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Bolivia :: 05/07/2018

Bolivia: Los vínculos de los medios burgueses con la dictadura y el neoliberalismo

Anselmo Esprella
La técnica que utiliza Pagina Siete y los demás medios de comunicación de la oligarquía boliviana es chabacana y vulgar

Pongo y saco presidentes, levanto y reviento empresas”, declaraba en los 90, el poderoso empresario de medios de comunicación, Raul Garáfulic Gutiérrez, padre de los propietarios del periódico Página Siete. Mientras encendía un habano, mostraba la parcialidad de los medios de comunicación, que algunos trabajadores de la prensa, se afanan en ocultar y disimular. A los periodistas, nadie los ha elegido, pero tienen más poder que una bancada de diputados. Son los nuevos Torquemada de la sociedad, alados e infalibles, van por la vida anunciando la nobleza e imparcialidad de la prensa libre. Mientras los mortales escribimos y hablamos desde nuestra subjetividad, desde nuestra parcialidad y devenir, los periodistas se instalan cómodamente más allá del bien y el mal, hablan en tono ceremonioso, por inspiración directa de Dios.

La verdad incorruptible, casta y pura, no existe; lo que existe es la interpretación de los hechos, decía Foucault: “No hay hechos, hay interpretaciones”. Los grandes medios de comunicación, no comunican hechos, sino la interpretación de los acontecimientos que realizan desde la procedencia de clase del propietario del medio. Los individuos, creen que piensan, sin embargo, “son pensados” por el poder verdadero: los grandes oligopolios de la comunicación. Las personas, son apenas una cajita de resonancia de un poder oculto y siniestro.

En los aprestos golpistas de agosto de 1971, hace su aparición en la escena política del país, un empresario, cuya huella política, continúa hasta nuestros días. Su nombre es Raul Garáfulic Gutiérrez, miembro acaudalado de un grupo de inmigrantes croatas. Junto a varios militantes del MNR y militares fascistas, don Raul, se suma a la conjura, para derrocar al General nacionalista, Juan José Tórrez. El jueves 19 de agosto, el coronel Banzer, líder de la conspiración, es detenido en Santa Cruz y trasladado a la ciudad de La Paz. Dos días después, Raúl Garáfulic, se hace pasar por el mayor Humberto Cayoja, involucrado en el golpe; “agarré el teléfono y dije, soy Cayoja, póngalo inmediatamente en libertad al coronel Banzer”. Lo soltaron, pero no solo por aquella llamada telefónica. Sin embargo, el coronel golpista, jamás olvidará aquel favor. Al triunfo del cuartelazo, Raúl Garáfulic Gutiérrez, es designado Gerente General de Canal 7 (Bolivia TV).

El 5 de noviembre de 1971, la dictadura emite un decreto que restituye la pena de muerte. La ordenanza dispone además, la detención sin tiempo y sin juicio, a quienes practiquen alguna actividad política. Una de las frases preferidas del dictador era: “Si ven a un comunista mátenlo, yo me hago cargo”.

Apenas llegó a Canal 7, don Raul, comprendió que la única verdad, es la que difunden los medios de comunicación. Durante siete años manipuló y ocultó las cárceles llenas de detenidos, la tortura, la muerte y la desaparición de cientos de opositores al régimen.

En 1979, acabada la dictadura, en un acto inaudito, ante el silencio cómplice de los medios de comunicación, la Corte Nacional Electoral, habilitó al dictador a participar en elecciones democráticas. Garáfulic, fue uno de los impulsores de aquella vergüenza nacional y participó alegremente en la campaña presidencial del monumental matarife. ADN, se llamaba aquel partido político, cuyo líder era, nada menos que el hombre que había gobernado a sangre y fuego, durante siete largos años: “Banzer Vuelve” decía su slogan.

Don Raul, sabe que parte con ventaja, por lo que inicia una veloz carrera en la apropiación de canales de televisión. En abril de 1984 creó el canal pirata, “Paceña de Televisión”, que se constituiría en el germen de lo que será, ATB Red Nacional. Desde sus medios de comunicación apoya abiertamente al “dictador elegido”.

Gracias a la alianza entre dos partidos (supuestamente) antagónicos, ADN y MIR, Jaime Paz Zamora (1989-1993), llega a la presidencia y don Raul, es designado Embajador de Bolivia en España. En Madrid, hará “fructíferos contactos” con el Grupo PRISA de España.

El magnate, controlaba los periódicos “Nuevo Día” de Santa Cruz; “Opinión” de Cochabamba; “La Razón”, “El Extra”, “Bolivian Times” y “La Gaceta Jurídica” de La Paz y el canal de televisión ATB.

El 21 de marzo de 1994, diputados y senadores de los partidos (MNR, MRTK-L, UCS y MBL), levantan los dos brazos para aprobar la Ley de Capitalización. Es la oportunidad que don Raul, ha estado esperando desde hace 20 años. Extiende la mano y rápidamente se adjudica cuatro empresas del Estado. Es su parte del botín, el premio a sus sacrificios:

Hilandería Santa Cruz.

Lloyd Aéreo Boliviano (LAB).

Empresa nacional de electricidad ENDE.

Administración de los Fondos de jubilación (AFPs).

Constituyen la recompensa, a la cínica justificación del desfalco y el pillaje neoliberal, difundida en los medios de la familia Garáfulic. La modalidad que implementaron los piratas del libre mercado, consistía en tres sencillos pasos: primero denunciaban que el Estado era un mal administrador, luego subastaban las empresas y por último (en las narices de los medios de comunicación): se compraban las empresas ellos mismos.

El viernes 21 de noviembre de 2003, don Raul decide que la semana ha terminado y se toma unos días para ir a pescar, pero la avioneta que lo trasladaba, cae a tierra y el empresario muere. Nadie vio su cuerpo herido, por lo que circula la versión de que no murió y que el accidente fue una artimaña para evadir la justicia.

Tres años después, cambiará la suerte de la familia Garáfulic. El pueblo hace trizas, 20 años de neoliberalismo y el nuevo gobierno, crea una comisión especial que investigará la privatización de 212 empresas del Estado, al 18 por ciento de su valor.

Por lo que los hijos del empresario desaparecido, rápidamente fundan un periódico al que denominan “página siete”, plagiando el nombre a un conocido diario argentino de tendencia de centroizquierda llamado, “página 12”. Desde allí se victimizan y atrincheran. Cuando el gobierno pretenda llevarlos ante la justicia por sus “fortunas mal habidas”, ellos denunciarán al mundo que en Bolivia hay una persecución a la prensa. Entre sus titulares tristemente célebres están:

“EXCOMULGAN A CUATRO MINISTROS”. La protesta de la iglesia católica por la infamia de Página Siete, provocó la destitución de su director, Raul Peñaranda.

“MUERE UN BEBÉ EN VIOLENTO OPERATIVO EN CHAPARINA”, decía el titular que pretendía incendiar la ciudad de La Paz. Ninguna persona falleció en Chaparina, solo murió otro poco, la credibilidad de la prensa nacional.

“DIPUTADA CHILENA DICE QUE DECLARACIONES DE EVO, SON UNA PROVOCACIÓN”, el periódico toma como referencia a Mónica Zalaquett, diputada del partido de ultra derecha UDI de Chile, esposa de Dieter Garáfulic, hijo menor del empresario de medios, que solía pasear por las calles de “la zona sur” en costosas vagonetas robadas de 100 mil dólares.

Nadie funda un medio de comunicación para hablar en contra de sus intereses, todo lo contrario. Los empresarios croatas de los oligopolios mediáticos, lo saben bien: en los 90 los Garáfulic, acapararon decenas de periódicos y canales de TV. La familia Kuljis, es una de las más ricas y poderosas del país y es propietaria de una de las redes de televisión más grandes de Bolivia. Es difícil explicar el origen de la fortuna del magnate, Ivo Kuljis, dueño de la Red Uno. En los años 50, su padre caminaba por las calles de Santa Cruz, arrastrando un pesado bolso de yute lleno de zapatos que vendía puerta por puerta. Hoy es uno de los empresarios más acaudalados.

Es ocioso decirlo, pero la técnica que utiliza Pagina Siete y los demás medios de comunicación de la oligarquía boliviana, es chabacana y vulgar: repetir la infamia 100 mil veces en la radio y la tv, hasta que usted se la crea. Ese es el poder de los medios, el poder de imponer “la verdad”, de colonizar las subjetividades de los sujetos hasta que estos dejan de ser sujetos y se convierten en autómatas que repiten lo que escuchan en la tele y votan, convencidos y felices, en contra de sus intereses.

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