¿Los nuevos arios? La nazificación de Israel

Una aclaración: no hablo de la nazificación del judaísmo. Tampoco de la nazificación del sionismo, porque aunque creo que el sionismo ha demostrado ser una ideología colonial e imperialista, no siempre ha sido ese el caso y en sus etapas más tempranas e incluso quizás en el Yishuv fue la manifestación del radicalismo obrero arraigado en el kibutz. Hablo más bien de la nazificación de Israel, que –según mi opinión– se ha corrompido, llenado de vergüenza, tergiversado y traicionado totalmente al judaísmo; por el contrario, Israel ha militarizado la religión mediante la arrogancia, el orgullo desmedido y el complejo de superioridad, lo que lleva a un desdeñoso desprecio hacia todo lo que encuentra en su camino, integrando incluso al kibutz en el sistema de seguridad que se alimenta del desplazamiento de población y la furia sin trabas dirigida el Enemigo, tanto de dentro como de fuera.
En primer lugar, ¿por qué el término nazificación? ¿Es acaso la consecuencia de un odio del judío a sí mismo? Defensores a ultranza de Israel que, debido a su equivocada lealtad, son incapaces de plantarse y denunciar las recientes atrocidades en Gaza, podría pensarse, incluyendo lamentablemente un número importante de judíos de todo el mundo, especialmente en EEUU. Y en cuanto a los mismos israelíes, es casi inexistente la oposición a la limpieza étnica, al uso desproporcionado de la fuerza, a la adjudicación de una ciudadanía de segunda a los árabes de Israel. El Behemot de Oriente Medio está adquiriendo unos monolíticos rasgos mentales e ideológicos de exclusiva propiedad, de tal modo que las críticas internas también son vistas como odio judío a sí mismo.
La elección de “nazificación” ha sido deliberada porque es la palabra que aplica a lo que está sucediendo, como lo plantea el New York Times en el encabezamiento de un artículo de Isabel Kershner, “El gabinete israelí aprueba ley de nacionalidad” (nov 2014), el eufemismo para el tipo de leyes arias aprobadas al llegar Hitler al poder.
Hasta estos días, el ciclo no se ha roto y, ciertamente, es realimentado por el salvajismo de “las botas sobre el terreno” hacia aquellos que han sido definidos como más débiles e inferiores: los palestinos, ya que son ellos quienes se han rendido –una subrogación colectiva–, como hicieron los judíos bajo el nazismo, realizando así la patología de identificación con los primeros captores. Una “liberación” como esta llega a expensas de quienes se la ingenian para ser el chivo expiatorio y, por tanto, no hay liberación en absoluto sino que se está empujando aún más profundamente el esquema mental en la oscuridad del horroroso y primitivo contexto de la exterminación.
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Primero, volvamos al artículo de Kershner; ella empieza diciendo que “El domingo [23 de noviembre], el gabinete israelí aprobó un polémico proyecto de ley que pone el énfasis en el carácter judío de Israel por encima de su naturaleza democrática en una medida que –dicen los críticos– puede hacer más difícil la frágil relación con la minoría árabe del país en un momento de fuertes tensiones”. La presunción de “naturaleza democrática” de Israel es discutible; al menos, la autora reconoce que la Ley de Nacionalidad es ajena a ella. Pero la legislación propuesta ha llevado mucho tiempo de elaboración y sus oponentes “temen que cualquier legislación que dé preeminencia a la judeidad de Israel puede conducir tanto a enfrentamientos internos como a dañar la relación de Israel con los judíos de otros países y con los aliados internacionales del país”. En el gabinete, “la propuesta de ley fundamental, que tiene por título ‘Israel, el estado nacional del pueblo judío’, fue aprobada por 14 - 6”, con la oposición de los dos partidos centristas de la coalición. La Knesset aún no ha votado.
Netanhaju defendió el proyecto de ley diciendo que lo modificaría antes de la votación final para incluir el principio de “igualdad de derechos individuales para todos los ciudadanos”, un principio impreciso –y sospechoso, para mí– dada la situación actual, el historial de primer ministro y el acento puesto en el carácter “individual” de los derechos en lugar de considerarlos colectivos o comunitarios. Un crítico, Ahmad Tibi, miembro árabe de la Knesset, estima que la expresión “democracia judía” es una contradicción en sus términos, que “confirma que unir las palabras judío y estado democrático es una ficción”. Kershner informa de que unos borradores preliminares fueron “promovidos por legisladores de derechas”, que, entre otras cosas, despojaban a los árabes tanto de su estatus como de la oficialidad de su lengua.
Netanyahu parece mantenerse firme mientras reclama nuevas leyes que anularían beneficios y prestaciones sociales (además de otras cosas no especificadas) a aquellos que tiren piedras y, presumiblemente, sus familiares. Algunas líneas ya reveladas con respecto a los árabes israelíes muestran más dureza. Le doy la palabra a Netanyahu en la nota de Kershner: “Hay muchos que están desafiando el carácter de Israel como estado del pueblo judío. Los palestinos se niegan a reconocerlo, también hay oposición interior”. La oposición de los árabes israelíes, pero también –hoy pocos, se admite– algunos judíos bellacos cuando el odio de los muchos se convierte en un cáncer que pone en peligro a Israel.
La Ley de Nacionalidad sigue bajo el radar, pero Peter Beaumont, del Guardian, escribe en su artículo del 23 de noviembre: “La ley, que se supone pasaría a formar parte del conjunto de leyes fundamentales de Israel, reconocería el carácter judío del país, institucionalizaría la ley [religiosa] judía como la inspiradora de las leyes y negaría al árabe la condición de segunda lengua oficial”. Lo último, por supuesto, tiene el propósito de herir, de menospreciar la historia, la cultura y la identidad del Adversario, permitiendo así el tratamiento impersonal para con el innominado, que es el rasgo más destacado de la política israelí: negación siempre que haga falta. Sin embargo, también hay algo más duro: “En Cisjordania, el domingo [23 de noviembre] fue incendiada una casa palestina. ‘Los colonos vinieron y golpearon la puerta, pero yo no quise abrir’, dijo Huda Hamaiel, la dueña de la casa. Ella contó que los colonos rompieron el cristal de una ventana y arrojaron una bomba de petróleo dentro de la casa. Y pintaron en la fachada: ‘Muerte a las árabes’ y otras frases llamando a la venganza”. Sea por una ley constitucional o sea mediante la modalidad “tropas de asalto”, el resultado es el peor posible y de ningún modo condice con las propósitos de una democracia.
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Notas:
* Gemeinschaft, en alemán, comunidad. (N. del T.)
** Supermensch, en alemán, superhombre. (N. del T.)
*** Op. ed. abreviatura de página opuesta al editorial (proveniente del inglés opposite the editorial page, a menudo erróneamente mencionada como opinión-editorial ), es un artículo periodístico que expresa las opiniones de un escritor que suele no estar afiliado al comité editorial del periódico. Son diferentes a los editoriales, los cuales no van firmados y son escritos por miembros del comité editorial. (Extraído y adaptado de Wikipedia por el traductor.)
CounterPunch. Traducido del inglés para Rebelión por Carlos Riba García. Extractado por La Haine







