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Estado español :: 07/04/2021

Acto «Las Mujeres en la AIT», en las Jornadas del 150 aniversario de La Comuna

Ángeles Maestro, Raúl Capín
Y las primeras que se lanzaron fueron las mujeres. Habían recibido doble ración de miseria y no esperaron a sus hombres.

El día 29 de marzo tuvo lugar un acto público en el Teatro del Barrio organizado por la Comisión de Mujeres del Comité del 150 Aniversario de la Comuna. Su título «Las mujeres en la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT)»refleja bien el objetivo: desentrañar las razones que pueden explicar el gran protagonismo de la mujeres en la Comuna de París.

La identidad de la primera revolución obrera triunfante de la historia tiene la huela de la acción de las mujeres, en todos y cada uno de sus rasgos. Las Comuneras marcaron su impronta en los Decretos sobre la igualdad salarial, eliminación de discriminación de los «hijos ilegítimos», abolición de la prostitución, creación de escuelas infantiles en las empresas, comedores de fábrica, etc. Y también tuvieron un papel decisivo en los hechos relacionados con la defensa armada de la Revolución: desde su firmeza en la defensa de los cañones del pueblo frente al ejército de Versalles, pasando por el batallón de mujeres comandado por Louise Michel, la quema de edificios para defender las barricadas o su caída heroica junto a los hombres en los fusilamientos masivos ejecutados por la reacción junto a los muros del cementerio de Pére Lachaise.

Las intervenciones de María, Natacha y Carmen, mujeres trabajadoras y destacadas luchadoras, fueron desgranando la historia de las mujeres desde la violencia brutal de la acumulación originaria mediante la que el capital entra en la historia chorreando «sangre y lodo», a la que hay que añadir el terrorismo de Estado encarnado en la «caza de brujas». Así se produjo el proletariado: hombres, mujeres y niños desposeídos materialmente y destruidas su relaciones sociales. El objetivo se cumplió: la puerta de la fábrica era el único camino.

Desde esa situación de miseria y terror se levantaron también las mujeres, que habían recibido doble ración de miseria, enfermedad y opresión. Organizándose en la AIT, protagonizaron huelgas tan duras y tan brillantes como la de las hilanderas de la seda de Lyon que recibieron el apoyo económico a su Caja de Resistencia de las diferentes secciones de la Internacional. Esas huelgas ocurrían en 1869 y 1870, inmediatamente antes de la Comuna. Las proletarias y los proletarios, la clase obrera de Paría y de otras ciudades francesas, supieron perfectamente identificar a sus enemigos, comprendieron que «ante los fracasos y traiciones de las clases dominantes era su deber imperioso y su derecho indiscutible hacerse dueños de sus propios destinos, tomando el Poder».

El internacionalismo de la Comuna, símbolo de la unidad de la clase obrera, lo representaba la bandera roja de la «República Universal». «No somos franceses, somos Comuneros», decían y lo plasmaron materialmente derribando la Columna de Vendôme símbolo del imperialismo y del chauvinismo francés.

Carmen, trabajadora peruana, planteó la necesidad imperiosa del internacionalismo hoy. Cuando el capital es más global que nunca, apremia la necesidad de organizar la lucha conjunta de la clase obrera, de aquí y de fuera, de todos los proletarios y proletarias del mundo.

Canciones, teatro y baile se intercalaron entre sus palabras. La emoción y el asombro fue creciendo ante la calidad de las actuaciones y se desbordó con la interpretación de la Internacional – compuesta por Eugene Pottier y Pierre Degeiter que lucharon defendiendo la Comuna – y ejecutada en vivo por espléndidos profesionales.

La Comuna de París es la primera plasmación de la clarificación total que muestra la lucha de clases cuando se lleva hasta sus últimas consecuencias. El ejército de Versalles y el de Bismarck, enemigos a muerte en el campo de batalla hasta un mes antes, se coaligan para aplastar al proletariado de París. Las palabras de la Comuna lo expresan así: «¿Reconoce usted este París?. Estas fortificaciones humeantes, estas explosiones de heroísmo, estas mujeres, estos hombres, de todas las profesiones, mezclados. Todos los obreros de la tierra aplaudiendo nuestra lucha, todas las burguesías coaligadas contra nosotros».

La idea principal que el Comité quiere consolidar en los actos realizados y en los que vendrán, es la continuidad histórica de la lucha. No se trata sólo de de conmemorar, de reconocer, sino sobre todo de reafirmar que partimos de esa herencia y de todas las revoluciones posteriores, para encontrar nuestro camino aquí y ahora, en un combate general que es histórico e internacional.

La Comuneras y los Comuneros decidieron inmolarse en las ruinas de París. Fueron muy conscientes de que su holocausto, en las barricadas y en los fusilamientos, mostraba a toda la clase obrera la brutalidad despiadada y sin límites de las burguesías, pero sobre todo, la materialización de la posibilidad de la Revolución y la fuerza imborrable de su heroico ejemplo.

En tiempos en los que se ensalzan «los acuerdos de paz», «la reconciliación» y la vía parlamentaria como la única posible para resolver los problemas de la clase obrera, es imprescindible destacar, junto al hecho comprobado una vez tras otra de que confiar en la buena voluntad del enemigo es un espejismo mortal, que lo peor no es la derrota. Lo que aniquila la esperanza es la renuncia y el sometimiento. La claudicación supone aceptar el orden del enemigo. La rendición vende las banderas de lucha, vende el futuro,

La derrota implica dignidad, nos lega íntegros el ejemplo y las razones de la lucha. La Comuna de París, la primera toma del poder por la clase obrera, es un brillante adelanto del mundo nuevo que se puede construir cuando la clase obrera coloca al ser humano en el centro de la historia.

Las palabras de Engels no dejan lugar a dudas: «Mirad la Comuna de París. ¡He ahí la dictadura del proletariado!

En este enlace puede verse el video del acto «Mujeres en la AIT», grabado y editado por el fotoperiodista Raúl Capín.

Crónica. Ángeles Maestro

Video:

 

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