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Argentina :: 25/03/2007

Masetti, un guerrillero

Rodolfo Walsh
Se acerca un nuevo aniversario del asesinato de Jorge Ricardo Masetti en Salta, lugar en el que comandaba un grupo guerrillero enviado por el Che (se tomó como fecha de su desaparición el 21 de abril de 1964), junto a otros revolucionarios como Federico Méndez. El 25 de marzo se cumplirán 30 años del secuestro y desaparición de Rodolfo Walsh.

Jorge Ricardo Masetti y Rodolfo Walsh: la revolución más allá de la pluma

A modo de introducción
Rodolfo Grinberg

Masetti y Walsh fueron y son sin duda nuestros maestros. Son espejos en los que debemos mirarnos siempre quienes tenemos la pretensión (tal vez ilusa, tal vez estúpida, tal vez ingenua) de revolucionar este mundo y elegimos la comunicación como una de las trincheras vitales, necesarias en esta lucha. Ambos empuñaron la palabra como metralla para deshacer el arsenal de mentiras de los poderosos de ayer y de siempre.

¿Cómo olvidar el espectacular reportaje en Sierra Maestra reflejado en "Los que luchan y los que lloran" de Jorge Masetti? ¿Cómo olvidar "Operación Masacre" o la carta a la junta militar de Rodolfo Walsh? Son referencias inevitables para todos los que eligieron "el violento oficio de escribir". Mas Jorge y Rodolfo, al margen de lo valioso de sus obras, no se quedaron allí, no fueron sólo eso. No hablamos sólo de periodistas y/o escritores valientes, que... ¿como negarlo? lo fueron hasta la muerte.

Los dos supieron de la necesidad de la organización para romper con la mentira mediática. Rodolfo desde el semanario de la CGT de los Argentinos, desde la inteligencia montonera, desde ANCLA y Cadena Informativa. Masetti desde la Agencia Prensa Latina por él fundada y de la que también participó Rodolfo.

Tamaño legado, inmenso desafío el que Walsh y Masetti nos dejaron. ¿Cuáles son las herramientas de comunicación, que debemos crear hoy para aportar al cambio, para subvertir este país, este mundo? No se trata sólo de escribir bien, o de hacer buenas denuncias (con todo lo valioso que esto puede resultar) ¿Cómo hacer para enfrentar el secuestro informativo de las multiempresas del poder? ¿Cómo hacer para que las voces que pugnan por salir desde los socavones, emerjan? Sin duda que la respuesta es parte de la construcción colectiva del pueblo. Desde la Agencia Rodolfo Walsh sólo intentamos dar un pequeño aporte que justifique el por qué de nuestro nombre.

Sentir cada injusticia como propia, dijo alguna vez el inolvidable y querido Che Guevara. Jorge y Rodolfo lo hicieron. Ambos llevaron su aporte solidario a países hermanos. Cuba y Argelia lo tuvieron a Masetti como protagonista. Walsh, en Cuba fue el genio que descifró el mensaje que anticipó la invasión yanqui a Bahía de Cochinos.

Walsh y Masetti ejemplos de coherencia. Los dos murieron armas en mano defendiendo y empuñando hasta el final la dignidad de las palabras.

Colectivo Agencia Rodolfo Walsh


Masetti, un guerrillero

Especial para MARCHA, por Rodolfo J. Walsh (1965)

Un recuerdo atenuado de Masetti perdura en la calle Corrientes, en el Café La Paz; en el hall del Nuevo Teatro unas letras de metal dicen su nombre, perdido entre otros, porque hace años estrenó una obra; el único libro que escribió resulta ahora inencontrable.

Y eso es todo. Masetti podía seguir derivando en el olvido. Había otra historia que no acababa de juntarse con la suya. Era la historia de esos muchachos que hace un año se hicieron guerrilleros en Salta, y están algunos presos y otros muertos, y otros fugitivos. Los diarios que contaron el incidente que permitió descubrirlos, rodearlos, capturarlos, mientras su jefe, el Comandante Segundo, se internaba en la selva.

Los que conocían a Masetti se inquietaron. No hubo viajero en La Habana, que en los últimos meses no llevara una pregunta, que siempre volvía duplicada y sin respuesta. Ha pasado un año. Se puede decir ahora que Masetti está muerto, y que Masetti, por supuesto, era el comandante Segundo.

La historia de esa guerrilla se escribirá, tal vez, cuando desaparezcan las instancias judiciales que obligan al silencio; cuando los presos salgan y se pueda hablar de esa aventura atroz, escondida, incomprensible para muchos.

Yo sólo quiero recordar a Masetti como era en la isla lejana y cercada, en la agencia de noticias que fundó y de alguna manera ayudó a destruir, en la pasión casi juguetona que lo devoraba, en la tormenta de sus confusos amores, en el humor grueso y eficaz del suburbio porteño, en el coraje recatado.

Decir que Masetti era un gran periodista, exige aclaraciones. Tenía dificultades con la sintaxis, a lo mejor no sabía lo que es un "lead’, quizá le faltaba sutileza literaria. Y sin embargo se puede decir; Masetti fue uno de los más grandes periodistas que tuvimos, porque a cambio de esos defectos le sobraba lo mero principal, Masetti se metía, y llegaba antes, y volvía con la justa.

Su reportaje a Fidel en la Sierra, casi al mismo tiempo que Herbert Matthews, es la hazaña más importante - y más desconocida- del periodismo argentino. Matthews tenía alrededor una aureola que venía de la Guerra Civil Española; llevaba consigo el prestigio imponente del New York Times. Masetti, no tenía nada, Masetti era un oscuro cronista de radio El Mundo cuando en 1958 se mete por la libre en el laberinto batistiano, llega a través de oscuros canales a ese pedacito de manigua en que doscientos barbudos famélicos están cambiando la historia y descubre esa fantástica gale-ría de héroes risueños y terrenos, Camilo, Barbarroja, el Che, Ramirito, que tanto lo impresionaron y a cuya imagen y semejanza quiso modelar, y modeló su vida.

Masetti es otro hombre cuando de ese Olimpo candoroso y brutal baja a la perturbada sofisticación de La Habana, donde se entera que nadie ha recibido sus reportajes trasmitidos por la emisora rebelde. Se interna nuevamente en la Sierra, repite todo el trabajo, y cuando sale por segunda vez ha visto la acción, ha empuñado el fusil y tiene el grado de teniente (1) del ejército revolucionario. El libro que enseguida escribió, "Los que luchan y los que lloran", es el testimonio apasionante de esa hazaña y de un momento crucial en la vida de los cubanos.

La segunda empresa de Masetti es aun más importante. A comienzos de 1959, llamado por la revolución triunfante, crea la primera agencia lati-oamericana de noticias que consigue inquietar a los monopolios informativos. Masetti no sabía nada de agencias. Prensa Latina es una pura creación suya, hecha a golpes casi geniales de intuición. Recuerdo el asombro que sentí cuando en julio de ese año llegué a La Habana a incorporarme al equipo periodístico y vi las teletipos funcionando mientras en cada país de América surgía una sucursal.

El crecimiento de PL es el más vertiginoso en la historia del periodismo. A dieciocho meses de su creación tenía filiales en cada capital americana, en Londres, en París, en Ginebra, en Praga; convenios firmados con Tass, CTK, Hsin Sua, las agencias egipcias e indonesa, le daban un ámbito mundial. Como negociador, Masetti mostraba una insuperable flexibilidad: conseguía que los norteamericanos le abrieran canales de teletipo (cuyo alquiler nunca llegó a pagar) con Buenos Aires, Santiago, Río, Caracas, Washington, Nueva York; que los rusos le prestaran equipos de detección y escucha; que los chinos le construyeran una planta transmisora; que "L Express" de París y el "New Statesman" de Londres cedieran todos sus derechos latinoamericanos por ínfimas sumas. Más de cien clientes en América Latina y muchos centenares en los países socialistas; un volumen noticioso comparable al de las agencias norteamericanas; colaboradores regulares de la talla de Sartre, Waldo Frank, Wright Mills; todo esto era realidad a mediados de 1960.

Un año después ese meteórico imperio se había desmoronado. En cada país de América, la ruptura diplomática impuesta por Estados Unidos fue precedida por el cierre de la agencia. Una lucha interna asestó a PL el golpe definitivo. Afiliados comunistas montaron en el seno de la agencia una verdadera conspiración anti-Masetti, disfrazándola de lucha ideológica. Masetti contemporizó mientras pudo; al fin, les hizo frente. Se dice que debió intervenir el ejército rebelde para impedir que la diferencia se resolviera a tiros. No me consta, pero de algún modo encaja con la imagen que conservo de Masetti.

Por esa época dejé de verlo. Habíamos sido amigos. Creo que esa amistad no duró hasta el fin, por motivos que ahora resultan triviales. Cuando lo sacaron de PL, se fue a Argelia. De tanto en tanto tuve noticias suyas: estaba en Moscú, estaba alfabetizando en la Sierra, estaba otra vez en el Ejército Rebelde. Que haya aparecido en Salta como el Comandante Segundo (obvia referencia a un esperado Comandante Primero) no me asombra. Durante largas noches en La Habana habíamos hablado de la revolución en la Argentina. El ignominioso gobierno de Frondizi parecía justificarla, volverla posible.

El destiempo, la deshora presidieron el destino turbulento de Masetti. Cuando viene a vestir el uniforme de guerrillero, el país es otro, los argumentos más obvios para una acción revolucionaria se han esfumado. Tiene un día de mala suerte; ése en que se despeña de un barranco salteño y queda malherido. Tal vez sin ese accidente absurdo, este hombre que ya había hecho cosas imposibles pudo repetir la hazaña que lo alucinó cuando era un simple reportero? No sé. De sus heridas se recupera lo suficiente para poder caminar, para que no lo tomen prisionero. (Esa perspectiva, recuerdo, lo obsesionaba: "Imaginate, que te agarren, que te hagan cantar, qué vergüenza viejo"). Cuando todo está perdido, cuando el furor de la selva ha aniquilado prácticamente a su grupo, Masetti llena su mochila y se interna en la espesura, monte arriba.

No vuelve, todo el mundo sabe que no puede volver.


1- Masetti no bajó teniente ni con ningún otro grado de Sierra Maestra. (Aclaración de la familia de Masetti)

 

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