mecanismos electorales seguirán siendo un factor de poder central en el próximo período y el instrumento decisivo que determinará hacía donde va el proceso bolivariano. Para esto hace falta un fuerte instrumento político de la izquierda bolivariana que desafía a las viejas elites en el terreno de lucha que les es propio, las elecciones, y arrancarles la iniciativa.

El MBP muy claramente formula la necesidad del instrumento político y también la coordinación de varias organizaciones, entre ellos la Coordinadora Simón Bolívar y Utopía, en una Corriente Marxista Bolivariana, indica que la izquierda se está preparando. La victoria electoral del candidato del MBP en la ciudad de Guasdualito en la frontera con Colombia en contra del candidato del MVR es simbólico para el camino de lucha que marcará el próximo período y puede volverse un catalizador para una alternativa revolucionaria de la izquierda bolivariana para profundizar la revolución que logre adelantar una batalla integral, popular y electoral, para el poder popular desde abajo y desde arriba.

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Notas

[1] El Pacto de Punto Fijo entre el Partido Acción Democrática (AD), el
Comité de Organización Político Electoral Independiente (COPEI) y la
Unión Democrática Republicana (UDR) de 1958 fundamentaba un sistema
político-social cerrado y corporativo./
/[2] vea: José Carlos Mariategui (1929): Punto de vista antiimperialista./
/[3] La llamada IV. República es el período del Pacto de Punto Fijo de
1958 hasta la victoria electoral de Chávez en 1998 y la nueva República
Bolivariana de Venezuela fundamentada en la nueva constitución del 1999./
/[4] vea: Alberto Garrido (2005): Revolución Bolivariana 2005. Notas,
Ediciones del Autor, Caracas 2005, p. 79 ff.
[5] El Tiempo, 26 de Febrero 2005,
http://eltiempo.terra.com.co/inte/latin/noticias/ARTICULO-WEB-_NOTA_INTERIOR-1989922.html
[6] vea: Dorothea Melcher: Venezuela - Reformismus und Radikalismus in
einem Erdölland. In: Die Linke in Lateinamerika. Analysen und Berichte
(1997), Neuer ISP Verlag, p. 176 pp. (Venezuela - Reformismo y
Radicalismo en un País Petrolero. En: La izquierda en América Latina.
Análisis y Reportajes.)
[7] Intervención del Presidente el Día 12 de Noviembre del 2004. Editado
por Marta Harnecker
[8] Intervención del Presidente el Día 12 de Noviembre del 2004. p. 83 pp.
[9] en Garrido, p. 123/

Marzo 2004

 

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