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Mundo :: 05/08/2025

Burkina Faso: herencias de independencia y revolución

Federico Pita
A 41 años del inicio de la revolución sankarista, Burkina Faso recuerda el 4 de agosto de 1983 como el punto de partida de un proyecto político radical que desafió al neocolonialismo

Hoy, en plena reconfiguración geopolítica del Sahel, el legado de Thomas Sankara reaparece en la figura del capitán Ibrahim Traoré, mientras crecen las preguntas sobre los límites y posibilidades de una nueva emancipación africana.

Burkina Faso conmemoró este 4 de agosto un nuevo aniversario del inicio de la revolución encabezada por Thomas Sankara en 1983. Aquel golpe de Estado no fue uno más en la larga lista de cambios militares en África, sino el comienzo de un proceso profundamente transformador que, en apenas cuatro años, dejó una marca indeleble en la historia del continente y en la memoria de su pueblo.

Con solo 33 años, Sankara asumía el poder con un programa de ruptura total con el orden neocolonial. Al año siguiente, en el primer aniversario de la revolución, renombró el país como Burkina Faso, una combinación de las lenguas mossi y dyula que significa "tierra de personas íntegras".

Impulsó campañas de alfabetización, vacunación masiva, redistribución de tierras, y promovió la igualdad de género y la soberanía alimentaria. Se relacionó con, y aprendió de, Cuba. Se negó a pagar la deuda externa, denunció a viva voz el saqueo de África por parte del FMI y las potencias occidentales, y denunció en la Asamblea General de la ONU que su país era rico en oro, pero su pueblo vivía en la pobreza.

Aquel sueño revolucionario fue interrumpido brutalmente el 15 de octubre de 1987, cuando Sankara fue asesinado en un golpe liderado por su antiguo aliado, Blaise Compaoré. Volvieron las buenas relaciones con Francia, se reactivó la dependencia de los organismos de crédito internacionales, y el proyecto panafricanista de emancipación se vio una vez más frustrado.

Pero la historia no terminó allí.

El capitán Ibrahim Traoré posa con la antorcha entregada por los ancianos revolucionarios durante la ceremonia por el 35 aniversario del asesinato de Thomas Sankara, en Uagadugú, el 15 de octubre de 2022.

Hoy, más de cuatro décadas después, ese legado resurge con fuerza en la figura del joven capitán Ibrahim Traoré, quien asumió el poder en 2022 también tras un golpe militar, en medio de una crisis múltiple: la expansión de bandas armadas vinculadas al yihadismo y financiadas por Occidente, millones de personas desplazadas y una creciente desconfianza hacia Francia, la antigua potencia colonial.

Traoré no oculta su inspiración en Sankara. Ha expulsado a las tropas francesas, selló alianzas estratégicas con Mali y Níger y proclamó que está allí "para completar lo que Sankara comenzó".

El vínculo entre estos países es hoy más que simbólico. La Alianza de los Estados del Sahel, creada por Burkina Faso, Mali y Níger, articula un nuevo bloque regional con fuerte impronta anticolonial. Buscan cortar con el sistema del franco CFA -una moneda impuesta por Francia y controlada desde París-, crear un banco regional, y avanzar hacia una autonomía económica y militar real.

El camino, sin embargo, está lleno de obstáculos. La inestabilidad política, la presión internacional, las sanciones, la inseguridad alimentaria y la dependencia de una economía extractiva siguen siendo desafíos estructurales.

Mientras Níger avanza con su propia "descolonización simbólica", renombrando calles y monumentos en homenaje a líderes africanos como Sankara y Djibo Bakary, las condiciones de vida de millones de personas siguen marcadas por la pobreza, el desplazamiento y la violencia.

Frente a este panorama, la pregunta vuelve: ¿es posible concretar hoy, en el siglo XXI, el proyecto de Sankara? ¿Puede una nueva generación de líderes africanos, respaldada por sus pueblos, romper con la lógica de saqueo y dependencia que se perpetúa desde la Conferencia de Berlín hasta nuestros días?

El sueño de Sankara no fue simplemente un programa político. Fue una visión radical de dignidad, justicia y autodeterminación para África. Ese sueño, enterrado pero no vencido, vuelve a tomar forma en el continente.

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