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Argentina :: 26/03/2018

24 de marzo. Dos marchas, dos proyectos desde donde resistir al macrismo

Guillermo Cieza
Hay un bastión de resistencia al que le teme el régimen. Esa movilización popular es la que obliga al régimen a ser “gradualista”

El 24 de marzo en la ciudad de Buenos Aires y en La Plata, hubo dos marchas. No sé lo que ocurrió en otros lugares del país. Imagino que en algunas otras capitales de provincia hubo una sola marcha, y lo mismo sucedió en las ciudades pequeñas del interior.

Por lo que estoy enterado, tanto en Buenos Aires como en La Plata hubo gestiones para realizar una marcha unitaria, que no consiguieron acordar.

Mi opinión personal es favorable a las marchas unitarias tanto sea para conmemorar el 24 de marzo, resistiendo la política de olvido y cárceles domiciliarias promovida por el macrismo, como lo hicimos para enfrentar la reforma previsional, o pedir por la aparición con vida de Santiago Maldonado.

Pero francamente, la cuestión de si hacemos o no una marcha unitaria, no me parece una cuestión central, porque las diferencias de proyectos desde donde enfrentar al macrismo existen y a veces se pueden conciliar y a veces no.

Con respecto a cómo se expresan estas diferencias, me pareció un acierto la consigna de reivindicar la lucha de los 30.000 desaparecidos por el socialismo. Este es un hecho de estricta justicia, porque la militancia de los años 70, de distintos orígenes políticos, tenía un punto de unidad en la reivindicación de ese horizonte estratégico.

Qué país queremos hoy sigue dividiendo aguas entre quienes, apelando a consignas de otra época, luchan por la Patria Socialista o por la Patria Peronista (un capitalismo inclusivo, “serio”, humanizado, acorde con la Doctrina Social de la Iglesia, etc).

Este trazo grueso de distinción de objetivos debería completarse con otra distinción que me parece central en la división de aguas, que es el papel que asignamos al Estado en la construcción y desarrollo de nuestro proyecto político.

Sobre el punto quisiera hacer algunas aclaraciones, para poner blanco sobre negro, desde qué lugar estoy opinando.

Estoy convencido, y me apoyo en la experiencia histórica de los pueblos, que no hay revoluciones posibles si no se ocupa el Estado. En ningún lugar del mundo se hicieron revoluciones sin ocupar el Estado. Y sin duda existieron revoluciones, más allá de sus derivas posteriores. El año pasado celebramos los 100 años de la revolución rusa.

También estoy convencido de que una vez ocupado el Estado se advierte que ese mismo Estado burgués no sirve para avanzar en un proceso revolucionario, por lo tanto debe ser reemplazado por una nueva institucionalidad acorde con el proyecto socialista. Este reemplazo no se resuelve mágicamente, sino que lleva un tiempo de convivencia contradictoria de las dos institucionalidades, de la misma forma en que conviven dos economías. A este proceso se denomina transición y ha sido característico de todos los procesos revolucionarios. La experiencia bolivariana y la reflexión teórica de István Mészáros son muy esclarecedoras de ese debate.

Aclarado este punto, creo que entre las fuerzas políticas que resisten al macrismo existe otra divisoria de aguas que se expresa en dos concepciones diferentes que intentaré describir:

- Una concepción de poder político que ubica su retaguardia y fuente de sus decisiones políticas en sujetos populares organizados (los trabajadores organizados desde lo sindical, o desde los territorios) y en las organizaciones que intentan jugar un papel de liderazgo (llámense partidos, herramientas políticas, articulaciones, frentes. movimientos, etc.) y ven al Estado como un lugar de disputa, donde se puede y se debe intentar ganar espacios con el objetivo final de ocuparlo totalmente. Pero esto es una cuestión que depende de correlaciones de fuerzas (poder popular acumulado) y aprovechamiento de oportunidades históricas. Esta concepción política pone el acento en su autonomía del Estado, y propone que la ocupación de espacios en el Estado no es condición de existencia política. Tiene ejemplos de nuestra propia historia para sustentarse. Sin haber tenido vinculación alguna con el Estado, salvo enfrentarlo, nadie pueda negar la existencia política de la resistencia peronista, posterior al golpe del 55.

- Una concepción política que determina su condición de existencia a partir de la inclusión con el Estado. El Estado es también su retaguardia, punto de encuentro y lugar principal de acumulación política. Desde esa lógica “primero lleguemos o mantengamos un fluida relación con el Estado y después veamos con qué política”.

Volviendo a los ejemplos de la experiencia peronista, que es la que más conozco y me parece importante mencionar por la gran influencia en nuestra historia política, afirmo que producto de los efectos de la dictadura de 1976, la izquierda peronista perdió su sujeto (el activismo de base fabril) y sus organizaciones (desarticuladas y masacradas por los militares). Y con el regreso de la democracia constitucional, empezó a reemplazar esa retaguardia por su vinculación al Estado. Y fue así que empezó a dejar de existir como izquierda deshilachándose en sucesivos apoyos a Luder-Herminio Iglesias, la renovación de Cafiero Duhalde, Menem, el Frepaso-Alianza, el kirchnerismo, y apoyará a los que vengan después, sea Rodriguez Saa o cualquier otro. Cuando la condición de existencia política y provisión de recursos “para hacer nuestro trabajo” es la vinculación con el Estado, se acaba la autonomía y se acaba la izquierda.

Anticipándome a los comentarios gorilas de que “no se deberían generalizar problemas que les suceden a los que son peronistas”, propongo repasar otro recorridos.

La organización “Patria Libre” se formo en los años 80 a partir de sobrevivientes de la experiencia PRT-ERP, después se llamaron Libres del Sur y fue parte de las apuestas de izquierda FRAL e Izquierda Unida. En su tránsito político fueron modificando su concepción estratégica al punto de que lo que hoy se sabe es que esa organización tratará de llegar al Estado (tener diputados, altos funcionarios, recursos, etc.), sin que sea demasiado importante con qué alianzas políticas alcanzaran esos objetivos. Han sido aliado del kirchnerismo, de Pino Solanas y Proyecto Sur, de Binner, de Elisa Carrio, de la CTEP, etc.

Para ampliar el espectro de la izquierda bastaría mencionar el recorrido de los ex-trotskistas Toti Flores o Gustavo Vera, o de la línea oficial del PC y sus derivas kirchneristas (Sabatella).

El Movimiento Sin Tierra de Brasil fue durante muchos años el movimiento social de referencia en todo el continente. A partir de fines de los 90 fue mutando para empezar a dejar de ser un movimiento de lucha que negociaba con el Estado, a ser un movimiento que recibe recursos del Estado, que a veces lucha. Sus apuestas políticas han sido correlato de ese cambio de centralidad en relación al Estado. Lo del MST es importante porque ha sido el padre ideológico del progresivo vuelco de muchas organizaciones populares en la Argentina y en el continente hacia la deriva estatista.

Dejo para el final un ejemplo de los Derechos Humanos. Ha causado mucha molestia en estas últimas horas algunas declaraciones y actividades de la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto.

Para quienes tenemos un poco de memoria histórica, durante el período constitucional la organización Abuelas de Plaza de Mayo privilegió siempre su relación con el Estado, por encima de las orientaciones políticas de los ocasionales gobernantes. Siempre Estela de Calotto privilegió la necesidad de “tener apoyo para hacer nuestro trabajo”, y por eso la foto con la Gobernadora Vidal [de la provincia de Buenos Aires] que tanto molesta debería sumarse a las que ya tiene con Alfonsín, Menem, De la Rua, Adolfo Rodriguez Saa, Nestor Kirchner y Cristina Fernández.

Para cerrar esta reflexión quisiera comentar que la presencia y disputa de esas concepciones no es exclusiva de las fuerzas políticas con pretensiones de incidencia en la politica nacional. Tambien alimentan muchos debates en el ámbito institucional , gremial, educativo, estudiantil, cultural, etc.

Un comentario final

Creo que el telón de fondo de estos debates es la existencia de un bastión de resistencia al neoliberalismo de características excepcionales en Latinoamérica, que se expresa en Argentina en más de un millón de personas que se movilizan contra las políticas de ajuste y el aumento de las políticas represivas, con relativa autonomía de quienes sean los convocantes. “Mas por el sentido que por el Partido”. En el palco pueden estar los familiares de Santiago Maldonado, Moyano, la CGT y las CTA, los organismos de Derechos Humanos, los de la CTEP, Memoria Verdad y Justicia, etc.etc. Si la causa vale, se sale a la calle.

Es a ese bastión de resistencia al que le teme el gobierno. Esa movilización popular es la que obliga al gobierno a ser “gradualista”. No le quitan el sueño los diputados, ni las roscas que se arman y desarman en la oposición burguesa. Le molesta la movilización, pero también la autonomía. No basta arreglar con los que ocasionalmente pueden ocupar un lugar en el palco para frenar la movilización.

Existe desde hace tiempo una política de Estado que apunta a descentrar ese bastión de resistencia, quitándole autonomía y subordinándolo a la dependencia estatal y los gobiernos de turno.

Si hacemos memoria histórica cuando ese bastión estaba asentado en núcleos fabriles, durante la resistencia peronista, se la trató de desarticular integrando las dirigencias sindicales, proponiéndole ese mismo recorrido. El vandorismo fue la expresión de ese transito de “ladrar para negociar y después negociar y alguna vez ladrar”.

Lo que se hizo a finales de los años 50 y principios de los 60 con la resistencia sindical, se repitió después de la dictadura con los movimientos de derechos humanos y hoy se intenta con los movimientos territoriales.

Para concluir, resistir y mantener una centralidad de nuestra política con autonomía del Estado es la condición básica para proponer un proyecto revolucionario, pero no lo resuelve. Quienes nos proponemos un proyecto de poder político debemos contar con bases organizadas asentadas en unas prácticas prefigurativas de la nueva sociedad que aspiramos a construir. Pero también con organizaciones fuertes, con vocación y capacidad de liderazgo, con finanzas propias y todas las herramientas necesarias para sustentar una estrategia de poder, como personerías jurídicas para poder disputar electoralmente, con inserción en organizaciones sindicales, con estructuras de auodefensa que aporten a cuidarnos de los crecientes embates represivos, con iniciativa política para ampliar la unidad con vocación revolucionaria y también con una prensa vigorosa que nos permita dar la batalla por la información y esté al servicio de las voces populares.

Seguramente mucho de los debates que hoy se enmarañan y muchas de las confusiones que nos paralizan, se esclarecerían si somos capaces de poner sobre la mesa una fuerza política con autonomía del Estado, con prácticas prefigurativas y con vocación de poder político. Tendría que ser esa, nuestra preocupación principal.

25/3/2018

La Haine

 

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