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Europa :: 25/12/2018

¿Tienen razón los chalecos amarillos de Bélgica?

Marc Vandepitte
Unos pocos euros de más cada vez que se reposta tampoco es un problema insuperable, ¿o sí?

Desde hace varias semanas los chalecos amarillos también salen a las calles en Bélgica para protestar contra la disminución del poder adquisitivo y contra impuestos inicuos, como el aumento de los impuestos indirectos* a los carburantes. ¿De dónde vienen su cólera y su tenacidad?

Todo depende, por supuesto, de cuánto se gane. Los hogares que cuentan con unos ingresos de 4.000 euros o más apenas notan estos ligeros aumentos de precio. Tienen margen suficiente, para ellos significa simplemente ahorrar un poco menos. Pero para los hogares en los que hay un solo ingreso, para las personas que se benefician de subsidios sociales, que tienen ingresos bajos o pensiones pequeñas las cosas son completamente diferentes. La menor subida de precios es insoportable y contribuye a hundirlas más.

Las cifras son espeluznantes. Un 54% de los hogares monoparentales [en Bélgica] y un 70% de la s personas en paro corren peligro hoy en día de pobreza o de exclusión social. Un o de cada cinco de nuestros ciudadanos corre peligro de caer en la pobreza. Un 40% de lo s hogares no puede ahorrar ni un céntimo para su vejez o para sus hijos. Un 27% de los hogares no se puede ir de vacaciones. Al no tener dinero, un 8% pospone una consulta médica o la compra de medicinas. Un 5 % de las personas no puede calentar su vivienda y solo se puede permitir una comida caliente cada dos días. Para un país tan rico como el nuestro es algo incomprensible y alucinante. Los chalecos amarillos provienen de la parte más baja de la escala social.


Desgraciadamente, las cosas no van en la buena dirección. En 2016 y 2017 las personas trabajadoras belgas perdieron casi el 2% de su poder aquisitivo, mientras que en todos los países de su entorno aumentaba considerablemente el poder adquisitivo real. Si a ello se añaden las medidas de austeridad de los últimos años, en Flandes se han perdido una media de al menos 800€ al año.


La pobreza de los niños es un buen indicador de la vulnerabilidad de la parte inferior de nuestra escala social. Actualmente en Bélgica tenemos la peor cota de toda la Unión Europea en lo que concierne a los niños criados en un hogar donde no se trabaja o poco. Las cifras son muy malas en Bruselas y Valonia, pero en Flandes esta cifra también es más bien alta, demasiado alta o, peor, aumenta cada año.

“Es una pena, pero no hay dinero”, se nos dice. Es un buen intento, respondemos. Bélgica es uno de los países más ricos del mundo. Hay dinero en abundancia, pero está muy mal repartido. L'Aide sociale, la principal organización para luchar contra la pobreza de Flandes, calculó que cada año hacen falta unos 2.000 millones de euros para aumentar todas las prestaciones, los ingresos de integración y los salarios más bajos para acabar con la pobreza. Para acoger a personas refugiadas hay que añadir 500 millones más . En realidad esas cantidades son una bagatela. En los últimos años las empresas se han beneficiado de regalos por valor de 16. 000 millones de euros en forma de reducciones fiscales, subvenciones salariales y reducciones de las cargas sociales.

El año pasado las personas accionistas de las empresas belgas se embolsaron unos 12.500 millones de dividendos y las personas superricas invierten cada año más de 100.000 millones de euros en los paraísos fiscales. Una fracción de estas cantidades bastaría para solucionar el problema de la pobreza.

Sí, en este contexto los chalecos amarillos belgas tienen razón. También en otro. Todo el mundo sabe que para detener el cambio climático hace falta mucho más que algunos impuestos especiales sobre los combustibles fósiles. Sin un transporte público correcto y barato, muchas personas no tienen más alternativa que utilizar el coche.

De hecho, el aumentar los impuestos especiales es una manera indirecta de alimentar las arcas a costa de las personas corrientes, mientras que no cambia nada o muy poco en materia de emisiones o de contaminación. Los chalecos amarillos demuestran de una vez por todas que no se puede ganar la lucha contra el cambio climático sobre una base social. La lucha ecológica y la lucha social son las dos caras de una misma moneda.

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* En francés accises, que es una forma específica de impuesto al consumo o a la utilización de determinados productos:  http://finances.belgium.be/fr/entreprises/accises

Investig’Action. Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos. Extractado por La Haine

 

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