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Bolivia :: 01/07/2005

Bolivia: Las nuevas jornadas revolucionarias de junio

LOR-CI
Durante un mes, Bolivia se vio conmovida por un gigantesco proceso de movilización de masas, que arrastró a la caída del Presidente Mesa y frustró el intento de la derecha de hacer a Vaca Diez presidente en Sucre, todo en medio de una aguda crisis política y duras peleas en las alturas del régimen burgués

Se trató de una nueva erupción de la lucha de clases, comparable al levantamiento insurreccional de Octubre del 2003 con el que se abrió un proceso revolucionario que, como demostraron estos nuevos acontecimientos, está lejos de haberse detenido. Ahora, con el nuevo Gobierno de Eduardo Rodríguez se intenta organizar un "desvío electoral" apoyándose en la desmovilización y la tregua que Evo Morales y otros dirigentes han impuesto. Pero muchos trabajadores, campesinos y jóvenes sienten que no hay que "bajar la guardia" y algunos se preguntan "¿qué faltó para vencer?". Esta pregunta es clave para prepararse para nuevos combates, contra el Gobierno y las trampas electorales que pretender tejer, por la nacionalización del gas y el conjunto de las demandas obreras, campesinas, originarias y del pueblo pobre, en fin, para imponer una salida obrera y campesina a la crisis nacional. En estas notas, exponiendo un desarrollo de los acontecimientos desde un punto de vista marxista, queremos contribuir a un debate esencial entre la vanguardia obrera y popular, no sólo en Bolivia, sino a nivel internacional.

Un gran levantamiento de masas

La fuerza de la movilización de masas fue comparable en muchos aspectos a la desplegada en octubre del 2003. El Alto fue nuevamente el epicentro, con el paro "cívico-laboral" de más de casi un mes convocado por la FEJUVE (Federación de Juntas Vecinales) y la COR (Central Obrera Regional) apoyado en la extendida organización de la base -juntas vecinales, asociaciones gremiales y sindicatos-. Las juntas vecinales aseguraron una firme disciplina y un extraordinario nivel de movilización, como se vio en el gigantesco Cabildo Abierto del 6/06, donde confluyeron con miles y miles de cooperativistas y trabajadores mineros, maestros urbanos y rurales, vecinos de las barriadas populares de La Paz, campesinos y cocaleros llegados desde diversas regiones.

Además, las movilizaciones se extendieron gradualmente a nivel nacional, en ciudades como Cochabamba, Oruro, Potosí y Sucre, mientras que los bloqueos campesinos, indígenas, de maestros y de mineros llegaban a más de 100, paralizando las rutas principales y sitiando a las ciudades más importantes, incluso a Santa Cruz. Este último Departamento, en lugar de ser una "zona de calma" para la reacción, si bien no alcanzó el grado de conmoción que La Paz, vio crecer la protesta de los trabajadores, campesinos e indígenas con paros del magisterio -que llegaron a tomar oficinas-, un extendido malestar entre los gremiales y pobladores de las zonas humildes, y bloqueos como en San Julián, Yapacani o Camiri.

La radicalización en los métodos de lucha se extendió también a las consignas, a partir de la demanda de nacionalización del gas que sobrepasó el 50% de regalías que levantaba el MAS, que tampoco pudo evitar que a la exigencia de Asamblea Constituyente se sumaran la de que se fuera Mesa y se cerrara el Congreso, expresiones del gran repudio popular al régimen y sus expresiones políticas tradicionales.

La cautela del gobierno en reprimir, temeroso de que una masacre sirviera de detonante de una insurrección, como en Octubre del 2003, no impidió que desde el lunes 6 se multiplicaran los choques entre sectores de vanguardia y la policía que custodiaba la Plaza Murillo y el centro paceño, acercando la dinámica de enfrentamiento. Mientras en El Alto se generalizaban las fogatas, zanjas, barricadas y vigilias nocturnas, las manifestaciones "bajaban" portando palos, piedras, etc.; los campesinos, con sus hondas y chicotes; los mineros y cooperativistas, cachorros de dinamita cuyo estallido se multiplicó por miles en las marchas y enfrentamientos. Como mostró Sucre, la dinámica conduciría tarde o temprano a enfrentamientos superiores entre las masas y las fuerzas estatales.

Pero un elemento fundamental para comprender el nivel alcanzado por la movilización es el surgimiento, de hecho, de un embrionario poder dual, territorial, disperso, no organizado ni centralizado, al calor de la movilización misma y que organizaciones de base, como las juntas vecinales, reflejaban. Esto era evidente en El Alto, donde ni las ambulancias podían circular sin autorización, pero también en zonas campesinas del Altiplano. La fuerza de las masas paralizando los poderes públicos, dejando al Gobierno sin fuerza para imponer decisión alguna, planteaban el problema del poder de manera aguda. La popularización de la consigna de Asamblea Popular y que algunos dirigentes nacionales la tomarán a partir del cabildo abierto del 6 respondía a esta dinámica. La pregunta de ¿quién ha de gobernar el país? emergía de la situación misma y en algunas franjas de vanguardia se abría paso consignas por un "gobierno obrero y campesino".

La caída de Mesa y la crisis revolucionaria

En este marco, el hundimiento del gobierno, agonizante desde las convulsiones de marzo, jaqueado por las masas movilizadas y que ya no podía calmar a la derecha burguesa, se hizo inevitable. La renuncia presidencial no logró desmovilizar, pero tampoco pudo poner fin a las peleas intestinas en el régimen. El parlamento que debía tratar la sucesión se vio también paralizado y fracturado. La crisis política y estatal llegó al extremo, con un virtual "vacío de gobierno" y el Congreso paralizado, mientras que la presión de la derecha autonomista cruceña generaba elementos de descomposición estatal. Todo esto generaba un impasse burgués que las masas podían aprovechar para asestar un golpe decisivo a todo el andamiaje político e institucional y abrir las puertas a una etapa de lucha abierta, directa, por el poder. De esta manera, se abría paso la posibilidad de completar la tarea inconclusa en Octubre: la demolición del viejo régimen de la "democracia para ricos", sus reaccionarias instituciones, como el propio Parlamento, y sus partidos. El momento reunía todas las características de una crisis revolucionaria, pero esto no podía prolongarse más que unos días. O las masas avanzaban hacia el poder, o sería la burguesía la que comenzaría a imponer su propia salida política.

La conspiración en Sucre

El traslado de las sesiones parlamentarias a Sucre (capital formal de la República) con el argumento de que la situación "impedía sesionar en La Paz" fue la cobertura para organizar una verdadera conspiración con el fin de llevar a la Presidencia a Hormando Vaca Diez, es decir, lograr un reagrupamiento político de toda la derecha burguesa para imponer su propia política y enfrentar al movimiento de masas. Entre tanto, las FF.AA. activaban un dispositivo militar con 14.000 hombres en La Paz y Santa Cruz. Este intento bonapartizante fue leído como lo que era, una declaración de guerra, por el movimiento de masas, que se alzó en pie de lucha con aun mayor determinación. El Jueves 9, aun antes de que pudiera reunirse el Congreso, miles de campesinos, cooperativistas mineros y trabajadores de diversos sectores acudían a Sucre y literalmente sitiaban el centro de la ciudad. Los primeros enfrentamientos, con la muerte de un cooperativista y varios heridos mostraron que imponer a Vaca Diez significaba enfrentar al movimiento de masas insurrecto arriesgándose al estallido de una guerra civil. La derecha debió resignar su plan original y aceptar el traspaso de la presidencia a Rodríguez, la fórmula defendida por Evo Morales y Carlos Mesa, que aunque postergaba los planes más ambiciosos de la derecha, la protegía del movimiento de masas y dejó en sus manos todas las posiciones políticas fundamentales, como en el Congreso. Una vez más, este endeble compromiso político debía permitir postergar las tendencias a un enfrentamiento cada vez más abierto entre la revolución y la contrarrevolución que tomaban cuerpo bajo el velo de una democracia burguesa en "cortocircuito".

Evo Morales, el "salvador"

Si la solución de Sucre pudo prosperar es en gran medida responsabilidad de Evo Morales y el MAS, que desde la renuncia de Mesa propusieron la "sucesión constitucional" a través de Eduardo Rodríguez, Presidente de la Corte Suprema de Justicia (salida por la que también apostaron Mesa y los alcaldes de La Paz, Del Granado y de El Alto, "Pepelucho" Paredes y todo el centro reformista burgués). Pese al rechazo de amplios sectores de masas al régimen, al grito de que se vaya Mesa y se cierre el Parlamento, el MAS avaló al Congreso y la continuidad misma de Vaca Diez y Cossio, aceptó postergar de hecho su propia demanda de Constituyente y llamó a desmovilizar otorgando una tregua política para permitir el establecimiento del nuevo gobierno.

El MAS, aún más claramente que en Octubre, se puso firmemente al servicio de salvar a las instituciones de esta putrefacta "democracia para ricos" cuando las masas movilizadas se orientaban a asestarle un golpe decisivo, permitiendo la "continuidad institucional" y reafirmándose como "pata izquierda" del régimen. Consumó así una gran traición política al movimiento de masas, reafirmándose como el partido para contener las tendencias más revolucionarias de las masas en los marcos de su estrategia de "reformas democráticas" y conciliación con la burguesía para "defender la democracia".

Rodríguez

"Preservar el sistema democrático, conducir un proceso electoral" a corto plazo es la tarea que se asigna el nuevo presidente. Rodríguez encabeza un "gobierno tapón", un gobierno reaccionario y proimperialista hasta la médula, pero muy débil, dependiente del Congreso -que a pesar de su descrédito y debilidad será el centro de las decisiones políticas en estos meses- y destinado a administrar la crisis política y encarrilar todo a elecciones adelantadas. Lo cual no es una tarea sencilla pues hay abiertos varios frentes: el primero, es el del propio movimiento de masas, que pese a la tregua concedida por el MAS y otras direcciones que avalaron la nueva "sucesión constitucional" no tiene expectativas en un gobierno que por su origen, sus discursos y hasta en sus gestos, aparece como parte del viejo régimen y sus partidos, otro frente no menor son las disputas en la clase dominante que traban aún la salida política y la adopción de decisiones en el parlamento.

Rodríguez es tan ilegítimo como el Parlamento que lo nombró, aunque a falta de apoyo social tiene el de los "factores de poder" como los "cívicos" cruceños, el empresariado, la Iglesia y las Embajadas "amigas" de EE.UU., de Brasil y Argentina.

Rodríguez era la cabeza del poder más reaccionario, la justicia, que hasta hoy mantiene la más completa impunidad para Goni, sus ministros y los militares y policías asesinos de Febrero y Octubre. En su gabinete de ministros se sientan personeros de las petroleras, como Jaime Dunn (en Hidrocarburos), ideólogos del neoliberalismo como el "politólogo" Jorge Lazarte (Delegado presidencial para Asuntos Políticos) y otras figuras de menor orden ligados a la empresa privada y a los partidos tradicionales.

Un desvío electoral para ganar tiempo... que no termina de consolidarse

Es posible que pese al enorme debilitamiento del régimen, que ha sufrido un nuevo y demoledor golpe en estas jornadas, con la ayuda del MAS y otras direcciones reformistas y la "cooperación" del imperialismo y los gobiernos de la región, la burguesía logre montar un desvío electoral para transmitir el poder a un recambio burgués más sólido y que por cierto plazo amortigüe las tendencias a una nueva irrupción revolucionaria de masas. La profundidad de las contradicciones nacionales y la experiencia acumulada desde Octubre por las masas hacen poco probable una estabilización duradera. Por otra parte, postergar la Asamblea Constituyente y el referéndum autonomista al menos para el año próximo no termina de conformar a todos los sectores; mientras que en elecciones adelantadas la burguesía tendrá que correr contra reloj para montar una alternativa burguesa que cierre el paso al MAS, cuya llegada al poder no desea, al menos todavía. La crisis se ha amortiguado pero aún no cierra y habrá que ver en los próximos días y semanas hasta que punto logran consolidar este intento, y qué curso adopta el movimiento de masas.

¿Qué faltó?

Por lo pronto, una tarea esencial para la preparación de la lucha contra el nuevo gobierno y los nuevos combates, es sacar lecciones de estos acontecimientos. En ellos, vuelven a plantearse varios problemas que también fueron claves en Octubre.

En primer lugar, faltó una alianza obrera, campesina, originaria y popular conducida por la clase obrera con una política de independencia de clase. Aunque las poderosas tendencias a la unidad en las calles iban en este sentido, las organizaciones existentes no hicieron nada por consolidarla. Por otra parte, la burocracia sindical no hizo nada para incorporar a la lucha a decenas de miles de trabajadores de fábricas, talleres y empresas "capitalizadas" cuya fuerza hubiera terminado de volcar completamente la situación a favor de las masas. Las distintas direcciones, cada una a su modo, apoyaron como el MAS o capitularon ante la "sucesión institucional", dejando a las masas sublevadas sin una alternativa política propia.

En segundo lugar se necesitaba una Asamblea Popular, como expresión del poder obrero y popular, opuesto al poder estatal en crisis y capaz de dar sustento político y material a la lucha por un gobierno de las organizaciones obreras, campesinas, originarias y del pueblo pobre que encabezaban la movilización, como la COB, CSUTCB, FSTMB, FEJUVE y COR alteñas, etc., Junto al desarrollo de la Asamblea popular era necesario imponer la más amplia democracia obrera al interior de los sindicatos y organizaciones existentes, y crear, desarrollar y centralizar aquellos organismos necesarios como los comités de autodefensa, abastecimiento, etc. En suma todas las formas que ayudaran a que los propios trabajadores y campesinos tomaran en sus manos todos los problemas.

Finalmente y sobre todo, falta una dirección revolucionaria al frente de la COB y demás organizaciones de masas. Los actuales dirigentes, como los del MAS, comprometidos en la "defensa de la democracia" o Jaime Solares, que apuestan todo a la búsqueda de algún militar "patriota", son enemigos de que las masas obreras y campesinas se encaminen hacia su propio Gobierno, pero la verdad es que sólo la toma del poder por los trabajadores, apoyados en la más amplia alianza obrera, campesina, originaria y del pueblo pobre puede abrir una perspectiva superadora del atraso, la miseria, la opresión y la entrega.

Un gobierno obrero y campesino así será el único que podrá garantizar la nacionalización del gas, la recuperación de la tierra, la autodeterminación de los pueblos originarios, la ruptura con el imperialismo e incluso, el derecho del pueblo trabajador a ejercer sus aspiraciones democráticas en una Asamblea Constituyente revolucionaria, es decir, verdaderamente libre y soberana.

En estas movilizaciones se destacaron miles de dirigentes de base y luchadores combativos, con creciente influencia en las juntas vecinales y algunos sindicatos, que no confían en los dirigentes nacionales y están dispuestos a ir hasta el final en la lucha. En ellos se incuban los primeros elementos de una nueva dirección, dispuesta a luchar consecuentemente por la Asamblea Popular y el gobierno obrero y campesino, es decir, a la altura de las tareas que demanda la preparación de un "Octubre triunfante".

Así para "no rifar el movimiento" como en Octubre, como decía un compañero alteño, contra el "partido de las reformas democráticas" que encabeza Evo y contra el "partido del frente popular con los militares" que propone Jaime Solares, es preciso poner en pie un partido revolucionario de los trabajadores, socialista e internacionalista.

 

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