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Europa, Medio Oriente :: 08/12/2022

¿Qué dice el marxismo sobre las Cruzadas?

Conor Kostick
Un análisis más preciso de las Cruzadas muestra los distintos intereses de clase que apuntalaron estas invasiones

Acaso debido a los conflictos actuales en Medio Oriente, las Cruzadas siguen generando fascinación en el mundo contemporáneo. Muchos pretenden analizar estos conflictos con la engañosa lente del «choque de civilizaciones». Es el caso de varios agitadores islamófobos de Europa y de Estados Unidos, pero también el del dirigente iraquí Saddam Hussein, cuya propaganda lo comparaba con el gobernante del siglo XII, Saladino.

Está claro que hoy abundan los comentarios poco confiables y anacrónicos sobre las Cruzadas. Pero, ¿qué pasó realmente en Europa en aquella época? ¿Y cuál fue la fuerza que impulsó estas aventuras? ¿Religión, política, intereses sociales? ¿Una mezcla entre los tres?

La época de las Cruzadas

Las Cruzadas fueron una serie de expediciones militares dirigidas por el papado a partir del siglo XI. La Primera Cruzada fue iniciada en 1096 por el papa Urbano II, y desde la perspectiva del papado tuvo mucho éxito y reclamó el control cristiano de Jerusalén en 1099. Los cruzados fundaron un reino propio con las estructuras sociales de la Europa occidental de la época.

Los papas que vinieron después utilizaron cruzadas de distintos modos. Repitieron las campañas masivas en Medio Oriente, iniciaron cruzadas más pequeñas contra los musulmanes en Iberia o contra los paganos en la región báltica, y hasta hicieron cruzadas contra los herejes cristianos que vivían mucho más cerca, como los cátaros en la región francesa de Languedoc.

El apogeo de las cruzadas llegó con la Alta Edad Media, aproximadamente entre 1100 y 1400. Durante el siglo que siguió a la primera cruzada, algunos líderes musulmanes como Saladino lucharon para retomar el control de Jerusalén, que eventualmente quedó fuera de las manos de los cruzados para siempre. La cuarta cruzada, iniciada a comienzos del siglo XIII, ni siquiera alcanzó Tierra Santa y terminó con el saqueo de la capital bizantina de Constantinopla en 1204 por parte de caballeros que habían tomado parte en las luchas por el poder imperial después del desarrollo mercantil de Venecia.

Aunque en teoría hoy el papado podría iniciar una nueva cruzada, en la práctica la idea perdió tanto crédito que Lutero y los reformadores del siglo XVI las definieron simplemente como una forma que tenía el papado de extraer dinero de expediciones que nunca realizaba. Más tarde, la perspectiva de que las cruzadas eran básicamente una estafa organizada por la iglesia influyó en los intelectuales de la Ilustración.

El marxismo y las Cruzadas

¿Tiene el marxismo algo que ofrecer a la hora de explicar las cruzadas y los cruzados? Las Cruzadas casi no figuran en las obras clásicas de los historiadores marxistas especializados en la Edad Media. Tomando nota de este hueco, el profesor de Historia Marcus Bull escribe:

No existe ninguna interpretación marxista seria de las Cruzadas y de sus motivaciones, acaso porque los problemas de la agencia humana sobresalen de modo desconcertante cuando comprobamos que una gran cantidad de personas participó de una campaña a primera vista tan excéntrica en relación con las tendencias generales del cambio social. Acaso también porque los «pobres» rara vez son más que una presencia borrosa en la dinámica de una cruzada, el análisis cultural marxista es una causa perdida.

El argumento de Bull tiene dos partes. La primera es que la conducta excéntrica y consciente es difícil de explicar en términos marxistas porque no sigue la corriente del cambio social; la segunda es que es difícil identificar el impacto de los pobres en las Cruzadas.

El primer punto encuentra una respuesta fácil. Las fuentes de la Edad Media son desafiantes. Son escasas y rara vez muestran interés en las acciones de los pobres, por no decir nada de sus motivaciones. Sin embargo, sometidas a una lectura atenta, las fuentes transmiten evidencia suficiente como para hacer algunas afirmaciones sobre el rol de los pobres en las cruzadas.

Albert Einstein escribió, «Es la teoría la que decide qué puede ser observado», y esto aplica tan bien en el caso de la historia tanto como en el de las ciencias naturales. Durante casi todo el siglo XX, la historia de las Cruzadas fue escrita desde una perspectiva masculina que ignoró la participación de las mujeres (a excepción de la de la Reina Leonor de Aquitania en la segunda cruzada). Sin embargo, basta leer cuidadosamente las fuentes --una perspectiva feminista siempre ayuda-- para entender que esta participación fue importante y sorprendente. Las mujeres fueron cruzadas reales, no solo simpatizantes.

Variedades de marxismo

La historia marxista no debería solo dar voz a los pobres: también debería explicar su interacción con otras clases y cómo toda una época histórica está atravesada por tensiones sociales que tienen el potencial de conducir a un cambio. ¿Puede lo que se podría llamar a grandes rasgos análisis marxista decir algo importante sobre el orden social de las cruzadas, sobre los soldados de los rangos medios, los mercaderes y los caballeros? ¿Puede superar la primera parte de la crítica de Bull y decir algo sobre estas personas que parecían actuar de un modo excéntrico en relación con las tendencias sociales?

Imaginemos una familia campesina del norte de Francia que parte en una cruzada en la primavera de 1096, como las que describió Guilbert de Nogent: «Pauperes cuyos bueyes habían sido atados a carros de dos ruedas y cubiertos de hierro como si fueran caballos para llevar unas cuantas posesiones y niños pequeños». Podemos imaginar a estos niños preguntando con ansias ante cada nueva ciudad que aparecía ante su vista si era Jerusalén.

Tenemos que reconocer que Bull tiene un punto: cuando hablamos de «marxismo» tendemos a pensar en un tipo de análisis que explica momentos como este utilizando conceptos como fuerzas de producción y relaciones de producción. Hacer encajar las singularidades de la historia humana en una secuencia de etapas que lleva de un modo de producción a otro es una empresa infructuosa. Ningún historiador hizo ningún descubrimiento aplicando este modelo, y Karl Marx y Friedrich Engels nunca lo utilizaron cuando escribieron textos de historia.

Entonces, ¿qué es la historia marxista más allá de este esquematismo? Antes que nada, la historia marxista están en todos los escritos históricos de Marx y Engels. Estos textos nos llevan a observar las estrategias de las clases rivales en un momento particular de la historia, las fortalezas y las debilidades de los individuos que intentan dar voz a su clase y dirigirla, los sentidos --muchas veces ocultos-- de las declaraciones y de los documentos en función del conflicto de clases y los distintos resultados posibles de la situación.

Volvamos a nuestra familia campesina. ¿Podemos utilizar este espíritu de «historia desde abajo» para cuestionar la afirmación de Bull de que los campesinos no actuaban de acuerdo con las tendencias sociales de su época? Sí, pero no hablando de modos de producción. En cambio, tenemos que identificar tendencias que se ajusten mejor a la conducta de los campesinos.

Capital comercial

Abraham León, por ejemplo, destacó una tendencia del período que sin duda fue algo que los cruzados tuvieron en cuenta. León fue un marxista judío belga que participó de la resistencia al nazismo y murió en las cámaras de gas de Auschwitz. Nos dejó una obra clásica, La cuestión judía. Una interpretación marxista, donde discutió la historia del antisemitismo en Europa. En este libro León argumenta que las Cruzadas fueron la expresión de la voluntad de los mercaderes urbanos de abrir un camino hacia Oriente.

Existe mucha evidencia que respalda esta idea. Varias comunas urbanas italianas y francesas, fundadas por la generación anterior a la primera cruzada, habían iniciado una lucha por liberarse de la aristocracia secular o de los obispos designados por decreto real.

Estas comunas tendieron a aliarse con el papado reformista de Gregorio VII, que intentó, entre otras cosas, hacer que el Vaticano recuperar el control sobre la designación de los obispos: esto implicaba que influían en el papado y que estaban dispuestas a participar de iniciativas como las cruzadas. La ciudad más importante que participó de las cruzadas, Génova, había fundado una comuna en 1052 y elegido cónsules que gobernaban la ciudad en la época de la primera cruzada.

En 1101, después de la toma de Jerusalén, una flota de Génova celebró una convención con el rey cruzado de la ciudad Baldwin I. El acuerdo que alcanzaron respalda la intuición de León. No solo compartirían el botín de todas las ciudades tomadas: los genoveses también recibirían una sección de la ciudad para vivir bajo el gobierno de sus propios cónsules.

Además, consiguieron privilegios impositivos especiales para sus actividades comerciales en la valiosa zona donde termina la Ruta de la Seda que atraviesa Asia central hasta China. Los mercaderes que participaron de las cruzadas alentaron y recibieron con los brazos abiertos la migración de los campesinos cristianos que querían instalarse en las tierras que circundaban los territorios conquistados.

Valentía caballeresca

Otra tendencia general de la época que contribuyó a la emergencia de las cruzadas fue el crecimiento del número de caballeros que no tenían acceso a la tierra. Georges Duby, historiador francés especializado en la Edad Media, analizó el modo en que estas bandas de «jóvenes» acudían juntos a luchar en torneos y en las guerras de sus padres para ganar fama, seguidores y, si era posible, herederas cuyas tierras les permitirían convertirse en potentados por derecho propio.

Estos «jóvenes» no eran necesariamente jóvenes en términos de edad, sino que eran vistos como iuvenes en función de su posición social que implicaba la carencia de tierras y de hijos. Una cruzada era una oportunidad de ganar fama que ellos aprovechaban con ansias, y la iglesia, desesperada por escapar a sus ataques, los alentaba a hacerlo.

A fines del siglo X y comienzos del siglo XI surgió el movimiento Paz y Tregua de Dios, una alianza entre el clero y el campesinado que intentaba frenar la violencia de los caballeros. Estos movimientos eran clara expresión de una tendencia que nos ayuda a explicar la aparición de los cruzados en el siglo XI.

En respuesta a los reclamos de que no participaran de la guerra, el robo y el pillaje en Europa, muchos de estos caballeros abrazaron la cruz y fueron a luchar a Medio Oriente. Estaban encantados de escoltar a campesinos y siervos fugitivos en su camino hacia eventuales asentamientos cristianos.

Tierra y libertad

¿Y qué pasa con la experiencia de los campesinos medievales? ¿Hubo factores que los impulsaron a ser tan receptivos al mensaje de las cruzadas como para decidir vender sus cosas y embarcarse con rumbo a una tierra prometida? Sí, definitivamente.

Tanto en 1095 como en 1146, años de las dos primeras cruzadas, en Europa hubo mucha hambruna y muchas enfermedades. Los testimonios muestran que lo que llevaba a mucha gente a abrazar la cruz era la desesperación, no la piedad. Ekkehard, abad de Aura, escribió que entre los participantes había «multitudes de trabajadores de la tierra, mujeres y niños» y que algunos «admitían haber hecho voto debido a los infortunios».

La aprobación de la iglesia también implicaba que los siervos fugitivos y las mujeres que participaban de las cruzadas pudieran legitimar sus acciones. Muchos señores que permanecieron en Europa lamentaban la vista de sus campos abandonados después de la llegada de un popular predicador de las cruzadas. Gerhoh de Reichersberg fue testigo de la segunda cruzada: «No faltaban campesinos y siervos en la expedición, que abandonaron los arados y los servicios que debían a sus señores sin previo aviso y sin su consentimiento».

En los ejércitos cruzados más grandes, las tensiones sociales eran evidentes, y surgieron visionarios que dieron voz a la mirada de los pobres. Por supuesto, estas familias campesinas viajaban a matar campesinos musulmanes y tomar sus tierras y sus hogares, así que es difícil definirlos como revolucionarios inspiradores.

Sin embargo, su posición social explica por qué decidieron obedecer a líderes humildes que hacían de capitanes, y desafiar con su conducta a reyes y señores. El éxito o el fracaso de una cruzada particular muchas veces dependía más de las luchas políticas internas entre el rey, los señores, los caballeros, los mercaderes y los campesinos que de cualquier narrativa militar.

En fin, es posible construir un cuadro bastante adecuado de las Cruzadas fundado en lo que podemos denominar a grandes rasgos análisis marxista, siempre y cuando definamos a este último como la labor de los historiadores que escriben con una perspectiva sensible a los conflictos de clase. Este tipo de análisis considera tendencias específicas en cada momento histórico y no invoca leyes transhistóricas derivadas del concepto de modo de producción.

En el caso de las Cruzadas, dichas tendencias incluyen el desarrollo de una clase de mercaderes en los espacios urbanos libres de control real, la acumulación de descontento en amplios círculos de caballeros de bajo rango y la onerosa experiencia de trabajo de los campesinos y de los siervos.

Jacobin Revista. Traducción: Valentín Huarte

 

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