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Argentina, Argentina :: 01/06/2020

Sionismo pandémico en Argentina

José Steinsleger
Críticas al primer ministro de Salud de Argentina, y encima peronista

Hacia mediados del siglo pasado, cuando el Estado regulaba la voracidad de la iniciativa privada, abundaban los médicos hipocráticos. Médicos que no eran hipócritas, y que guardaban sana distancia frente a las divagaciones filosóficas de humanistas y educadores centrados en lo problemática individual, antes que en la realidad económica, política y social de los pueblos.

Así pensaba el neurobiólogo y sanitarista argentino Ramón Carrillo (1906-56): Los problemas de la medicina como rama del Estado no pueden resolverse si la política sanitaria no está respaldada por una política social.

Sigue: “Del mismo modo, no puede haber una política social sin una economía organizada en beneficio de la mayoría. Sólo sirven las conquistas científicas sobre la salud, si éstas son accesibles al pueblo […]. Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedades, son unas pobres causas”.

Carrillo fue el primer ministro de Salud de Argentina, a pedido del presidente Juan D. Perón. Ejerció el cargo durante ocho años (1946-54) y durante su gestión se erigieron los cimientos del sistema sanitario nacional. Eminentes científicos y médicos argentinos integraron su equipo, varios de fe judía (D. E. Nijensohn, Jacobo y León Zimman, Jorge Cohen, Alberto D. Kaplan, Fernando Knesevich). Su viceministro fue el eminente Salomón Chichilnisky, amigo y compañero de estudios.

Con ellos, y el apoyo de la Fundación Eva Perón, se construyeron 234 hospitales y 250 establecimientos sanitarios, seguidos de la implementación de un plan de seguro de salud para brindar una medicina de calidad, gratuita e igualitaria, el aumento de 66 mil a 132 mil del número de camas, en dos años enfermedades endémicas como el paludismo, la sífilis y las venéreas descendieron; se terminó con epidemias como el tifus, la brucelosis; bajó la mortalidad por tuberculosis y, drásticamente, el índice de mortalidad infantil.

En 1954, Carrillo quedó atrapado en las internas políticas del gobierno peronista. Renunció. Pero semanas después, recibió una placa de regalo: A Ramón Carrillo, ministro de la Salud Pública de la República Argentina. Un pequeño recuerdo de la Salud Pública del Estado de Israel. Joseph Berlin. Jerusalén, 3-V-1954.

El ex ministro se fue a dictar clases en Harvard y luego se exilió en una apartada localidad de Belem do Pará (Brasil), donde a los 50 años murió de un accidente cardiovascular (20-12-56). Dolencia disparada por los sufrimientos, persecución, difamación y el acoso de la dictadura libertadora que en 1955, a sangre y fuego, derrocó a Perón.

Sin embargo, a mediados del mes pasado, el ultraconservador diario La Nación publicó que en el Banco Central estaba listo un nuevo billete de 5 mil pesos, con las imágenes de Carrillo y Cecilia Grierson (1859-1934), primera médica argentina. Noticia que en medio de la pandemia sonaba verosímil.

¡Fake news!” El multimedios monopólico Clarín y el tóxico portal Infobae viralizaron el anuncio y acusaron a Carrillo de simpatías por los nazis., Y la jauría sionista (esa perversa tergiversación fascista que se dice judía y lucra con la industria del holocausto) saltó al ruedo.

Primero fue la DAIA, siglas de la entidad que apenas representa 20 por ciento de los argentinos de fe judía, y funciona de embajada paralela de Tel Aviv. Luego, el agente Claudio Avruj, ex secretario de DDHH de Mauricio Macri, y operador directo del genocida Bibi Netanyahu en Buenos Aires.

Simultánea e insólitamente, los directivos del ultrasionista Centro Simón Wiesenthal para América Latina, Shimon Samuels y Ariel Gelblung, rechazaron la supuesta elección de Ramón Carrillo para el supuesto billete de connotaciones nazis. Y por último, un tuit de la embajadora de Tel Aviv en Argentina, Galit Ronen:

“Cuando decimos ‘nunca más’ refiriendo al holocausto, no hace sentido conmemorar a alguien que, por lo menos, fue un simpatizante con esta ideología”.

Sin faltar la cereza sobre el pastel: el embajador inglés en Argentina, Mark Kent, gran aficionado a lanzar tuits aleccionadores: El nazismo fue el mayor mal del siglo XX. Condujo al holocausto. La muerte de millones de inocentes. No debemos conmemorar a nadie que participara en este terrible episodio.

Carro completo: Perón fue agregado militar de la embajada argentina en la Italia de Mussolini, ¿no? Y Cristina mandó matar al fiscal Alberto Nisman y era aliada de Irán, ¿no? Y Alberto Fernández dirige un gobierno peronista de coalición, ¿no? Y el doctor Ramón Carrillo estuvo en Alemania dos años becado de 1930 a 1932 por la Universidad de Buenos Aires y de seguro asistió a un mitin de Hitler antes de tomar el poder, ¿no?

Misión lograda: el presidente Alberto Fernández comunicó oficialmente que el tal billete nunca existió (aunque es posible que haya sido impreso) y el lunes 25 pasado, fecha patria en Argentina, recibió un llamado de Netanyahu.

–¿Todo bien, Alberto?

–Todo bien, Bibi. Luchando contra la pandemia.

La Jornada

 

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