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Argentina :: 17/10/2023

A una semana de las elecciones

Daniel Campione
¿Cómo y cuánto incidirá la constante remarcación de precios, la pronunciada subida del dólar, la generalizada sensación de incertidumbre y de desazón por el futuro inmediato?

Nos encaminamos a los comicios presidenciales, en circunstancias de crisis, presumiblemente terminal, del “bicoalicionismo” que se fue configurando en el trance de recomposición del sistema político argentino, de 2003 en adelante.

Es ya un tópico referirse a la magnitud y profundidad de la crisis de representación existente. Que tiene múltiples manifestaciones, encabezadas por el desgaste profundo tanto de las organizaciones como de las individualidades. Frente a una población que se siente cada vez más distante de un “juego político” que percibe ajeno a sus intereses y necesidades, cuya satisfacción es cada vez más problemática e ineficiente.

Los tres últimos presidentes del país han terminado autoexcluyéndose de las inminentes elecciones presidenciales. Es cierto que con un matiz gravitante en sus respectivas motivaciones. Mientras Mauricio Macri y Alberto Fernández lo hicieron bajo el peso de sus propios fracasos en la gestión, Cristina Fernández se vio coercionada por persecuciones y hostigamientos. Los que incluyeron un atentado armado contra su vida y una sentencia condenatoria en los tribunales.

Han quedado en pie como candidatos del peronismo y la oposición de derecha “tradicional” dirigentes conocidos y con influencia propia, pero desprovistos de cualidades que puedan suscitar entusiasmo en sectores amplios de la ciudadanía.

Además, cargan con factores negativos poderosos: Sergio Massa es ministro de Economía en medio de un desastre para los ingresos populares y en detrimento de cualquier noción de estabilidad. Y Patricia Bullrich salió de una elección interna despiadada, que jugó en sentido opuesto a cualquier expectativa favorable de la ciudadanía hacia ella.

Un domingo de dudas

A una semana de las elecciones y con la fiabilidad de las encuestas por los pisos, resulta más bien ocioso hacer predicciones acerca de los resultados de la primera vuelta, a celebrarse el domingo 22.

Lo que sí puede señalarse es el predominio de las especulaciones acerca de que se repetiría el escenario de “tercios” de las PASO y que habrá segunda vuelta. A lo que se añadiría una modificación gravitante: La candidata de Juntos por el Cambio quedaría relegada a un tercer puesto, cercano pero por abajo a la cosecha de votos que obtendría Sergio Massa. Con la consecuencia de dejarla fuera del balotaje.

Todo esto queda en parte en suspenso, al desconocerse el efecto de los sucesos de los últimos días sobre la candidatura de Unión por la Patria. ¿Habrá hecho mella el escandaloso derroche de lujo del funcionario y candidato Martín Insaurralde sobre la decisión de potenciales votantes de Massa? ¿Cómo y cuánto incidirá la constante remarcación de precios, la pronunciada subida del dólar, la generalizada sensación de incertidumbre y de desazón por el futuro inmediato?

El domingo se sabrá si la incidencia combinada de esos factores ha producido un daño apreciable.

Por el lado de Juntos por el Cambio cabe el interrogante acerca del resultado de una muy tardía y forzada reconciliación de la candidata con Horacio Rodríguez Larreta, en busca de retener los votos que éste recibió en las PASO. Asimismo está por verse si hay reflejo en las urnas de los tropezones de Patricia Bullrich en materia económica y las opacidades de su eventual ministro de Economía, Carlos Melconian.

Y allí está también la gran novedad electoral de 2023, el primero en las PASO. Constituye la manifestación más cruda del deterioro del sistema de partidos tradicional. Para el que se supone que será el primero en discordia las dudas también se multiplican.

Una pregunta es si las reiteradas manifestaciones de Javier Milei proclives a que se produzca una corrida bancaria y se desencadene la hiperinflación pueden haber llamado a la reflexión a parte de sus votantes acerca de los rasgos del personaje al que están dispuestos a entregarle la jefatura del Poder Ejecutivo Nacional.

Cabe una disquisición indispensable acerca del economista “libertario” y su perfil político-electoral: Como se vio en los debates presidenciales y otras declaraciones públicas, ha decidido exacerbar su vocación negacionista de problemáticas decisivas. Y mostrarse con más fuerza como portador de una agenda generalizada de retrocesos en derechos y conquistas democráticas.

La asunción sin ambages del discurso de la dictadura en materia de violaciones de derechos humanos; el menosprecio por la problemática de género en todos sus aspectos, negando discriminaciones y desigualdades; el enfrentamiento contra cualquier manifestación de incidencia humana en materia ambiental, son blasones para Javier Milei.

A esta altura, cabe matizar la apreciación del voto al “libertario” como presidido sólo por la bronca ante la acuciante situación y el rechazo a la dirigencia política en su conjunto. La decisión de ignorar, o incluso acompañar, la portación de un abanico de propuestas siniestras no puede ser imputada sólo a involuntario desconocimiento de sus verdaderas propuestas. El candidato las ha repetido frente a muchos millones de espectadores, por televisión, redes sociales y otros medios. El voto a Milei no es inocente, al menos no siempre y no del todo.

Los candidatos del “mercado”

Más allá de matices, las y los votantes se encontrarán el domingo con que las tres listas con posibilidades efectivas de triunfo proponen la continuidad del rumbo actual, de subordinación al Fondo Monetario Internacional y de ajuste del gasto en detrimento de los ingresos y prestaciones populares. Todos confían en el rol protagónico de las grandes empresas, en el extractivismo exportador, en la “modernización” de las relaciones laborales. Los tres proponen “mano dura” y criminalización de la pobreza a la hora de resolver lo que llaman “inseguridad”.

Las diferencias existen. Van, por ejemplo, desde la inclusión en los BRICs que propugna Unión por la Patria hasta la virtual ruptura de relaciones con Brasil y China de La Libertad Avanza y el “occidentalismo” sin fisuras de Juntos por el Cambio. Sin restarles importancia, no es en ese terreno que se jugará el destino inmediato del pueblo argentino.

Sí regirán las condiciones de vida cotidiana de argentinas y argentinos los destructivos “planes de estabilización” que con toda probabilidad acompañarán el inicio de gestión de cualquiera que sea electo presidente. Apenas difieren en los grados de aceleración e intensificación que proponen en las medidas antipopulares a tomar. Y tal vez en la combinación de consenso y represión que intente alcanzar cada uno.

Por otra sociedad y otra política

En el transcurso de la campaña electoral hubo sólo una gama de voces discordantes: Las de los integrantes de las listas de candidatas y candidatos del Frente de Izquierda Unidad. Encabezados por Myriam Bregman, la aspirante presidencial que enfrentó con decisión las atrocidades circulantes mientras levantó en todo momento la ruptura con el FMI, el avance contra las ganancias de los grandes capitalistas y la ampliación, y no la disminución, de los derechos de trabajadores y pobres.

Hubo críticas que señalaron deficiencias en los discursos del Frente de Izquierda. Por ejemplo la falta de un esbozo más explícito y asiduo de la alternativa socialista. Y la necesidad de más contenidos propositivos, que permitan dibujar con mayor claridad un “proyecto de país” contrapuesto al propugnado por los diferentes seguidores del gran capital.

Más allá de lo certero que puedan contener estas críticas, hay que reconocer de todos modos la claridad y eficacia del discurso articulado, en primer lugar, por Bregman. Un saldo insoslayable de este turno electoral es que ha logrado una visibilidad masiva en todo el territorio nacional, con un reconocimiento casi unánime en cuanto a solidez expositiva y aptitud comunicacional.

Quizás lo más importante sea la búsqueda de la ampliación y consolidación de la repercusión alcanzada. Que se apunte a superar el marco de una articulación de las fuerzas trotskistas en un acuerdo electoral. Para iniciar la marcha hacia un frente social, político y cultural desde las bases, que integre militancias y activismos de distintas procedencias y tradiciones de diversos campos de la izquierda.

El previsible agravamiento de la crisis nacional requiere una respuesta que gane en amplitud y profundidad. Que convoque a todas y todos los que están hartos de los supuestos “males menores” que terminan profundizando los “males mayores” que se intentó conjurar.

Más allá del voto que en definitiva se emita, hoy está quizás más claro que nunca antes que no hay una esperanza de transformación efectiva detrás del sufragio a las propuestas mayoritarias. En estos comicios, esa pobreza de expectativas se ha canalizado en buena parte hacia la derecha más extrema.

Puede abrirse ahora una etapa propicia a que el descontento creciente sea motorizado en dirección a la autoorganización y a la lucha. Y que la defensa a todo trance de los derechos populares sea en un futuro próximo el impulso de una alternativa realmente radicalizada, con protagonismo de una izquierda amplia.

Una tarea para plantearse desde hoy mismo, en medio de los estertores de la democracia antipopular y excluyente que ya lo ha dado todo de sí.

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