lahaine.org
Europa, Asia, EE.UU. :: 08/03/2022

Putin, la guerra y la geopolítica

Carlos Fazio
La maniobra de Putin causa fracturas y un replanteamiento estratégico del entramado económico-militar mundial. Surge una renovada arquitectura multipolar

Sdemás de exhibir el espec­táculo de striptease humanista y la hipocresía de EEUU como líder del Occidente colectivo, la invasión militar rusa a Ucrania el 24 de febrero de 2022 abre una nueva era geopolítica de signo incierto, que parece dibujar un nuevo orden tripolar (EEUU, China y Rusia) dividido en dos bloques: EEUU/OTAN/UE y el eje euroasiático (China/Rusia).

El ruido mediático y la descomunal guerra de propaganda y operaciones sicológicas ( pysop) de Washington y sus vasallos (Zbigniew Brzezinski dixit) de Europa contra Rusia y Vladimir Putin, no logra difuminar la disputa entre un puñado de potencias capitalistas, sus monopolios industriales, financieros, tecnológicos y sus mafias criminales por el reparto de territorios, mercados y materias primas. Con China aguardando expectante su desenlace.

En el marco de una guerra proxy (subsidiaria) que engloba a distintos actores o bandos armados del conflicto interno ucranio (incluidos el ejército, milicianos de distintos signo, paramilitares de extrema derecha, neonazis y mercenarios) como parte de una rivalidad entre potencias y actores externos (los plutócratas del complejo militar-industrial-financiero-mediático de EEUU; los mandos de la OTAN; Gran Bretaña, la City y la industria armamentista; los tomadores de decisiones de la Unión Europea [Alemania y Francia]; Rusia y los magnates que rodean al Krem­lin) en un territorio de gran importancia geoestratégica y geopolítica, el ejercicio de poder duro de Putin es una imagen espejada de lo que Washington y sus aliados atlantistas han hecho en diferentes partes del mundo en las últimas décadas.

Durante meses, Putin insistió diplomáticamente ante Biden y la OTAN un estatus neutral para Ucrania no diferente al que tienen Finlandia, Suecia, Irlanda, Austria, Suiza, Bosnia y Serbia (que no forman parte de la alianza atlántica). Su línea roja era Ucrania fuera de la OTAN y sin armas nucleares (igual que John F. Kennedy cuando la crisis de los misiles soviéticos en Cuba, en 1962). Y que se cumpliera el Acuerdo de Minsk. Si no, neutralizaría la amenaza en sus propios términos. No estaba blofeando. Y cuando el presidente ucranio, Volodymir Zelensky, solicitó en la Conferencia de Seguridad de Munich el rearme nuclear de su país, Putin volteó el constructo estadunidense de la Responsabilidad para Proteger (R2P) a fin de frenar el genocidio de la población de habla rusa por fuerzas neonazis (desrusificación) en Donbás y ordenó el ataque a la infraestructura militar de Ucrania.

Más allá de los fundamentos jurídicos de Putin, el ejército ruso es una fuerza agresora: violó el artículo 2 de la Carta de la ONU que prohíbe la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial de otro Estado soberano. Como antes lo hicieron EEUU y los expansionistas de la OTAN en Kosovo, Irak, Libia y Siria. Como señaló Noam Chomsky, la invasión a Irak fue un ejemplo de libro de texto de los crímenes por los que los nazis fueron colgados en Nuremberg. Y un puñetazo en la cara a Rusia. Pero eso no ofrece ningún atenuante a las operaciones quirúrgicas de desnazificación y desmilitarización ordenadas por Putin como último recurso.

Los flancos occidental y sur del territorio ruso han sido cercados por una vasta red de bases militares con misiles de la OTAN. Y existen pruebas de que Rusia fue sometida a una guerra híbrida por el team Estado profundo de EEUU/OTAN; una guerra pysop y de intoxicación propagandística que usó un set de herramientas ideológicas, comunicativas y económicas para imponer un sistema de valores, creencias, mitos, miedos y sentidos comunes, que derivó en la actual versión rusófoba y actualizada de la noche de los cristales rotos entre las buenas conciencias de los regímenes de excepción corona del mundo libre, con su proyecto securitario-digital-sanitario de vigilancia ubicua y su neo-orwelliano ministerio de la verdad: Putin igual a Hitler; un paria internacional, vociferó Biden.

Está documentada la actividad desestabilizadora de EEUU en la revolución naranja (golpe suave) en Ucrania en 2004, mediante la intervención de agencias pantalla del Pentágono y la CIA (USAID, NED, IRI, NDI, Freedom House y la Open Society, de George Soros). Y cuando sus resultados se revirtieron, en 2010, fue clave la intervención directa de la entonces subsecretaria de Estado Victoria Nuland (la de 'Fuck Europe'), y del embajador de EEUU en Kiev Geoffrey Pyatt, en la organización del Euromaidán que derivó en un cambio de régimen de 2014. La BBC de Londres divulgó entonces la llamada telefónica donde Nuland, hoy subsecretaria de Estado de Asuntos Políticos de Biden, comentó a Pyatt que estaba armando una salida con la ONU al golpe en Kiev y tú sabes, a la mierda con la UE ( fuck the EEUU!).

En respuesta a la imposición de un régimen de oligarcas cleptócratas en Kiev, con participación de los nacionalistas de ultraderecha del partido Svoboda (Libertad), los neofascistas del Sector Derecho y la fuerza paramilitar Batallón Azov (integrado como una unidad regular a la Guardia Nacional ucrania) de Andrei Biletsky, El Fuhrer Blanco, Rusia tomó el control de Crimea (base de la flota rusa del mar Negro) y apoyó la secesión de facto de las partes de habla rusa en la región de Donbás, en el este de Ucrania.

En su clásico libro El gran tablero de ajedrez: primacía estadunidense y sus imperativos geoestratégicos (1997), el ex consejero de Seguridad Nacional de Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski, definió a Ucrania como un importante pivote geopolítico en el espacio euroasiático, y predijo que entre 2005 y 2010 ese país bisagra debería estar listo para negociaciones serias tanto con la UE como con la OTAN. Su pérdida, advirtió, tendría consecuencias inmediatas para Europa Central.

La maniobra de Putin causa fracturas y un replanteamiento estratégico del entramado económico-militar mundial. Surge una renovada arquitectura multipolar que parece proyectar una nueva zonificación de bloques económicos y comerciales, con rutas renovadas (y conflictivas) de suministro de materias primas y recursos geoestratégicos, donde el libre flujo de mercancías chocará con las restricciones y los nuevos alineamientos que emerjan de la guerra. Con Eurasia, con base en el eje China/Rusia, como protagonista ­determinante.

La Jornada

 

Este sitio web utiliza 'cookies'. Si continúas navegando estás dando tu consentimiento para la aceptación de las mencionadas 'cookies' y la aceptación de nuestra política de 'cookies'.
o

La Haine - Proyecto de desobediencia informativa, acción directa y revolución social

::  [ Acerca de La Haine ]    [ Nota legal ]    Creative Commons License ::

Principal