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Mundo :: 08/08/2020

Hiroshima y Nagasaki, un ejemplo de barbarie capitalista

Contrahegemonía
El presidente norteamericano Truman justificó el genocidio con el argumento de que resultaba necesario concluir la guerra

El 6 de agosto se cumple el 75 aniversario del bombardeo yanqui en la ciudad de Hiroshima, Japón, en lo que configuró el primer ataque nuclear de la historia, un verdadero genocidio. Tres días después se repetía el evento en la ciudad de Nagasaki, lográndose así la rendición incondicional del Imperio japonés, acontecimiento que pondría punto final a la Segunda Guerra Mundial. Doscientos cincuenta mil personas asesinadas, barridas de la faz de la tierra en escasos instantes, la destrucción en masa temporalmente más instantánea que tuviera en la historia de la humanidad; una labor de barbarie llevada adelante por el imperialismo norteamericano, al nivel de los campos de asesinato industrializado de los nazis y de otras atrocidades de la barbarie capitalista durante el siglo veinte.

EEUU como Japón tenía economías capitalistas, con una amplia concentración de la riqueza en donde la clase dominante explotaba a sus trabajadores y su pueblo. En ese marco Japón expoliaba la península de Corea y regiones de la actual China, donde se explotaba a los trabajadores locales y se saqueaban las materias primas. Por su parte los norteamericanos ejercían la dominación en la región en los territorios de las Filipinas y Hawái. La competición entre estas dos potencias imperialistas por el control de las islas del Pacífico y Asia Oriental fue una de las causas de su enfrentamiento armado en el Pacífico. El objetivo del imperialismo estadounidense, era demoler el estado japonés y su influencia para tener prevalencia en esa región.

El pacto anti-Komintern, la alianza con las potencia del Eje constituida por la Alemania nazi y el régimen fascista italiano, y el pacto de no agresión con la burocracia soviética favorecieron la expansión del imperialismo japonés en el continente asiático. Lograron conquistar el sur de China, ocupar Indochina y también avanzar sobre Malasia e Indonesia siempre en busca de materias primas para el desarrollo de su industria. El Imperio japonés mientras realizaba sus conquistas en la región cometía diversas violaciones a los derechos humanos, ejecutaba miles de crímenes, y esclavizaba particularmente al pueblo chino y coreano; con el objeto de saquear sus bienes naturales, explotar a sus poblaciones, ganar mercados y hegemonía política y económica.

Ante este avance, los EEUU rompe el acuerdo comercial con el Japón y declara su embargo comercial. La clase dominante norteamericana utilizó propaganda chauvinista y racista contra el pueblo japonés, presentándolos como subhumanos, salvajes, despiadados y fanáticos, para movilizar a la población para ir a la guerra y matar al pueblo japonés. Estas medidas incluyeron recluir a personas de origen japonés en campos de concentración. Por su parte el Imperio nipón responde con un ataque sorpresa sobre la flota norteamericana en el Pacifico en Pearl Harbour, hecho que dará formalmente el inicio de la guerra. En la primera parte del conflicto bélico, Japón logró avanzar sobre amplios territorios, ejercer su dominio sobre estos y sus poblaciones controlando enormes riquezas naturales y fuerzas de trabajo.

En mayo de 1942 luego de la batalla del mar de los Corales se pone fin al avance japonés, iniciando una continúa contraofensiva de las tropas aliadas que derrotarán paulativamente a los nipones, reconquistando territorios y llegando a desembarcar en Iwojima, territorio japonés en febrero de 1945. En Europa para ese momento la victoria de la coalición antihitleriana era cuestión de poco tiempo; a fines de enero en el Frente Occidental los aliados consiguieron contener la contraofensiva alemana en los bosques de Las Ardenas, mientras que en el Frente Oriental el Ejército Rojo había arrollado las defensas nazis en Polonia para avanzar, a menos de cien kilómetros de Berlín. Los círculos de poder en EEUU vieron con suma preocupación cómo los ejércitos soviéticos ya habían rebasado todas sus fronteras de 1941 y se encontraban en posición de imponerse.

En ese contexto, se reunió entre el 4 y el 11 de febrero de 1945, la Conferencia de Yalta con la participación de los principales líderes de la coalición Aliada; Stalin (URSS), Churchill (Gran Bretaña) y Roosevelt (EEUU), el objetivo era ultimar las bases para la Organización de Naciones Unidas (ONU), Otro tema prioritario dentro de la agenda de Roosevelt fue garantizar la incorporación de la URSS a la guerra contra Japón; de ello resultó el compromiso soviético de declarar la guerra al imperio japonés. Entretanto, en EEUU se avanzaba hacia la fase de prueba el proyecto Manhattan, destinado a diseñar y producir bombas nucleares. Habían sido invertidos cerca de dos mil millones de dólares e involucrados más de ciento treinta mil trabajadores bajo la dirección científica de Julius Robert Oppenheimer y Enrico Fermi.

A medida que las fuerzas del Eje retrocedían, se hacía cada vez más urgente ponerse en la mejor posición para repartir el botín que correspondería a los vencedores al final de la guerra; el reparto de Europa y del Medio Oriente, así como de Asia. Rendido su aliado alemán y replegado a sus principales islas y Manchuria, Japón no era ya capaz de ofrecer una resistencia consecuente; millones de japoneses habían abandonado sus ciudades. La producción de la industria de guerra se había reducido al mínimo, las fábricas importantes habían sido destruidas, ya no tenían petróleo y la casi totalidad de sus navíos habían sido hundidos; Japón estaba ya derrotado, el gobierno de EEUU sabía que el Imperio del Japón intentaba negociar y que incluso contemplaba la posibilidad de rendirse.

Truman sucedió a Roosevelt luego de su fallecimiento; la entrada de los soviéticos en la guerra contra Japón era básica para solucionar el conflicto en el Lejano Oriente. Sin embargo, parte del poder político occidental y de los sectores hegemónicos transmitían su preocupación por los intereses expansionistas de la Unión Soviética en Europa Oriental y el presunto incumplimiento de los acuerdos de Yalta. Al convertirse EEUU en garante global del capitalismo, la Unión Soviética se constituyó en una amenaza para sus intereses geopolíticos, pero a Truman le resultaba imposible desconocer el rol de la URSS en la derrota del fascismo; el martes 8 de mayo de 1945 el mariscal Wilhelm Keitel firmó en Berlín el acta de capitulación incondicional de Alemania.

El gobierno de Truman comenzó a valorar el empleo de la bomba atómica para intimar a Japón a rendirse, ante la preocupación de las clases poderosas para que el Estado norteamericano preserve su rol como gendarme mundial, tomando en cuenta en qué tiempo demoraría la URSS en fabricar un arma nuclear, razón que tuvo un peso inobjetable en el proceso de toma de decisión que condujo a pulverizar Hiroshima y Nagasaki. Los japoneses no podían ya sostenerse en el conflicto, y EEUU conocía que en el plano militar estaban en una situación estratégica desesperada. La rendición incondicional es lo único que obstaculiza, pedían a cambio de deponer las armas preservar la figura del emperador Hirohito, sagrada dentro de su cultura.

Un día antes de que comenzara una nueva conferencia en Potsdam, dentro de la zona de ocupación de la URSS, con la presencia de Truman, Stalin y Churchill entre el 17 de julio y el 2 de agosto de 1945, se produjo en Alamogordo, Nuevo México, la prueba exitosa de la efectividad de la bomba atómica, Prueba Trinity. Era el aviso de los términos en que se plantearía el nuevo orden mundial, y a la vez un anuncio del instrumento que serviría para esos fines; el arma nuclear. El resultado de la reunión fue el principio de un proceso que dividió a Europa en dos esferas de influencia. Las negociaciones, mostraron que EEUU deseaba reconstruir Alemania para que fuera una “factor de estabilidad” en Europa y un aliado frente a la URSS.

A cambio de la intervención de sus tropas, Stalin reivindicaba la ocupación de las islas Kuriles, la ocupación de Manchuria y el reparto del Japón. Capaces ahora de precipitar la rendición de Japón por el terror, los EEUU podían prescindir de la ayuda de la URSS y evitar así estar obligados a concederle demasiado al régimen soviético. Stalin, funcionando con la misma lógica, se precipitó a invadir Manchuria dos días después de Hiroshima, y entregarse al saqueo de ese país al final de las hostilidades, aunque no pudiera ya pretender un reparto del Japón.

El lunes 6 de agosto de 1945, a las 8:15 a.m., un piloto estadounidense desde un bombardero B-29 arrojó en Hiroshima un artefacto nuclear construido a partir de uranio 235, que causó 260.000 muertos (50.000 por el impacto inicial). A una primera explosión que semejó el rugido de un huracán, siguió otra cuando la bomba estalló a 570 metros de altura de la ciudad, con una violencia indescriptible. En todas direcciones fueron disparadas llamas de color azul y rojo, seguidas de un espantoso trueno y de insoportables olas de calor que cayeron sobre la ciudad, destruyendo todo; en el centro mismo de la explosión apareció un hongo de terrorífica cabeza. Además, una ola gaseosa a velocidad de ochocientos kilómetros por hora barrió una distancia de seis kilómetros de radio. A diez minutos de la primera explosión, una especie de lluvia negra y pesada cayó en el noroeste de la ciudad, un mar de fuego sobre una ciudad reducida a escombros.

En cumplimiento de lo acordado el 8 de agosto, la URSS declaró la guerra a Japón, pero ni el efecto brutal causado en Hiroshima ni la decisión soviética pudieron cambiar el curso de los acontecimientos; a las 11:05 a.m. del jueves 9 de agosto de 1945, un bombardero de la fuerza aérea de EEUU arrojó sobre la ciudad japonesa de Nagasaki una bomba fabricada a base de plutonio 239 en laboratorios controlados por el Pentágono, que provocó 100.000 muertos (39.000 al momento de estallar). Debido a que el ejército japonés había reclutado a prácticamente toda la población adulta masculina tanto de Hiroshima como de Nagasaki, la mayoría de las víctimas de la muerte abrasadora caída del cielo fueron mujeres, niños y hombres ancianos.

El presidente norteamericano Truman justificó el genocidio con el argumento de que resultaba necesario concluir la guerra; quería forzar la rendición de Japón y demostrar que solo EEUU podría imponer su voluntad, sin el estorbo de aliados indeseables. La administración norteamericana estaba pensando más allá de la guerra; en cómo se redibujaría el mapa mundial. Contener la influencia de Rusia después de la guerra creó un dilema para los EEUU en términos de cómo terminar la guerra. Esta situación proporcionó un incentivo importante para poner fin a la guerra antes de que Rusia avanzara sobre el territorio del Japón, y también hacerlo de tal manera que fortaleciera la posición de EEUU después de la guerra. El bombardeo atómico perseguía geopolíticamente ese doble objetivo; la rendición incondicional de Japón y dar una señal de advertencia a la URSS; se buscaba llevar adelante una acción ejemplificadora que dejara a los EE.UU. como indiscutida primera potencia mundial.

Los sectores del poder japonés sabiendo que ya estaban derrotados, enfrentaron lo que veían como una amenaza para sus intereses, la Unión Soviética, que amenazaba no solo a la soberanía japonesa sino los derechos de propiedad de la clase dominante nipona. El 15 de agosto el emperador Hirohito anunció a sus cerca de ochenta y seis millones de súbditos la rendición incondicional; los gobernantes orientales prefirieron someterse a los EEUU capitalista. Bajo su ocupación, con el General Douglas MacArthur al mando consolido y restauró el dominio del capital, reprimió al Partido Comunista Japonés y a los sindicatos; con el objetivo de disciplinar a las clases populares y crear una nueva hegemonía social y cultural.

Los ataques a poblaciones civiles no eran nada nuevo en la Segunda Guerra Mundial. Las bombas atómicas fueron la culminación de los bombardeos a las poblaciones civiles que comenzaron los aliados en Europa y Asia en 1943, millones de trabajadores, pobladores, hombres, mujeres y niños murieron bajo sus bombas en Roma, Grecia, Alemania, Argelia, India, Madagascar y otras ciudades. El propósito declarado de los despiadados bombardeos diarios a ciudades alemanas y japonesas durante la guerra, que abrasaron las ciudades, era destruir la moral y la voluntad de la población alemana y japonesa. El 13 de febrero realizan una operación de bombardeo sobre Dresde; la “Florencia alemana”, la ciudad pulverizada por el impacto de 750.000 bombas incendiarias que elevaron la temperatura por encima de los 100 grados, las llamas abrasaron toda materia orgánica; cerca de un cuarto de millón de personas murieron quemadas o por asfixia, se asesinó cientos de miles de personas en objetivos que no comportaban interés militar alguno. En marzo de 1945, Tokio fue incendiada. Más de 2.000 toneladas de proyectiles incendiarios fueron arrojados sobre dicha capital. El fuego ardía tanto que en los canales más profundos del Shitamachi, donde la gente se reunía para escapar de las llamas, el agua hirvió. Más de 100.000 hombres, mujeres y niños murieron durante la noche de los bombardeos, y más de un millón de personas resultaron heridas.

Los bombardeos convencionales diarios en los que se incluía el uso de napalm y otras bombas incendiarias habían reducido a escombros al menos otras 67 ciudades japonesas; reservaron deliberadamente Hiroshima y Nagasaki con el único propósito de probar la capacidad destructora del nuevo dispositivo atómico. Lo que hizo que la bomba atómica fuera diferente de estos ataques indiscriminados anteriores contra civiles fue el hecho de que solo una bomba era necesaria para lograr la destrucción. Esto significaba que un avión con unos pocos militares podrían devastar una ciudad entera, a diferencia de los más de 300 aviones necesarios para llevar a cabo la masacre de Tokio. Otra diferencia fue el aumento de la tasa de mortalidad que la bomba atómica podría provocar; en comparación con las bombas convencionales. 

El pueblo japonés era bombardeado cuando ya no había blancos militares. Uno de los objetivos del imperialismo norteamericano era evitar un posible levantamiento del pueblo de Japón frente al derrumbe de un régimen ya derrotado, y a condiciones de vida inhumanas que estaba afrontando. Otra de sus intenciones era preservar el Estado y el sistema económico y social como así también reforzar y restaurar el capitalismo frente a los intereses de los sectores populares que sufrían las consecuencias de las aspiraciones imperiales de los sectores hegemónicos nipones. La política de EEUU para Japón fue bombardear, invadir, mantener al emperador Hirohito e imponer un gobierno de ocupación, que duró siete años bajo el mando del gral. Douglas MacArthur. Entre otras medidas “democráticas”, prohibió toda referencia a las consecuencias de las bombas en los medios de comunicación. Los miles de sobrevivientes de las bombas fueron abandonados durante años. Japón continuó siendo una potencia pero subordinada a los dictados de EEUU.

El argumento central ante la opinión pública de su país, por parte del gobierno norteamericano, era que la utilización de las bombas en realidad “salvó vidas”. Utilizando también propaganda racista para justificar las atrocidades cometidas contra el pueblo japonés. Dado que no estaban dispuestos a rendirse, EEUU se hubiera visto obligado a invadir con el consiguiente costo en vidas norteamericanas y japonesas. Sin embargo los líderes japoneses ya estaban derrotados y dispuestos a rendirse debido a la eficacia del bloqueo marítimo, al éxito de los bombardeos con armas convencionales, a la destrucción de su aparto productivo, y la derrota de sus ejércitos en las distintas batallas. El Emperador Hirohito estaba dispuesto a rendirse siempre y cuando se le permitiese retener su posición tradicional a la cabeza de la nación. Por su parte Truman, estaba preocupado por el orden mundial de la posguerra. El uso de la bomba atómica inauguró a EEUU como potencia mundial y le dio un peso desmedido como poseedor del monopolio atómico que le permitiría erigir la estructura de un nuevo orden mundial post Segunda Guerra.

Los acuerdos de Yalta y Potsdam redefinieron el mapa del mundo según los intereses de las potencias ganadoras. La presencia de la URSS no era del agrado del imperialismo norteamericano pero debía aceptar la relación de fuerzas impuestas durante el transcurso de la guerra. El hundimiento del Imperio japonés dejo a los EEUU como el amo indiscutido en el Pacífico. Al ocupar ellos solos Japón, lo convirtieron en su bastión principal en Extremo oriente. Restablecen ciertos sectores de la industria nipona; en particular la industria textil con la pretensión hacer del Japón el principal centro industrial de Asia. Recordemos que los objetivos más importantes de las bombas nucleares era poner límites al expansionismo de la URSS; disciplinar a los pueblos; restaurar y profundizar el sistema económico y social capitalista en Asia; junto a esto imponer una determinada visión del mundo y prácticas culturales; demostrar la hegemonía militar norteamericana; imponer su democracia atómica manchada de sangre a los pueblos del mundo.

Hiroshima y Nagasaki fueron junto a otros tantos ejemplos de lo que es capaz la barbarie capitalista, de sus fuerzas destructivas, de los efectos catastróficos de los desarrollos tecnológicos bajo las relaciones de producción de explotación. La capacidad tecnológica de generar barbarie instantáneamente, es lo específico que aportaron en materia de fuerzas destructivas las bombas atómicas. En los campos de la muerte nazis lo que se puso en evidencia fue el asesinato en masa industrializado deshumanizado, durante una secuencia de tiempo de dos a tres años, en el caso de las bombas atómicas lo innovador fue su distanciamiento físico y la rapidez temporal de la masacre. Una verdadera demostración cómo el capitalismo y su tecnología, se ponen al servicio de relaciones de explotación y de un evento de destrucción masiva. Sin ninguna justificación que no sea afirmar la supremacía del imperialismo norteamericano. La escala del asesinato, el utilizar los últimos desarrollos tecnológicos para matar cantidades impensables de personas, hizo más que colocar de manera inminente el pronóstico de Rosa Luxemburgo de socialismo o barbarie.

Las fuerzas productivas y las tecnologías pueden funcionar para el desarrollo humano, pero en las manos de un sistema de opresión y explotación, se transforman en barbarie industrializada, tecnología puesta al servicio de fines regresivos. Recordemos que las fuerzas productivas no son un factor autónomo, no funcionan bajo ningún automatismo histórico; tienen que ver con el fundamento material de la existencia humana, de las relaciones sociales de producción. Estás puesta al servicio de la preservación del actual régimen social, se transforman en destructivas. Pero esto ocurre, precisamente, porque no son un factor autónomo de la historia, su aplicación depende del régimen social al cual sirvan. No significa, que sean neutras; su carácter, dependerá de los fines al servicio de los cuales dicho desarrollo sea puesto.

En el capitalismo la violencia no es ejercida de manera espontánea, irracional y emocional, es monopolizada y centralizada por el Estado; durante la Segunda Guerra la monopolización estatal de la violencia se manifestó en toda su terrible potencia, con actos crueles, inhumanos, con la producción deliberada de sufrimiento y de muerte; en este accionar del Estado está el origen de todos los genocidios del siglo XX. Tal vez en ningún otro momento de la historia se conocen manifestaciones de barbarie tan extensa, tan masiva y tan sistemática como en ese periodo, conducida por los imperios coloniales económicamente más avanzados, para afianzar la acumulación del capital. La barbarie capitalista presenta como características; la utilización de medios técnicos modernos; la industrialización del homicidio; el exterminio en masa gracias a tecnologías científicas; la impersonalidad de la masacre. Poblaciones enteras son eliminadas utilizando una gestión burocrática, administrativa, eficaz, planificada y racional.

El genocidio nazi y las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, son los asesinatos en masas más integralmente capitalistas; la cámara de gas de los nazis y la muerte atómica norteamericana contienen prácticamente todos los ingredientes da la barbarie tecnoburocrática de este régimen. Un producto de la cultura racional burocrática, que elimina de la gestión administrativa de la violencia toda interferencia moral. Se eleva en su eficacia y producción muy por encima de los episodios de genocidios del pasado, de la misma forma que la fábrica industrial capitalista está muy por encima de los talleres artesanales. Una manifestación de la modernidad capitalista, de la civilización occidental, de una barbarie industrial, tecnológica, y racional. Los bombardeos atómicos fueron la creación de una máquina burocrática deshumanizada, impersonal, indiferente a todo aquello que no fuera su tarea.

En Hiroshima y Nagasaki, se delega la tarea genocida a una máquina de muerte formidablemente moderna, tecnológica y racional. Inicialmente, el gobierno estadounidense no tenía como objetivo en sí realizar la matanza de toda una población en las ciudades japonesas, la masacre no era, como en los campos nazis, un fin en sí mismo, sino medio para alcanzar objetivos económicos y políticos. El objetivo era acelerar el fin de la guerra, la restauración del capitalismo en las sociedades asiáticas, lograr la hegemonía política, cultural y económica y demostrar la supremacía militar norteamericana frente a la Unión Soviética; en síntesis EEUU pretendería moldear el mundo de posguerra. Para obtener esos objetivos políticos, la ciencia y la tecnología más avanzada fueron utilizadas sobre centenares de miles hombres, mujeres y niños que fueron masacrados, sin hablar de la contaminación por las radiaciones nucleares de las generaciones futuras.

Hiroshima y Nagasaki representan un nivel superior de modernidad capitalista, por la novedad científica y tecnológica representada por la bomba atómica, como por el signo, impersonal, puramente técnico del acto destructor. En el aséptico hecho de muerte atómica entregada por vía aérea, se dejaron atrás las formas arcaicas del nazismo, como la crueldad, el sadismo y la furia asesina del ejército alemán. Se utilizó un burocrático complejo para la creación de esta arma, compuesto por científicos, generales, técnicos, funcionarios y políticos; junto con un aparato ideológico chauvinista y racista contra el pueblo japonés para su justificación La novedad científica y técnica del arma atómica, no tenía nada que ver con códigos militares arcaicos, no se interesaba sino por el cálculo de ganancias y pérdidas, esto es, en criterios de eficacia político-militar; un medio político; una perfección de modernidad técnica e impersonal.

Hiroshima y Nagasaki no constituyen para nada una regresión, no hay nada en el pasado que sea comparable a la producción industrial, científica, anónima y racionalmente administrada de esta matanza. Las atrocidades en masa, tecnológicamente perfeccionadas y burocráticamente organizadas, pertenecen al régimen capitalista; la bomba atómica no establece una vuelta al pasado de la humanidad, son crímenes irremediable y exclusivamente modernos. Simplemente, este tipo de barbarie es una de las posibles manifestaciones de la civilización capitalista.

 

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