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Mundo, Pensamiento :: 26/02/2013

La lucha de los pueblos

Felipe Cuevas Méndez
La conciencia de clase debe proyectarse no simplemente como noción del horizonte revolucionario, sino como práctica cotidiana de los pueblos y sus luchadorxs

La lucha de los pueblos en todos sus tipos de formas y condiciones, tiene un punto convergente en cualquiera de sus demandas, que es la necesidad de crearse minuciosas relaciones revolucionarias contra el sistema de dominación para cambiar la sociedad. Esta creación histórica de relaciones revolucionarias es trascendental para la victoria, constituye una de las más importantes cuestiones de la lucha de clases.

Hay quienes dirán que lo más importante es crear una organización, otros que tener el mejor programa, otros que la mejor táctica, que el trabajo, que la disposición al combate, o que acumular energías, no entraremos en polémica sobre el valor de todo ello y más; nada hay que demeritar, aunque insistimos, sin la acción de relaciones revolucionarias complementarias en el seno de los pueblos con las cuales conducirse y asumirse, todo lo demás se desvanece en el aire.

Las relaciones de dominación, control, intereses, poder y violencia en que transita el sistema capitalista en su límite histórico y ante su significación retrógrada para el destino humano, deberán ser quebrantadas por la perspectiva de que en las luchas los pueblos creemos nuestras propias relaciones que penetren en todos los ámbitos de actividad social, que impliquen nuestra presencia y ejercicio activo por el interés común. Las relaciones que impulsa el sistema capitalista para asegurar sus hegemonías van en sentido contrario a las que requerimos los pueblos del mundo, aquellas son la manifestación del poder burgués en todas sus dimensiones, que pretenden reducir la humanidad a la esclavitud asalariada.

Resistirlas y confrontarlas es una línea ascendente en la lucha de los pueblo, en tanto más se padecen y asientan, más fuerte se hace su rechazo, más obligado se hace el observarlas en todo cuanto traspira de relaciones de la vida social maniatada al modo capitalista.

Los pueblos debemos tejer relaciones revolucionarias

En otro lugar (artículo: “Una batalla estratégica para el pueblo”) hemos hablado de las relaciones democráticas y revolucionarias (socialización, fraternidad, democracia, solidaridad, internacionalismo, colectivismo, libertad, emancipación, igualdad), por lo que sólo pasaremos a esbozar los rasgos que las mantienen enraizadas entre las clases y sectores populares:

a) Asimilación de nuestra condición pluriclasista popular explotada y oprimida, impregnada de contradicciones y convergencias a atender puntualmente en el tejido de la unidad político-social.

b) Ante la rigurosidad del proceso de proletarización del pueblo en esta última etapa del capitalismo mundial (en ramificación de la clase y reproducción de sus condiciones de vida), debemos acoger los medios y condiciones en que se favorece aún más el propósito de ligazón y guía clasista.

c) Transmisión de principios de lucha y organización democráticos propios de los pueblos (asambleísmo, consejos, consenso, consulta, control obrero, confraternidad y determinación colectiva entre otros, muy marcados en Latinoamérica en sus distintos grados de desarrollo según el país que se mire), hacia todos sus procesos de lucha e instrumentos políticos en rechazo a los medios derivados de las clases explotadoras.

d) Ejercicio de socialización y colectivización constantes en las luchas que nos preparen a explotados y oprimidos para ejercer su rol revolucionario en todos los renglones de la vida social impidiendo se vuelvan cortejos de castas políticas o aparatos de cualquier tinte.

e) Impedir que sea reducida o anulada su línea de socialización de la riqueza y los medios de producción, porque ello encierra la médula espinal del horizonte estratégico. Por el contrario, ampliarla para que no vuelva a limitarse en aspectos economicistas-estatistas por los que lentamente se arrebata nuestro papel histórico, se conmina a aceptar o ser parte de “los hechos” en que trascurren las reglas burguesas, y el capital recupera su terreno.

f) Afirmar el carácter de clase como medio de elevar la conciencia, la práctica y estrategias para la lucha de los pueblos frente al sistema capitalista.

g) Asumir otras diversidades culturales, nacionales, realidades geo-políticas, como procesos y condiciones con los cuales remover y potenciar la lucha proletaria adversa a un sistema que en su cometido de homogeneizar la dominación pretende arrebatar las características propias de la identidad de cada pueblo.

h) Abrirnos la percepción político-social para tejer nuestra unidad fraterna de los pueblos del mundo. Aclamar a ello sin reserva alguna, filtrar en todas partes la necesidad de la lucha organizada proletaria, popular, democrática, antiimperialista y revolucionaria, contra la clase burguesa y sus adeptos.

i) Defender, aprovechar y ser críticos desde las bases frente a todas las experiencias de lucha, de organización, de pensamiento, con el propósito central de robustecer y plantear nuevos desafíos a la revolución socialista sin fanatismos.

j) Reventar y superar desde la acción popular todas aquellas viejas confusiones de lo dogmático, lo reformista, el sectarismo, la izquierda de aparato o dirección oficinesca, como fundamentos fetichistas con sus códigos de sumisión a lo establecido, sus acomodos a modos de vida y renuncia a la lucha fundamental.

k) Estar en mejor disposición objetiva para no perder la oportunidad histórica o dejar en la promesa fallida como tantos procesos sociales y organizativos; el reto de consolidar la máxima organización consecuente de los explotados y oprimidos en todas las formas que se requieran.

Esas anotaciones bien pueden verse diseminadas en gran cantidad de iniciativas o análisis, los comunistas revolucionarios debemos exigirnos renovación en torno a ellas, resguardarlas e impulsarlas resuelta y conscientemente; sobre todo debemos distinguir el grado de integración de éstas cuestiones en torno a la formación de un nuevo sistema de relaciones revolucionarias. A la vez que prestarles atención en la práctica actual de los pueblos, porque efectivamente son trazos de la política proletaria y popular que se proyectan continuamente. Por todo ello vale esforzarnos en recuperar estas tesis en el Manifiesto del Partido Comunista:

“Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros. No tienen intereses propios que se distingan de los intereses generales del proletariado. No profesan principios especiales con los que aspiren a modelar el movimiento proletario. Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad, y en que, cualquiera que sea la etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la burguesía, mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto… (Capítulo II)”

“Resumiendo: los comunistas apoyan en todas partes, como se ve, cuantos movimientos revolucionarios se planteen contra el régimen social y político imperante. En todos estos movimientos se ponen de relieve el régimen de la propiedad, cualquiera que sea la forma más o menos progresiva que revista, como la cuestión fundamental que se ventila.” (Capítulo IV) Marx-Engels.

En el mundo existe gran confusión y diversidad de opiniones sobre los resultados históricos del socialismo habido y su teoría revolucionaria, su importancia es tal que esas atenciones son algunas de sus muestras. Sin descartar aquello de que se debe asimilar los aciertos y errores pasados, y que buena parte de las premisas vienen de sus enseñanzas; el socialismo por venir de las luchas de los pueblos también requiere su atención especial sobre la base de las condiciones modernas del capitalismo y las luchas de clases, pues como se ve, toda crítica y autocrítica debe girar hacia lo que tenemos en la víspera revolucionaria sintonizando.

Mencionamos de nuevo que los pueblos, sus integrantes revolucionarias, sus luchadoras, democráticos, progresistas y activistas de todo género, debemos poner énfasis en la destrucción a fondo y en cualquier terreno de las relaciones sociales de dominación activas durante un periodo más largo que el del propio capitalismo.

Problemáticas generales para el relacionamiento revolucionario

No ansiamos inventar el arroz con pollo, un conjunto de problemáticas de la lucha de clases son constantemente referidas en los escenarios donde ocurren, nosotros tenemos el propósito de mapearlas para facilitarnos su examen ubicando las alternativas que podamos impulsar. Seguramente hemos topado con estos problemas en nuestra actividad política, siendo conocidos no queda más que volver a resaltarlas en su entramado.

Así en este contorno en primer lugar tenemos que el organigrama mundial capitalista refuerza todas las cadenas de opresión contra los pueblos sin distinción de ideas, color, sexo o territorio. El capitalismo imperialista llegó al extremo de sus poderes que ahora amenazan la paz, la seguridad, la civilización humana y la vida en el planeta. Genera graves impedimentas a la organización, la resistencia, la lucha, la visualización de la realidad, la perspectiva clasista, las formas clásicas de libertad social y la posibilidad de decidir el modo de pensar proletario en ruptura con el orden establecido.

En la proyección de su poder político-económico el capitalismo expande –dictatorial y hasta “democráticamente”– relaciones de poder que se incrustan en la práctica social generando nuevos medios de acentuar sus potencias. Dichas relaciones políticas de poder que han calado tan hondo en la sociedad merman las luchas de los pueblos al basarse en modos de control y sujeción en contra nuestra desactivando el impulso revolucionario hasta en sus propios espacios.

La falta de fusión en el pueblo viene dada por la fragmentación de sus clases y sectores, en especial por la acción de las relaciones sociales que generan tendencias a la lucha por la supervivencia y el estatus dentro del capitalismo; dispersando su tendencia fundamental al cambio revolucionario, apelando por nuevos instrumentos de unificación en el marco de la imposibilidad que el sistema resuelva sus crisis y que nuevas formas de comunidad y vida social se hacen necesarias para enfrentar consumismo, depredación e individualismo.

Revertir las formas de organización vertical de poder, organizarse desde abajo desde las clases y sectores del pueblo, forjando en éste los poderes superiores para la transición, el control al detalle de sus instancias organizativas, estructuras, las relaciones sociales generales y todos los escenarios concretos que afectan su vida inmediata. El poder que se asuma popular o proletario debe materializar la acción revolucionaria del pueblo para construir su sociedad así en los grandes acontecimientos como especialmente en los hechos cotidianos, impidiendo que se debilite sus propósitos ni se encubran intereses alternos o contrarios. Que esto sea siempre el principio social prevaleciente que impida la hegemonía de burocracias, grupos de poder, controles y toda suerte de relaciones de dominación.

La ausencia de frente común –o su distorsión en relaciones de poder y de fuerza– en el seno de los pueblos y sus actores sociales en relación con la articulación de corrientes, posturas e intereses que van apartándose del sentido popular y del desfase ante las nuevas realidades; debe ser contemplada para persistir en su importancia de cara a la destrucción concreta del sistema.

Reasentar la teoría revolucionaria en sus bases, líneas de proyección y nuevos ámbitos en que debe probarse y enfrentar retos del conocimiento social, aún cuando permanecerán distintas nociones de ella.

El inmediatismo, oportunismo y reediciones de revoluciones de terciopelo en torno a los movimientos espontáneos u organizados como expresión de la preponderancia o asedio del gran capital trasnacional, la influencia pragmática y relaciones de política cortoplacista natural a los vaivenes del capitalismo (si bien estos últimos siempre deben tomarse en cuenta); genera debilitamiento constante de los procesos de lucha sin que se consiga alcanzar nuevas etapas de organización democrática y revolucionaria o las mismas sean abortada por las fuerzas imperialistas en sus varias asociaciones, agrupaciones o consensos.

La división, el grupismo y los unilateralismos siguen aquejando como males estructurales en el seno de movimientos y organizaciones de los pueblos en tanto no se consigue una visión global, aceptable y congruente con el reto revolucionario para las mayorías, lo cual reclama agenda, evaluándose y resolviéndose en sus pormenores, como un problema político de alta atención por todas y todos quienes comparten trincheras contra el capitalismo.

Los programas revolucionarios de los últimos tiempos se han impregnado de términos abstractos que hoy día deben pasar por una serie de procesos de discusión en el seno de los pueblos para su actualización, ampliación, concreción o corrección, considerando que la historia la hacen los pueblos y su destino no tiene porqué quedar al margen de tal proceso.

Una seria debilidad en el ejercicio democrático interno-externo viene manifestándose en la desarticulación de la organización de los pueblos, antes asociada muy linealmente a la influencia desde arriba, pero que se revela hoy día como parte de estrechas relaciones de control y asimilación a éstas. A las y los revolucionarios dicho proceso no les resulta ajeno como tampoco les resulta complicado concentrar la debida inteligencia en resolverlo, porque así proyectan su visión del futuro y del potencial revolucionario de los pueblos en cada lugar donde acontezca su acción.

En las academias modernas –no exentas de intrincadas relaciones de poder y hegemonías– que compiten por postular un marxismo avanzado, se afianzan mecanismos de eclecticismo que invalida las facultades de la teoría revolucionaria en cuanto postula el cambio radical de la sociedad en manos de los pueblos y la clase proletaria al frente, al paso que establecen segregacionismo teóricos contra las distintas variantes que adoptan algunos de los postulados revolucionarios. Ello es motivo de preocupación porque a la par que impulsan valiosos elementos de análisis de la realidad, introducen concepciones en detrimento de la lucha revolucionaria que se deslizan a no cambiar las bases del sistema aplicando revoluciones de papel.

Muy en la orilla, pero montando muros de contención a los nuevos ciclos, sujetos y esferas de la lucha de clases, creando problemas a la lucha revolucionaria, pululan como reductos de la marginación provocada por el capitalismo, los caciquismos y la incapacidad de superar concepciones románticas, se encuentra la secta kafkiana o la tribu de poder que creen tener agarrado a dios por la chiva. Tales grupos hoy deben cambiar en el fondo de sus estructuras para intentar su enraizamiento popular cumpliendo un papel más positivo, convirtiéndose en verdaderos instrumentos de su clase.

Por su parte resulta evidente que la conciencia de clase debe proyectarse no simplemente como noción del horizonte revolucionario, sino como práctica cotidiana de los pueblos y sus luchadoras(es). Hoy podemos juzgar que la conciencia es a su vez una batalla constante frente a las relaciones generales de dominación del sistema capitalista (de producción, económicas, políticas, educativas, patriarcales, de nación, de poder…). La conciencia de clases es así mismo una tarea colectiva próxima a toda acción y tarea, política o social, por el cambio del entorno humano.

En la visualización de nuestras problemáticas también se encuentra el tema del liderazgo en el seno de las clases y sectores de los pueblos, grande o pequeño, es algo que tiene dos aspectos de gran atención para coronarlo en virtud de los intereses socialistas. Un aspecto es cuidarlo porque se mantenga ligado a su raíz de clase de manera orgánica y de pensamiento, el otro aspecto consiste en asegurarle el despliegue necesario como parte de la fuerza popular, vinculado al desarrollo político y la participación desde abajo. Atender la descomposición que alrededor de los liderazgos, burocratizaciones, autoritarismos y reformismos hacen sucumbir a los pueblos, mediante la vigilancia general y los medios seguros de ejercicio político activo por los sectores y clases interesados en avanzar la lucha revolucionaria.

Por último debemos distinguir un error producido entre la conciencia de poder en el pueblo (democracia socialista) y la mal interpretada conciencia de poder oportunista (conquista del poder para sí), pues aunque se parecen no son lo mismo ni remotamente. Un poder que haya sido conquistado en la dura batalla de los pueblos, pero que no sea ejercido por estos ni alguna de sus clases, le será ajeno a pesar de las reformas que impulse, le será escamoteado y arrebatado tan pronto los opresores se aseguren que el pueblo no se levante más, las clases y sectores incluso pueden simpatizar con dicho poder en tales circunstancias, pero si no lo detentan, generalmente declina en las versiones representativas, reformistas o dictatoriales propias de las relaciones de dominación capitalistas. Los pueblos requerimos tener:

1. Perspectiva de poder, como concepción patente de que un poder clasista es posible y necesario, sin que esta cuestión se vea reducida a sus vanguardias, sino que sea sentido general del rompimiento social con el capitalismo.

2. Luchar por la conquista del poder, en las formas más apropiadas a sus condiciones sociales, asimilándose paulatinamente a esta tarea lo mismo en virtud de sus realidades que por percepción previamente cuajada.

3. Hacer un poder a nuestra imagen y semejanza, es decir, de democracia popular y proletaria, cuyo ejercicio sea propio a todas y todos antes que patrimonio de burocracias, arribistas o nuevos amos.

Las relaciones sociales a construir van a todos los terrenos, abren nuevos escenarios, son tan importantes en la práctica de hoy como en la proyección política de un futuro socialista y comunista, aterrizarlas o concretarlas en nuestros espacios de lucha nacionales o internacionales, discernirlas en lo que suele considerarse como situación general de la lucha de clases nos parece que es un ejercicio necesario al cual otros debates se sucederán. Tú que luchas en el seno de los explotados y oprimidos, que haces parte de ellos y ellas, debes bregar porque se manifiesten y golpeen los fundamentos del capitalismo con todos los recursos posibles.

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