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Estado español :: 05/03/2012

¿Delenda est monarchia?

Máximo Relti
(Acabar con la Monarquía) A propósito de un editorial del periódico "El País"

Ni un día sin el "yernísimo". No transcurre ni una sola hora sin que Internet, y en menor grado la prensa escrita, escupa decenas de noticias en relación con los negocios del yerno del Rey. Sin embargo el escándalo - como ha sucedido con todo aquello que pueda comprometer a la Monarquía o a su legitimidad - queda reducido en los medios visuales o escritos al círculo del Duque consorte, sin que ninguno de ellos se atreva a intentar traspasar el blindaje que protege la figura institucional del Monarca.

Las últimas horas han proporcionado dos apuntes de interés en torno al caso. Una de ellas consistente en las postreras revelaciones sobre el interrogatorio al que fue sometido el ex deportista. Según éstas, Urdangarín operaba en sus negocios utilizando un tan simple como inverosímil mecanismo. El segundo apunte nos lo ofrece un significativo editorial del periódico El País, portavoz de la socialdemocracia española, en relación con este mismo escándalo y su conexión con la institución monárquica.

En el curso del interrogatorio judicial al que fue sometido, el duque reconoció que "es cierto que algunos trabajadores" del Instituto Noos obtuvieron informaciones relativas al turismo y al deporte a través de Google, para luego venderlas con formato de "informes" a diferentes Administraciones públicas o empresas privadas a precios exorbitantes . Entre esos "informes" se encuentra, por ejemplo, uno que consta de 13 páginas que el "Instituto Noos" le vendió al Villarreal Club de Fútbol por la friolera de 690.000 euros. Si no fuera por la trama corrupta que se esconde tras este asunto, la "ingenuidad" del procedimiento parecería la travesura del escolar que copia de Internet sus trabajos de clase. ¿Qué obtenían a cambio los administradores públicos o las empresas privadas por participar en un evidente y burdo timo de la estampita? El Duque se convirtió en un dilapidador multimillonario no por sus habilidades en los negocios, sino porque el lugar que ocupaba en la Casa Real era una valiosa tarjeta de visita que le permitía franquear todas las puertas. La cuestión principal en este asunto, no obstante, está contenida en la pregunta ¿qué obtenían los otros a cambio? ¿Podía el Villarreal CF permitirse pagar más de medio millón de euros por trece páginas copiadas de Internet a cambio de nada?

EL PAÍS SE PRONUNCIA

En relación con el escándalo Urdangarín y el cuestionamiento que hoy se formula en amplios sectores de la sociedad española con respecto a la propia existencia de la Monarquía, el pasado domingo el periódico El País, órgano semioficioso del PSOE, quiso puntualizar y dejar clara una vez más cuál era su posición. No se trata de algo que el periódico haga frecuentemente. La relevancia que la empresa de los Polanco le otorgó al asunto pone de relieve el descenso vertiginoso que la Corona está sufriendo en la consideración ciudadana. Que El País salga a la palestra pública con todas sus armas y pertrechos defendiendo la existencia de la Monarquía, obedece a la profunda fractura que se ha abierto entre la sociedad española y esa institución. Hace cuatro años sociólogos y empresas reflejaban en sus sondeos que la Monarquía tenía una popularidad entre los españoles del 69 %, mientras que la república solo recogía la opinión favorable del 22%. Dos años después la diferencia entre ambos se redujo a un 20%. Actualmente ya no se hacen encuestas.

Según el mentado editorial, cuyo encabezamiento ocupa la primera página del rotativo, "sólo la frivolidad, el populismo y el amarillismo periodístico, o la mezcla de los tres, permiten confundir la crítica que merece el comportamiento no ejemplar de Iñaki Urdangarín con el debate sobre el futuro de la Monarquía. Una conducta presuntamente irregular de aquel -continuaba diciendo el editorial del periódico del grupo PRISA- para nada significa una crisis de legitimidad en la jefatura del Estado, ni es admisible abrir una discusión ficticia sobre ello al hilo de las elucubraciones y cotilleos de la prensa rosa".

Más adelante, en el extenso editorial en defensa de la Monarquía, El País advierte que "España no necesita de un debate artificial sobre la Jefatura del Estado, en un momento además en que todas las energías deben dirigirse a superar los desafíos que plantea el empobrecimiento general de nuestra economía, la tasa de desempleo más alta de Europa, la sequía del crédito o el previsible deterioro del clima social". Y para alejar los "demonios familiares" de la España de siempre, sobre los que ya avisara en sus días postreros el dictador Francisco Franco, el periódico de la oposición socialdemócrata nos espeta una segunda advertencia: "Vivimos en un país complejo, con una estructura territorial que no acaba de asentarse, en el que es preciso potenciar la solidez, el equilibrio y el prestigio de las instituciones".

El editorialista de El País, con objeto de reafirmar su acendrada fe monárquica, acude al testimonio de supuestos y relevantes republicanos de nuestra historia reciente -cuyos nombres no menciona - que mantienen que "el rey y la Corona han rendido y seguirán prestando servicios impagables a la libertad de nuestros ciudadanos, a la democracia española, a su construcción y desarrollo y a su prestigio e influencia en la escena internacional". Finalmente, el editorial rinde un público agradecimiento a Juan Carlos Borbón porque -dice- "renunció en su día a los poderes recibidos, devolvió la soberanía al pueblo español, impulsó el cambio hacia la democracia y la protegió y defendió de los golpistas".

El editorial, sin embargo, y como premio de consolación a la legión de republicanos que no cejan en su empeño de ver satisfecha la histórica y legitima reivindicación de que sean los diferentes pueblos que integran el Estado español quienes decidan sobre la opción Monarquía o República - abre una tramposa rendija reformista a esa esperanza, expresando que "es a los políticos a quienes corresponde definir ahora qué aspectos deberían de actualizarse de una institución que ha rendido probado servicios a la ciudadanía".

Que el periódico "El País" se pronuncie en el sentido en que lo ha hecho solo puede extrañar a estas alturas a unos pocos. Otra cosa es que en el contexto social y político que estamos viviendo esos llamamientos a formar una piña alrededor de la institución monárquica tengan la misma efectividad que los que hacía hace 35 años. En la época de la llamada Transición democrática este rotativo formó parte de la conjura coordinada entre los representantes de los restos del aparato político de la Dictadura y el complot de los partidos de la oposición clandestina que pusieron en venta su coherencia ideológica a cambio del plato de lentejas de su legalización y las canonjías institucionales derivadas de la misma. Pero las facturas históricas no prescriben. Más tarde o más temprano los pueblos terminan exigiendo que sean abonadas.

Entre 1976 y 1978 las cúpulas de las organizaciones políticas y sindicales a quienes correspondía la restauración del vínculo histórico dramáticamente roto por la oligarquía en 1936, renunciaron de manera vergonzante a la recuperación de la IV República. Fue entonces cuando el periódico "El País" se erigió en el artilugio mediático de quienes aceptaron como buena la herencia impuesta por el Dictador.

Para ello desplegó toda una artillería de sofismas. Que la democracia no era posible sin la Monarquía, porque los cuarteles no lo permitirían, como si la lucha contra el franquismo no se hubiera desarrollado a lo largo de cuarenta años contra la opinión de los cuarteles. Que la opción no era Monarquía o República, sino democracia o dictadura, como si esa institución feudal nos viniera del cielo y no representara los intereses de las clases hegemónicas de siempre. Que...

"El País" fue el armazón teórico que en aquellos años se encargó de transmitir el hilo argumental a través del cual banqueros, empresarios, jóvenes y viejos jerarcas del Movimiento y la dirigencia de PSOE, UGT, PCE y CCOO prepararon el punto de no retorno que dio libre paso a la institución monárquica. La experiencia ha durado 37 años y los resultados están a la vista. Que hoy el editorialista de "El País" recurra a argumentos equivalentes a los de hace tres decenios más que grotesco resulta esperpéntico. En este último año se ha puesto de manifiesto que una parte importante de nuestra sociedad ha descubierto, o está en trance de descubrir, qué es lo que hay tras este montaje institucional de cartón piedra. Por tanto, las elucubraciones del periódico para defender la vigencia de la Monarquía resultan tan trasnochadas como la misma Monarquía.

Hace muy poco se cumplieron 82 años de aquel 5 de noviembre de 1930, en el que un personaje con componentes intelectuales claramente reaccionarios, pero también con algunos momentos de brillante lucidez, escribió un artículo en el periódico madrileño El Sol, titulado "Delenda est Monarchia" (*). Lo firmaba Ortega y Gasset. En él se decía algo que conserva aún plena vigencia:

"La Monarquía se ha ido formando en un surtido de ideas sobre el modo de ser de los españoles. Piensa, por ejemplo, que moralmente pertenecen a la familia de los óvidos, que en política son gente mansurrona y lanar, que lo aguantan y lo sufren todo sin rechistar."

Aquel artículo fue uno de los banderines de enganche tras el cual se enroló toda una generación decidida a no soportar el pesado fardo de esta institución medieval.

Ha llegado el momento de preguntarnos ¿Delenda est Monarchia?

Canarias Semanal

 

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